viernes, 11 de octubre de 2019
Mezcalito, Dios Chamánico
Carlos Castaneda era
un estudiante de antropología de la Universidad de Los Ángeles que
en el verano de 1960 estaba de vacaciones en México y fue al norte
del país a encontrarse con un Chamán. Hasta aquí todo es cierto,
pero a partir de este momento, la línea que separa la realidad de la
alucinación se convierte en una extensa franja en la que ambas se
mezclan quedando impregnadas la una de la otra durante varios años,
incluso durante toda una vida.
Ocho botones de
peyote, masticados uno tras otro con su acérrimo sabor, a pesar del
rechazo del paladar y resistiendo el impulso de tomar el más mínimo
trago de agua, conducen Carlos, luego de reiterados intentos, a un
mundo subjetivo en el que después de un largo sendero se encuentra
con su dios particular, que en todos los casos y en sus diversas
formas, es el mismo dios llamado Mezcalito.
Estos hongos, aparte
de toda su aura mística, son básicamente psicoactivos que desde
tiempos ancestrales acompañaron a la cultura chamánica de México
en sus largas travesías por desiertos inhóspitos y noches de calmas
tertulias. Alrededor del peyote se formó una profunda filosofía
religiosa mitológica. En ella, Mezcalito es el dios particular, que
está en cada uno y que se presenta cuando uno está preparado para
recibirlo. Mezcalito es a su vez, protector y guía en el camino del
hombre.
Carlos Castaneda
escribió varios libros sobre su experiencia y describió con lujo de
detalles cada una de esas apariciones además de las enseñanzas
adquiridas en este trayecto por el camino de la sabiduría chamánica
en la que un trasfondo mitológico sostiene al peyote como una chispa
necesaria en la iniciación en esta misteriosa filosofía. Para estos
chamanes, Mezcalito enseña que existen cuatro enemigos naturales del
hombre que son el miedo, la clarividencia, el poder y la vejez, con
los que, uno tras otro, al igual que los botones de peyote, se
enfrentará incansablemente a lo largo de su vida.
Mezcalito es un
claro ejemplo de que lo que es un dios para algunos puede ser una
simple alucinación para otros y que un profeta puede ser un maestro
o un loco según los oídos que lo escuchen. Filosofía para unos,
locura para otros. Realidad y visión mezclándose para dejar una
enseñanza muy clara: Los únicos realistas son los visionarios.
La Leyenda Oscura de Guilles de Rais, Barba Azul
Gilles de Rais
(1404-1440), barón de Rais, primer teniente del ejército de Carlos
VII (El Delfín) y mano derecha de la mismísima Juana de Arco, tuvo
la carrera militar que todo aristócrata de su época anhelaba.
Apuesto y valeroso, fue recompensado por sus servicios a la corona
francesa con el título de Mariscal de Francia. Sin embargo, su amor
secreto por Juana de Arco lo convertiría en uno de los mayores
asesinos de la historia.
Luchó
vehementemente por salvar a Juana de Arco, su protegida y de la que
estaba secretamente enamorado, de la hoguera. Pero fue en vano. Tras
la trágica muerte de ésta, se separó de su joven esposa, su prima
Catalina de Thouars, y se recluyó en el Castillo de Tiffauges, donde
rehusó tener cualquier contacto físico con mujeres. Éste sería el
inicio de una serie de salvajes actos contra la Iglesia, como
venganza y repulsa por la muerte de la mujer que idolatraba.
Aburrido y asqueado,
organizaba suntuosas fiestas que se hicieron populares en toda
Europa. Sus finanzas se tambaleaban, por lo que decidió embarcarse
en la búsqueda de la piedra filosofal para convertir los metales en
oro. Esta obsesión lo llevó a pensar que si invocaba al diablo,
lograría sus propósitos. Para ofrecerle un sacrificio a Satanás,
torturó y asesinó a una joven víctima. Ni se le apareció el
demonio ni transmutó el metal. Sólo consiguió descubrir su pasión
secreta: la violación, tortura y asesinato de niños y adolescentes.
Se la atribuyen los
asesinatos de más de 200 jóvenes, muchos de ellos mendigos que
pedían limosna a la entrada de los castillos. Les extraía la sangre
para confeccionar pócimas mágicas en su empeño por ser alquimista
del infierno. El vampirismo y la necrofilía se apoderaron del que
fuera el ilustre Mariscal de Francia. Además, según cuentan
testigos, solía caer en un profundo sueño, casi en coma, como otros
célebres sádicos.
Añadido a estas
orgías de sangre, también le gustaba coleccionar las cabezas de sus
víctimas, a las que un sirviente engalanaba, para posteriormente
celebrar concursos de bellezas con amigos.
Sería el duque de
Bretaña quien ordenaría una investigación sobre Barba Azul -apodo
de Gilles- ante el creciente número de desapariciones de jóvenes.
Fue detenido en en 1440 en una de sus propiedades en el pueblo de
Machecoul, descubriéndose en el lugar los cadáveres de 50 niños.
Fue torturado para arrancarle una confesión, pero sólo lo
consiguieron cuando lo amenazaron con la ex comunión. Aceptó todos
los cargos y no tuvo reparo en confesar detalles de sus actos,
reconociendo que los hacía, únicamente, para proporcionarse placer.
El 26 de Octubre de
ese mismo año, fue ahorcado y quemado en la hoguera junto a dos
cómplices. Antes de su muerte, profesó arrepentimiento y pidió
perdón a los padres de las víctimas. Se aferró a su fe e instó a
los presentes a que no siguieran su ejemplo. Su cuerpo reposa en una
iglesia de las carmelitas en Nantes.
miércoles, 9 de octubre de 2019
La Leyenda Celta de la Calavera
Existe una leyenda
antigua que cuenta la historia de un hombre viejo y cascarrabias,
dueño de una granja en Irlanda. Tal era su carácter y mal pronto
que un día discutió con su único hijo de una forma desmesurada
dejando de hablarse con él. Desafortunadamente, el hijo murió pocos
años después de forma repentina. El padre sentía tanto odio y
rencor dentro por aquella discusión del pasado que ni se presentó
en el funeral.
