Atención Por Favor.

Ante todo nos dirigimos y agradecemos a todos por la ayuda que nos dan con este blog ya sean seguidores, oyentes del programa de radio y por sobre todo a todos aquellos propietarios de webs, blogs, libros y todos los lugares donde han obtenidos la información y nos han acercado a nuestro mail para que podamos publicarlas en este humilde blog, para que todas las semanas desde hace ya 7 años podamos compartir en dos emisiones las tantas historias, enigmas y misterios del universo que se van pasando de generación en generación y así reflejar esas viejas leyendas, historias, enigmas y misterios que de niños oímos mas de una vez y que nos asustaban en algunos casos como también en otras nos enseñaban a valorar y respetar esas narraciones.

Desde ya les agradezco a todos y pido disculpas si no se agrega la fuente por que muchos correos no la poseen y para no cometer errores no se agrega pero en este pequeño equipo estamos muy agradecidos para con todos. Muchísimas Gracias a todos en general por su valiosa información y por su cordial atención.

Equipo Infinito.



viernes, 11 de octubre de 2019

Mezcalito, Dios Chamánico


Carlos Castaneda era un estudiante de antropología de la Universidad de Los Ángeles que en el verano de 1960 estaba de vacaciones en México y fue al norte del país a encontrarse con un Chamán. Hasta aquí todo es cierto, pero a partir de este momento, la línea que separa la realidad de la alucinación se convierte en una extensa franja en la que ambas se mezclan quedando impregnadas la una de la otra durante varios años, incluso durante toda una vida.

Ocho botones de peyote, masticados uno tras otro con su acérrimo sabor, a pesar del rechazo del paladar y resistiendo el impulso de tomar el más mínimo trago de agua, conducen Carlos, luego de reiterados intentos, a un mundo subjetivo en el que después de un largo sendero se encuentra con su dios particular, que en todos los casos y en sus diversas formas, es el mismo dios llamado Mezcalito.

Estos hongos, aparte de toda su aura mística, son básicamente psicoactivos que desde tiempos ancestrales acompañaron a la cultura chamánica de México en sus largas travesías por desiertos inhóspitos y noches de calmas tertulias. Alrededor del peyote se formó una profunda filosofía religiosa mitológica. En ella, Mezcalito es el dios particular, que está en cada uno y que se presenta cuando uno está preparado para recibirlo. Mezcalito es a su vez, protector y guía en el camino del hombre.

Carlos Castaneda escribió varios libros sobre su experiencia y describió con lujo de detalles cada una de esas apariciones además de las enseñanzas adquiridas en este trayecto por el camino de la sabiduría chamánica en la que un trasfondo mitológico sostiene al peyote como una chispa necesaria en la iniciación en esta misteriosa filosofía. Para estos chamanes, Mezcalito enseña que existen cuatro enemigos naturales del hombre que son el miedo, la clarividencia, el poder y la vejez, con los que, uno tras otro, al igual que los botones de peyote, se enfrentará incansablemente a lo largo de su vida.

Mezcalito es un claro ejemplo de que lo que es un dios para algunos puede ser una simple alucinación para otros y que un profeta puede ser un maestro o un loco según los oídos que lo escuchen. Filosofía para unos, locura para otros. Realidad y visión mezclándose para dejar una enseñanza muy clara: Los únicos realistas son los visionarios.

La Leyenda Oscura de Guilles de Rais, Barba Azul


Gilles de Rais (1404-1440), barón de Rais, primer teniente del ejército de Carlos VII (El Delfín) y mano derecha de la mismísima Juana de Arco, tuvo la carrera militar que todo aristócrata de su época anhelaba. Apuesto y valeroso, fue recompensado por sus servicios a la corona francesa con el título de Mariscal de Francia. Sin embargo, su amor secreto por Juana de Arco lo convertiría en uno de los mayores asesinos de la historia.

Luchó vehementemente por salvar a Juana de Arco, su protegida y de la que estaba secretamente enamorado, de la hoguera. Pero fue en vano. Tras la trágica muerte de ésta, se separó de su joven esposa, su prima Catalina de Thouars, y se recluyó en el Castillo de Tiffauges, donde rehusó tener cualquier contacto físico con mujeres. Éste sería el inicio de una serie de salvajes actos contra la Iglesia, como venganza y repulsa por la muerte de la mujer que idolatraba.

Aburrido y asqueado, organizaba suntuosas fiestas que se hicieron populares en toda Europa. Sus finanzas se tambaleaban, por lo que decidió embarcarse en la búsqueda de la piedra filosofal para convertir los metales en oro. Esta obsesión lo llevó a pensar que si invocaba al diablo, lograría sus propósitos. Para ofrecerle un sacrificio a Satanás, torturó y asesinó a una joven víctima. Ni se le apareció el demonio ni transmutó el metal. Sólo consiguió descubrir su pasión secreta: la violación, tortura y asesinato de niños y adolescentes.

Se la atribuyen los asesinatos de más de 200 jóvenes, muchos de ellos mendigos que pedían limosna a la entrada de los castillos. Les extraía la sangre para confeccionar pócimas mágicas en su empeño por ser alquimista del infierno. El vampirismo y la necrofilía se apoderaron del que fuera el ilustre Mariscal de Francia. Además, según cuentan testigos, solía caer en un profundo sueño, casi en coma, como otros célebres sádicos.

Añadido a estas orgías de sangre, también le gustaba coleccionar las cabezas de sus víctimas, a las que un sirviente engalanaba, para posteriormente celebrar concursos de bellezas con amigos.

Sería el duque de Bretaña quien ordenaría una investigación sobre Barba Azul -apodo de Gilles- ante el creciente número de desapariciones de jóvenes. Fue detenido en en 1440 en una de sus propiedades en el pueblo de Machecoul, descubriéndose en el lugar los cadáveres de 50 niños. Fue torturado para arrancarle una confesión, pero sólo lo consiguieron cuando lo amenazaron con la ex comunión. Aceptó todos los cargos y no tuvo reparo en confesar detalles de sus actos, reconociendo que los hacía, únicamente, para proporcionarse placer.

