domingo, 11 de agosto de 2019
El Fantasma de Andresito
Son muchos los
testimonios de sucesos extraños en la delegación de hacienda de
Vitoria, España, e incluso en los edificios que la rodean.
Psicofonías grabadas en la segunda planta del edificio, de
madrugada, donde claramente se escuchan los sonidos típicos de la
algarabía de un recreo de un colegio.
Niños jugando y
cantando canciones.
Supuestas
grabaciones de vídeo donde se ve la figura de un niño ataviada con
una especia de túnica. Vecinos que afirman escuchar risas de niños
en la oscuridad la noche. Cosas que cambian de lugar, muebles que se
mueven y que se encuentran tumbados sin que nadie haya accedido a
esas salas. Manchas y figuras extrañas que aparecen en lámparas y
en distintos lugares.
Un edificio
conflictivo en sí mismo. Incluso por problemas con los guardias de
seguridad, que no querían hacerse cargo de este lugar, se optó por
eliminar la vigilancia humana y dar paso a la tecnología. Un caso
todavía sin resolver que probablemente, todavía dé muchísimo que
hablar.
Las apariciones del
fantasma de “Andresito” nos lleva al corazón de Gasteiz, a la
delegación estatal de Hacienda situada en la calle Olaguíbel. Según
numerosos testigos, en este edificio mora el espíritu de un niño
conocido como Andresito. En 1991, un periódico local dio cuenta de
las primeras “apariciones en Hacienda”, hecho que, tal y como
recuerda Enrique, fue motivo de bromas entre los vecinos de la
capital alavesa.
“En aquella época
había un grupo de vigilantes jurados que inspeccionaba el edificio
por las noches y sus rondas dieron lugar a muchos testimonios”,
asegura. Los hubo sencillos, en los que una puerta supuestamente
cerrada aparecía abierta o una lámpara en teoría apagada quedaba
finalmente encendida. Aquello se achacó a despistes y a la impresión
que los techos altos, las amplias estancias en penumbra y el ambiente
un tanto tétrico del lugar producen de noche, pero los sucesos
continuaron.
Una noche de 1994,
uno de los vigilantes que se encontraba en el puesto de control vio
pasar a dos figuras bajando por las escaleras. Un hombre de edad
avanzada y un niño, ambos cogidos de la mano. Después de darles el
alto y explicarles que no podían permanecer en el edificio de
madrugada, el vigilante optó por dirigirse a la vecina comisaría en
busca de ayuda, ya que los intrusos no le respondían ni prestaban la
menor atención. De vuelta, agentes y vigilante registraron el
recinto sin encontrar rastro alguno del abuelo o del nieto.
Según el
testimonio del guarda, era materialmente imposible que hubiesen
abandonado el lugar, cerrado a cal y canto, sin que nadie se hubiera
dado cuenta. La leyenda urbana concluye asegurando que los
responsables de la Hacienda estatal decidieron instalar
videovigilancia para eludir este tipo de incidentes.
La imagen del niño
volvió a materializarse en numerosas ocasiones tanto en corredores
como en habitaciones o despachos. Lo extraño es que muchos
funcionarios aseguraban haberlo visto pero nadie era capaz de aportar
datos sobre sus rasgos físicos o indumentaria. Nada que permitiera
identificarlo o ubicarlo en una época concreta. Para no alarmar a
quienes se acercaban al edificio, los trabajadores renunciaron a
hablar de “el fantasma” y bautizaron al supuesto espectro con el
nombre de Andresito. Tal fue el éxito del apelativo que el inmueble
pasó a denominarse, en la jerga del funcionariado, como “el
edificio de Andresito”.
La historia olvidada
de este edificio explica que sus cimientos se alzan sobre el antiguo
convento de San Francisco, fundado en 1200. Por una serie de
circunstancias de orden urbanístico que nadie acierta a explicar,
fue demolido en los años 30. Tras 20 años de abandono, el solar fue
finalmente aprovechado en los 60 para edificar la actual delegación
estatal de Hacienda y su construcción dio origen a esta serie de
fenómenos extraños.
El único resto del
antiguo convento es un arco de piedra que aún se conserva dentro del
patio de manzana que da a la parte trasera de la delegación. Varios
vecinos de esta manzana aseguran haber oído por las ventanas que dan
a este patio común a un niño reír y correr de madrugada. En los
terrenos del antiguo convento reposaban los restos de ilustres
gasteiztarras como Olaguíbel o Landazuri y, en la Edad Media, un
cardenal que se encontraba de visita por Álava fue nombrado Papa la
noche que pernoctó en este lugar.
La Niña de las Iglesias
Era una noche como
todas, pero en especial, ésta era una noche un poco más fría, más
oscura, cerca de las 2 de la madrugada, un taxista llamado Ramon
regresaba a su casa después de todo un día de duro trabajo, en la
calle ya no había ni un alma , pero al pasar frente al cementerio
general de la ciudad se percató que una chica le hacía la parada,
éste se siguió pensando que ya estabá muy cansado y que era muy
tarde para hacer otra dejada. Sin embargo reflexionó y pensando el
peligro que podia correr alli sola penso que no podia ser tan
miserable de no llevarla.
Retrocedió su taxi
y llegó hasta ella, tenía aproximadamente entre 18 - 19 años. Al
contemplar su rostro, el taxista sintió un frío intenso y cierto
sobresalto, al que no le dió importancia, pues la niña era dueña
de un rostro angelical, inspiraba pureza, de piel blanca, muy blanca,
cabello sumamente largo, era delgada, facciones finas, con unos ojos
grandes, azules, pero infinitamente tristes, tenía un vestido
blanco, de encaje, y en su cuello colgaba un relicario bellísimo de
oro, que se veía de época.
El taxista
acongojado le preguntó a dónde la dejaba, y le dijo que quería que
la llevara a visitar 7 iglesias de la ciudad, las que él quisiera,
su voz era suave, muy triste, pero dejaba notar un timbre muy
extraño, que le dejó una sensación de miedo y misterio.
Para no hacerla
larga, el taxista la llevó a cada una de las siete iglesias sin
replicar, en cada una pasaba cerca de 3 minutos y salía con una
expresión de serenidad, de tranquilidad, pero sin abandonar de sus
ojos esa mirada de infinita tristeza.
Al final del paseo,
ella le pidió un favor. "Discúlpeme si he abusado mucho de su
bondad, mi nombre es Alicia, no tengo dinero para pagarle ahora, sin
embargo le dejaré este relicario, y ¿podría hacerme un último
favor? Vaya a la colonia Jazmines # 245, ahí vive mi padre,
entréguele mi relicario y pídale que le pague su servicio, ah, y
dígale que lo quiero y que no se olvide de mí. Déjeme donde me
recogió por favor.
El taxista se sintió
como en un trance, en donde actuaba automáticamente a la petición
de la chica, y la dejó ahí, frente al cementerio. El hombre se fué
a su casa, se sentía mareado, le dolía intensamente la cabeza, y su
cuerpo le ardía por la fiebre que empezaba a tener, su esposa lo
atendió de ese repentino mal, duró así casi 3 días.
Cuando al fín pudo
reacciónar y se sintió mejor, recordó su última noche en el taxi,
recordó a la niña angelical de las iglesias, y recordó su última
petición, que le hizo sentir un escalofrío intenso que hizo que se
simbrara de pies a cabeza, aunque él no comprendía nada, pensó
"qué raro fue todo, seguro se fue de su casa, o tiene
problemas, pero, ¿por qué en el cementerio? ¿quien era?, ¡¡ El
relicario!! ", sí ahí estaba, sobre su mesita de cama, el
relicario de Alicia, que ahora tenía restos de tierra.
