jueves, 16 de agosto de 2012
El Enfrentamiento de Una Familia de La Pampa con el Chupacabras
Se trata de uno de los episodios más traumáticos y complejos
de la fenomenología OVNI de los últimos tiempos, y tuvo su desarrollo en la
localidad pampeana de Santa Rosa, Argentina en un campo de 70 hectáreas
propiedad de una familia de productores de ganado. Allí, una tarde la familia
Giménez observó movimientos extraños y al investigar de cerca, se toparon de
frente durante 10 segundos con un extraño ser que identificaron como el famoso
“chupacabras”, escapando de la zona tras mutilar a una vaca.
En diálogo con Expedientes Secretos, Andrea Pérez Simondini,
del grupo Visión OVNI, comentó que “este episodio en La Pampa es uno de los más
complejos que nos tocó investigar, dado que tiene muchísimos elementos que unen
la fenomenología asociada popularmente al chupacabras con todo lo relacionado
al tema OVNI”.
Pérez Simondini también brindó una pista importante, al
destacar que “el caso en La Pampa, como muchos otros, tiene vinculaciones
directas con el último estudio que venimos realizando del suceso ocurrido en
Misiones, con la mutilación masiva de 10 ovejas”.
Un relato detallado
En torno a la historia en La Pampa, Simondini publicó
recientemente un documento escrito por los propios protagonistas, el matrimonio
Giménez, que pone de manifiesto, una vez más, la necesidad de investigar en
profundidad estos sucesos. “Somos Alberto y Alicia, y les escribimos para
contarles nuestra experiencia un tanto sorprendente, que tuvimos un
acercamiento con el supuesto chupacabras”, indicó la pareja en el texto, sobre
el episodio ocurrido en 2008.
“Somos de Santa Rosa, provincia de La Pampa, al oeste de la
provincia de Buenos Aires. Vivimos en un pequeño campo de 70 hectáreas, donde
tenemos 30 vacas y animales en general. Ultimamente nuestro país está sufriendo
el extraño fenómeno del ganado mutilado, el cual se atribuye en un gran
porcentaje a este extraño ser”, sostuvieron los protagonistas.
En ese sentido, explicaron: “nuestras vacas suelen pastar a
aproximadamente a unos 2 kilómetros de nuestra casa. Acostumbramos a sacarlas
del corral a las 8 de la mañana, tarea que realizan nuestros 3 peones, y
nosotros nos encargamos de regresarlas al caer la tarde junto a nuestro hijo
mayor”.
Entre los árboles
Al momento de los acontecimientos estaba comenzando el
invierno, y el matrimonio se alistaba a recoger las vacas, aproximadamente a
las 5 de la tarde. En ese momento, Alberto observó a tres de sus vacas
corriendo a 200 metros del establo. “Esto nos sorprendió, pues las vacas ya
tienen aprendida la rutina diaria. Una aclaración válida es decir que el lugar
de pastoreo se encuentra vecino a un monte muy tupido. Esto nos impulsó a tomar
nuestra camioneta y salir apurados y preocupados”, relataron.
“Cuanto más nos acercábamos, más nos alertábamos ya que las
vacas estaban dispersas. Nuestro hijo descendió de la camioneta dispuesto a
reunir al ganado y nos alertó de un olor predominante y desagradable. Nos
preocupamos por averiguar de dónde provenía ese olor, y luego de caminar 300
metros hacia el monte encontramos el cuerpo mutilado de una vaca al cual le
faltaban los órganos internos y los genitales”, contaron el el documento.
De acuerdo al relato, “no había rastros de sangre, lo cual
fue sorprendente”. Pero eso no fue todo, porque luego de 10 minutos de rastrear
la zona, Alicia escuchó entre los pastizales del monte ruidos extraños. Pensó
que se trataba de alguien escabulliéndose. “Nos acercamos pensando que nos
encontraríamos con un cuatrero o animal causante de la muerte de la vaca.
