sábado, 11 de enero de 2020
La Leyenda del Auto Rojo de Cuernavaca
Esta leyenda de
terror afirma que cada cierto tiempo se suele observar, en la
carretera que une a Cuernavaca con la Ciudad de México, a un
vehículo de color rojo conducido por un grupo (mencionan desde tres
hasta cinco) bellas e impactantes mujeres. Las féminas van gritando
de alegría y felicidad, como que van hacia una fiesta e invitan a
quienes se acercan a subirse al vehículo.
Para lograr su
objetivo recurren a todo tipo de artilugios como mostrarles parte de
su cuerpo, propuestas indecentes, en fin recurriendo a todos sus
encantos para que el desprevenido transeúnte se suba al carro….que
será lo último que haga en su vida.
Poco tiempo después
el cadáver del desdichado aparecerá al costado de algún camino
rural, con su cuerpo recubierto de extraños símbolos y con síntomas
de haber sido torturado bajo rituales satánicos. Sólo los hombres
pueden ver este vehiculo y quienes han resistido la tentación de
subirse al mismo (muy contadas excepciones) han manifestado que el
color escarlata que decora al vehículo es la sangre de los incautos
que no han podido resistir el impulso de obedecer a las hermosas
mujeres.
Estas mujeres no son
más que brujas en busca de almas para realizar sus rituales o
incluso demonios que adoptan la forma femenina para atraer a los
incautos.
La Leyenda de las Matrioska
El viejo Serguei,
fabricaba preciosos objetos de madera: silbatos, juguetes,
instrumentos musicales… Para ello, todas las semanas, salía a
buscar buena madera al bosque para su trabajo.
Aquella noche había
nevado mucho, pero con los primeros rayos de sol de la mañana,
nuestro amigo salió esperando tener fortuna y encontrar un buen
tronco con el que poder trabajar la madera. Pero sólo encontró
viejos trozos de madera húmedos y pequeños, que con suerte solo
podían servirle para calentarse al fuego.
Cuando iba a
retirarse rendido por el cansancio, algo llamó su atención: un
bulto grande sobresalía sobre la nieve. Al agacharse, vio el más
hermoso de los troncos que nunca había recogido, de una maravillosa
madera blanquecina. Serguei tomó fuerzas y recogió el tronco, que
transportó hasta su casa. Tomó aquel tronco como el mayor de los
tesoros y pensó que debía valer para hacer algo muy especial.
Pasó días y noches
sin dormir, hasta que por fin se le ocurrió hacer una muñeca con la
madera y así lo hizo. Cuando terminó, estaba tan orgulloso de su
trabajo, que decidió no ponerla en venta. Se sentía muy solo y
aquel pequeño objeto lo acompañaba en su soledad.
-Te llamaré
“Matrioska”- dijo a la pequeña muñeca.
Cada mañana,
Serguei se levantaba y saludaba a su amiga:
-Buenos días,
Matrioska. Hasta que un día, la Matrioska contestó:
-Buenos días,
Serguei. -Serguei se quedó muy impresionado y volvió a responder:
-Buenos días,
Matrioska.
El viejo carpintero
se sentía muy afortunado de tener alguien con quien conversar en su
soledad. Pero Matrioska solo hablaba cuando los dos estaban solos.
Un día, Matrioska
se levantó muy triste. Serguei, que lo había notado, preguntó:
– ¿Qué te pasa,
mi querida Matrioska?
– ¡Que no es
justo!
– ¿El qué?-
contestó el carpintero.
– Cada mañana me
levanto y veo a la osa con sus oseznos, a la perra con sus perritos…
incluso tú me tienes a mí. Yo querría tener una hijita- contestó
la Matrioska.
– Pero entonces
-le dijo Serguei- tendría que abrirte y sacar madera de ti, y eso
sería doloroso.
-Ya sabes que en la
vida las cosas importantes siempre suponen pequeños sacrificios-
contestó la bella Matrioska.