Pasó el tiempo, y
el carácter del granjero se fue agriando un poco más. No obstante,
cumplía con sus obligaciones como ciudadano. Así pues, cuando murió
uno de sus vecinos, el viejo cascarrabias acudió al cementerio a
presentarle sus respetos.
Cuando la ceremonia
fúnebre terminó, el granjero paseó por el cementerio. De repente
vio algo que le sobresaltó. Una calavera brincó al camino y con un
crujido inquietante se dispuso a mover la mandíbula para hablar.
Mañana- le susurró- pasaré la noche en tu casa. La única
condición es que tú vuelvas más adelante a hacerme compañía a
este mismo cementerio.
Que duda cabe que el
granjero se asustó bastante ante la llegada de ese ser tan extraño
y su misterioso mensaje. Decidió invitar al cura del pueblo para que
pasara esa tarde con él en su casa. Así pues, al día siguiente,
cuando estaban en la mesa disfrutando de la cena, se escucharon tres
golpes secos en la puerta de la casa. A pesar de que nadie abrió, de
repente una calavera apareció encima de la mesa. Así permaneció
durante un buen rato hasta que finalmente desapareció.
El granjero decidió
cumplir la parte del trato que le correspondía, casi más por miedo
a que la calavera se enfadara que por honor. Se metió pues en el
cementerio para buscar a su extraña compañera. Al lado de la
iglesia encontró de repente a dos hombres enzarzados en una pelea
con palas y guadañas. Cuando se dieron cuenta de la intrusión del
extraño se giraron lentamente preguntando -¿Buscas una calavera
descarnada? Mira a ver en este campo de al lado, buen hombre.
El granjero estaba
asustadísimo, esos hombres parecían salidos del mismísimo
infierno. Así que decidió correr en esa dirección. Cuando llegó a
dicho campo encontró una pelea bastante importante entre un hombre y
una mujer. Ambos lo miraron y le dijeron -¿Busca usted un cráneo
blanqueado?… Se acaba de ir al campo de aquí al lado.
El granjero no podía
soportar más el miedo, estas escenas eran absolutamente tétricas y
aterradoras así que salió corriendo al campo de al lado. Al llegar
encontró una casa de madera y se introdujo sin pensarlo. En su
interior había una dama y una criada. La dama estaba congelada y
caminaba de un lado a otro desconsolada. Intentaba acercarse
constantemente al fuego pero la criada le daba empujones para que no
lo hiciera. Al notar la presencia del extraño, la dama se giró y
con una mirada de cuencas vacías susurró –Si buscáis la
calavera, la encontrareis en la habitación de al lado.
Esta imagen fue más
de lo que el granjero pudo soportar. Corrió desesperado hacia la
habitación hasta que consiguió entrar y cerrar la puerta.
Finalmente allí estaba la calavera, con 3 mujeres tras suya. Al
verlo la calavera ordenó a uno de los bultos que había tras él
–Mujer, Dale de cenar a nuestro invitado– La mujer se desplazó
cual zombi entregando al granjero un poco de pan negro y una jarra
muy sucia llena de agua. El hombre no probó absolutamente nada.
En ese momento la
calavera gritó nuevamente al segundo bulto tras él –Mujer, da la
cena a nuestro invitado– La segunda mujer se arrastró literalmente
a la mesa y colocó una comida que tenía pero pinta que la primera.
El hombre tampoco comió esta vez. Finalmente, la calavera volvió a
gritar otra vez al tercer bulto –Mujer, da la cena a nuestro
invitado– Esta vez el hombre pudo ver como la mesa se llenaba de
deliciosos manjares, y por tanto sí comió.
Tras el festín, la
calavera se aproximó al granjero con el fin de tener una
conversación –Voy a explicarte lo que has visto esta noche,
hombre. Los primeros hombres que viste, fueron en vida vecinos que
luchaban entre sí por tierras. Ahora tienen que luchar entre sí por
siempre; El hombre y la mujer eran pareja casada en vida, y solían
enfrentarse continuamente en su casa. Ahora tendrán que hacerlo
hasta el fin de los días;
La señora de la
casa que estaba muerta de frío fue durante su vida una mujer muy
cruel con sus sirvientas. Ahora deberá sufrir la venganza hasta el
día del juicio final; y por último, estas tres mujeres son mis tres
esposas. La primera fue mala conmigo, la segunda peor y la tercera me
cuidó muy bien; Tú, desgraciado no fuiste al funeral de tu hijo y
si al de un extraño. ¿Cuánto tiempo crees que ha pasado desde que
saliste de casa?- Ayer por la tarde salí de mi casa para buscarte,
respondió el granjero. – No, aquí llevas 700 años. Una
oportunidad te daré, ve a ver la tumba de tu hijo y arrepiéntete
para ver si puedes obtener así el perdón eterno.
El hombre se
encaminó decidido a la tumba de su hijo, lleno de miedo por todo lo
que acababa de vivir. Una vez la encontró se arrodillo con lagrimas
en los ojos y pidió perdón una y otra vez. En ese momento, el suelo
se abrió y salió una mano. Sujetó la suya y los espíritus del
padre y del hijo ascendieron juntos al cielo.
El Misterio de las Hermanas Fox
Pocas personas han
influido de manera tan significativa en el mundo del Espiritismo como
las hermanas Kate y Maggie Fox las cuales, ya desde niñas, daban
muestras de poder comunicarse con entidades “de otros planos”.
La familia Fox
llegaba al pequeño y apacible pueblo de Hydesville (Nueva York) a
finales del año 1847, para instalarse en su recién adquirida casa
de campo. Durante sus primeros meses de estancia las cosas parecían
ir bien, al menos dentro de lo normal. Poco después, la tranquilidad
de la familia se vería turbada por unos extraños golpes secos (que
hoy en día los espiritistas denominan “Rap“) y que parecían
producirse de manera intencionada en presencia de las pequeñas Kate
y Maggie (de 6 y 8 años de edad).