Estábamos a pocos metros cuando vimos un ser con las características del
chupacabras. Pudimos verlo por un lapso de 10 segundos aproximadamente, ya que
desapareció entre los arboles del monte”, indicaron.
Acerca del caso, Simondino explicó que “el caso es muy
serio, confirmado aún más luego de las entrevistas que realizamos con el grupo
familiar y el trabajo de campo realizado en la zona”, agregando que “el
episodio se suma a una larga cadena de sucesos de estas características, el
último en Misiones con las ovejas mutiladas que seguimos estudiando”.
¿Que Ocurrió en el Incidente Vela?
Hace ahora casi 33 años, dos explosiones de gran intensidad
fueron detectadas en el Atlántico sin que sepamos aún con certeza cuál es su
origen.
El 22 de septiembre de 1979, un satélite de vigilancia
estadounidense -el Vela 6911- detectó dos destellos luminosos de gran
intensidad en el Atlántico Sur, entre África y la Antártida. La lectura de los
sensores ópticos del satélite no fueron demasiado claras pero pudo determinarse
que la potencia necesaria para generar algo de esa magnitud se encontraba
dentro del rango de dos a tres Kilotones. Los expertos suponen que pudo
tratarse de ensayos nucleares clandestinos de Israel o Sudáfrica, o bien de un
evento similar al que devastó Tunguska hace 100 años. ¿Que fue lo que originó
el Incidente Vela?
Estados Unidos puso en marcha el Proyecto Vela para realizar
un seguimiento de los ensayos nucleares que tenían lugar sobre la superficie o
en la atmósfera de nuestro planeta. En 1963, el Tratado sobre Ensayos de
Explosiones Nucleares (Partial Test Ban Treaty) había sido firmado por 130
países y prohibía todas las explosiones nucleares excepto las subterráneas, con
el fin de evitar las precipitaciones radiactivas. Desarrollado por DARPA
(Defense Advanced Research Projects Agency) y supervisado por la fuerza aérea
de ese país, el Proyecto Vela se apoyaba sobre tres pilares: Vela Uniform, que
intentaría la detección de explosiones nucleares subterráneas a través de los
eventos sísmicos relacionados; Vela Sierra, varios satélites diseñados para
detectar señales de explosiones nucleares en la atmósfera; y Vela Hotel, otros
satélites concebidos para detectar señales nucleares provenientes del espacio.
En principio el programa debía funcionar durante unos pocos años, pero la
robustez de los Vela -diseñados para funcionar durante 6 meses- hizo que se
extienda durante 26 años.
Había 12 satélites en total, seis del tipo Vela Hotel y seis
del Vela Sierra, y giraban en órbitas ubicadas ente 100 mil y 113 mil
kilómetros de altura, por encima de los cinturones de Van Allen. Estaban
provistos con 12 detectores externos de rayos X y 18 detectores internos de
neutrones y rayos gamma, que funcionaban gracias a la energía proporcionada por
sus paneles solares. También tenían dos sensores especiales capaces de detectar
destellos con duraciones menores al milisegundo, necesarios por que las explosiones
nucleares atmosféricas que eventualmente tendrían que reportar producen una
única señal de corta duración.
2 y 3 kilotones
En efecto, una explosión de este tipo emite un flash que
dura alrededor de 1 milisegundo, seguido por una segunda luz -más prolongada
pero menos intensa- que dura algunos segundos. Esto ocurre porque el primer
destello es alcanzado rápidamente por la onda de choque atmosférica -compuesta
de gas ionizado- que, aunque emite bastante luz, se vuelve rápidamente opaco y
oculta la explosión. No se conoce ningún fenómeno natural que pueda producir
este efecto, por lo que los Vela no tenían problemas en detectar estas
explosiones.