El 26 de Octubre de ese mismo año, fue ahorcado y quemado en la hoguera junto a dos cómplices. Antes de su muerte, profesó arrepentimiento y pidió perdón a los padres de las víctimas. Se aferró a su fe e instó a los presentes a que no siguieran su ejemplo. Su cuerpo reposa en una iglesia de las carmelitas en Nantes.

miércoles, 9 de octubre de 2019

La Leyenda Celta de la Calavera


Existe una leyenda antigua que cuenta la historia de un hombre viejo y cascarrabias, dueño de una granja en Irlanda. Tal era su carácter y mal pronto que un día discutió con su único hijo de una forma desmesurada dejando de hablarse con él. Desafortunadamente, el hijo murió pocos años después de forma repentina. El padre sentía tanto odio y rencor dentro por aquella discusión del pasado que ni se presentó en el funeral.

Pasó el tiempo, y el carácter del granjero se fue agriando un poco más. No obstante, cumplía con sus obligaciones como ciudadano. Así pues, cuando murió uno de sus vecinos, el viejo cascarrabias acudió al cementerio a presentarle sus respetos.

Cuando la ceremonia fúnebre terminó, el granjero paseó por el cementerio. De repente vio algo que le sobresaltó. Una calavera brincó al camino y con un crujido inquietante se dispuso a mover la mandíbula para hablar. Mañana- le susurró- pasaré la noche en tu casa. La única condición es que tú vuelvas más adelante a hacerme compañía a este mismo cementerio.

Que duda cabe que el granjero se asustó bastante ante la llegada de ese ser tan extraño y su misterioso mensaje. Decidió invitar al cura del pueblo para que pasara esa tarde con él en su casa. Así pues, al día siguiente, cuando estaban en la mesa disfrutando de la cena, se escucharon tres golpes secos en la puerta de la casa. A pesar de que nadie abrió, de repente una calavera apareció encima de la mesa. Así permaneció durante un buen rato hasta que finalmente desapareció.

El granjero decidió cumplir la parte del trato que le correspondía, casi más por miedo a que la calavera se enfadara que por honor. Se metió pues en el cementerio para buscar a su extraña compañera. Al lado de la iglesia encontró de repente a dos hombres enzarzados en una pelea con palas y guadañas. Cuando se dieron cuenta de la intrusión del extraño se giraron lentamente preguntando -¿Buscas una calavera descarnada? Mira a ver en este campo de al lado, buen hombre.

El granjero estaba asustadísimo, esos hombres parecían salidos del mismísimo infierno. Así que decidió correr en esa dirección. Cuando llegó a dicho campo encontró una pelea bastante importante entre un hombre y una mujer. Ambos lo miraron y le dijeron -¿Busca usted un cráneo blanqueado?… Se acaba de ir al campo de aquí al lado.

El granjero no podía soportar más el miedo, estas escenas eran absolutamente tétricas y aterradoras así que salió corriendo al campo de al lado. Al llegar encontró una casa de madera y se introdujo sin pensarlo. En su interior había una dama y una criada. La dama estaba congelada y caminaba de un lado a otro desconsolada. Intentaba acercarse constantemente al fuego pero la criada le daba empujones para que no lo hiciera. Al notar la presencia del extraño, la dama se giró y con una mirada de cuencas vacías susurró –Si buscáis la calavera, la encontrareis en la habitación de al lado.

Esta imagen fue más de lo que el granjero pudo soportar. Corrió desesperado hacia la habitación hasta que consiguió entrar y cerrar la puerta. Finalmente allí estaba la calavera, con 3 mujeres tras suya. Al verlo la calavera ordenó a uno de los bultos que había tras él –Mujer, Dale de cenar a nuestro invitado– La mujer se desplazó cual zombi entregando al granjero un poco de pan negro y una jarra muy sucia llena de agua. El hombre no probó absolutamente nada.

En ese momento la calavera gritó nuevamente al segundo bulto tras él –Mujer, da la cena a nuestro invitado– La segunda mujer se arrastró literalmente a la mesa y colocó una comida que tenía pero pinta que la primera. El hombre tampoco comió esta vez. Finalmente, la calavera volvió a gritar otra vez al tercer bulto –Mujer, da la cena a nuestro invitado– Esta vez el hombre pudo ver como la mesa se llenaba de deliciosos manjares, y por tanto sí comió.

Tras el festín, la calavera se aproximó al granjero con el fin de tener una conversación –Voy a explicarte lo que has visto esta noche, hombre. Los primeros hombres que viste, fueron en vida vecinos que luchaban entre sí por tierras. Ahora tienen que luchar entre sí por siempre; El hombre y la mujer eran pareja casada en vida, y solían enfrentarse continuamente en su casa. Ahora tendrán que hacerlo hasta el fin de los días;

La señora de la casa que estaba muerta de frío fue durante su vida una mujer muy cruel con sus sirvientas. Ahora deberá sufrir la venganza hasta el día del juicio final; y por último, estas tres mujeres son mis tres esposas. La primera fue mala conmigo, la segunda peor y la tercera me cuidó muy bien; Tú, desgraciado no fuiste al funeral de tu hijo y si al de un extraño. ¿Cuánto tiempo crees que ha pasado desde que saliste de casa?- Ayer por la tarde salí de mi casa para buscarte, respondió el granjero. – No, aquí llevas 700 años. Una oportunidad te daré, ve a ver la tumba de tu hijo y arrepiéntete para ver si puedes obtener así el perdón eterno.

El hombre se encaminó decidido a la tumba de su hijo, lleno de miedo por todo lo que acababa de vivir. Una vez la encontró se arrodillo con lagrimas en los ojos y pidió perdón una y otra vez. En ese momento, el suelo se abrió y salió una mano. Sujetó la suya y los espíritus del padre y del hijo ascendieron juntos al cielo.