La intranquilidad de
la madre se convertiría en miedo al ver a su hija Maggie exclamar:
¡Eh tu, patas de cabra, haz lo que yo hago! y a continuación
escuchar aquellos extraños golpes después de cada chasquido de
dedos que efectuaba la niña, como si la acompañara.
Ante esto, la madre
decidió poner a prueba el fenómeno pidiendo a aquel “ente” que
le dijera las edades de las niñas y escuchó tres series de golpes,
primero 8 (los de Maggie), luego 7 (los recién cumplidos de Kate) y
un 3. La señora Fox, quedó completamente convencida del fenómeno,
ya que una hija suya había muerto al cumplir los 3 años. Unos días
después preguntó a aquel ser si era un ente vivo, a lo que no
obtuvo respuesta.
A partir de esto, la
fama de las pequeñas fue en aumento. Portadas de periódicos y
revistas, fueron recibidas por lo más selecto de la alta sociedad e
incluso de la política. La mayoría de los investigadores
paranormales de la época, a pesar de que no las consideraban como
Mediums (en el sentido más amplio), sí estaban de acuerdo en que
las hermanas Fox tenían algún tipo de habilidad natural para
comunicarse con entidades de otros planos, y recibir las respuestas
en forma de “raps”.
Para la nación más
avanzada en cuanto a investigación científica del momento, Kate y
Maggie eran un misterio que no se podía explicar, y durante 40 años
vivieron en medio del reconocimiento y la admiración del mundo
entero. Eran la prueba viviente de la existencia de algo mas allá de
nuestra realidad tangible.
Pero la gran
decepción vendría en 1888, cuando las hermanas Fox declararon en el
New York Herald que el espiritismo era una maldición que Dios había
puesto en su contra y que todo era mentira. Admitieron que desde
niñas, habían desarrollado la habilidad de chasquear los dedos de
los pies, perfeccionándola con el paso de los años y que al
principio sólo era un juego (alentado por el efecto que provocaban
en los mayores) pero que, llegado un punto, ya no fueron capaces de
reconocer el engaño.
Es curioso que,
durante los 40 años que duró dicho fraude, ningún investigador (ni
paranormal ni científico) pudiera encontrar la más prueba de
trampa. Aunque ellas mismas lo admitieron, hoy en día siguen siendo
citadas como uno de los casos más importantes en la historia del
espiritismo.
La Leyenda del Rey de los Gatos
Los gatos son
animales un tanto misteriosos: van y vienen a su gusto, y ni siquiera
su dueño puede saber con seguridad donde han estado, ni a donde
piensan ir, ni mucho menos qué ideas pasan por su pequeña cabecita.
No en vano la tradición los asocia a las brujas y a los magos o los
presenta incluso como personificación del demonio, haciendo así que
el propietario dependa de su mascota y no al revés.
Una inquietante
sospecha acerca de nuestros amigos felinos a la cual dan forma varias
leyendas y narraciones populares es la de que llevan una vida
secreta, que entre los gatos existe una estructura social compleja y
análoga a la nuestra, acerca de la cual no sabemos nada porque ellos
la mantienen oculta.
Y existe un Rey de
los Gatos, dicen varias leyendas de Irlanda, Inglaterra y Escocia,
que se pasea entre nosotros de incógnito.
La siguiente
historia fue recogida por Charlotte S. Burke en tierras escocesas en
1884. Existe también una versión inglesa, recopilada por Joseph
Jacobs en More English Fairy Tales, mucho más difundida y popular,
pero que a mí me gusta menos ya que se aleja de lo fantástico y lo
legendario para acercarse al cuento maravilloso. Por tanto, aquí he
seguido la otra versión. Y cuenta lo siguiente:
Dos jóvenes de
Edimburgo habían alquilado una pequeña casa en un lugar remoto al
norte de Escocia. Su intención consistía en pasar allí el otoño,
aprovechando para practicar el noble deporte de la caza en los
bosques adyacentes. Junto a ellos vivía una anciana a la que habían
contratado para que les hiciese la comida, así como el gato de esta
y varios perros.
Normalmente, ambos
jóvenes salían a cazar juntos, pero una tarde uno de ellos prefirió
quedarse en casa. Así que el otro cogió su escopeta y partió sólo
en dirección al bosque, prometiendo primero, eso sí, que regresaría
antes de la puesta del Sol.
Sin embargo, pasaron
las horas y no aparecía. Su amigo esperaba cada vez más preocupado.
Ya se había hecho de noche y quedaba muy atrás la hora habitual a
la que cenaban, cuando, finalmente, el cazador regresó. Según le
pareció al otro joven, traía el rostro muy pálido y aspecto de
estar exhausto.
Hasta que no
hubieron cenado, no accedió a contar a su amigo lo que le había
sucedido. Estaban sentados frente al fuego, con los perros tumbados a
sus pies y el gato negro de su cocinera adormecido entre ellos,
cuando comenzó a hablar:
―Bien, quieres
saber qué ha ocurrido para que haya llegado tan tarde, y te lo
contaré, pero has de saber que se trata de algo tan extraño que ni
yo mismo estoy seguro de que haya acontecido en realidad.
“Me encontraba en
el camino del bosque, apenas a unos veinte minutos de aquí, cuando
descendió una espesa niebla que me hizo perder completamente el
sentido de la orientación. Intenté ubicarme y regresar en dirección
a la casa, pero, al parecer, no hice más que adentrarme entre los
árboles. Para mi desesperación, no tardó en hacerse de noche.”
“De repente me
pareció ver una luz moverse entre la niebla y la creciente
oscuridad. Decidí seguirla a ver si me conducía a algún lugar
habitado. Ya había avanzado unos cien metros tras ella cuando se
apagó. Como estaba justo al lado de un roble de aspecto robusto, me
subía a él a ver si desde algo más arriba era capaz de volver
divisar la misteriosa luz. Y vaya si lo hice.”