El 22 de septiembre de 1979, luego de haber informado con
éxito 41 explosiones nucleares correspondientes a otros tantos ensayos
efectuados por las superpotencias de la época, el satélite Vela 6911 registró
con sus sensores ópticos dos destellos extraños. Si bien tenían las
características habituales de explosiones nucleares atmosféricas, se habían
producido en una región del planeta -el Atlántico Sur, entre África y la
Antártida (47º S, 40º E)- en el que no se esperaba detectar algo así.
La potencia fue estimada de las explosiones fue de entre 2 y
3 Kilotones, de 10 a 20 veces menor a la de la Bomba de Hiroshima. La prensa
rápidamente llamó a estos destellos “Incidente Vela”. Los servicios de
inteligencia comenzaron a trabajar, y se barajaron dos hipótesis principales.
La primera de ellas, a la que se asignaba una mayor probabilidad, era que estos
flashes fuesen el resultado de dos detonaciones nucleares secretas
pertenecientes a Israel o Sudáfrica. La segunda, que un objeto proveniente del
espacio exterior -posiblemente un cometa o un meteorito- había detonado por el
recalentamiento sufrido al ingresar en nuestra atmósfera dando lugar a algo
similar al “Evento Tunguska” pero sobre el mar.
Sospechas de Sudáfrica
Si bien la prensa olvidó rápidamente el incidente, las
agencias de inteligencia querían saber a toda costa que era lo que había
ocurrido, y seguían todas las pistas. En aquella época, Sudáfrica había
comenzado con un programa de desarrollo de armas nucleares, y cuando Vela 6911
captó los destellos, varios barcos de la marina sudafricana se encontraban
efectuando maniobras en esa zona. Cuando todo parecía indicar que esta nación
era la responsable Mordechai Vanunu, un ingeniero nuclear israelí, reveló que
su país había estado desarrollando desde hacia 10 años su propio programa
nuclear en el desierto de Néguev, y había colaborado estrechamente con los
sudafricanos. Estas declaraciones hicieron suponer a muchos que ambas naciones,
en forma conjunta, habían efectuado las pruebas. Sin embargo, y aunque un
primer informe del gobierno de los Estados Unidos atribuía los destellos a una
explosión nuclear sudafricana, una comisión especial compuesta por expertos
designados por la administración Carter concluyó que, “al no haberse encontrado
radiación en las proximidades del evento”, no se podía asegurar que esta fuese
la causa del fenómeno.
Radiación en la zona
En medio de la confusión, se sumaron las voces de los
responsables del radiotelescopio de Arecibo (“hemos detectado un suceso inusual
en la ionosfera”), del gobierno de Australia (“Hemos registrado índices
anormales de radiactividad en la zona.”) y de los científicos encargados de
diseñar y supervisar el funcionamiento de los Vela (“el satélite ha funcionado
correctamente, y su fiabilidad queda demostrada al haber detectado ya 41
ensayos nucleares.”). El tiempo pasaba, y parecía que jamás sabríamos que
ocurrió. Pero en febrero de 1994, el Comodoro Dieter Gerhardt, en cuyo
currículo figuraban actividades tan diversas como “espía soviético”, “convicto”
y “comandante de la Base Naval Simon's Town en Sudáfrica”, sorprendió a todos
al declarar públicamente que “a pesar de no estar involucrado directamente,
puedo afirmar que el flash fue producto de una prueba atómica
Israelí-Sudafricana, cuyo nombre en código era Operation Phenix. Se suponía que
no sería detectada, pero el clima cambió y los norteamericanos la
descubrieron.” La reputación de Gerhardt no era la mejor, y el incidente
continuó sin tener una causa oficialmente reconocida. Tres años más tarde, en
1997, un periódico israelí citó al ex Ministro de Relaciones exteriores de
Sudáfrica quien confirmaba que el incidente Vela había sido una prueba nuclear
sudafricana. Sin embargo, y volviendo a sembrar las dudas, poco tiempo después
el funcionario declaró que sus dichos habían sido “sacados de contexto.”