Se paró como
un resorte, tomó su taxi y fue a la dirección que le diera la
chica, pero no con la intención de cobrar, sino de descubrír,
conocer, aclarar la verdad detrás de ese misterio que le inquietaba,
que le estremecía, que no quería ni pensar. Tocó, era una casa
grande, estilo colonial, vieja, entonces abrió un hombre, de edad
avanzada, alto, de aspecto extranjero, con unos ojos... sí los ojos
de Alicia, así de tristes. El taxista le dijo "Disculpe señor,
vengo de parte!de su hija Alicia, ella solicitó mis servicios, me
pidió que la llevara a visitar siete iglesias, así lo hice y me
dejó su relicario como prenda para que usted me pagara".
El hombre al ver la
joya rompió en llanto incontrolable, hizo pasar al taxista y le
mostró un retrato, el de Alicia, idéntica a la de hace 3 noches.
¿Es ella mi Alicia?, le dijo el hombre, "Sí, ella, con ese
mismo vestido"."No puede ser, hace tres noches cumplió 7
años de muerta, murió en un accidente automovilístico, y este
relicario que le dió fue enterrado con ella, y ese mismo vestido, su
favorito... hija, perdón, debí hacerte una misa, debí haberme
acordado de tí", debí..."
El hombre lloró
como un niño, lloró y lloró, el taxista estaba pálido, pasmado de
la impresión, "había convivido con una muerta" eso lo
explicaba todo. Volviendo de su estupor, le dijo al padre de Alicia,
"señor, yo la ví, yo hablé y conviví con ella, me dijo que
lo amaba, que lo amaba mcho, y que no se volviera a olvidar de ella,
creo que eso le dolió mucho".
Se dice que el padre
de Alicia recompensó al taxista, le regaló toda una flotilla de
taxis para que iniciara un negocio, todo en agradecimiento por haber
ayudado a su niña adorada a visitar las iglesias en su aniversario
fúnebre.
Edward Mordrake, el Hombre con Dos Rostros
Edward Mordrake
padeció una rara enfermedad que lo hizo nacer con un rostro extra en
la parte de atrás de su cabeza, según cuenta su historia ese rostro
de mujer no hablaba, comía ni bebía pero aún así podía reír y
llorar. Edward mismo llamaba a ese rostro 'gemelo demoniaco' pues le
susurraba cosas horribles por las noches; incluso llegó a pedir a
médicos que hicieran lo posible por extraerlo, hasta que se suicidó
a la edad de 23 años.
“Una de las
historias más raras así como de las más melancólicas de la
deformidad humana es la de Edward Mordake, quien iba a ser el
heredero de una de las familias más nobles de Inglaterra. Sin
embargo nunca reclamó el título y se suicidó a los veintitrés
años. Vivía en un retiro absoluto, evitando las visitas incluso de
los miembros de su familia.
Era un joven de
grandes conocimientos, un buen estudiante y un músico de rara
habilidad. Su figura era remarcable por su gracia natural, y su
rostro –su rostro natural- era como el de Antinoo. Pero en la parte
de atrás de su cabeza había otra cara, la de una chica muy guapa,
“adorable como un sueño, atroz como un demonio”.
El rostro femenino
era una mera máscara, “ocupando sólo una pequeña zona de la
parte posterior del cráneo, aunque mostrando signos de inteligencia
de aire maligno”. Se la había visto sonriendo y burlándose
mientras Mordake lloraba. Sus ojos seguían los movimientos del
espectador, y sus labios se movían sin cesar.
La voz era inaudible
pero Mordake aseguraba que durante la noche no podía conciliar el
sueño debido a los odiosos susurros de su “gemela diabólica”
como él la llamaba, “que nunca duerme, pero que me habla de tales
cosas de las que sólo se oyen en el infierno. La imaginación no
puede concebir las tentaciones espantosas en las que me envuelve. Por
alguna imperdonable maldad de mis antepasados estoy cosido a este
demonio – porque estoy seguro que es un demonio. Yo ruego y suplico
para que lo eliminéis del mundo, aunque yo muera”.
Estas eran las
palabras del desventurado Mordake a Manvers y Treadwell, sus médicos.
Aunque lo vigilaban constantemente consiguió procurarse veneno,
debido a lo cual murió, dejando una carta en la que pedía que la
“cara demoníaca” fuera destruida antes de su funeral, “para
que no continuase con sus espantosos susurros en la tumba”. Por
petición propia fue enterrado en tierra baldía, sin ninguna lápida
o marca que dejara constancia de su tumba”.
viernes, 9 de agosto de 2019
El Niño de Tordesillas
Octubre de 1977,
Tordesillas, Valladolid(España). Martín Rodríguez regresa del
colegio con una única idea rondándole la cabeza: salir a jugar con
sus amigos. Tan pronto como llega a su humilde casa, en la calle de
Valencia, deja la cartera, recoge una rebanada de pan con crema de
cacao y sale corriendo. Una vez más, la tarde es suya. Los niños se
entretienen jugando al bote de la malla, una clase de escondite muy
practicado en la España rural. Sin problemas, sin compromisos y sin
más preocupaciones que buscar un buen escondrijo, los chavales pasan
las horas muertas entre carcajadas, carreras y sudores. Nada altera
la feliz existencia de los chiquillos.
Martín y su amigo Fernando corren como posesos en busca de un lugar donde no les puedan encontrar. Poco a poco se van alejando de la barriada de San Vicente, y van a parar a un vetusto corral abandonado situado en la cuneta de la nacional 122. Los niños indecisos dan vueltas al viejo edificio buscando el lugar más adecuado para esconderse. Entre juegos y zarandajas comienzan a lanzar piedras sobre el derruido tejado del pajar. Una de ellas cae por uno de los agujeros y produce un sonido nunca antes escuchado por ellos. Un estruendo metálico rompe el silencio del lugar. Los pequeños se miran. No pueden resistir la curiosidad.
Los niños comienzan a ver una misteriosa luz que irradia esa parte del corral. Alzan la cabeza y presencian lo más increíble que sus pequeños e inocentes ojos jamás vieron. Una enorme lágrima lumínica de aspecto metalizado apoyada en tres anchas patas, similares a vigas, se posaba a tan sólo unos metros de ellos. Aquella especie de nave desprende luces de diversos colores que, en medio de aquel solitario corralillo, proporciona una escena poco menos que increíble. Fernando se asusta. Martín en cambio se queda fascinado.
Aquello, fuera lo que fuese, debía tener cerca de tres metros de altura por dos de ancho. Emitía un sonido similar al de un avión cuando está en tierra presto para despegar. El extraño objeto con forma de pera les recordaba a los capirotes que llevan los fieles en las procesiones de Semana Santa.
En esos instantes de asombro, algo ocurre. El sonido que emite la nave se intensifica como si estuviera cogiendo potencia. De repente, de las entrañas del artilugio mana un potente haz de luz que impacta de lleno en el abdomen de Martín. Martín se retuerce, le quema, le abrasa. Comienza a sudar, su tez se torna amarillenta, se debilita tanto que apenas oye los gritos de Fernando, su amigo del alma, que presencia la brutal agresión inmovilizado por el horror. El rayo se sigue cebando con el pequeño, al punto que parece cuestión de minutos que acabe con su vida. Con las pupilas dilatadas y un aspecto cetrino, el niño se desploma. La irradiación se corta y el extraño objeto termina de elevarse hasta perderse en el negro firmamento. Atrás ha dejado una escena dantesca: Martín, inconsciente en el suelo, y Fernando, muerto de miedo.