Y así fue como el
carpintero abrió a su pequeña muñeca y de ella extrajo madera de
su interior, para crear una muñequita más pequeña pero exactamente
igual a ella, a la que llamó Trioska.
Desde aquel día,
todas las mañanas saludaba:
– Buenos días
Matrioska, buenos días “Trioska”.
– Buenos días,
Serguei- respondían al unísono.
Muy pronto ocurrió
que Trioska también sintió la necesidad de ser madre. Así, el
viejo Serguei volvió a repetir el proceso y de ella sacó otra
muñeca exacta a ella pero más pequeña a la que llamó “Oska”.
Al cabo de un
tiempo, también el instinto maternal se despertó en Oska, que rogó
a Serguei que la hiciera madre. Al abrir a Oska, se dio cuenta de que
sólo quedaba un mínimo trozo de madera. Sólo una muñeca más
podría realizarse.
Entonces, el viejo
carpintero tuvo una gran idea. Fabricó un diminuto muñeco y antes
de terminarlo, le pintó unos grandes bigotes. Cuando lo hubo
terminado, lo puso delante del espejo y le dijo:
– Mira , “Ka”,…
Tú tienes bigotes. Eres un hombre. Por tanto, no puedes tener un
hijo o una hija dentro de ti.
Después abrió a
Oska. Puso a Ka dentro de Oska. Cerró a Oska, abrió a Trioska. Puso
a Oska dentro de Trioska. Cerró a Trioska, abrió a Matrioska. Puso
a Trioska dentro de Matrioska y cerró a Matrioska. Un día,
Matrioska desapareció misteriosamente de la casa de Serguei.
El Demonio De Jersey
El Diablo o Demonio
de Jersey, es una criatura pseudocríptida, perteneciente a la
cultura popular estadounidense.
La criatura se describe a menudo como
un bípedo volador con pezuñas, pero hay muchas variaciones. La
descripción más común es la de una criatura similar al canguro con
la cara de un caballo, la cabeza de un perro, correosas alas de
murciélago, cuernos sobre la cabeza, brazos pequeños terminados en
manos con garras, pezuñas hendidas y una cola bifurcada. Se ha
informado que puede moverse rápidamente para evitar el contacto
humano, y a menudo se le describe como capaz de emitir un
"espeluznante grito."
El origen más
aceptado de la historia, en lo que se refiere a residentes de Nueva
Jersey, se inició con la madre Leeds y es el siguiente:
"Se dice que
Madre Leeds tuvo 13 hijos, y después de dar a luz a su hijo numero
12, declaró que si tuviera otro, sería el Diablo. En 1735, Madre
Leeds entró en trabajo de parto en una noche tormentosa. Reunidos en
torno a ella estaban sus amigos. Madre Leeds era supuestamente una
bruja y el padre del niño era el mismo Diablo.
El niño nació
normal, pero luego cambió de forma. Pasó de un bebé normal a una
criatura con pezuñas, cabeza de caballo, alas de murciélago y un
cola bifurcada. Gruñó y gritó, y luego mató a la partera antes de
volar por la chimenea. Recorrió las aldeas y después se dirigió
hacia los pinos. En 1740 un clero exorcizó al demonio por 100 años
y no fue visto de nuevo hasta 1890."
jueves, 9 de enero de 2020
Leyenda de la Matlazihua
Muchos aseguran
haberla visto caminando, casi flotando por las calles de Miahuatlán.
Han visto a una mujer vestida de blanco caminando a altas horas de la
noche y madrugada cerca del arroyo que cruza la ciudad. Aunque nadie
recuerda con certeza las facciones de su rostro, una vaga imagen en
la memoria de los que la han visto dicen que es una hermosa mujer,
coqueta, de movimientos suaves que los seduce inmisericorde.