“Resulta que
estaba justo al otro lado del árbol. Desde las ramas vi bajo mi
posición ―y aún no entiendo muy bien como puede ser esto― lo
que parecía una iglesia. Se oían cánticos, y alcancé a ver que se
estaba celebrando un funeral, pues había un ataúd rodeado de
antorchas. Pero quienes llevaban esas antorchas…, oh amigo mío, no
me creerás cuando te diga quienes portaban aquellas antorchas.”
Y ahí detuvo el
joven su narración, alegando que le tomaría por un loco si contaba
el resto de la historia. Pero tanto le insistió su amigo para que
concluyese el relato que al final acabó accediendo. La expectación
flotaba en el ambiente, e incluso el gato de la cocinera parecía
escucharles con extremada atención, casi como si pudiese entender lo
que decían.
―De acuerdo, pues
esto es lo que sucedía: las manos que sujetaban las antorchas y el
ataúd eran pequeñas y peludas y tenían las uñas afiladas. ¡Sus
propietarios eran gatos, te lo juro, gatos! ¡Y sobre la tapa del
ataúd había grabadas una corona y un cetro!
Al decir esto
originó un tremendo caos en la habitación: el gato negro de la
cocinera comenzó a correr dando vueltas por las paredes a una
velocidad inverosímil, y a los dos hombres les pareció oírle
exclamar con una voz extraña pero perfectamente comprensible: “¡Por
Júpiter, el viejo Pete ha muerto. ¡Ahora yo soy el Rey de los
Gatos!”. Tras lo cual se dirigió hacia el fuego, lo esquivó con
un hábil salto y desapareció chimenea arriba. Nunca más lo
volvieron a ver…
lunes, 7 de octubre de 2019
La Tumba de Pedro en el Vaticano ¿verdad o mentira?
La Historia, leyenda
o creencias populares católicas, según el punto de vista,
identifican al apóstol Pedro como el pilar sobre el que se asientan
los cimientos de la Iglesia Católica. El Vaticano es, hoy día, el
símbolo y centro del mundo católico, y como tal el edificio que lo
representa su Basílica de San Pedro.
Precisamente, bajo ella, debajo
del altar papal, debajo mismo del centro del coro y directamente bajo
la Cúpula que un día diseñara el gran Miguel Ángel, se levanta un
monumento simbólico y muy sencillo que revela la presencia de un
sepulcro que, según dicen, contiene los restos de Pedro, el alma de
la Iglesia.
Curiosamente, esta
necrópolis es de reciente hallazgo, pues fue descubierta en los años
40 del siglo XX cuando se estaban haciendo unas obras que habían
sido encargadas por el entonces Papa Pío XI. Durante muchos años se
habían buscado esos restos, pero quiso la casualidad que no fuera en
unas investigaciones arqueológicas cuando se descubrieran.
En el subsuelo de la
Basílica se encontraron dos filas de tumbas perfectamente alineadas
que databan de los siglos I y II de nuestra era. Rápidamente la
Iglesia movió todo lo necesario para dictaminar si aquélla podría
ser la necrópolis tan largamente buscada.
En excavaciones de
este tipo, bajo suelo papal, en territorio vaticano, la dirección
pertenecía a la propia Iglesia. Siendo así, y conociendo historias
pasadas, la validez y objetividad de las conclusiones que pudieran
sacarse podrían quedar en entredicho. Se encargó, además, las
investigaciones a dos personas íntimamente ligadas con la propia
Iglesia: Monseñor Kaas, el supervisor de las mismas, y el arqueólogo
Antonio Ferrua, un monje jesuita.
Diez años duraron
aquellas primeras investigaciones en las que poco a poco la Iglesia
descubrió en Ferrua a un arqueólogo serio y objetivo, que para nada
se doblegó a los dictámenes de la propia iglesia. Lejos de lo que
hubiera deseado el estamento papal, de aquellas investigaciones nada
pudo sacarse. No se encontraron indicios de que aquellos restos
pudieran pertenecer a Pedro. No había símbolos ni inscripciones, no
había dataciones ni nada que objetivamente pudiera hacer pensar que
allí descansaba el Apóstol.
Así se lo hizo
saber a Pío XI. Lejos de aceptar aquellos resultados, la Iglesia
inició unas nuevas investigaciones y, por supuesto, Antonio Ferrua
fue descartado de las mismas, entregando el pleno gobierno de las
mismas a Monseñor Kaas y, a su muerte, a Margherita Guarducci, una
epigrafista muy cercana a los altos estamentos del Vaticano.
Curiosamente, y a
pesar de que durante diez años, nada había podido encontrarse a
pesar de que el trabajo fue duro y detallado, rápidamente se
encontraron mensajes donde no hacía muchos meses habían dicho que
nada había.
Guarducci encontró
una inscripción al lado mismo de la tumba que tradujo como “Pedro
está aquí“. Incluso sobre la propia tumba encontró símbolos que
hacían referencias al Apóstol. Ya se tenían las pruebas necesarias
y, por si fuera poco, unas investigaciones realizadas por ella misma
sobre las osamentas determinaron que éstas pertenecían a un hombre
de unos 70 años, muerto durante el siglo I de nuestra era. Con eso
se completaba el ciclo para que, al fin, el Papa Pío XI pudiera
hacer oficial el descubrimiento.
Así lo hizo a
través de Radio Vaticano en diciembre del año 1950. Habían hecho
falta solo unos meses para encontrar todo lo necesario para que así
se constatara que, tal como decían las Antiguas Escrituras, la
Iglesia se había levantado sobre Pedro, siendo éste así la piedra
angular sobre la que se cimentó toda la creencia católico. De
nuevo, un antiguo dicho se cumplía.
Evidentemente,
aquellas investigaciones de Guarducci siempre han estado en
entredicho por su falta de rigor científico. Tanto fue así que
posteriores pruebas realizadas nuevamente sobre los restos
encontrados en aquella tumba determinaron que los huesos no
pertenecían a una sola persona, sino que entre ellos había huesos
de un niño, de una mujer de unos 50 años, de un caballo y hasta de
un cerdo.