Martín y su amigo Fernando corren como posesos en busca de un lugar donde no les puedan encontrar. Poco a poco se van alejando de la barriada de San Vicente, y van a parar a un vetusto corral abandonado situado en la cuneta de la nacional 122. Los niños indecisos dan vueltas al viejo edificio buscando el lugar más adecuado para esconderse. Entre juegos y zarandajas comienzan a lanzar piedras sobre el derruido tejado del pajar. Una de ellas cae por uno de los agujeros y produce un sonido nunca antes escuchado por ellos. Un estruendo metálico rompe el silencio del lugar. Los pequeños se miran. No pueden resistir la curiosidad.
Los niños comienzan a ver una misteriosa luz que irradia esa parte del corral. Alzan la cabeza y presencian lo más increíble que sus pequeños e inocentes ojos jamás vieron. Una enorme lágrima lumínica de aspecto metalizado apoyada en tres anchas patas, similares a vigas, se posaba a tan sólo unos metros de ellos. Aquella especie de nave desprende luces de diversos colores que, en medio de aquel solitario corralillo, proporciona una escena poco menos que increíble. Fernando se asusta. Martín en cambio se queda fascinado.
Aquello, fuera lo que fuese, debía tener cerca de tres metros de altura por dos de ancho. Emitía un sonido similar al de un avión cuando está en tierra presto para despegar. El extraño objeto con forma de pera les recordaba a los capirotes que llevan los fieles en las procesiones de Semana Santa.
En esos instantes de asombro, algo ocurre. El sonido que emite la nave se intensifica como si estuviera cogiendo potencia. De repente, de las entrañas del artilugio mana un potente haz de luz que impacta de lleno en el abdomen de Martín. Martín se retuerce, le quema, le abrasa. Comienza a sudar, su tez se torna amarillenta, se debilita tanto que apenas oye los gritos de Fernando, su amigo del alma, que presencia la brutal agresión inmovilizado por el horror. El rayo se sigue cebando con el pequeño, al punto que parece cuestión de minutos que acabe con su vida. Con las pupilas dilatadas y un aspecto cetrino, el niño se desploma. La irradiación se corta y el extraño objeto termina de elevarse hasta perderse en el negro firmamento. Atrás ha dejado una escena dantesca: Martín, inconsciente en el suelo, y Fernando, muerto de miedo.
El Fantasma de Verdi
A 75 kilómetros de
Milán, en las afueras de Busetto, está Villa Sant’ Agata, una
imponente mansión en donde el gran compositor Guiseppe Verdi pasó
sus últimos años de vida.
Por encargo del
redactor de una prestigiosa revista, José Manuel Alonso Ibarrola ,
la fotógrafa Blanca Berlín se trasladó a Villa Sant'Agata para
hacer fotos del rincón de la casa donde se encontraba el piano del
compositor, para un reportaje con motivo del centenario de su muerte.
Ya en España,
mientras Blanca se dedicaba a seleccionar la diapositiva más lograda
de entre las 6 que había hecho en la estancia del piano de Verdi,
observó que en la tercera se podía distinguir una mano sobre el
teclado, pero el la cuarta aparecía el dueño de esa mano.
Un equipo de
especialistas analizó la foto. Su criterio fue que acudiesen al
laboratorio fotográfico que reveló la foto y pidiesen una
investigación exhaustiva para poder descartar un posible accidente
de revelado o de sobreimpresión.
En los laboratorios
, la diapositiva fue sometida durante horas al examen de un scanner
de altísima resolución. En la imagen aumentada, se pueden observar
las arrugas del pantalón del espectro, se descarta que la figura
tenga gafas y da la impresión de que viste una capa. La mano no
puede apreciarse al completo porque parece cubrirla una especie de
mitón. Sus dedos proyectan una sombra sobre el teclado, la misma que
proyectan el resto de los objetos de la habitación.
El laboratorio
determino que no había habido sobreimpresión. Se descarto que se
pudiera tratar de una impresión previa o un accidente en el revelado
por contacto con otro rollo. Se buscaron rastros de velo o de
sobreexposición u otras imágenes en los contornos de la figura
aparecida, que tendrían que haberse producido en caso de haber
ocurrido una sobreimpresión, muy improbable al tratarse de un final
de carrete en el que el resto de los fotogramas no tienen
interferencias.
Tampoco es posible
que se cruzase alguien en la trayectoria de la cámara en el momento
del disparo, realizado con trípode a una velocidad no inferior a 1/8
de segundo, pues se constató en la imagen del scanner, que la figura
no presenta el más mínimo rastro de movimiento. Si la figura
hubiese estado inmóvil, se habría impresionado con la misma nitidez
que el propio piano. Y ni la fotógrafa ni las otras tres personas
presentes durante la sesión vieron a nadie y, además, la casa
estaba cerrada al público.
Ibarrola y Blanca
Berlín pidieron ayuda a la vidente Paloma Navarrete, creyendo que
podria ser mismo Verdi el que salía en la fotografía, pero lo que
ella les dijo fue que no se trataba del famoso Verdi, sino que era un
personaje que vivía cerca de Sant'Agata y que a menudo visitaba al
compositor por las tardes.
Era un hombre muy
ilustrado que residía en la zona. Este personaje y Verdi tenían
numerosas y animadas discusiones. Un día, tuvieron una airada
discusión y este personaje ya no volvió a la casa.
A Paloma le pareció
que no se trataba de un alma en pena sino de la impregnación
energética de este personaje
Hasta el momento la
familia de Verdi se ha negado a continuar con las investigaciones
dentro de la casa.
La Carretera de La Muerte
Entre Bremen y
Bremerhaven, Alemania, se creó en 1929 una carretera que si bien,
era muy moderna para la época, comenzó a manifestar extraños
sucesos mágicos en medio de su travesía. Accidentes sin explicación
alguna se fueron sumando en corto tiempo, lo más extraño es que
todos ocurrían en el kilómetro 239.
Este hecho se
transformó en el comidillo del país, es más, apareció en varias
publicaciones de la época, y generó una investigación científica
de lo que allí podría estar ocurriendo, para lo que varios de los
sobrevivientes de estos accidentes fueron contactados.
Según sus
testimonios, en el sector donde se localizaba el kilómetro 239, se
generaba una extraña fuerza que según ellos, tomaba el control del
vehículo y por lo tanto todos se descontrolaban, sacando al vehículo
de la carretera, poniendo en peligro y terminando con la vida de
varios. Dicen los relatos de la época que habían días en que los
accidentes eran superiores a los 10 por día.
Nunca se pudo
encontrar una explicación coherente a lo que ahí ocurría, por lo
que determinaron llevar a un experto paranormal para que analizara
los sucesos. Fue Carl Whers el escogido, un adivino, que en una
sesión en el lugar de los accidentes determinó que efectivamente
existía una fuerza inexplicable en dicho lugar ya que justo debajo
de la carretera había un río subterráneo que generaba una
corriente magnética capaz de provocar volcamientos.