Aún hoy muchos de los documentos relacionados con el
incidente permanecen como “clasificados” por distintos gobiernos, lo que ayuda
muy poco a aclarar lo ocurrido. La hipótesis que responsabiliza a un objeto
extraterrestre parece haber perdido fuerza, sobre todo luego de lo expresado
por los australianos respecto a la presencia de radiación en la zona. Es mucho
más probable que haya sido algún ensayo nuclear clandestino producido durante
la Guerra Fría, aunque todavía no lo sepamos con certeza. Dentro de algunos
años, cuando se liberen algunos de los documentos que permanecen en secreto,
quizas sepamos la verdad
La Niña Atropellada de Eugenia y Gabriel Mancera
La leyenda que a continuación os voy a contar, ha circulado
de boca en boca por los habitantes de las colonias del Valle, Narvarte y
aledañas por igual. La ubicación exacta de ésta, toma forma exactamente en el
cruce del Eje Vial Número 5, mejor conocido como Eugenia, y el Eje Vial Número
2, también conocido como Gabriel Mancera en Ciudad de México.
Alrededor de las 2 a.m., se cuenta, una chiquilla se dirigía
caminando hacia la farmacia para comprar las medicinas que su madre enferma
requería, hecho por el que se vió forzada a salir a esas altas horas de la
madrugada (o por lo que fuera, esta versión se practica para darle dramatismo a
la historia y para justificar qué podría estar haciendo una escuincla en la
calle a esa hora).
La niña, consciente de la hora, prudentemente respetaba los
semáforos y señalamientos antes de cruzar las calles hasta llegar a su destino,
y así lo hizo también en el cruce de Eugenia con Gabriel Mancera.
Al ponerse la luz roja para los vehículos que transitaban
sobre Eje 5, la chica se dispuso a caminar, de esquina a esquina, para cruzar
dicho Eje, pero, a diferencia de la gallina, nunca llegó al otro lado del
camino, ya que un coche que iba a exceso de velocidad decidió ignorar la luz
roja y cruzar, sin tomar precaución alguna sobre otros automóviles o
transeúntes cruzando. Golpeó mortalmente a la niña, dejándola medio viva y
medio muerta en el arroyo del tránsito. El automovilista responsable nunca se
bajó del vehículo... es más, nunca se detuvo para saber si la niña vivía o
moría y nunca fue para pedir asistencia médica a nadie ni por nada. Siguió su
camino, sin más.
Eventualmente, la niña falleció en agonía y sola, nadie la
ayudó. Desde entonces, y es aquí donde uno debe espantarse, alrededor de las 2
a.m., en el cruce de Eugenia con Gabriel Mancera, el espíritu de la niña se
aparece a los automóviles que circulan a esa hora a exceso de velocidad. Ella
cruza la calle como aquella fatídica noche cuando perdió la vida, provocando
así que los autos se vuelquen por tratar de esquivarla cuando la ven, quedando
literalmente "patas arriba". Una vez que provocado el accidente, se
va, dejando a los pasajeros sin asistencia de ningún tipo para morir solos, tal
cual a ella le sucedió.
domingo, 12 de agosto de 2012
Edward Mordrake, El Hombre Con Dos Rostros
Edward Mordrake padeció una rara enfermedad que lo hizo
nacer con un rostro extra en la parte de atrás de su cabeza, según cuenta su
historia ese rostro de mujer no hablaba, comía ni bebía pero aún así podía reír
y llorar. Edward mismo llamaba a ese rostro 'gemelo demoniaco' pues le
susurraba cosas horribles por las noches; incluso llegó a pedir a médicos que
hicieran lo posible por extraerlo, hasta que se suicidó a la edad de 23 años.