Pero ahondando más
en la antigua Historia de Pedro, nada, ningún escrito ni ningún
texto, atestigua que verdaderamente Pedro estuviera en Roma. De
hecho, incluso el apóstol Pablo escribió siete cartas desde Roma en
las que nunca mencionó a Pedro. Es cierto, eso sí, que hubo un
monumento levantado en honor a Pedro en aquel mismo lugar, aunque se
data en el siglo II, pero no fue sino hasta la época de Constantino,
cuando el cristianismo comenzó a hacerse fuerte, cuando comenzó a
extenderse el rumor de que bajo aquel monumento había una supultura.
A eso se unió la cada vez mayor creencia popular de aquel entonces
de que Pedro era el centro de la Iglesia… sólo hubo que atar cabos
para que aquéllo se extendiera por todo el cristianismo, sin más
pruebas que la de un monumento erigido en las colinas vaticanas.
Ateniéndonos además
a las tradiciones de la época, y dado que supuestamente Pedro fue
martirizado por un delito grave por aquel entonces, el de pertenencia
al cristianismo, los cuerpos de los así sacrificados, eran arrojados
a las aguas del Tíber, y desde luego, difícilmente, se les concedía
sepultura.
Muchas
coincidencias, una vez, como tantas otras en la historia del
cristianismo, las que se dieron desde el siglo II, hasta el año
1950, para considerar al fin, que las palabras atestiguadas en el
Libro de los Apóstoles eran ciertas.
¿Ciertas? quizás
sí, quizás no. Pero a día de hoy, difícilmente demostrable que lo
que hoy se venera bajo San Pedro sean los restos reales del apóstol
Pedro.
La Tumba de Santiago el Mayor
El fervor que
despierta en España el Apóstol Santiago desde siglos atrás está
fuera de toda duda. Símbolo del cristianismo europeo, Santiago fue
parte importante de algunas de las leyendas que envuelven a la
historia de España en una época tan convulsa como fue la de la
invasión musulmana. En dicha época no solo se consideraba que
peligraban los territorios dominados por la Cristiandad, sino las
propias bases de las creencias católicas.
¿Quién era
Santiago el Mayor?
Santiago fue uno de
los doce apóstoles que siguió a Jesucristo. Hijo de Zebedeo y de
María Salomé, se le apodó como “el Mayor” para distinguirlo de
otro de los apóstoles de mismo nombre al que se conoció como
Santiago “el Menor”.
Tras la muerte de
Cristo en el año 33 d.C. sus discípulos se dispersaron por todo el
mundo para predicar la Palabra de Dios. Santiago el Mayor comenzó
por Samaria y Judea para después cruzar el Mediterráneo y llegar a
Gallaecia. Cuenta la obra “la Leyenda Áurea” del hagiógrafo
Jacopo della Voragine, del siglo XIII, que en sus primeros tiempos en
tierras hispanas sus predicaciones apenas calaron en el pueblo aunque
finalmente consiguió siete discípulos, los “varones apostólicos”,
quienes llevaron sus palabras hasta el resto de la Península.
Ligado a la figura
de este santo apóstol figura también otra leyenda que se recoge en
un manuscrito de Gregorio Magno. Según éste, en las afueras de
Caesaraugusta, la actual Zaragoza, se le apareció sobre un pilar la
Virgen María rodeada de un coro de ángeles. Sobre este lugar se
construiría años después una iglesia y sobre ella una Basílica
(la del Pilar) en advocación a aquel hecho milagroso.
Tras esta aparición
cuenta la mencionada leyenda Áurea que Santiago se encaminó
nuevamente a Judea donde en el año 41 d.C. fue capturado y
decapitado por el rey Herodes. Tras su fallecimiento, el cuerpo de
Santiago el Mayor fue robado por sus discípulos, depositado en un
barco y, guiado por un ángel, llevado de nuevo hasta las costas
gallegas entre los ríos Ulla y Sar, donde lo colocaron sobre una
gran losa de piedra que “como si fuera cera derretida quedó
convertida en sepulcro”, tras lo que fue enterrado en un lugar del
que no se conservó constancia escrita.
El culto a los
huesos de Santiago
Durante siglos la
historia de Santiago el Mayor permaneció borrada de la memoria
colectiva, pero poco a poco fueron apareciendo textos que hablaban
del apostolado de Santiago. En el “Breviario de los Apóstoles”
se habla de Hispania como de su zona de predicación y se menciona el
“Área Marmárica” como su lugar de enterramiento. También en
otra obra de San Isidoro se recoge su misión apóstolica, e incluso
en los “Comentarios al Apocalipsis” del beato de Liébana del año
786, pero fue finalmente en el siglo IX cuando se anunció el
hallazgo de la tumba de Santiago.
La “Historia
Compostelana” escrita en el siglo XII recoge la singular historia
de como unas luces extrañas surgidas de la nada mostraron a un
eremita llamado Pelayo el lugar donde se encontraron los huesos del
apóstol. Así se lo indicó a Teodomiro, obispo de Iria Flavia quien
ya con los restos de Santiago, en el año 813, lo notificó a Alfonso
II el Casto, por entonces rey de Asturias.
En una época tan
difícil como aquélla, en plena invasión musulmana, dotar de
autenticidad aquel descubrimiento se convirtió en cuestión no solo
simbólica sino vital para la Fé Cristiana en la lucha contra la
expansión del islamismo. Tanto fue así que a lo largo de los años
y siglos venideros se cuenta que los huesos de Santiago estuvieron
siempre presentes en importantes victorias cristianas, como las de la
batalla de Clavijo (año 844) o la famosa batalla de las Navas de
Tolosa (año 1.212) lo que le hizo merecedor del patronazgo de España
el cual se mantiene hasta el día de hoy.
La certificación de
la autenticidad de los huesos de Santiago se consiguió en un acuerdo
entre el rey de Asturias y el franco Carlomagno, hombre de gran
influencia en las decisiones que tomaba el papado, aunque hubieron de
pasar varios siglos para que un Papa, León XIII, en el año 1.884,
publicara en una bula, “Deus Omnipotens“, la autenticidad de las
reliquias de Santiago el Mayor.