La Matlazihua se
les aparece a los borrachos o a los enamorados que vagan por la
ciudad a altas horasde la noche. En su coqueteo, los seduce a
seguirla, siempre hacia el arroyo. Con sus movimientos crea un
embrujo paralizante que hipnotiza a los que la siguen en la densa
oscuridad. Con este encanto los arrastra hacia lugares donde crecen
las plantas de huizache, una planta espinosa que se caracteriza por
su fuerte olor. Los encantados por el embrujo de la Matlazihua
despiertan del encantamiento sobre estas plantas, espinados y
adoloridos, y su reacción es casi siempre invariable por no saber
qué hacen y cómo llegaron a ese lugar.
“Mujer que enreda”
era el significado de la mujer en dialecto zapoteco, se trataba de
una atractiva dama, vestida de blanco, de larga cabellera y hermoso
rostro. Siempre a media noche se escuchaba su caminar en las calles
empedradas y solitarias de pueblos como Mihuatlán o Santa Maria Sola
de Vega. En su andar, atraía de manera hechizante a cualquier hombre
que se le atravesara en su camino para arrastrarlo a la perdición.
Hay tantas historias
de este señuelo femenino vestido de tela blanca -casi transparente-,
que aún los ancianos oaxaqueños creen o aseguran haberla visto en
su época dorada y quizá haber tenido un encuentro cercano con ella.
Según la creencia
en el siglo pasado, cuando el alumbrado de las calles aún se obtenía
con velas de cebo, en la Ciudad de Oaxaca había un General quien se
había ido de parranda con unos amigos y estos se acompañaban de
esos músicos callejeros que andan en todos los moles. El grupo de
eufóricos borrachos caminaban zigzagueantes y alegres por el llano
de Guadalupe, hoy Paseo Juárez. Cuando de pronto… apareció ella.
Se trataba de una
hermosa mujer, delgada, vestida de blanco con un rebozo negro y el
pelo suelto. Ante la mirada de todos, ella hizo una irresistible
señal al militar, que bien era reconocido por no tenerle miedo al
enemigo en épocas de la Intervención Francesa ¿Cómo iba a
rechazar hacerle caso a la bella dama? Seguido de sus encantos, el
general desapareció tras seguir a la mujer y alejándose ante los
ojos de todos como si fuera arrastrado por la imagen.
Al momento, todos
corrieron dispersándose por todas partes: ¡La Matlazihua! ¡La
Matlazihua! ¡Se lo llevó la Matlazihua! Gritaban al mismo tiempo
que arrancaban la partida dejando sus sarapes, guitarras y botellas.
Seguramente hasta la borrachera se les olvidó mientras huían y se
perdían en la oscuridad de las calles.
Dicen por ahí que
días después, el General fue encontrado hecho una desgracia, bajo
el puente en donde corre el rio de Jalatlaco, cercano al panteón. Su
infortunio dicen que fue por una golpiza de algunas personas quienes
habían sido cómplices de aquella hermosa pero falsa visión.
Algunas lenguas
afirman que la Matlazihua era una mujer real de aquella época, que
ciertamente cautivaba a los hombres con su belleza, se los llevaba y
los seducía; pero en medio de las caricias los despojaba de sus
pertenencias como su salario o una que otra joya.
Lo cierto es que
padres conservadores, tías solteronas y madres angustiadas,
ordenaban a todos los varones resguardarse en casa antes del toque de
oración, Así para cuando aparecía el sereno, el encargado de
vigilar las calles y regular el alumbrado público con las velas de
cebo, todos debían estar en casa ya que alguna bella imagen podría
reaparecer.
La Posesión de Clara Germana Cele
Uno de los casos más
impactantes de supuesta posesión demoníaca afectó a la misionera
sudafricana Clara Germana Cele, de quien se dice que en 1906 realizó
un pacto con el diablo mientras realizaba un viaje de misión
evangelizadora en Natal (Sudáfrica).
De acuerdo a la
revista católica The Catholic Digest, Clara confesó aquel pacto con
su sacerdote desde los 4 años, Erasmus Horner. Posteriormente
comenzó su calvario.
Según señala el
citado medio, el 20 de agosto de 1906 se produjo la primera
manifestación demoníaca, cuando ella se desgarró los vestidos,
rompió una de las columnas de su cama, gruñó como animal y habló
con seres invisibles. Todo eso fue presenciado por las hermanas que
la tenían a su cuidado.
