Dicen que antiguamente la Loica era un pájaro como tantos
otros, de color negro y gris que no llamaba en nada la atención.
Ocurrió que en el Valle Abajo, escondido entre varias
colinas y el río, las loicas habían encontrado un paraíso donde vivían y se
multiplicaban con gran contento. Muchos años duró este tiempo feliz, hasta que
un día un cazador que merodeaba por Puangue (localidad de Melipilla, Región
Metropolitana) perdió su ruta y caminando y caminando, llegó a Cuncumén (comuna
de Salamanca, provincia del Choapa, Región de Coquimbo)
Agotado por el viaje, se echó a dormir en medio de unos
espinos a través de los cuales se veía un cielo tan lleno de estrellas, que
casi molestaban su vista cansada.
Al despertar, sintió el trinar de numerosos pajaritos. Su
alma de cazador dio un vuelco en el pecho, preparándose para un festín
inesperado. El hombre, sin siquiera preocuparse de tomar un vaso de agua,
preparó su escopeta y sin pensarlo dos veces, apuntó a una loica que lo
observaba desde el espino y disparó la mortífera arma que estalló en un ruido
infernal.
Las loicas que observaban paralizadas al extraño personaje,
sin comprender el peligro que representaba, huyeron ante el estampido, pero
ninguna de ellas fue alcanzada por las balas asesinas. La verdad es que había
sido tal la prisa del cazador, que había cargado mal su arma y ésta había
reventado causándole una horrible herida en el cuello.
Las aves aterradas se quedaron largo rato escuchando los
gritos y quejidos del hombre y, cuando éste calló, una de ellas venció el miedo
y se acercó.
-Perdón-, le susurró el hombre, - Ayúdame por favor-.
La pequeña loica tuvo pena al verle los ojos cubiertos de
sangre y la lengua seca de sed. Sin ponerse a pensar mucho, tomó con su pico
unas hojas de menta silvestre y le limpio poco a poco los ojos. Las plumas de
su pecho empezaron a mancharse de sangre y tierra pero, aunque se veía harto
fea, ella prosiguió su tarea.
Las otras loicas, sin decir palabra, la comenzaron a ayudar
y se turnaron para depositar en la boca del herido, gordos granos de uva negra
entregándole así el agua y el azúcar que tanto necesitaba.
Un grupo de ellas emprendió viaje hacia el poblado y
comunicó a un perro del lugar la noticia del malherido que yacía esperando
ayuda en el Valle Abajo. Dio la casualidad que el tal perro andaba buscando a
su amo que se había perdido en aquellas colinas. El animal corrió a avisar con
furiosos ladridos a los familiares del hombre que, sin tardanza partieron a
Cuncumén con vendas y medicinas.
El Ángel de la Guarda del cazador, que estaba de lo más
avergonzado de las costumbres de este hombre, comunicó a Dios toda esta
increíble historia y entonces, ante los ojos asombrados de las gentes y de los
otros animales del lugar, en el pecho de las loicas se formó un precioso
triángulo colorado, con la misma forma de la mancha de sangre que había
ensuciado las plumas de los bondadosos pajaritos.
Hay otra historia, esta vez cristiana que dice que esta ave
la Loica, vio a un Hombre en una Cruz con una Corona de espinas y sus manos y
pies atravesados por clavos ,el ave voló directamente a esa Cruz e intentó con todas sus fuerzas sacarlos y en ese
intento manchó su pecho con aquella sangre que jamás se borro de su pecho....
Desde entonces las loicas son las aves más lindas de todo lugar donde habitan y su figura inconfundible recordará para siempre a los hombres que Dios premia con la generosidad y el perdón......
Fuente: Mitos y Leyendas de nuestro Chile
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