El Misterio de las Hermanas Fox


Pocas personas han influido de manera tan significativa en el mundo del Espiritismo como las hermanas Kate y Maggie Fox las cuales, ya desde niñas, daban muestras de poder comunicarse con entidades “de otros planos”.

La familia Fox llegaba al pequeño y apacible pueblo de Hydesville (Nueva York) a finales del año 1847, para instalarse en su recién adquirida casa de campo. Durante sus primeros meses de estancia las cosas parecían ir bien, al menos dentro de lo normal. Poco después, la tranquilidad de la familia se vería turbada por unos extraños golpes secos (que hoy en día los espiritistas denominan “Rap“) y que parecían producirse de manera intencionada en presencia de las pequeñas Kate y Maggie (de 6 y 8 años de edad).

La intranquilidad de la madre se convertiría en miedo al ver a su hija Maggie exclamar: ¡Eh tu, patas de cabra, haz lo que yo hago! y a continuación escuchar aquellos extraños golpes después de cada chasquido de dedos que efectuaba la niña, como si la acompañara.

Ante esto, la madre decidió poner a prueba el fenómeno pidiendo a aquel “ente” que le dijera las edades de las niñas y escuchó tres series de golpes, primero 8 (los de Maggie), luego 7 (los recién cumplidos de Kate) y un 3. La señora Fox, quedó completamente convencida del fenómeno, ya que una hija suya había muerto al cumplir los 3 años. Unos días después preguntó a aquel ser si era un ente vivo, a lo que no obtuvo respuesta.

A partir de esto, la fama de las pequeñas fue en aumento. Portadas de periódicos y revistas, fueron recibidas por lo más selecto de la alta sociedad e incluso de la política. La mayoría de los investigadores paranormales de la época, a pesar de que no las consideraban como Mediums (en el sentido más amplio), sí estaban de acuerdo en que las hermanas Fox tenían algún tipo de habilidad natural para comunicarse con entidades de otros planos, y recibir las respuestas en forma de “raps”.

Para la nación más avanzada en cuanto a investigación científica del momento, Kate y Maggie eran un misterio que no se podía explicar, y durante 40 años vivieron en medio del reconocimiento y la admiración del mundo entero. Eran la prueba viviente de la existencia de algo mas allá de nuestra realidad tangible.

Pero la gran decepción vendría en 1888, cuando las hermanas Fox declararon en el New York Herald que el espiritismo era una maldición que Dios había puesto en su contra y que todo era mentira. Admitieron que desde niñas, habían desarrollado la habilidad de chasquear los dedos de los pies, perfeccionándola con el paso de los años y que al principio sólo era un juego (alentado por el efecto que provocaban en los mayores) pero que, llegado un punto, ya no fueron capaces de reconocer el engaño.

Es curioso que, durante los 40 años que duró dicho fraude, ningún investigador (ni paranormal ni científico) pudiera encontrar la más prueba de trampa. Aunque ellas mismas lo admitieron, hoy en día siguen siendo citadas como uno de los casos más importantes en la historia del espiritismo.

La Leyenda del Rey de los Gatos


Los gatos son animales un tanto misteriosos: van y vienen a su gusto, y ni siquiera su dueño puede saber con seguridad donde han estado, ni a donde piensan ir, ni mucho menos qué ideas pasan por su pequeña cabecita. No en vano la tradición los asocia a las brujas y a los magos o los presenta incluso como personificación del demonio, haciendo así que el propietario dependa de su mascota y no al revés.

Una inquietante sospecha acerca de nuestros amigos felinos a la cual dan forma varias leyendas y narraciones populares es la de que llevan una vida secreta, que entre los gatos existe una estructura social compleja y análoga a la nuestra, acerca de la cual no sabemos nada porque ellos la mantienen oculta.

Y existe un Rey de los Gatos, dicen varias leyendas de Irlanda, Inglaterra y Escocia, que se pasea entre nosotros de incógnito.

La siguiente historia fue recogida por Charlotte S. Burke en tierras escocesas en 1884. Existe también una versión inglesa, recopilada por Joseph Jacobs en More English Fairy Tales, mucho más difundida y popular, pero que a mí me gusta menos ya que se aleja de lo fantástico y lo legendario para acercarse al cuento maravilloso. Por tanto, aquí he seguido la otra versión. Y cuenta lo siguiente:

Dos jóvenes de Edimburgo habían alquilado una pequeña casa en un lugar remoto al norte de Escocia. Su intención consistía en pasar allí el otoño, aprovechando para practicar el noble deporte de la caza en los bosques adyacentes. Junto a ellos vivía una anciana a la que habían contratado para que les hiciese la comida, así como el gato de esta y varios perros.

Normalmente, ambos jóvenes salían a cazar juntos, pero una tarde uno de ellos prefirió quedarse en casa. Así que el otro cogió su escopeta y partió sólo en dirección al bosque, prometiendo primero, eso sí, que regresaría antes de la puesta del Sol.

Sin embargo, pasaron las horas y no aparecía. Su amigo esperaba cada vez más preocupado. Ya se había hecho de noche y quedaba muy atrás la hora habitual a la que cenaban, cuando, finalmente, el cazador regresó. Según le pareció al otro joven, traía el rostro muy pálido y aspecto de estar exhausto.

Hasta que no hubieron cenado, no accedió a contar a su amigo lo que le había sucedido. Estaban sentados frente al fuego, con los perros tumbados a sus pies y el gato negro de su cocinera adormecido entre ellos, cuando comenzó a hablar:

―Bien, quieres saber qué ha ocurrido para que haya llegado tan tarde, y te lo contaré, pero has de saber que se trata de algo tan extraño que ni yo mismo estoy seguro de que haya acontecido en realidad.


“Me encontraba en el camino del bosque, apenas a unos veinte minutos de aquí, cuando descendió una espesa niebla que me hizo perder completamente el sentido de la orientación. Intenté ubicarme y regresar en dirección a la casa, pero, al parecer, no hice más que adentrarme entre los árboles. Para mi desesperación, no tardó en hacerse de noche.”

