Una de las grandes preguntas de la historia es la de ¿quiénes fueron los Cátaros? Para esta pregunta, la respuesta es mucho más sencilla que otras dado que hay documentos y testimonios que confirman quienes eran exactamente. Se trataba de un movimiento de carácter gnóstico que nació a mediados del siglo XI y que no tardó en ser tildado como de herético por la Iglesia Católica de aquel entonces.
Aunque había comunidades cátaras por toda la zona de Europa occidental, su sede (por llamarlo de alguna forma) se encontraba en la región francesa de Languedoc. Se caracterizaban principalmente por una teología dual, la cual se basaba en la creencia de que el universo estaba compuesto por dos mundos en conflicto, el celestial y espiritual, creado por Dios, y el maligno, creado por Satanás, dejando claro que creían tanto en el bien como en el mal.
Entre sus creencias destacaban la de que las almas se reencarnarían hasta que éstas fuesen capaces de escapar del mundo material y poder elevarse al paraíso inmaterial y una de las formas de escapar al ciclo de las reencarnaciones era vivir de forma asceta y no dejarse corromper por los placeres del mundo.
Tenían al hombre como un lugar donde tanto el Dios de la luz como el de las tinieblas y el terror combatían duramente sin cuartel. Se alimentaban lo menos posible porque creían que la materia ingerida no ayudaba a llevar una vida casta, aunque sabían que si no comían se morían, por ello siempre intentaban comer poco pero lo más sano posible, sobre todo los productos que da la tierra y nunca carne, queso o cualquier otro producto nacido de la carne por vía de generación o de coito.
También tenían consigo la castidad, pero no tal como la veía la iglesia católica. No condenaban la actividad sexual siempre que esta fuese estéril, lo que sí condenaban era el matrimonio y la procreación, lo que hizo que pronto se ganasen la fama de que los cátaros llegaron a organizar grandes orgías “contra natura”, siendo permitida la homosexualidad o cualquier otra clase de relación sexual, siempre que no conllevase la procreación.
Los cátaros se dividían en dos grupos, creyentes y perfectos. Los primeros llegaban a tal, mediante una ceremonia conocida como convenza y éstos estaban al servicio de los perfectos. Para ser perfecto había que pasar por una serie de duras pruebas que no todo el mundo conseguía llevar a cabo. Al poco tiempo de comenzar la iniciación se recibía el consolamentum y desde ese momento, el perfecto estaba obligado a llevar una vida tal como estaba estipulada por los cátaros, donde hay que destacar que tenían prohibido casarse, y en el caso de ya estarlo, debían abandonar a su familia.
El Papa Inocencio III fue quien inició la cruzada contra los cátaros, conocidos también como albigenses, y contaba con el apoyo de Ramón VI, conde de Tolosa, quien había prometido ayudar a la iglesia a perseguir a los herejes aunque finalmente no hizo nada, por lo que el Papa intentó ganar el apoyo del rey de Francia para tal fin, pero Felipe Augusto, embarcado en una cruzada contra los ingleses, no le hizo caso.
Poco a poco fue consiguiendo apoyos y los cátaros fueron siendo derrotados en diferentes batallas, lo que hizo que se refugiasen en el año 1232 en el castillo de Montsegur, en lo más alto de un monte de apariencia inexpugnable, pero once años después, Hugo de Arcis, el senescal de Carcasona, se hizo con un ejército de diez mil hombres, sitió el castillo en el que aún permanecían unos quinientos cátaros, una pequeña guarnición de hombres armados y algunas familias.
Tras un largo sitio, el 16 de marzo de 1244, tras celebrar por última vez el equinoccio de primavera según el rito maniqueo, hicieron una enorme hoguera a los pies del castillo, donde 210 perfectos que habían elegido la muerte, se lanzaron a las llamas cantando, no sin antes haber dado órdenes a cuatro perfectos para que escondiesen sus libros sagrados y el tesoro de los cátaros, objetos que aún a día de hoy no se han llegado a encontrar a pesar de lo avanzado de la técnica de hoy en día, haciendo que el misterio que siempre ha rodeado a los cátaros sea aún más importante.