“Por favor, llamen
al padre Erasmus, tengo que confesarme y decirlo todo, pero dese
prisa o satán me matará. ¡Me tiene en su poder! No llevo nada
bendecido, he tirado todas las medallas que usted me dio. Me has
traicionado. Me habías prometido días de gloria, pero ahora me
tratas cruelmente”, les habría dicho en un momento de lucidez.
Hasta esa fecha,
todo el grupo cercano a Germana Cele la había considerado como una
joven de 16 años normal, sin embargo, tenía algunas excentricidades
que llamaban la atención de la comunidad eclesiástica.
La historia dice que
el agua bendita se secaba cuando se la rociaban en misa, pero su
reacción con el agua corriente de llave era normal. Además daba
fuertes gritos cuando le acercaban una cruz.
Según el libro The
Devil’s bride: exorcism: past and present, los casos más complejos
se daban cuando ella lograba levitar hasta un metro sobre el suelo,
lo cual era observado en su habitación y en la iglesia.
“Clara flotaba a
menudo hasta a metro y medio del suelo, unas veces verticalmente con
los pies hacia abajo, y otras veces horizontalmente, con el cuerpo
flotando sobre la cama. Permanecía en una postura rígida y ni
siquiera la ropa se le veía abajo, como hubiera sido normal”,
declaró el padre Erasmus Horner en la oportunidad.
Se dice también que
en una oportunidad, mientras la estaban sujetando, le tiró un rayo a
una monja que estaba arrodillada frente a ella rezando. Luego de eso
la mordió en un brazo, dejando una marca similar a la mordida de una
serpiente.
El 10 de septiembre
de 1906 se dio el permiso para el exorcismo de Clara Germana Cele, el
cual fue llevado a cabo por el padre Erasmus y el padre Mansuet,
quien era rector de la misión.
De acuerdo a The
Catholic Digest, los ritos comenzaron a las seis de la madrugada, se
extendieron hasta el mediodía, continuaron a las tres de la tarde y
duraron hasta medianoche.
En aquella
oportunidad Clara atacó a los dos padres, aunque finalmente el
demonio dijo que iniciaría su retirada a través de una nueva
levitación, la cual se llevó a cabo ante 170 testigos en la capilla
de la misión.
Sin embargo, en
enero de 1907 la joven tuvo una recaída e hizo un nuevo pacto con el
diablo, en el cual habría desarrollado los mismos comportamientos
que había tenido un año atrás.
Aquel exorcismo,
desarrollado por los mismos sacerdotes, tuvo lugar el 24 de abril de
1907 y duró dos días. La retirada definitiva del demonio habría
quedado marcada por un fétido olor que se sintió en el lugar.
Posterior a eso,
Clara Germana Cele nunca más volvió a ser víctima de una posesión,
a eso se sumó que nunca recordó lo sucedido.
La Triste Parábola de Joyce Vincent
Un día de noviembre
(o quizás de diciembre) del 2003, Joyce Vincent, señora inglesa de
40 años, regresó de hacer compras al pequeño apartamento de
Londres que le había concedido un programa oficial en su calidad de
víctima de la violencia doméstica. Encendió el televisor (o quizás
nunca lo apagaba), enchufó la calefacción (o quizás ya estaba
conectada) y, cuando se disponía a quitarse el abrigo (o quizás a
lavar los platos con restos de comida), cayó al suelo víctima de un
infarto (o quizás de algún aneurisma cerebral).
Se ignora durante cuánto tiempo agonizó (quizás, para su fortuna, murió instantáneamente) y no se sabrá nunca con exactitud cómo fueron sus últimas horas, porque el cadáver de Joyce Vincent solo fue encontrado en enero de este año, cuando la empresa de arrendamientos forzó la puerta de la vivienda de esta mujer que completaba ya más de dos años de atrasos en el pago del alquiler. Allí estaban sus restos en el suelo, polvo y huesos, mientras el televisor seguía encendido, los platos sucios y la calefacción a todo dar.