“De repente me pareció ver una luz moverse entre la niebla y la creciente oscuridad. Decidí seguirla a ver si me conducía a algún lugar habitado. Ya había avanzado unos cien metros tras ella cuando se apagó. Como estaba justo al lado de un roble de aspecto robusto, me subía a él a ver si desde algo más arriba era capaz de volver divisar la misteriosa luz. Y vaya si lo hice.”

“Resulta que estaba justo al otro lado del árbol. Desde las ramas vi bajo mi posición ―y aún no entiendo muy bien como puede ser esto― lo que parecía una iglesia. Se oían cánticos, y alcancé a ver que se estaba celebrando un funeral, pues había un ataúd rodeado de antorchas. Pero quienes llevaban esas antorchas…, oh amigo mío, no me creerás cuando te diga quienes portaban aquellas antorchas.”

Y ahí detuvo el joven su narración, alegando que le tomaría por un loco si contaba el resto de la historia. Pero tanto le insistió su amigo para que concluyese el relato que al final acabó accediendo. La expectación flotaba en el ambiente, e incluso el gato de la cocinera parecía escucharles con extremada atención, casi como si pudiese entender lo que decían.

―De acuerdo, pues esto es lo que sucedía: las manos que sujetaban las antorchas y el ataúd eran pequeñas y peludas y tenían las uñas afiladas. ¡Sus propietarios eran gatos, te lo juro, gatos! ¡Y sobre la tapa del ataúd había grabadas una corona y un cetro!

Al decir esto originó un tremendo caos en la habitación: el gato negro de la cocinera comenzó a correr dando vueltas por las paredes a una velocidad inverosímil, y a los dos hombres les pareció oírle exclamar con una voz extraña pero perfectamente comprensible: “¡Por Júpiter, el viejo Pete ha muerto. ¡Ahora yo soy el Rey de los Gatos!”. Tras lo cual se dirigió hacia el fuego, lo esquivó con un hábil salto y desapareció chimenea arriba. Nunca más lo volvieron a ver…

lunes, 7 de octubre de 2019

La Tumba de Pedro en el Vaticano ¿verdad o mentira?


La Historia, leyenda o creencias populares católicas, según el punto de vista, identifican al apóstol Pedro como el pilar sobre el que se asientan los cimientos de la Iglesia Católica. El Vaticano es, hoy día, el símbolo y centro del mundo católico, y como tal el edificio que lo representa su Basílica de San Pedro. 

Precisamente, bajo ella, debajo del altar papal, debajo mismo del centro del coro y directamente bajo la Cúpula que un día diseñara el gran Miguel Ángel, se levanta un monumento simbólico y muy sencillo que revela la presencia de un sepulcro que, según dicen, contiene los restos de Pedro, el alma de la Iglesia.

Curiosamente, esta necrópolis es de reciente hallazgo, pues fue descubierta en los años 40 del siglo XX cuando se estaban haciendo unas obras que habían sido encargadas por el entonces Papa Pío XI. Durante muchos años se habían buscado esos restos, pero quiso la casualidad que no fuera en unas investigaciones arqueológicas cuando se descubrieran.

En el subsuelo de la Basílica se encontraron dos filas de tumbas perfectamente alineadas que databan de los siglos I y II de nuestra era. Rápidamente la Iglesia movió todo lo necesario para dictaminar si aquélla podría ser la necrópolis tan largamente buscada.

En excavaciones de este tipo, bajo suelo papal, en territorio vaticano, la dirección pertenecía a la propia Iglesia. Siendo así, y conociendo historias pasadas, la validez y objetividad de las conclusiones que pudieran sacarse podrían quedar en entredicho. Se encargó, además, las investigaciones a dos personas íntimamente ligadas con la propia Iglesia: Monseñor Kaas, el supervisor de las mismas, y el arqueólogo Antonio Ferrua, un monje jesuita.

Diez años duraron aquellas primeras investigaciones en las que poco a poco la Iglesia descubrió en Ferrua a un arqueólogo serio y objetivo, que para nada se doblegó a los dictámenes de la propia iglesia. Lejos de lo que hubiera deseado el estamento papal, de aquellas investigaciones nada pudo sacarse. No se encontraron indicios de que aquellos restos pudieran pertenecer a Pedro. No había símbolos ni inscripciones, no había dataciones ni nada que objetivamente pudiera hacer pensar que allí descansaba el Apóstol.

Así se lo hizo saber a Pío XI. Lejos de aceptar aquellos resultados, la Iglesia inició unas nuevas investigaciones y, por supuesto, Antonio Ferrua fue descartado de las mismas, entregando el pleno gobierno de las mismas a Monseñor Kaas y, a su muerte, a Margherita Guarducci, una epigrafista muy cercana a los altos estamentos del Vaticano.

Curiosamente, y a pesar de que durante diez años, nada había podido encontrarse a pesar de que el trabajo fue duro y detallado, rápidamente se encontraron mensajes donde no hacía muchos meses habían dicho que nada había.

Guarducci encontró una inscripción al lado mismo de la tumba que tradujo como “Pedro está aquí“. Incluso sobre la propia tumba encontró símbolos que hacían referencias al Apóstol. Ya se tenían las pruebas necesarias y, por si fuera poco, unas investigaciones realizadas por ella misma sobre las osamentas determinaron que éstas pertenecían a un hombre de unos 70 años, muerto durante el siglo I de nuestra era. Con eso se completaba el ciclo para que, al fin, el Papa Pío XI pudiera hacer oficial el descubrimiento.

Así lo hizo a través de Radio Vaticano en diciembre del año 1950. Habían hecho falta solo unos meses para encontrar todo lo necesario para que así se constatara que, tal como decían las Antiguas Escrituras, la Iglesia se había levantado sobre Pedro, siendo éste así la piedra angular sobre la que se cimentó toda la creencia católico. De nuevo, un antiguo dicho se cumplía.