El gran misterio es
que este adivino enterró en dicho lugar una caja que supuestamente
equilibraba la fuerza magnética y aunque fue desenterrada y vuelta a
enterrar, se dice que mientras ha estado ahí no se han vuelto a
generar accidentes. Sin embargo algunas personas afirmaron que podría
ser una fuerza maligna que predomina en el lugar y que esa misteriosa
caja contiene un conjuro y secretos para detenerla.
miércoles, 7 de agosto de 2019
La Terrorífica Historia de la Tamalera de la Portales
María Trinidad
Ramírez Poblano, mejor conocida como “la Tamalera”, era
originaria de Tequixquiac, en el Estado de México. Vivía en la
calle Pirineos 15 Bis., en la Colonia Portales, junto al peluquero
Pablo Díaz Ramírez, padrastro de sus tres hijos.
Sus anhelos de tener
una vida feliz y llena de amor desaparecieron pronto, pues eran
muchos los abusos cometidos por su pareja. La lúgubre noche del
sábado 17 de julio de 1971, harta y decidida a hacer justicia por
su propia mano, se armó de valor para asesinar a su esposo. María
Trinidad sostuvo una pistola y sin fallar acabó con la vida de Pablo
como venganza por todo el mal que le ocasionó a ella y a sus hijos.
Pasados los días
las autoridades localizaron en un lote baldío una bolsa con dos
piernas y dos brazos, los peritos identificaron el cuerpo por medio
de sus huellas dactilares, pues Díaz tenía antecedentes penales.
Sin duda alguna las
pistas apuntaban a su esposa, así que apresurados se dirigieron a la
casa de Pirineos 15. La policía encontró un hacha, una segueta y
una sierra, todas ensangrentadas, sobre una silla, pero la sorpresa
mayor fue al descubrir la cabeza del esposo dentro de un bote con
agua fría. No había duda sobre la identidad de la homicida.
Tras un
interrogatorio María confesó lo que había sucedido con el resto
del cuerpo del difunto. Al no saber cómo deshacerse del cadáver, lo
más rápido y obvio era ocupar lo que mejor sabía hacer para
esconder toda evidencia, entonces ¡lo preparó en los tamales que
vendió durante toda la semana!
Al siguiente día
se declaró culpable, dejando en claro que no recibió ayuda por
parte de nadie, y el 29 de julio de 1971 María Trinidad fue
sentenciada a 40 años de prisión por homicidio y violación a la
ley general sobre inhumaciones y profanación de cadáveres.
Primero fue recluida en el Centro de Reclusión Femenil de Tepexpan,
Xochimilco, para después llegar al penal de Santa Martha Acatitla.
Sólo cumplió la mitad de su sentencia, pues, se dice, tenía muy
buen comportamiento y era sumamente devota, situación que favoreció
su liberación anticipada.
Lo poco que se sabe
sobre sus últimos años es que, tras regresar a la libertad, fue
directamente a su natal Tequixquiac donde recibió todo el apoyo de
su familia y pasó el resto de sus días.
La Dama de los Espejos
Cuenta la leyenda,
que una hermosa dama se encontraba en su lecho de muerte por una
enfermedad terminal y antes de morir le pidió a su esposo que su
tumba fuera forrada con espejos lo cual cumplió, ya que en su
juventud aquella mujer era de una belleza envidiable.
Antes de morir, su
esposo relata que se sentaba frente a su espejo a cepillarse su largo
cabello y admirar su divinidad, tiempo después, murió.
Sin embargo, previo
al Día de Muertos, se dice que la “Dama de los Espejos” sale del
panteón y toma un taxi en donde se encuentre y pide que la lleven al
domicilio donde vivía o al mismo panteón.
Cuando se baja del
vehículo, le pide al taxista que lo espere unos minutos o que pase
al otro día para que le pague.
Pero el taxista se
lleva una sorpresa cuando nadie sale del domicilio a liquidarle el
pasaje o se da cuenta que la mujer que entra en panteón desaparece
de repente sin dejar rastro alguno.
Cuentan que algunas
veces, salió el mismo esposo del domicilio quien le dice a los
choferes que la mujer que entró a la casa tiene mucho tiempo de
fallecida lo que hace que al taxista se le enfríe la sangre.
Hoy en día, la
tumba de la denominada “Dama de los Espejos” se encuentra un poco
deteriorada y olvidada, dado que junto a ella descansan los restos de
familiares cercanos quienes en vida se hacían cargo de los gastos
del mantenimiento.
En la tumba se
pueden observar esculturas de ángeles, distintas imágenes
religiosas, que acompañan los restos de la Dama de los Espejos en su
partida hacia el inframundo.
La Historia de Las Siete Cruces
Esta historia
verídica, paso en una estancia de un pueblo de Santa Fe República
Argentina, el 6 de abril de 1886 Aparece una familia degollada padre
madre tres hijos de las cuales la mas pequeña tenía 6 días y 2
empleados.
Sus cuerpos
masacrados fueron encontrados por unos peones emigrantes que pasaban
buscando trabajo ,uno de los cuales le saca el valioso anillo que
tenía la mujer fallecida en su mano, y siguen su camino, luego se
hace presente en el lugar el hermano del difunto y hace la denuncia y
fueron encarcelados los peones emigrantes, el hermano del difunto
hace 7 cruces de hierro y una capilla que aún está en la estancia
conocida como la 7 cruces.
El hermano siempre
iba en un ferrocarril, el único transporte de la época y rezaba
frente la capilla donde dicen que ahí puso las armas con las cuales
fueron asesinada su familia, y un vecino siempre le gritaba que haces
rezando si vos los asesinaste, ,pasan los años y Félix, que asi se
llamaba el hermano del asesinado, se enferma gravemente y en su
lecho de muerte pide hablar con un sacerdote, el cual concurre con un
policía vestido de sacerdote y ahí el confiesa que el fue el autor
de la muerte de su hermano y su familia y los criados y que lo hizo
por codicia para heredar todos los bienes de su hermano cómo único
heredero.
Luego murió, cuándo
fueron a liberar a quienes estaban pagando por un crimen que no
cometieron, ellos ya no quisieron salir de la prisión porque ya
habían perdido su vida , cuándo uno pasa por el camino donde está
la capilla de las 7 cruces se siente una energía muy extraña.
lunes, 5 de agosto de 2019
El Extraordinario Caso del Niño que Muere y Vuelve a la Vida.
En Honduras, en el
barrio Salitre municipio El Negrito Yoro, se dió a conocer el caso
de un menor de 19 meses que se ha declarado que falleció por lo
menos cuatro veces. Según los familiares, el menor al principio
comenzó con un cuadro de fiebre alta y diarrea por lo cual fue
atendido en el centro de salud de la localidad, sin embargo falleció
cinco días después.
Durante el camino al
entierro, una de sus tías escuchó ruidos provenientes del pequeño
ataúd, para asombro de todos el menor presentaba signos vitales. A
consecuencia de este suceso, acudieron a diferentes hospitales donde
terminaban declarándolo muerto y posteriormente presentaba signos
vitales.
El párroco local
sugirió a la familia que el afectado podría sufrir de catalepsia,
que es un trastorno nervioso repentino que se caracteriza por la
inmovilidad y rigidez del cuerpo y la pérdida de la sensibilidad y
de la capacidad de contraer los músculos voluntariamente, lo cual
aparenta que ha fallecido la persona que lo padece.
Los padres del
menor, estaban muy angustiados por lo que en vez de tenerlo en un
ataúd, lo mantenían en cama, "por si revivía". Esto se
debe a que cada que el menor fallecía, no presentaba signos de
descomposición y temían que pudieran enterrarlo vivo.