Aún con la bula la
historia de Santiago deja muchas lagunas e incongruencias que han
permitido que a lo largo de la Historia se pusiese en duda si
verdaderamente aquellos huesos pertenecieron realmente al apóstol,
máxime cuando tras ciertas investigaciones científicas apareció un
nombre ligado a ellas, el del obispo Prisciliano.
La Maldición de Laurinaga
El señor de las
Islas Afortunadas (S. XV), D. Pedro Fernández de Saavedra, era un
caballero bravucón y pendenciero que, nada más pisar tierra
guanche, comenzó a tener aventuras con las hermosas lugareñas. De
estas esporádicas relaciones, nacieron una sarta de hijos
ilegítimos. No obstante, según los convencionalismos de la época,
hubo de casarse con una mujer de buena familia. La escogida fue
Constanza Sarmiento, hija de García de la Herrera, con la que tuvo
catorce hijos.
Uno de estos hijos
fue D. Luis Fernández de Herrera, quién heredó los atributos
físicos de su padre y su egotismo. También dado a los escarceos
amorosos, seducía a las indígenas que lo admiraban como a un héroe.
Y sería una de ellas su perdición. Una atractiva guanche, bautizada
como Fernanda, fue su objeto de deseo durante meses.
Ésta no accedía a
sus deseos, pero temerosa de posibles represalias, aceptó a
acompañar a D. Luis a una cacería de su padre. Durante la jornada,
aprovechó para llevársela a otro lugar, lejos de miradas
indiscretas. Sin embargo, al intentar abrazarla, ésta se asustó y
empezó a pedir ayuda. Pronto el resto de los asistentes a la cacería
se percataron de la ausencia de los jóvenes.
Aunque la comitiva
acudió presta al lugar de donde provenían los gritos, un lugareño
se adelantó y, por intentar defender a Fernanda, D. Luis desenvainó
un cuchillo y el guanche se lo arrebató hábilmente.
Pero, justo en ese
momento, aparecía el padre de éste, D. Pedro Fernández de
Saavedra, quién con su caballo, aplastó al campesino muriendo éste
en el acto. Pocos minutos después, aparecía una anciana, madre del
labrador asesinado, y al comprobar quién era el causante de la
muerte de su hijo, descubrió que se trataba del hombre que la había
seducido en su juventud, padre y asesino de su propio hijo.
Dolorida, elevó sus
ojos al cielo, invocando a sus dioses guanches y maldijo toda la
tierra de Fuertenventura, por ser D. Pedro Fernández de Saavedra su
señor. Desde entonces, el viento sopló con fuerza del Sáhara,
quemando todo a su paso. Año tras año, la isla se convirtió en un
bello desierto, pero un desierto que, dicen los antiguos, acabará
desapareciendo bajo la maldición de Laurinaga.
sábado, 5 de octubre de 2019
El Árbol Maldito de Casandra, en Gran Canaria
Era Casandra una
jovencita canaria adolescente de unos 15 años perdidamente enamorada
de Iván, un chico de su misma edad. Todos conocían su idílica
relación, aquella íntima amistad que los llevaba a compartir
interminables momentos bajo un frondoso árbol. Pero no era tiempos
buenos para relaciones adolescentes; la prudencia debía invitar a la
calma; la calma a la astucia y la astucia a la paciencia para
descubrir los momentos propicios para encuentros furtivos. Sin
embargo, el primer amor siempre es descuidado, y los descuidos son
buenos compañeros de las envidias ajenas, los prejuicios y las
venganzas.
Nadie en su
localidad veía la relación con buenos ojos. La tachaban de insana,
de antinatural y pronto, su familia se vio señalada. Aturdido y no
menos enojado, el padre de Casandra decidió acabar drásticamente
con aquella situación pues tal deshonor familiar exigía la muerte
del amado. Así, Iván abandonó este mundo a manos del padre de
Casandra.
Desolada y al mismo
tiempo resentida contra su padre, Casandra decidió vengarse de su
padre pactando con el Diablo, pero una vez más el descuido la
condenó. Sus deseos de venganza fueron descubiertos y ante, tal
pacto con Lucifer, Casandra fue acusada de bruja y quemada bajo el
mismo árbol que fue testigo del amor de ambos jóvenes.
Dicen los del lugar
que aún hoy día, de cuando en cuando, se escuchan los gritos de una
joven y que junto al árbol es posible escuchar cadenas arrastrándose
sujetando el alma en pena de Casandra que aún vaga por aquel lugar.
Versión alternativa
de la historia de Casandra y el árbol maldito
Hay no obstante una
segunda versión de esta leyenda de Casandra que, si bien acaba con
los mismos resultados, presenta unos hechos muy diferentes.
Dices estas otras
lenguas que, fruto de aquella relación entre Casandra e Iván,
nacieron dos mellizos. Pero quizás producto de una crisis emocional
tras el parto o quizás de las propias inseguridades de la chica,
Casandra comenzó a dudar del amor de Iván cuando ésta envejeciera
y perdiera su belleza. Decidió entonces invocar al Diablo para
pedirle belleza eterna, pero éste, sibilino como siempre, solo le
concedió el deseo a cambio de la vida de sus dos mellizos.
Casandra no lo dudó
un instante y marchó hacia el árbol testigo de su amor con los dos
niños en brazos. Mas cuando se disponía a darles muerte apareció
Iván. Enloquecido, el amante de Casandra y padre de aquellas dos
criaturas se abalanzó sobre la chica, la ató al árbol y allí
mismo la quemó. Los niños se salvaron pero el alma de Casandra
quedó para siempre atado a aquel árbol, gritando eternamente por el
dolor de sus quemaduras y, sobre todo, por la pena de haber intentado
matar a sus propios hijos.
En aquel árbol, el
árbol de Casandra que se levanta majestuoso en el centro de la isla
de Gran Canaria, en la zona de la Presa de las Niñas, aún aparece a
veces un corazón tallado en su corteza con los nombres de Casandra e
Iván inscritos en él.