Evidentemente, aquellas investigaciones de Guarducci siempre han estado en entredicho por su falta de rigor científico. Tanto fue así que posteriores pruebas realizadas nuevamente sobre los restos encontrados en aquella tumba determinaron que los huesos no pertenecían a una sola persona, sino que entre ellos había huesos de un niño, de una mujer de unos 50 años, de un caballo y hasta de un cerdo.

Pero ahondando más en la antigua Historia de Pedro, nada, ningún escrito ni ningún texto, atestigua que verdaderamente Pedro estuviera en Roma. De hecho, incluso el apóstol Pablo escribió siete cartas desde Roma en las que nunca mencionó a Pedro. Es cierto, eso sí, que hubo un monumento levantado en honor a Pedro en aquel mismo lugar, aunque se data en el siglo II, pero no fue sino hasta la época de Constantino, cuando el cristianismo comenzó a hacerse fuerte, cuando comenzó a extenderse el rumor de que bajo aquel monumento había una supultura. A eso se unió la cada vez mayor creencia popular de aquel entonces de que Pedro era el centro de la Iglesia… sólo hubo que atar cabos para que aquéllo se extendiera por todo el cristianismo, sin más pruebas que la de un monumento erigido en las colinas vaticanas.

Ateniéndonos además a las tradiciones de la época, y dado que supuestamente Pedro fue martirizado por un delito grave por aquel entonces, el de pertenencia al cristianismo, los cuerpos de los así sacrificados, eran arrojados a las aguas del Tíber, y desde luego, difícilmente, se les concedía sepultura.

Muchas coincidencias, una vez, como tantas otras en la historia del cristianismo, las que se dieron desde el siglo II, hasta el año 1950, para considerar al fin, que las palabras atestiguadas en el Libro de los Apóstoles eran ciertas.

¿Ciertas? quizás sí, quizás no. Pero a día de hoy, difícilmente demostrable que lo que hoy se venera bajo San Pedro sean los restos reales del apóstol Pedro.

La Tumba de Santiago el Mayor


El fervor que despierta en España el Apóstol Santiago desde siglos atrás está fuera de toda duda. Símbolo del cristianismo europeo, Santiago fue parte importante de algunas de las leyendas que envuelven a la historia de España en una época tan convulsa como fue la de la invasión musulmana. En dicha época no solo se consideraba que peligraban los territorios dominados por la Cristiandad, sino las propias bases de las creencias católicas.

¿Quién era Santiago el Mayor?

Santiago fue uno de los doce apóstoles que siguió a Jesucristo. Hijo de Zebedeo y de María Salomé, se le apodó como “el Mayor” para distinguirlo de otro de los apóstoles de mismo nombre al que se conoció como Santiago “el Menor”.

Tras la muerte de Cristo en el año 33 d.C. sus discípulos se dispersaron por todo el mundo para predicar la Palabra de Dios. Santiago el Mayor comenzó por Samaria y Judea para después cruzar el Mediterráneo y llegar a Gallaecia. Cuenta la obra “la Leyenda Áurea” del hagiógrafo Jacopo della Voragine, del siglo XIII, que en sus primeros tiempos en tierras hispanas sus predicaciones apenas calaron en el pueblo aunque finalmente consiguió siete discípulos, los “varones apostólicos”, quienes llevaron sus palabras hasta el resto de la Península.

Ligado a la figura de este santo apóstol figura también otra leyenda que se recoge en un manuscrito de Gregorio Magno. Según éste, en las afueras de Caesaraugusta, la actual Zaragoza, se le apareció sobre un pilar la Virgen María rodeada de un coro de ángeles. Sobre este lugar se construiría años después una iglesia y sobre ella una Basílica (la del Pilar) en advocación a aquel hecho milagroso.

Tras esta aparición cuenta la mencionada leyenda Áurea que Santiago se encaminó nuevamente a Judea donde en el año 41 d.C. fue capturado y decapitado por el rey Herodes. Tras su fallecimiento, el cuerpo de Santiago el Mayor fue robado por sus discípulos, depositado en un barco y, guiado por un ángel, llevado de nuevo hasta las costas gallegas entre los ríos Ulla y Sar, donde lo colocaron sobre una gran losa de piedra que “como si fuera cera derretida quedó convertida en sepulcro”, tras lo que fue enterrado en un lugar del que no se conservó constancia escrita.


El culto a los huesos de Santiago

Durante siglos la historia de Santiago el Mayor permaneció borrada de la memoria colectiva, pero poco a poco fueron apareciendo textos que hablaban del apostolado de Santiago. En el “Breviario de los Apóstoles” se habla de Hispania como de su zona de predicación y se menciona el “Área Marmárica” como su lugar de enterramiento. También en otra obra de San Isidoro se recoge su misión apóstolica, e incluso en los “Comentarios al Apocalipsis” del beato de Liébana del año 786, pero fue finalmente en el siglo IX cuando se anunció el hallazgo de la tumba de Santiago.

La “Historia Compostelana” escrita en el siglo XII recoge la singular historia de como unas luces extrañas surgidas de la nada mostraron a un eremita llamado Pelayo el lugar donde se encontraron los huesos del apóstol. Así se lo indicó a Teodomiro, obispo de Iria Flavia quien ya con los restos de Santiago, en el año 813, lo notificó a Alfonso II el Casto, por entonces rey de Asturias.

En una época tan difícil como aquélla, en plena invasión musulmana, dotar de autenticidad aquel descubrimiento se convirtió en cuestión no solo simbólica sino vital para la Fé Cristiana en la lucha contra la expansión del islamismo. Tanto fue así que a lo largo de los años y siglos venideros se cuenta que los huesos de Santiago estuvieron siempre presentes en importantes victorias cristianas, como las de la batalla de Clavijo (año 844) o la famosa batalla de las Navas de Tolosa (año 1.212) lo que le hizo merecedor del patronazgo de España el cual se mantiene hasta el día de hoy.