“Una de las historias más raras así como de las más
melancólicas de la deformidad humana es la de Edward Mordake, quien iba a ser
el heredero de una de las familias más nobles de Inglaterra. Sin embargo nunca
reclamó el título y se suicidó a los veintitrés años. Vivía en un retiro
absoluto, evitando las visitas incluso de los miembros de su familia. Era un
joven de grandes conocimientos, un buen estudiante y un músico de rara
habilidad. Su figura era remarcable por su gracia natural, y su rostro –su
rostro natural- era como el de Antinoo. Pero en la parte de atrás de su cabeza
había otra cara, la de una chica muy guapa, “adorable como un sueño, atroz como
un demonio”. El rostro femenino era una mera máscara, “ocupando sólo una
pequeña zona de la parte posterior del cráneo, aunque mostrando signos de
inteligencia de aire maligno”. Se la había visto sonriendo y burlándose
mientras Mordake lloraba.
Sus ojos seguían los movimientos del espectador, y sus
labios se movían sin cesar. La voz era inaudible pero Mordake aseguraba que
durante la noche no podía conciliar el sueño debido a los odiosos susurros de
su “gemela diabólica” como él la llamaba, “que nunca duerme, pero que me habla
de tales cosas de las que sólo se oyen en el infierno. La imaginación no puede
concebir las tentaciones espantosas en las que me envuelve. Por alguna imperdonable
maldad de mis antepasados estoy cosido a este demonio – porque estoy seguro que
es un demonio. Yo ruego y suplico para que lo eliminéis del mundo, aunque yo
muera”. Estas eran las palabras del desventurado Mordake a Manvers y Treadwell,
sus médicos. Aunque lo vigilaban constantemente consiguió procurarse veneno,
debido a lo cual murió, dejando una carta en la que pedía que la “cara
demoníaca” fuera destruida antes de su funeral, “para que no continuase con sus
espantosos susurros en la tumba”. Por petición propia fue enterrado en tierra
baldía, sin ninguna lápida o marca que dejara constancia de su tumba”
La Zona 72
Una reducida franja de un kilómetro de largo por cien metros
de ancho situada a pocas cuadras del centro de la ciudad de La Plata, Buenos
Aires, Argentina reporta las características propias de una “ventana” que
replica desde hace por lo menos cincuenta años misteriosos fenómenos OVNI que,
a criterio de ufólogos que investigan sobre la profusa casuística allí detectada,
podría llegar a ser la expresión misma de una civilización -quizás porque no la
nuestra- que logra viajar, a través del tiempo, desde el futuro en el cual
actualmente se encuentra a este presente.
El área, rica en casos que se remontan a principios de la
década del 50, es denominada por los investigadores de la Fundación Argentina
de Ovnilogía (FAO) como La Zona 72, en honor a la avenida en la cual está
ubicada, entre las calles 10 y 20 de la capital provincial, en una extensión
lindera a las vías abandonadas del viejo Ferrocarril Provincial.
Luis Burgos, el referente de la FAO, explicó a Expedientes
Secretos que La Zona 72 se convierte hoy “en una acotada área de investigación
similar a la que puede ser el paraje El Espinillo, en Magdalena, o la estancia
La Esperanza, en Gobernador Ugarte, que son en definitiva puntos donde el
fenómeno tiende a reiterarse en diversas manifestaciones”.
La particularidad observada por Burgos es que así como en
esa misma característica encuadran geografías como el cerro Uritorco, en
Capilla del Monte, Córdoba; la localidad entrerriana de Victoria, y la de
Cachi, en Salta, esta zona ubicada al sudeste de La Plata “concentra episodios
muy significativos y relevantes, en un espacio por demás reducido”, tal como apuntó
Burgos.
En rigor el lugar ha dado pié a un repertorio variado de
fenómenos que incluyen avistamientos, OVNIS fantasmas, huellas deshidratadas y
hasta la presencia de humanoides que aceleraron los latidos de los ocasionales
testigos de experiencias que se suman a una cantidad de episodios con
antecedentes y repeticiones de lo que aún no existe explicación.