El menor presentaba
marcas en su cuerpo, por lo que algunas personas comentaban que eran
marcas divinas y otras personas decían que eran marcas de
descomposición. Aún así fue llamado como el niño milagro.
Esta historia
sucedió en 5 días.Se asegura que fueron en cuatro ocasiones en las
que el menor falleció y revivió, incluso se habla de una quinta
ocasión, sin embargo esta última no puede asegurarse.
Lamentablemente para la familia la última vez que sucedió esto, el
menor comenzó a presentar signos de descomposición. El mal olor fue
lo que los convenció que la ultima vez no reviviría. por lo que
decidieron darle sepultura.
Las Brujas de Tlaxcala
Hace algunos años
en el estado de Tlaxcala muchos niños recién nacidos murieron en
sus cunas, y generalmente eran pequeños que no habían sido
bautizados, por lo cual entre los habitantes las sospechas de la
existencia de brujas tomaba fuerza, pues esta leyenda inició en le
época prehispánica cuando se hablaba acerca de diversas mujeres que
se convertían en animales para entrar a las casas y chupar la sangre
de los bebés; a estas brujas también se les denominaba nahuales.
Para ser más
exactos, a principios de los años 90´s una epidemia invadió el
Estado del cual hablamos, pues muchos bebés durante la madrugada
morían en sus cunas y en todos los casos coincidía la aparición de
moretones en el pecho y en la espalda de los pequeños. Estas marcas
según comentan los pobladores, se debían a las brujas, que por la
noche viajaban conviertiéndose en bolas de fuego que se podían ver
en el cielo y que hacían que las personas adultas se sintieran
somnolientas, oportunidad que ellas aprovechaban para succionar
sangre a los bebés hasta matarlos.
Para detener estos
sucesos, los pobladores decidieron utilizar algunos métodos que hace
mucho tiempo se utilizaban pata ahuyentarlas como poner espejos en
las paredes, colocar tijeras abiertas debajo de las almohadas de los
bebés, vasos con agua debajo de las cunas o amarrando listones en
las manitas de los pequeños.
Fue así como poco a
poco estos acontecimientos fueron dejando de ocurrir, sin embargo a
la fecha aún podemos escuchar este tipo de relatos en donde grandes
bolas de fuego recorren el cielo en busca de pequeñas criaturas para
alimentarse.
La Niña con Cabeza de Muñeca
Hace muchos años
en Aguascalientes nació una terrible historia cuando una niña
acompañó a su padre a trabajar en el aeropuerto donde arreglaba
aviones. El padre dejó a la niña en un lugar seguro mientras él
iba a reparar una turbina, lamentablemente la niña por curiosidad
fue a jugar junto con su muñeca muy cerca del avión, que en cuanto
funcionó, la turbina extirpó la cabeza de la niña y el cuerpo de
su muñeca.
Los trabajadores
solo escucharon un desgarrador grito de la niña, cuando fueron a
buscarla, encontraron el cuerpo de la pequeña y la cabeza de su
muñeca, pero sus otras extremidades nunca fueron encontradas. Pasó
el tiempo y ese aeropuerto se convirtió en el Parque Héroes
Mexicanos, en cuanto comenzó a funcionar, fenómenos paranormales
comenzaron a ocurrir a los visitantes del parque durante las noches.
Hay testigos que
dicen que cuando está más desolado el parque, es cuando el espíritu
de la niña se manifiesta, siempre empieza con un susurro en el cual
la niña pregunta ¿Quieres jugar conmigo?, muchos salen corriendo
sin ver hacia atrás, pero los que se atreven a voltear aseguran ver
una niña ensangrentada cuya ropa esta desgarrada y su cabeza es el
de una tétrica muñeca.
Incluso muchos
padres de familia han visto que sus hijos juegan con alguien que no
pueden ver, sin embargo los niños se refieren al ser invisible como
a una niña. Los rumores dicen que la niña aún no puede irse a
descansar ya que su cabeza y parte de su muñeca aún siguen en el
parque.
sábado, 3 de agosto de 2019
Mokele-Mbembé
Los relatos y la
tradición oral de varias tribus africanas lo describen como un
animal de color gris parduzco y de tamaño superior al de un
elefante, de unos 4 a 6 metros de alto y 5 a 10 metros de largo.
Tiene el cuello
largo y flexible y un solodiente , aunque muy grande; otros
relatosaseguran que se trata de un cuerno . Unos pocos hablan de una
cola musculosa como la de un caimán . Vive en los ríos y trepa a
las orillas en pleno día para buscar alimento. Sus huellas se
parecen a las del hipopótamo, aunque son mayores y palmeadas; según
algunos exploradores,son circulares, del tamaño de una sartén, con
tres dedos. Su dieta estaría compuestamayormente por vegetales,
aunque hay reportes de que cazarían humanos ehipopótamos. Es
interesante notar que hay una pequeña población de estos últimos
en los pantanos del río Likouala.
Elementos míticos
Las historias sobre
el Mokèlé-mbèmbé son aparentemente un antiguo componente de la
tradición oral de varias tribus africanas, entre ellas la de los
pigmeos . Los pescadores nativos muestran una especial aversión a
ciertas zonas pantanosas en donde se cree que habita la criatura, en
vista de su presunta habilidad para cazar humanos .
Relatos
Recientemente se dio
a conocer un relatoque describe una supuesta matanza en1960 de un
ejemplar de mokèlé-mbèmbé en las cercanías del Lago Télé.
Según esta
historia, un grupo de pigmeos de la zona pantanosa del Likouala
construyó una pared para mantener a estas criaturas araya. Una de
ellas pudo atravesar la barrera, lo que originó la feroz respuesta
de los nativos. William Gibbons señala: (El) Pastor Thomas [quien
conocía a los nativos] también mencionó que dos pigmeos imitaron
los gritos del animal mientras era atacado y lanceado... más tarde
se celebró un festín por la victoria, durante el cual partes del
animal fueron cocinadas y consumidas.
Sin embargo,
aquéllos que participaron de la fiesta eventualmente murieron ya
fuera por envenenamiento alimenticio o por causas naturales. En todo
caso, debe subrayarse que los pigmeos rara vez viven más de 35 años,
y que las mujeres de la etnia dan a luz desde los doce años. Algunas
personas también cree que la mitificación (poderes mágicos, etc.)
relacionados con Mokele-mbembes (sic) empezó con este incidente."
La Novia Cadáver del Dr. Carl Von Cosel
Carl von Cosel dejó
su ciudad natal de Dresde (Alemania) en 1927 rumbo a Key West,
Florida, en busca de una nueva vida. El médico tenía entonces 50
años de edad. Una vez ahí, Cosel comenzó a trabajar en el Hospital
de la Marina de los Estados Unidos como radiólogo y patólogo.
Dotado de gran inteligencia, tenía un taller en su casa, donde
construyó numerosos inventos, como un avión hecho de chatarra y
equipo militar sobrante al que cariñosamente llamaba “Condesa
Elaine“. Y así, el médico experimentado llevaba su vida, hasta
que en abril de 1930 una paciente cambiaría totalmente su historia.
Maria Elena Milagro
de Hoyos, una bella joven cubana de 21 años de edad que había sido
diagnosticada con tuberculosis y recibía la atención del Dr. Cosel,
que en la primera quedó totalmente enamorado de la chica.