La certificación de la autenticidad de los huesos de Santiago se consiguió en un acuerdo entre el rey de Asturias y el franco Carlomagno, hombre de gran influencia en las decisiones que tomaba el papado, aunque hubieron de pasar varios siglos para que un Papa, León XIII, en el año 1.884, publicara en una bula, “Deus Omnipotens“, la autenticidad de las reliquias de Santiago el Mayor.

Aún con la bula la historia de Santiago deja muchas lagunas e incongruencias que han permitido que a lo largo de la Historia se pusiese en duda si verdaderamente aquellos huesos pertenecieron realmente al apóstol, máxime cuando tras ciertas investigaciones científicas apareció un nombre ligado a ellas, el del obispo Prisciliano.

La Maldición de Laurinaga


El señor de las Islas Afortunadas (S. XV), D. Pedro Fernández de Saavedra, era un caballero bravucón y pendenciero que, nada más pisar tierra guanche, comenzó a tener aventuras con las hermosas lugareñas. De estas esporádicas relaciones, nacieron una sarta de hijos ilegítimos. No obstante, según los convencionalismos de la época, hubo de casarse con una mujer de buena familia. La escogida fue Constanza Sarmiento, hija de García de la Herrera, con la que tuvo catorce hijos.

Uno de estos hijos fue D. Luis Fernández de Herrera, quién heredó los atributos físicos de su padre y su egotismo. También dado a los escarceos amorosos, seducía a las indígenas que lo admiraban como a un héroe. Y sería una de ellas su perdición. Una atractiva guanche, bautizada como Fernanda, fue su objeto de deseo durante meses.

Ésta no accedía a sus deseos, pero temerosa de posibles represalias, aceptó a acompañar a D. Luis a una cacería de su padre. Durante la jornada, aprovechó para llevársela a otro lugar, lejos de miradas indiscretas. Sin embargo, al intentar abrazarla, ésta se asustó y empezó a pedir ayuda. Pronto el resto de los asistentes a la cacería se percataron de la ausencia de los jóvenes.

Aunque la comitiva acudió presta al lugar de donde provenían los gritos, un lugareño se adelantó y, por intentar defender a Fernanda, D. Luis desenvainó un cuchillo y el guanche se lo arrebató hábilmente.

Pero, justo en ese momento, aparecía el padre de éste, D. Pedro Fernández de Saavedra, quién con su caballo, aplastó al campesino muriendo éste en el acto. Pocos minutos después, aparecía una anciana, madre del labrador asesinado, y al comprobar quién era el causante de la muerte de su hijo, descubrió que se trataba del hombre que la había seducido en su juventud, padre y asesino de su propio hijo.

Dolorida, elevó sus ojos al cielo, invocando a sus dioses guanches y maldijo toda la tierra de Fuertenventura, por ser D. Pedro Fernández de Saavedra su señor. Desde entonces, el viento sopló con fuerza del Sáhara, quemando todo a su paso. Año tras año, la isla se convirtió en un bello desierto, pero un desierto que, dicen los antiguos, acabará desapareciendo bajo la maldición de Laurinaga.

sábado, 5 de octubre de 2019

El Árbol Maldito de Casandra, en Gran Canaria


Era Casandra una jovencita canaria adolescente de unos 15 años perdidamente enamorada de Iván, un chico de su misma edad. Todos conocían su idílica relación, aquella íntima amistad que los llevaba a compartir interminables momentos bajo un frondoso árbol. Pero no era tiempos buenos para relaciones adolescentes; la prudencia debía invitar a la calma; la calma a la astucia y la astucia a la paciencia para descubrir los momentos propicios para encuentros furtivos. Sin embargo, el primer amor siempre es descuidado, y los descuidos son buenos compañeros de las envidias ajenas, los prejuicios y las venganzas.

Nadie en su localidad veía la relación con buenos ojos. La tachaban de insana, de antinatural y pronto, su familia se vio señalada. Aturdido y no menos enojado, el padre de Casandra decidió acabar drásticamente con aquella situación pues tal deshonor familiar exigía la muerte del amado. Así, Iván abandonó este mundo a manos del padre de Casandra.

Desolada y al mismo tiempo resentida contra su padre, Casandra decidió vengarse de su padre pactando con el Diablo, pero una vez más el descuido la condenó. Sus deseos de venganza fueron descubiertos y ante, tal pacto con Lucifer, Casandra fue acusada de bruja y quemada bajo el mismo árbol que fue testigo del amor de ambos jóvenes.

Dicen los del lugar que aún hoy día, de cuando en cuando, se escuchan los gritos de una joven y que junto al árbol es posible escuchar cadenas arrastrándose sujetando el alma en pena de Casandra que aún vaga por aquel lugar.
Versión alternativa de la historia de Casandra y el árbol maldito

Hay no obstante una segunda versión de esta leyenda de Casandra que, si bien acaba con los mismos resultados, presenta unos hechos muy diferentes.

Dices estas otras lenguas que, fruto de aquella relación entre Casandra e Iván, nacieron dos mellizos. Pero quizás producto de una crisis emocional tras el parto o quizás de las propias inseguridades de la chica, Casandra comenzó a dudar del amor de Iván cuando ésta envejeciera y perdiera su belleza. Decidió entonces invocar al Diablo para pedirle belleza eterna, pero éste, sibilino como siempre, solo le concedió el deseo a cambio de la vida de sus dos mellizos.

Casandra no lo dudó un instante y marchó hacia el árbol testigo de su amor con los dos niños en brazos. Mas cuando se disponía a darles muerte apareció Iván. Enloquecido, el amante de Casandra y padre de aquellas dos criaturas se abalanzó sobre la chica, la ató al árbol y allí mismo la quemó. Los niños se salvaron pero el alma de Casandra quedó para siempre atado a aquel árbol, gritando eternamente por el dolor de sus quemaduras y, sobre todo, por la pena de haber intentado matar a sus propios hijos.