Joyce Vincent murió
sola en un edificio de 200 viviendas, instalado en el corazón de una
ciudad de 7 y medio millones de habitantes. Nadie se interesó por
ella, por su silencio, por su súbita ausencia. Había comprado
regalos de aguinaldos. ¿Para quién, que nunca la buscó? Tenía
hermanas. ¿Dónde estuvieron durante estos dos años? Tuvo un marido
que la trataba mal. ¿Ni siquiera él quiso conocer su paradero? La
rodeaban varios vecinos. ¿Jamás se preguntaron por qué había
desaparecido? La agencia gubernamental que pagaba parte del
apartamento, las empresas de luz, teléfono, agua, gas, ¿no se
extrañaron de que durante dos años dejara de pagarles esta
inquilina?
Terrible parábola
la de Joyce Vincent, que muestra el egoísmo de la sociedad
contemporánea. El concepto original de la ciudad la polis partía de
la idea de la ayuda mutua entre los habitantes. Pero las cosmópolis
modernas no son más que una suma de individuos, un cementerio de
vivos, donde se disuelven los valores de familia, de amistad, de
vecindad. El imperio de la competencia económica, el lucro y el
triunfo a toda costa aplastan toda solidaridad. La soledad escribía
hace 120 años el célebre abate parisino Joseph Roux vivifica, pero
el aislamiento mata.
La muerte de Joyce
Vincent fue, en el fondo, producto de ese aislamiento, que convierte
al prójimo en extraño y fija una nueva ley de la selva: que cada
quien se salve como pueda. El proceso jurídico por el fallecimiento
de Joyce Vincent, donde acaba de surgir la noticia de su triste post
mórtem, diagnosticó causas naturales en el deceso y declaró que no
hay incriminados. La verdadera sentencia dice que todos fuimos
culpables y que cada día, a su manera, Joyce Vincent muere miles de
veces.
martes, 7 de enero de 2020
Desde La Morgue
Cuando llegan los
cadáveres a la necropsia pues llegan con la ropa con la que
fallecieron y es trabajo del perito desvestirle para iniciar la
necropsia.
Muchas veces llegan los difuntos con las expresiones faciales que tuvieron en el último momento (miedo, tranquilidad, enojo, tristeza) incluso a veces hasta con lágrimas.
Los médicos legistas nos dan una explicación científica como lo exige su trabajo, pero por experiencias personales he tenido que combinar entre lo científico y mis creencias.
Tal es un caso donde bajo investigaciones se pudo dar con una fosa de un profesor que había sido secuestrado, asesinado y sepultado hace 3 semanas en un paraje lejano.
Cuando lo exhumaron se encontraba aun con el uniforme de su escuela y estaba en una posición fetal y su rostro reflejaba una profunda tristeza.
Pues el trabajo de desvestirlo sin cortar la ropa (se conserva la ropa integra para analizarla) fue prácticamente imposible para los peritos dada la rigidez cadavérica.
Fue cuando el médico legista llegó y dijoles voy a decir como es la manera correcta…
Todos pensamos que nos iba a dar una solución técnica, científica, medica o profesional, pero ohhhhh sorpresa !!
Empezó a hablarle al cadáver mientras empezaba a desvestirlo.
“Ya estas aquí amigo”
“Tu familia ya te encontró”
“Ya no vas a estar allá sólito”
“Lo único que quieren es velarte para que estés en paz”
“Mira que nunca dejaron de buscarte”
“Ayúdame para que terminemos rápido y te vayas con tu familia”
Pues mientras hacia eso mas se nos erizaronlos pelos cuando vimos que el cadáver que llevaba 3 semanas sepultado empezó a aflojarse a modo que desvestirlo fue muy fácil.
Y dejarlo en una posición como si estuviera acostado boca arriba y su rostro cambio, se veía tranquilo.
Este tip lo usan los buenos médicos que a pesar de convivir diario con la muerte no han perdido la sensibilidad de saber que ante ellos esta una persona que es padre, hijo, esposo y que deben de tratarse con respeto y dignidad.