El Fantasma de la Mujer de Negro de Cheltenham
Garden Reach es una
casa de estilo victoriano que fue construida en Cheltenham, en el
condado inglés de Gloucester, durante la década de 1860. La primera
familia que allí se instaló fueron los Swinhoe.
Pasado un tiempo,
Henry Swinhoe se quedó viudo y comenzó a beber. A pesar de todo,
volvió a encontrar esposa, y dos años después una nueva señora
Swinhoe se instaló en la casa. Su nombre era Imogen y también era
aficionada a beber. Henry decidió esconder las joyas de su primera
esposa para guardarlas como herencia para los hijos que tuvo con
ésta. Se cree que Imogen no estaba de acuerdo. Terminó
abandonándolo, poco antes de que él muriera en 1876. Imogen murió
en 1878 y nunca, al menos mientras estuvo viva, volvió a la casa.
Garden Reach fue
comprada más tarde por una pareja de ancianos. Tan sólo 6 meses
después, ella era viuda y finalmente abandonó la casa que quedó
vacía durante 5 años.
Fue entonces cuando
llegaron los Despard, concretamente en abril de 1882. Los nuevos
inquilinos eran el capitán F.W. Despard, su segunda mujer, sus hijos
y algunos sirvientes. La hija mayor, Rosina, no tardó mucho en
descubrir que aquella casa no era como las demás. Una noche escuchó
ruidos tras su puerta y al abrir no había nadie, pero pudo ver con
total claridad, en lo alto de las escaleras, a una mujer de aspecto
espectral. A partir de ese momento las apariciones se hicieron
frecuentes, tanto de día como de noche.
Rosina la describía
como una mujer alta, vestida de negro, con la cara cubierta con el
pañuelo que llevaba en su mano derecha y con la mano izquierda
metida dentro de la manga del vestido. Esta descripción coincidía
con la dada por otros habitantes de la casa que también pudieron
verla.
Rosina intentó
captarla con cámaras fotográficas de la época y colocó “trampas”,
como un hilo en la zona de la escalera por la que solía pasar, para
comprobar si tenía cuerpo físico o era sólo un espectro. Incluso
llegó a hablarle, pero sólo obtuvo un quejido como respuesta.
Durante los años
siguientes, Rosina escribió minuciosamente cada detalle e historia
vivida en aquella casa con aquella misteriosa mujer de negro. Al
parecer, el fantasma iba perdiendo fuerza o interés, pues sus
apariciones cada vez se fueron distanciado más unas de otras. En el
año 1889, ya sólo se oían sus pasos de vez en cuando.
Los diarios de
Rosina fueron posteriormente estudiados por la destacada Sociedad de
Investigación Psíquica, cuyos miembros se asombraron de la cantidad
de información precisa que proporcionaban sobre el caso. Fue
entonces cuando se empezó a considerar que podía ser el espíritu
de Imogen, movido quizás por el ansia de encontrar las joyas que
Henry no le quiso dejar en vida.
Finalmente, en 1892
la familia Despard abandonó la casa, pero su historia no acaba ahí.
En 1898 se convirtió
en internado infantil, y las apariciones siguieron. Entre 1958 y
1962, un vecino de una casa cercana dijo haber visto en su habitación
a una mujer extraña. Poco después también su hijo y su hermano
llegaron a verla en varias ocasiones. Después otras personas de la
zona la vieron, pero no se sabe nada más de ella desde 1974.
¿Encontraría finalmente lo que andaba buscando?…
Hoy la casa se ha
reformado para transformarla en un complejo de apartamentos y es
conocida como St. Anne’s House.
La Casa de Los Siete Vampiros
En Rumanía no todos
los vampiros están muertos. Algunos respiran, y solo se diferencian
de las personas normales en que por las noches su alma abandona el
cuerpo y deambula en forma de mariposa, polilla o pequeña luminaria.
Bajo esta forma pueden absorber la energía de humanos y de animales
domésticos y cometer todo tipo de maldades.
Ocurrió una vez en
Siret, cerca de la frontera con Ucrania, que tres soldados viajaban
en carreta junto a un anciano, buscando algún lugar en el que
conseguir un poco de heno. Se había hecho ya de noche, por lo que
pararon en una casa solitaria que se erguía al lado del camino en un
claro del bosque.
La mujer de la casa
los recibió con amabilidad. Invitó a los soldados y al anciano a
pasar a la cocina y le sirvió a cada uno un cuenco de pudin de maíz,
tras lo cual abandonó su compañía, aduciendo que tenía otras
labores de las que ocuparse.
Cuando terminaron de
comer, los soldados quisieron buscar a la buena mujer para darle las
gracias, pero esta no aparecía en ninguna de las habitaciones de la
casa. Decidieron entonces subir al desván, a ver si se encontraba
allí. Al entrar, la vieron tirada en el suelo junto a otros seis
cuerpos inertes.
Ninguno de los
cuerpos se movía lo más mínimo; estaban como paralizados, con la
mirada fija en el techo y la boca abierta. Había mucho de
antinatural en su inmovilidad, parecían cáscaras vacías, casi
cadáveres.
―¡Strigoi!
―exclamó el anciano con horror.
Él y los soldados
huyeron escaleras abajo, montaron en la carreta y se alejaron de la
casa lo más deprisa que podían. Cuando, ya a una distancia
prudencial, volvieron la vista atrás, vieron cómo siete pequeñas
luces salían de detrás de la casa y se dirigían camino arriba
hacia ellos.
Eran estas las almas
de los vampiros. Si los soldados le hubieran dado la vuelta a los
siete cuerpos del desván, nunca hubieran podido volver a entrar en
ellos.
Según la tradición,
las almas de los vampiros vivientes se reúnen con los vampiros
muertos a las afueras de los pueblos, allí en donde no se oye el
canto del cuco ni el ladrido del perro, y aprenden de ellos gran
cantidad de conjuros y hechizos maléficos, y unos y otros se
reparten las personas a las que planean hacer daño como si estas
fuesen cabezas de ganado. Los campesinos rumanos no distinguen entre
un tipo u otro de vampiro, y a ambos los denominan con el mismo
término.
jueves, 3 de octubre de 2019
¿Quiénes fueron los Merovingios?