En aquel árbol, el árbol de Casandra que se levanta majestuoso en el centro de la isla de Gran Canaria, en la zona de la Presa de las Niñas, aún aparece a veces un corazón tallado en su corteza con los nombres de Casandra e Iván inscritos en él.

El Fantasma de la Mujer de Negro de Cheltenham


Garden Reach es una casa de estilo victoriano que fue construida en Cheltenham, en el condado inglés de Gloucester, durante la década de 1860. La primera familia que allí se instaló fueron los Swinhoe.

Pasado un tiempo, Henry Swinhoe se quedó viudo y comenzó a beber. A pesar de todo, volvió a encontrar esposa, y dos años después una nueva señora Swinhoe se instaló en la casa. Su nombre era Imogen y también era aficionada a beber. Henry decidió esconder las joyas de su primera esposa para guardarlas como herencia para los hijos que tuvo con ésta. Se cree que Imogen no estaba de acuerdo. Terminó abandonándolo, poco antes de que él muriera en 1876. Imogen murió en 1878 y nunca, al menos mientras estuvo viva, volvió a la casa.

Garden Reach fue comprada más tarde por una pareja de ancianos. Tan sólo 6 meses después, ella era viuda y finalmente abandonó la casa que quedó vacía durante 5 años.

Fue entonces cuando llegaron los Despard, concretamente en abril de 1882. Los nuevos inquilinos eran el capitán F.W. Despard, su segunda mujer, sus hijos y algunos sirvientes. La hija mayor, Rosina, no tardó mucho en descubrir que aquella casa no era como las demás. Una noche escuchó ruidos tras su puerta y al abrir no había nadie, pero pudo ver con total claridad, en lo alto de las escaleras, a una mujer de aspecto espectral. A partir de ese momento las apariciones se hicieron frecuentes, tanto de día como de noche.

Rosina la describía como una mujer alta, vestida de negro, con la cara cubierta con el pañuelo que llevaba en su mano derecha y con la mano izquierda metida dentro de la manga del vestido. Esta descripción coincidía con la dada por otros habitantes de la casa que también pudieron verla.

Rosina intentó captarla con cámaras fotográficas de la época y colocó “trampas”, como un hilo en la zona de la escalera por la que solía pasar, para comprobar si tenía cuerpo físico o era sólo un espectro. Incluso llegó a hablarle, pero sólo obtuvo un quejido como respuesta.

Durante los años siguientes, Rosina escribió minuciosamente cada detalle e historia vivida en aquella casa con aquella misteriosa mujer de negro. Al parecer, el fantasma iba perdiendo fuerza o interés, pues sus apariciones cada vez se fueron distanciado más unas de otras. En el año 1889, ya sólo se oían sus pasos de vez en cuando.

Los diarios de Rosina fueron posteriormente estudiados por la destacada Sociedad de Investigación Psíquica, cuyos miembros se asombraron de la cantidad de información precisa que proporcionaban sobre el caso. Fue entonces cuando se empezó a considerar que podía ser el espíritu de Imogen, movido quizás por el ansia de encontrar las joyas que Henry no le quiso dejar en vida.

Finalmente, en 1892 la familia Despard abandonó la casa, pero su historia no acaba ahí.

En 1898 se convirtió en internado infantil, y las apariciones siguieron. Entre 1958 y 1962, un vecino de una casa cercana dijo haber visto en su habitación a una mujer extraña. Poco después también su hijo y su hermano llegaron a verla en varias ocasiones. Después otras personas de la zona la vieron, pero no se sabe nada más de ella desde 1974. ¿Encontraría finalmente lo que andaba buscando?…

Hoy la casa se ha reformado para transformarla en un complejo de apartamentos y es conocida como St. Anne’s House.

La Casa de Los Siete Vampiros


En Rumanía no todos los vampiros están muertos. Algunos respiran, y solo se diferencian de las personas normales en que por las noches su alma abandona el cuerpo y deambula en forma de mariposa, polilla o pequeña luminaria. Bajo esta forma pueden absorber la energía de humanos y de animales domésticos y cometer todo tipo de maldades.

Ocurrió una vez en Siret, cerca de la frontera con Ucrania, que tres soldados viajaban en carreta junto a un anciano, buscando algún lugar en el que conseguir un poco de heno. Se había hecho ya de noche, por lo que pararon en una casa solitaria que se erguía al lado del camino en un claro del bosque.

La mujer de la casa los recibió con amabilidad. Invitó a los soldados y al anciano a pasar a la cocina y le sirvió a cada uno un cuenco de pudin de maíz, tras lo cual abandonó su compañía, aduciendo que tenía otras labores de las que ocuparse.

Cuando terminaron de comer, los soldados quisieron buscar a la buena mujer para darle las gracias, pero esta no aparecía en ninguna de las habitaciones de la casa. Decidieron entonces subir al desván, a ver si se encontraba allí. Al entrar, la vieron tirada en el suelo junto a otros seis cuerpos inertes.

Ninguno de los cuerpos se movía lo más mínimo; estaban como paralizados, con la mirada fija en el techo y la boca abierta. Había mucho de antinatural en su inmovilidad, parecían cáscaras vacías, casi cadáveres.

―¡Strigoi! ―exclamó el anciano con horror.

Él y los soldados huyeron escaleras abajo, montaron en la carreta y se alejaron de la casa lo más deprisa que podían. Cuando, ya a una distancia prudencial, volvieron la vista atrás, vieron cómo siete pequeñas luces salían de detrás de la casa y se dirigían camino arriba hacia ellos.

Eran estas las almas de los vampiros. Si los soldados le hubieran dado la vuelta a los siete cuerpos del desván, nunca hubieran podido volver a entrar en ellos.

