La leyenda de las mujeres guerreras, las míticas Amazonas,
siempre ha llamado la atención en todas las culturas, y ha sido profusamente
tratado en libros, cómics, cine y televisión. Siempre se las ha dibujado como
mujeres perfectas, de físico envidiable, fuertes y seguras de sí mismas, partes
de una sociedad que despreciaba al hombre, al que utilizaban como un mero
objeto reproductor, y con una superioridad dotada por su libertad y su ardor
guerrero. Tan admiradas han sido, que su historia se ha mezclado con la leyenda,
con la fantasía e incluso con los mitos sexuales.
La «Historia» de Heródoto es la fuente más usada para
estudiar a las Amazonas. Él las situaba cerca de la actual desembocadura del
río Don, cerca de Kazajastán, adonde marcharon tras ser derrotadas por los
griegos, sus más encarnizados enemigos.
Según ésta, las Amazonas descienden de Ares, dios de la
guerra, y de la ninfa Harmonía, y adoraban a Artemisa, diosa de la caza. Vivían
en Asia Menor, en la zona de lo que hoy es el Mar Negro, y su reino independiente
lo establecieron en Temiscira, desde donde hacían las expediciones que las
llevarías a las costas de Asia Menor y a las islas griegas del Egeo. Su aspecto
guerrero se caracterizaba por el escudo que portaban, en forma de media luna,
llamado «pelta».
Sin embargo, si bien esa era su localización inicial, tras
alcanzar Grecia en el siglo III a.C., su fama se extendió entre griegos y
romanos, y con ella, las imágenes populares de las mismas. Durante años
surgieron relatos de mujeres guerreras por todos los continentes, pero fue la
historia de sus batallas griegas las que las inmortalizaron.
Dicen de ellas que llegaron a alcanzar las islas griegas y
que se establecieron, nómadas como eran, en la isla de Lesbos, en Lemnos y en
Samotracia, y que, entre otras acciones, se apoderaron de Éfeso, donde fundaron
el templo de Artemisa, y crearon la ciudad de Mitilene, hoy día, ciudad
profundamente relacionada con el lesbianismo.
Eternas enemigas de los griegos, se enfrentaron en cruentas
batallas que han pasado a la historia de la mitología. Su primer enfrentamiento
serio sería con Heracles, quien en el transcurso de sus famosos 12 trabajos,
tenía que robar el cinturón mágico de Hipólita, reina de las Amazonas. Cuenta
la Historia que en este, su octavo trabajo, Heracles se hizo con el cinturón de
la reina, quien se lo cedió por amor, sin embargo, Hera, la esposa de Zeus,
celosa de la reina, se transformó en Amazona y provocó que Hércules matara a
Hipólita.
Teseo también tuvo la oportunidad de enfrentarse a las
Amazonas en una de sus expediciones. Enamorado de su reina, raptó a Antíope,
que así se llamaba, pero sin embargo, tiempo después, acabó por abandonarla.
Como venganza por el agravio, las amazonas invadieron Atenas.
La leyenda alcanza incluso al mismo Aquiles, quien se
enfrentó cuerpo a cuerpo con Pentesilea, otra de las reinas amazonas. En el
enfrentamiento, Aquiles atravesó el pecho de la reina, pero en ese preciso
momento, por un sortilegio, quedó perdidamente enamorado de Pentesilea. Tras su
desaparición, sus súbditas fueron apresadas y llevadas en tres barcos. Sin
embargo, allí se rebelaron y tomaron el mando de las embarcaciones. Sus nulos
conocimientos marinos las llevaron a desembarcar en las costas del Mar Azov y
allí se establecerían tras luchar contra los escitas, con quienes acabaron por
unirse para fundar la tribu de los sármatas, junto al río Don.
En esa nueva sociedad ellas tenían la libertad necesaria
para ir de caza o a guerrear; controlaban la reproducción y, en suma, los roles
sociales se invirtieron.
De lo ocurrido posteriormente y de sus tradiciones, nos
movemos ya por el terreno de lo real y lo ficticio, pues según parece sólo
necesitaban a sus hombres para segurar el matriarcado. Los varones tenían
prohibido residir en su país, y habían de alojarse en el país vecino, adonde
ellas acudían una vez al año para procrear. Si el fruto de esas relaciones
resultaba ser un niño, éste era muerto o se entregaba al padre. Si era una
niña, se la llevaban y la adiestraban como guerrera.
No fue hasta mediados del siglo XIX cuando el conde
Bobrinsky, afamado arqueólogo, descubrió los primeros esqueletos de guerreras
en los kurganes, unos túmulos encontrados en Ucrania, cerca del Dniéper. desde
entonces se han encontrado sepulturas similares, siendo uno de los más famosos
el de una sármata de unos 20 años que yacía junto a multitud de joyas, un hacha
y las riendas de un caballo.
Una última curiosidad sobre las Amazonas: el origen de su nombre, del que según dicen, podría derivar de «a» (sin) y «Mazós» (pecho), o sea, sin pecho. Quizás de esa derivación surge la historia de que las Amazonas se cortaban un pecho, el seno derecho, para así poder manejar más facilmente el arco.
Fuente: Leyendas, Mitos, Misterios y Enigmas del Mundo