Obsesionado por esta pasión, Carl intentó recurrir desesperadamente
a todo tipo de tratamiento para salvar a la pobre Elena, desde
invenciones de pociones hasta descargas eléctricas en la paciente,
pero todas sin éxito. Elena murió poco después, a los 22 años en
su casa, y Cosel se mantuvo a su lado hasta el último aliento.
Devastado por la muerte de su amada, el médico se ofreció a pagar
el funeral y construyó un mausoleo diseñado por él mismo, con un
ataúd lleno de sustancias metálicas tales como formaldehído para
preservar el buen estado del cadáver, todo para darle un descanso a
su digna musa. Hasta ahora, una historia de amor triste ¿no? Pero
ahí es donde comienza la rareza …
Cada noche Carl
visitaba el sarcófago de Elena y pasaba horas conversando con lo que
él imaginaba era la joven, hasta que un día, de acuerdo con el
médico, ella le pidió ser retirada de la prisión en que estaba,
para que pudieran ser felices juntos. El doctor no lo pensó dos
veces y saco el cadáver de su lugar de descanso, llevándolo a la
Condesa Elaine (el avión).
A partir de ahí la
obsesión de resucitar a Elena hizo a Cosel capaz de las mayores
locuras. El médico fijó los huesos del cuerpo con ganchos de
alambre y cuerdas de de piano, llenó de trapos mojados con
sustancias los órganos ya deshidratadas de su ex paciente, reparó
su piel con cera, seda y yeso, sustituyendo sus ojos podridos con
ojos de vidrio para así recrear una cara muy espantosa de la joven,
que una vez había sido tan hermosa. Días después Cosel la vestía
con vestido de novia, tiara, velo y perfumada sobre su cama celebró
una ceremonia de casamiento. Y sí, el matrimonio se consumó con el
cadáver de la pobre Elena. Carl pasó nada menos que siete años
viviendo con la difunta.
La “alegría”
del médico sólo terminó en 1940, cuando sospecharon de los rumores
sobre lo que podría estar ocurriendo, Florinda – una hermana Elena
– descubrió la relación macabra de su “cuñado” con el
cadáver. La historia generó conmoción general y durante tres días
el cuerpo momificado de Elena fue expuesto en la funeraria. Hay
informes de algunas personas mayores, niños en el momento, de que
pasaron muchas noches sin dormir después de ver a la espantosa
muñeca cadáver. Poco después fue enterrada sin identificación en
el cementerio de la ciudad para que finalmente descansara
tranquilamente, sin correr el riesgo de ser robada de nuevo.
En cuanto al doctor
Carl von Cosel, lo que siguió fue un poco curioso. Mientras el
médico despertó el odio de la familia de su ex paciente y “esposa”,
al mismo tiempo se había ganado muchos fans debido a su “historia
de amor”. Dos de ellos consiguieron la libertad bajo fianza y el
enamorado pudo vivir en libertad en espera de juicio. Además, Carl
“ganó” el derecho a “disfrutar” de los servicios de un grupo
de prostitutas cubanas “de forma gratuita”. Como el delito
prescribió, el médico ganó la libertad y, sorprendentemente, fue
declarado mentalmente sano, sin ningún tipo de enfermedad.
La historia acaba de
terminar el 3 de julio de 1952, cuando Carl fue encontrado muerto
abrazado a una imagen de cera de su amada Elena.
La Leyenda de la Planchada
De esta leyenda hay
muchas versiones, pero la más sonada ocurrió en el Hospital Juárez,
fundado en 1857, y ubicado desde entonces en el cruce de las calles
José María y Fray Servando, colonia Centro. Se dice que en ese
lugar trabajó una atractiva mujer llamada Eulalia, cabello rubio y
ojos claros, pero lo más característico de ella era su uniforme
bien planchado y limpio.
Cuentan que además
de ser muy bella, también estaba muy comprometida, en todo momento
mostraba amabilidad, tanto con el personal como con los pacientes, y
así siguió, hasta que una mañana llegó al hospital un joven
médico de nombre Joaquín, que, según se dice, era un hombre guapo,
alto e inteligente.
Pero en aquella
ocasión Eulalia no tuvo el gusto de hablar con él, ya que se
encontraba atendiendo a uno de sus pacientes, tiempo después supo
por voz de otros que el nuevo doctor era arrogante y grosero, por lo
que no le interesó tener trato con él.
Un día le pidieron
que ayudara al doctor Joaquín a extraer una bala de un paciente, en
ese momento surgió el flechazo, varias veces le advirtieron a
Eulalia que ese hombre no era buena persona y que además tenía
amoríos con otras enfermeras, pero ella no hizo caso y en pocos días
se hicieron novios.
Al paso de un año,
él le propuso matrimonio, situación que llenó de alegría a la
enamorada enfermera, sin embargo tenían que esperar un poco para la
boda, ya que el doctor Joaquín tenía que viajar durante 15 días a
un seminario. Antes del viaje, él le pidió que le planchara un
traje y que en la tarde pasaría por él, cuando el médico pasó a
recoger el tacuche, se despidió, no sin antes prometer amor eterno.
Así pasaron varios
días, ella atendiendo a los enfermos con la devoción que la
caracterizaba. En una ocasión se encontraba en uno de los pasillos
del hospital cuando una mano en la espalda la sorprendió, era un
joven enfermero que se acercó a ella, para invitarla a una fiesta y
de paso le confesó su amor, ofendida respondió que no, y le recordó
que ella sostenía una relación con el doctor Joaquín.
Pero en aquella
ocasión Eulalia no tuvo el gusto de hablar con él, ya que se
encontraba atendiendo a uno de sus pacientes, tiempo después supo
por voz de otros que el nuevo doctor era arrogante y grosero, por lo
que no le interesó tener trato con él.
A partir de ese
momento la vida de Eulalia cambiaría, ya que se enteró por boca de
ese joven que su enamorado se encontraba de luna de miel y que además
había renunciado al hospital. Con la esperanza de que aquello fuera
mentira, corrió al registro para averiguar si la noticia era cierta,
y efectivamente, él había renunciado.
A raíz de ello, la
enfermera impecable y amable se fue, se volvió una mujer amargada y
que además dejó de realizar su trabajo con el mismo entusiasmo.
Dejó de preocuparse por su aseo personal, además de que también
descuidó a sus pacientes, maltratándolos y causando la muerte de
muchos al no medicarlos correctamente.
Corrieron los años
y ella cayó enferma, formando parte de los pacientes del Hospital
Juárez. Se cuenta que ella se arrepintió de causar tanto
sufrimiento a los internos y hasta antes de morir lo hizo saber.
Desde el día de su muerte se dice que ronda el alma en pena de la
enfermera por el hospital para pagar su culpa y hay quienes aseguran
haberla visto con su uniforme bien planchado y limpio.
jueves, 1 de agosto de 2019
La Historia de Santa Inocencia
La Historia de
Santa Inocencia, sus reliquias, que consisten en el resto de una mano
y un recipiente con su posible sangre, prosigue en 1860 cuando el
Convento de las Agustinas es clausurado, pero las reliquias se
conservaron en ese lugar por más de 40 años, hasta que en 1915 son
llevadas al Templo de San Sebastián, y en 1925, fueron trasladadas a
la Catedral de Guadalajara, que es una basílica consagrada a la
Asunción de la Virgen desde 1516.