Una vez que cayó el
Imperio Romano de Occidente, los bárbaros germanos tuvieron ocasión
de expandir su poder durante buena parte del siglo V. Tanto visigodos
como francos se establecieron en el territorio de las Galias,
sembrándola de pequeños reinos y abonando la semilla de lo que
luego sería Francia. Fue a mediados de este siglo cuando se inicia
la dinastía Merovingia, con la llegada de Meroveo y cuyo breve
reinado (entre el 448 y el 457) se produjo a la par que uno de los
momentos más importantes de la historia europea, la caída de Atila.
A finales del siglo
V, Clodoveo, descendiente de Meroveo, consigue vencer a los alamanes
en una difícil batalla. Tal es su convicción de que ha sido una
victoria milagrosa que decide convertirse al catolicismo en el año
496, en parte también influenciado por su cristiana mujer, Clotilde.
Poco después, en el año 507, se alza victorioso en una batalla
contra las tropas del rey visigodo Alarico II en la batalla de
Vouille, dejando a éstos relegados a la Septimania y a la Península
Ibérica, donde continuarían hasta la llegada de los musulmanes en
el 711.
Tras haber librado a
las Galias de los alamanes y los visigodos, los merovingios dieron
algunas muestras de poder mediante la unificación de territorios
llevados a cabo por Clodoveo I y Dagoberto I. Pero su esplendor no
duró demasiado, ya que los merovingios no guardaban demasiado amor a
la política o a las responsabilidades del trono, las cuales
delegaron en sus mayordomos reales.
De la debilitación
del poder real en favor de los mayordomos y secretarios de palacio
finalmente llegó la tragedia en forma de golpe de Estado. Este fue
el fin de los merovingios y el inicio de la dinastía Carolingia, de
la que salieron personajes como Carlos Martell, Pipino el Breve
(llamado así por su corta estatura) o Carlomagno.
En estos últimos
años, ha parecido resurgir con fuerza el mito de la dinastía
merovingia, como guardiana del Santo Grial y de la linea de sangre de
Cristo (la cual también se asoció a los Caballeros Templarios)
desde tiempos inmemoriales ¿A qué se debe esto? Novelas como “El
Enigma Sagrado” de Michael Baigent y Richard Leigh, “El Último
Merovingio” de Jim Hougan o el afamado “Código Da Vinci” de
Dan Brown han rescatado la idea de que el Santo Grial pueda estar en
alguna parte de Languedoc, en Francia y de que la dinastía fundadora
sería de esta manera más legítima que ninguna.
También nos
presentan a los católicos merovingios como los guardianes en el
tiempo de dicha reliquia, sugiriendo que la familia real francesa
pudo estar emparentada con el mismo Cristo, y así todas las familias
reales europeas compartirían de alguna forma, reminiscencias de la
mezcla de sangre.
Lo cierto es que el
último merovingio, al menos legítimo, fue Childerico III, cuyo
reinado duró entre los años 742 y 751, y que fue depuesto por el
Papa Bonifacio y por Pipino el Breve. Childerico pasó sus últimos
días como recluso en un convento (Saint Omer), hasta su
fallecimiento en el 756, llevándose a la tumba la verdad sobre su
supuesta misión de proteger el linaje de Cristo.
Hace unos años, con
la llegada de una organización llamada Priorato de Sión, su
fundador Pierre Plantard llegó a afirmar que él mismo era
descendiente de Cristo y de los Merovingios, lo cual le granjeaba el
derecho a restaurar la monarquía en Francia y además, coronarse
como monarca de la misma.
La Leyenda De Kamshout y el Otoño
Según cuenta una
antigua leyenda de los selk’nam, pueblo amerindio que habitó en la
Isla Grande de Tierra del Fuego (entre Chile y Argentina), que hace
hace mucho tiempo vivió en esta región un joven llamado Kamshout,
en un tiempo en que las hojas de los árboles permanecían verdes
durante todo el año.
Un buen día a este
joven le llegó el momento de emprender el rito de iniciación a la
madurez, llamado klóketen, que los selk’nam debían cumplir con
objeto de convertirse en hombres y ser reconocidos como tales. Este
rito incluía emprender un largo viaje y así lo hizo, pero tardó
tanto tiempo en regresar que muchos de los vecinos de su pueblo
comenzaron a darle por muerto, hasta que llegó un momento en que
nadie esperaba su retorno.
Para sorpresa de
todos Kamshout regresó a su pueblo aunque sensiblemente cambiado,
parecía mucho más nervioso que de costumbre y hablaba sin cesar
sobre una mágica tierra de inmensos bosques que había encontrado
más al norte, un lugar donde los árboles lucían hojas muertas en
sus ramas durante la estación del Otoño (en la que ahora se
encontraban), y que parecían revivir al volver los primeros rayos
cálidos de la Primavera.
La manifiesta
incredulidad de sus vecinos se hizo patente cuando las primeras risas
se desataron, y Kamshout presa de la ira se dio media vuelta y volvió
a marcharse por donde había venido, pero al poco de marcharse
regresó transformado en un enorme loro, adornado de brillantes
plumas rojas en su pecho y verde esmeralda sobre su espalda.
Emitiendo graznidos comenzó a volar entre los árboles circundantes,
tiñendo de rojo aquellas hojas que tocaba, y al poco las hojas
comenzaron a caer sin vida al suelo.
El miedo hizo presa
en los selk’nam quienes temieron por la vida de los árboles, y
ante su cara de horror comenzaron las sonoras risas de Kamshout. Pero
los árboles no murieron, sino que volvieron a recuperar su verdor en
los albores de la Primavera aunque los loros continúan recordando a
los hombres este episodio, cuando se reúnen en las ramas para seguir
riéndose de nosotros y vengando así a Kamshout.
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