Según la tradición, las almas de los vampiros vivientes se reúnen con los vampiros muertos a las afueras de los pueblos, allí en donde no se oye el canto del cuco ni el ladrido del perro, y aprenden de ellos gran cantidad de conjuros y hechizos maléficos, y unos y otros se reparten las personas a las que planean hacer daño como si estas fuesen cabezas de ganado. Los campesinos rumanos no distinguen entre un tipo u otro de vampiro, y a ambos los denominan con el mismo término.

jueves, 3 de octubre de 2019

¿Quiénes fueron los Merovingios?


Una vez que cayó el Imperio Romano de Occidente, los bárbaros germanos tuvieron ocasión de expandir su poder durante buena parte del siglo V. Tanto visigodos como francos se establecieron en el territorio de las Galias, sembrándola de pequeños reinos y abonando la semilla de lo que luego sería Francia. Fue a mediados de este siglo cuando se inicia la dinastía Merovingia, con la llegada de Meroveo y cuyo breve reinado (entre el 448 y el 457) se produjo a la par que uno de los momentos más importantes de la historia europea, la caída de Atila.

A finales del siglo V, Clodoveo, descendiente de Meroveo, consigue vencer a los alamanes en una difícil batalla. Tal es su convicción de que ha sido una victoria milagrosa que decide convertirse al catolicismo en el año 496, en parte también influenciado por su cristiana mujer, Clotilde. Poco después, en el año 507, se alza victorioso en una batalla contra las tropas del rey visigodo Alarico II en la batalla de Vouille, dejando a éstos relegados a la Septimania y a la Península Ibérica, donde continuarían hasta la llegada de los musulmanes en el 711.

Tras haber librado a las Galias de los alamanes y los visigodos, los merovingios dieron algunas muestras de poder mediante la unificación de territorios llevados a cabo por Clodoveo I y Dagoberto I. Pero su esplendor no duró demasiado, ya que los merovingios no guardaban demasiado amor a la política o a las responsabilidades del trono, las cuales delegaron en sus mayordomos reales.

De la debilitación del poder real en favor de los mayordomos y secretarios de palacio finalmente llegó la tragedia en forma de golpe de Estado. Este fue el fin de los merovingios y el inicio de la dinastía Carolingia, de la que salieron personajes como Carlos Martell, Pipino el Breve (llamado así por su corta estatura) o Carlomagno.

En estos últimos años, ha parecido resurgir con fuerza el mito de la dinastía merovingia, como guardiana del Santo Grial y de la linea de sangre de Cristo (la cual también se asoció a los Caballeros Templarios) desde tiempos inmemoriales ¿A qué se debe esto? Novelas como “El Enigma Sagrado” de Michael Baigent y Richard Leigh, “El Último Merovingio” de Jim Hougan o el afamado “Código Da Vinci” de Dan Brown han rescatado la idea de que el Santo Grial pueda estar en alguna parte de Languedoc, en Francia y de que la dinastía fundadora sería de esta manera más legítima que ninguna.

También nos presentan a los católicos merovingios como los guardianes en el tiempo de dicha reliquia, sugiriendo que la familia real francesa pudo estar emparentada con el mismo Cristo, y así todas las familias reales europeas compartirían de alguna forma, reminiscencias de la mezcla de sangre.

Lo cierto es que el último merovingio, al menos legítimo, fue Childerico III, cuyo reinado duró entre los años 742 y 751, y que fue depuesto por el Papa Bonifacio y por Pipino el Breve. Childerico pasó sus últimos días como recluso en un convento (Saint Omer), hasta su fallecimiento en el 756, llevándose a la tumba la verdad sobre su supuesta misión de proteger el linaje de Cristo.

Hace unos años, con la llegada de una organización llamada Priorato de Sión, su fundador Pierre Plantard llegó a afirmar que él mismo era descendiente de Cristo y de los Merovingios, lo cual le granjeaba el derecho a restaurar la monarquía en Francia y además, coronarse como monarca de la misma.

La Leyenda De Kamshout y el Otoño


Según cuenta una antigua leyenda de los selk’nam, pueblo amerindio que habitó en la Isla Grande de Tierra del Fuego (entre Chile y Argentina), que hace hace mucho tiempo vivió en esta región un joven llamado Kamshout, en un tiempo en que las hojas de los árboles permanecían verdes durante todo el año.

Un buen día a este joven le llegó el momento de emprender el rito de iniciación a la madurez, llamado klóketen, que los selk’nam debían cumplir con objeto de convertirse en hombres y ser reconocidos como tales. Este rito incluía emprender un largo viaje y así lo hizo, pero tardó tanto tiempo en regresar que muchos de los vecinos de su pueblo comenzaron a darle por muerto, hasta que llegó un momento en que nadie esperaba su retorno.

Para sorpresa de todos Kamshout regresó a su pueblo aunque sensiblemente cambiado, parecía mucho más nervioso que de costumbre y hablaba sin cesar sobre una mágica tierra de inmensos bosques que había encontrado más al norte, un lugar donde los árboles lucían hojas muertas en sus ramas durante la estación del Otoño (en la que ahora se encontraban), y que parecían revivir al volver los primeros rayos cálidos de la Primavera.

La manifiesta incredulidad de sus vecinos se hizo patente cuando las primeras risas se desataron, y Kamshout presa de la ira se dio media vuelta y volvió a marcharse por donde había venido, pero al poco de marcharse regresó transformado en un enorme loro, adornado de brillantes plumas rojas en su pecho y verde esmeralda sobre su espalda. Emitiendo graznidos comenzó a volar entre los árboles circundantes, tiñendo de rojo aquellas hojas que tocaba, y al poco las hojas comenzaron a caer sin vida al suelo.

El miedo hizo presa en los selk’nam quienes temieron por la vida de los árboles, y ante su cara de horror comenzaron las sonoras risas de Kamshout. Pero los árboles no murieron, sino que volvieron a recuperar su verdor en los albores de la Primavera aunque los loros continúan recordando a los hombres este episodio, cuando se reúnen en las ramas para seguir riéndose de nosotros y vengando así a Kamshout.