“No sabemos a ciencia cierta de qué se trata pero creo que
la sucesión de fenómenos abre la puerta a la posibilidad de atribuir toda esa
casuística a viajeros del tiempo, que estuvieron allí mucho antes de que esté
lo que se observa ahora o que ya están en lo que habrá ahí mismo en un futuro”,
aventuró el líder de la FAO.
En ese sentido argumentó que si esta hipótesis cobra fuerza,
se trataría de inteligencias que “suben y bajan en la misma zona geográfica,
pero luego de un viaje hecho a través del tiempo” y apuntó para darle más luz a
la explicación que “hoy no sabemos que puede haber en la Zona 72 dentro de 300
años”. Sin embargo, aquello que le da vida a este fenómeno, quizás ya lo sepa.
Activo como nunca
Si de algo está convencido Burgos es que por sobre todo en
estos últimos tiempos el fenómeno que se registra en la Zona 72 “está activo
como nunca” y aunque insistió en no tener elementos a mano para poder develar
la incógnita de porqué ahí, aseveró que “el punto de partida” más no sea
registral de los acontecimientos “es en la década del 50”.
La serie de casos que Burgos y su equipo de ufólogos han
registrado casi de sesenta años a esta parte revela no sólo una abundante
cantidad de episodios que hablan de la presencia de “una zona caliente” en
materia de fenómenos, sino de una amplia gamas de combinaciones en lo que a
manifestaciones extrañas refiere.
“Es rarísimo lo que pasa” puntualizó el investigador
platense “porque combina muchas cuestiones que se desprenden del relato de los
testigos” aunque, remarcó, uno de los casos más emblemáticos que ocurrió en esa
zona fue el las huellas encontradas
Los archivos de FAO atesoran la siguiente información: la
medianoche del 19 de diciembre de 1998, Gilberto Mario Sánchez, por entonces de
48 años, y un grupo de operarios trabajaban en la usina de OSBA, situada en el
parque Saavedra, es decir en el área de influencia de la Zona 72, cuando vieron
surcar el cielo platense un objeto piramidal, color gris, en dirección
Este-Oeste.
En realidad, la sorpresa llegó unos días después, cuando los
empleados de la planta encontraron en el predio, cerca de la pista de
aterrizaje de helicópteros, una huella anular reverdecida de unos cuatro metros
de diámetro a la que nadie le encontró una explicación que no proviniera de una
posibilidad misteriosa.
Lo curioso del hecho fue que debajo del césped en el que
apareció esa huella circular se encontraban almacenados en un piletón
subterráneo 11 mil litros de agua, en un área en el que lo sistemas técnicos de
monitoreo y las funciones mecánicas del depósito estaban comandadas por un
potente sistema trifásico.
Area acotada
Entre otras precisiones en torno a como entiende lo que
sucede en La Zona 72, Burgos sostuvo que “los fenómenos de recurrencia dan
lugar con el paso del tiempo a las denominadas ventanas, que están fuera de las
áreas consideradas calientes. Su característica -dijo- es que se dan en cortos
lapsos y en espacios geográficos acotados”.
“Sin duda, La Zona 72 es lo más acotada que hay comparable,
por ejemplo, con el arroyo El Espinillo en campos de Atalaya, Magdalena, o en
la estancia La Esperanza, en Gobernador Ugarte”, enfatizó el investigador que
para quien en el país no hay más que seis áreas reducidas donde se registran
fenómenos de recurrencia.
El ufólogo consideró un hecho plausible que exista una zona
tan diminuta en su extensión para favorecer las investigaciones, “dado que
quienes nos dedicamos a profundizar sobre estas cuestiones tenemos el fenómeno
delante de nuestras narices”.
El titular de FAO subrayó que en la Zona 72 los hechos que
se reiteran se suceden “como si el paso del tiempo nunca hubiera alterado nada”
y de allí que Burgos se plantee como interrogante “¿qué hubo en ese sitio o que
habrá en el futuro? La incógnita, hoy por hoy, está lejos de ser despejada.
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