Cuenta la conseja
popular que hace muchos años una niña llamada Inocencia, escuchaba
atenta a sus compañeritas de la escuela platicar sobre su primera
comunión; para ella esto era un sueño pues quería recibir el
cuerpo de cristo. Un día llegó muy alegre a casa y le dijo a su
padre que quería hacer su primera comunión; éste comenzó a
golpearla de una manera inhumana prohibiéndole que se acercara a las
personas que la querían convencer de 'tal tontería'.
Un día la monja que
impartía el catecismo le extrañó escuchar rezos y cánticos fuera
del lugar. Grande fue su sorpresa al encontrar a la niña hincada
sobre el musgo haciendo oración. Conmovida, la invitó a que tomara
las clases dentro de la casa. 'Es mejor tener al bien aliado, que al
mal', le dijo la monja.
Llegado el gran día,
varios niños vestidos de blanco y con vela en mano esperaban en la
entrada de Catedral, entre ellos Inocencia luciendo un vestido de
encajes que la monja le había conseguido. Por fin, Inocencia
experimentó esa sensación de recibir el cuerpo de Cristo.
Llena de alegría se
dirigió a su casa para darle la noticia a su padre; al no
encontrarlo en la sala, se encamino a la cocina y lo vio preparándose
algo. Inocencia le dio la buena nueva y él, agachando la cabeza, se
volteó velozmente y le clavo en el pecho un cuchillo. El señor huyó
sin saberse su paradero, mientras los vecinos alertados por el grito
que escucharon se arremolinaron alrededor del cuerpo de Inocencia.
Por semejante suceso la trasladaron a la Catedral donde hasta hoy su
cuerpo descansa en paz, siendo testigo mudo del amor profundo de una
niña por la eucaristía.
El Encierro, el Sádico y Macabro Caso de Sylvia Likens
El 26 de octubre de
1965, fue encontrado sin vida el cuerpo desnutrido, torturado y
violado de Sylvia Likens. Una joven de 16 años, la tercera hija de
Lester y Bertha “Betty” Likens, unos padres disfuncionales y con
problemas económicos que, en junio de 1965, decidieron dejarla junto
con su hermana pequeña Jennifer, al cuidado de una ama de casa
llamada Gertrude Baniszewski, quien criaba a sus 7 hijos (de
distintos y fracasados, matrimonios) y a quien habían conocido pocos
días antes en la Iglesia.
Sylvia era una
muchacha callada y agradable a la que todos querían, que además
ayudaba fregando los platos y planchando. Su hermana Jennifer también
era muy callada, y había nacido con una pierna encogida, que había
ido avanzando hasta llegar a poliomielitis. A pesar de su
discapacidad, se las arreglaba para bailar y montar en patineta, y
llevar la vida normal de una niña de su edad. Sus padres pagaron a
Baniszewski unos muy necesitados 20 dólares a la semana por cuidar
de las niñas, y quedaron convencidos de que Gertrude cuidaría de
Sylvia y Jenny como dos más de sus hijos.
Gertrude
Baniszewski pasó una vida de carencias materiales y emocionales. Su
padre murió cuando ella tenía once años, dejando a su madre con
seis niños para criar. Cinco años más tarde, a los dieciséis,
Gertrude dejó el colegio y se casó con John Baniszewski, de
dieciocho años. Tuvo cuatro hijos. Ella y John se divorciaron luego
de diez años de relación.
Ella se casó de
nuevo, esta vez con Ed Gutherie, pero esta unión sólo duró tres
meses. Gertrude se dio cuenta de que había cometido un error. Luego
cometió uno más grande: se volvió a casar nuevamente con su primer
marido, John, y tuvo dos hijos más antes de divorciarse de él por
segunda vez en 1963.
Nunca acostumbrada a
estar sola, Gertrude se mudó con Dennis Lee Wright y, prontamente,
dio a luz al niño número siete antes de que Dennis se fuera.
Durante esta serie de embarazos, Gertrude también tuvo seis abortos.
Para 1965, Gertrude
tenía treinta y siete años y se veía como una persona de sesenta.
Fumaba sin parar, bebía constantemente, sufría de asma y tenía una
serie de achaques. Su única entrada económica consistía en lo que
podía extraer de los padres de sus hijos. Para completar sus gastos,
planchaba ropa a encargo.
Un día, dos
desconocidos llamados Betty y Lester Likens le pidieron a Gertrude
que cuidara de sus dos hijas mientras ellos trabajan para un circo en
Florida. Las dos niñas ya conocían a los hijos de Gertrude: los
habían visto a la salida de la iglesia. Los padres le ofrecieron
veinte dólares a la semana y Gertrude aceptó.
En el verano de
1965, Sylvia de dieciséis años, y Jenny de quince, se mudaron con
Gertrude y sus hijos al 3850 de East New York St., en la pacífica
ciudad de Indianápolis, Indiana.
La primera semana en
la casa de Gertrude no ocurrió nada fuera de lo normal. Las dos
chicas Likens parecían llevarse bien con los chicos Baniszewski.
Siete días después
de que las niñas llegaran a la casa de Gertrude, el cheque prometido
por los padres se retrasó. Gertrude sin mediar palabras, les dijo:
“Bien, perras, he cuidado de ustedes durante una semana por nada”;
acto seguido, las llevó al sótano y las azotó con un cinturón.
Jenny no aguantó el castigo y Sylvia se ofreció para que a ella le
tocara también el castigo de su hermana; Gertrude accedió. Al día
siguiente, llegó un sobre con los veinte dólares por correo; se
había retrasado por una confusión del cartero.
Dos días más
tarde, los Likens se tomaron un tiempo libre del empleo en el circo
para pasar por la residencia de los Baniszewski para ver cómo
estaban sus hijas. Por temor, las jóvenes no se quejaron ni contaron
lo sucedido. Todo parecía estar bien, así que los Likens se
regresaron tranquilos y convencidos de que todo estaba bien.
Poco a poco fueron
pasando los días en aparente calma, hasta que por alguna razón
Gertrude se convenció de que Sylvia estaba pasando demasiado tiempo
en la tienda de alimentos. Sylvia trató de explicarle que había
encontrado unas botellas de refresco vacías y estaba devolviéndolas
para ganar un poco de dinero extra. Gertrude no quería oírla.
Decidió castigar a Sylvia pegándole con una paleta. La paleta tenía
un espesor de casi un centímetro.
Luego de esa primera
vez, Sylvia siempre era culpada por romper las reglas de la casa.
Cuando Gertrude se cansaba de sufrir de asma, ponía a su hija mayor,
Paula como encargada de la paleta. Paula, una obesa chica de ochenta
kilos, amaba su nuevo poder. Ella le aplicaba la paleta a Sylvia una
buena cantidad de veces.
A medida que
avanzaba el verano, parecía que para Gertrude todas las desgracias
del mundo eran culpa de Sylvia. A la hora de la cena, en la mesa,
Sylvia generalmente no recibía comida. Se le obligaba a observar
cómo comían los otros. A veces, su hermana Jenny robaba un poco de
pan para ella, pero era tanto el temor que sentía hacia Gertrude que
nunca se atrevió a desafiarla.
Los castigos
empezaron a aumentar en intensidad y frecuencia. En una ocasión,
Paula acusó a Sylvia de que hablaba mal de ella. Gertrude tomó a la
niña, la puso en la sala, delante de todos, y comenzó a quemarle
los brazos con un cigarrillo encendido. Todo se convirtió en un
juego perverso, orquestado por una mujer diabólica que estaba
descargando las desgracias de su vida en una niña indefensa. El
abuso continuó, interrumpido solamente cuando los de afuera entraban
en la casa.
Un día, el
reverendo Roy Julian pasó a saludar. Se fue bastante preocupado por
Gertrude, pues en su condición de enferma era difícil soportar tal
contingente de niños. La señora Saunder, enfermera de salud
pública, hizo una llamada. Gertrude explicó que una de las niñas a
su cuidado, Sylvia Likens, era una prostituta y estaba corrompiendo a
sus hijos. La señora Saunders se compadeció, pero nunca regresó.
Gertrude decidió que Sylvia no estaba a la altura para dormir arriba
con el resto de la familia.
La niña fue
arrojada escaleras abajo con un empujón, al sótano que se parecía
a un calabozo privado. Desde ese momento, sólo la alimentaron con
galletas saladas y agua. Se desnutrió y deshidrató.
Cada cierto tiempo,
los chicos la sumergían en baños hirvientes. Cuando era sacada, su
cuerpo estaba rojo por el calor. Una vez se desmayó y fue arrastrada
fuera del agua por el cabello. Sylvia, ahora cubierta por quemaduras
de cigarrillos y otras heridas causadas luego de ser lanzada por el
aire y arrastrada por el piso de cemento, recibió el tratamiento de
Paula: le pasó sal por las heridas.
En varias
ocasiones, ataban a Sylvia Likens a una viga de madera que había en
el sótano, después de una gran cantidad de golpes que le propinaban
ambos. En una ocasión, Richard Hobbs acogotó a Sylvia durante tanto
tiempo que todo el mundo pensó que se había muerto.
Durante ese largo
período, la señora Baniszewski contó por todo el vecindario que
Sylvia era una prostituta, lo que causó que los vecinos no la
miraran con buenos ojos. Luego obligó a la niña a escribir varias
cartas donde detallaba escabrosos asuntos sexuales y confesaba que
era una prostituta. Gertrude dijo además que Sylvia no había hecho
más que causar problemas desde que llegó a su casa y que era una
muchacha inmanejable, y que justamente por eso la había enviado al
Reformatorio de Indiana.
Los vecinos y
vecinas que vivían a lado de la casa de la señora Baniszewski oían
gritos, lamentos, gemidos y golpes, pero no hicieron nada al respecto
porque pensaron que era mejor no meterse en problemas.
El espíritu de
Sylvia terminó por romperse y dejó de pelear por su vida. Fue el
día en que Gertrude le ordenó a Jenny que cacheteara continuamente
la cara de su hermana hasta que se pusiera totalmente roja. Luego del
incidente, Sylvia ya no se resistió al abuso. Gertrude le arrancó
la blusa y los pantalones cortos para dejarla totalmente desnuda; así
permaneció de allí en adelante.
Atada en el sótano,
tiritaba de frío y sufría hambre y sed, además del abuso de todos
los que deseaban solazarse en su dolor. Muchos niños y adolescentes
convirtieron en rutina su viaje vespertino al sótano para golpearla,
quemarla, tirarla al piso y patearla entre varios, morderla, besarla
y abusarla sexualmente. Otros iban a presenciar las vejaciones y a
burlarse. Llevaban a sus novias e invitaban a otros amigos.
Frecuentemente, estos otros invitados también decidían participar
en los tormentos a la niña.
Gertrude llegó en
una ocasión a obligar a Sylvia a que se introdujera por la vagina
una botella de cristal de Coca Cola, ante la mirada lasciva y
divertida de sus hijos y sus amigos. La botella se rompió estando
dentro de la niña y le desgarró las paredes vaginales. Todos
celebraron el hecho con risas y aplausos mientras Gertrude fumaba un
cigarrillo tras otro.
Gertrude se cansó
de la tarea, pero Hobbs se hizo cargo del trabajo y lo completó. Esa
tarde, Coy Hubbard pasó por la casa. Golpeó a Sylvia en la cabeza
con un palo de escoba, dejándola inconsciente.
A la mañana
siguiente, Sylvia estaba incoherente y hablaba sobre irse con sus
padres y alcanzarlos en la feria donde se encontraban. Tenía
moretones por todo el cuerpo, hedía a causa de la falta de aseo y
sus cicatrices de quemaduras resaltaban por todas partes de su piel.
Gertrude decidió que debía mojarla con la manguera. Una manguera de
jardín fue llevada hasta el sótano. Todo el mundo se rió mientras
el agua salpicaba sobre el demacrado cuerpo de Sylvia. En un momento,
ella ya no se movió. Sylvia Linkens estaba muerta.
Richard Hobbs llamó
a la policía con la vaga noción de que ellos le aplicarían
respiración boca a boca para resucitarla y todo estaría bien. Al
ver el cuerpo, los oficiales y médicos declararon que el de Sylvia
Likens era el peor caso de abuso físico que habían investigado en
la historia del estado de Indiana.
Sylvia Likens murió
por hemorragia cerebral, shock y desnutrición.
Los juicios fueron
una sucesión de testimonios autoinculpatorios. Todos los
adolescentes y niños aceptaron su culpabilidad y detallaron ante el
horrorizado jurado los castigos a que habían sometido a la pequeña.
Solamente Gertrude intentó zafarse de todo y lanzar la culpa sobre
sus hijos y sobre los demás chicos. Declaró que ella no había
sabido nada de lo que ocurría en su sótano, pero todos los demás
dieron la misma versión: ella alentaba la tortura y participaba en
ella. Jenny, la hermana de Sylvia, declaró lo mismo.
La mayoría de las
personas que fueron invitadas a ver como torturaban a Sylvia,
terminaban maltratandola también, la humillaron y violaron, y ellos
parecían deleitarse con todos esos gritos de dolor y querían
también maltratarla, en el momento del juicio, el fiscal les
pregunto el porqué de su actitud, por qué maltrataban también a
Likens, por qué no hicieron nada para ayudarla, todos contestaron
que no sabían, ninguno de ellos supo justificar su actitud.
Gertrude Baniszewski
fue hallada culpable de asesinato en primer grado y sentenciada a
cadena perpetua. Se le recluyó en la Prisión de Mujeres de Indiana.
Obtuvo su libertad condicional el 4 de diciembre de 1985, luego de
estar veinte años en prisión. Poco antes de morir en 1990, Gertrude
Baniszewski aceptó finalmente su culpabilidad, responsabilizando a
sus problemas personales y a una serie de medicamentos que ingería.
Paula Baniszewski
fue hallada culpable de asesinato en segundo grado y sentenciada a
cadena perpetua. Obtuvo su libertad condicional el 23 de febrero de
1973, luego de servir siete años en prisión. Tuvo una hija en ese
mismo año y la llamó Gertrude.
Coy Hubbard fue
hallado culpable por homicidio impremeditado y sentenciado a 21 años
de prisión. Se convirtió en un delincuente y volvió a la cárcel
con frecuencia.
Richard Hobbs fue
hallado culpable por homicidio involuntario y sentenciado a 21 años
de prisión. Murió a los 20 años de cáncer de pulmón.
John Baniszewski
Jr., pese a tener trece años de edad, fue sentenciado a cumplir 21
años de cárcel; fue el preso más joven del reformatorio de la
historia de ese estado. Tras cumplir su condena, se convirtió en
pastor laico, para contar su historia.
Stephanie
Baniszewski fue hallada culpable por cómplice y fue sentenciada a
cumplir 12 meses en prisión. Ella junto con Coy Hubbard arrojaron a
Sylvia por las escaleras del sótano, lo que le produjo una
hemorragia cerebral.
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