Siendo psicólogo me doy cuenta que aún de los cadáveres emanan emociones.
Muchas veces llegan los difuntos con las expresiones faciales que tuvieron en el último momento (miedo, tranquilidad, enojo, tristeza) incluso a veces hasta con lágrimas.
Los médicos legistas nos dan una explicación científica como lo exige su trabajo, pero por experiencias personales he tenido que combinar entre lo científico y mis creencias.
Tal es un caso donde bajo investigaciones se pudo dar con una fosa de un profesor que había sido secuestrado, asesinado y sepultado hace 3 semanas en un paraje lejano.
Cuando lo exhumaron se encontraba aun con el uniforme de su escuela y estaba en una posición fetal y su rostro reflejaba una profunda tristeza.
Pues el trabajo de desvestirlo sin cortar la ropa (se conserva la ropa integra para analizarla) fue prácticamente imposible para los peritos dada la rigidez cadavérica.
Fue cuando el médico legista llegó y dijoles voy a decir como es la manera correcta…
Todos pensamos que nos iba a dar una solución técnica, científica, medica o profesional, pero ohhhhh sorpresa !!
Empezó a hablarle al cadáver mientras empezaba a desvestirlo.
“Ya estas aquí amigo”
“Tu familia ya te encontró”
“Ya no vas a estar allá sólito”
“Lo único que quieren es velarte para que estés en paz”
“Mira que nunca dejaron de buscarte”
“Ayúdame para que terminemos rápido y te vayas con tu familia”
Pues mientras hacia eso mas se nos erizaronlos pelos cuando vimos que el cadáver que llevaba 3 semanas sepultado empezó a aflojarse a modo que desvestirlo fue muy fácil.
Y dejarlo en una posición como si estuviera acostado boca arriba y su rostro cambio, se veía tranquilo.
Este tip lo usan los buenos médicos que a pesar de convivir diario con la muerte no han perdido la sensibilidad de saber que ante ellos esta una persona que es padre, hijo, esposo y que deben de tratarse con respeto y dignidad.
Siendo psicólogo me doy cuenta que aún de los cadáveres emanan emociones.
El Árbol del Vampiro
A finales del siglo
XVIII, en plena época de la colonia en México, vivió un hombre al
que todos conocían como Don Jorge, el cual era oriundo de
Guadalajara. Él no se quedó a vivir en la capital, sino que se
marchó a un pequeño pueblo llamado Belén, en donde se compró una
preciosa Hacienda de gran tamaño.
Cualquiera pensaría
que disponiendo de una gran fortuna. Don Jorge sería del agrado de
muchas personas, pero lo cierto era que todos ahí lo veían con
miedo y recelo. Siempre vestía completamente de negro y salía a
caminar a altas horas de la noche, costumbres que les parecían muy
sospechosas a los lugareños. La situación empeoró cuando, al poco
tiempo de llegar él, notaron que varios de sus animales se les
estaban muriendo.
La escena era
siempre la misma: guardaban el ganado por las noches y por la mañana,
encontraban a las criaturas inmóviles en el suelo, con la yugular
ensangrentada como si alguna bestia las hubiese mordido y luego les
hubiera drenado la sangre.
Rápidamente se
corrió la alarma por todos los rincones de Belén y algunos
campesinos acordaron hacer guardia al oscurecer.
Fue así como una
noche, tras escuchar ruidos en el corral de uno de los vecinos,
acudieron con palos y rifles en mano. Cual fue su sorpresa al
encontrar a Don Jorge encaramado al cuello de un toro, sorbiendo la
sangre como si le fuera la vida en ello.
Asustados, los
campesinos trataron de atraparlo pero el hombre se les escapó con
una agilidad inhumana. Al día siguiente, todos en el pueblo se
habían enterado de que el hacendado era un vampiro.
Por eso siempre
salía de noche.
Algunas personas
decidieron acudir con el sacerdote de la parroquia local, para
pedirle que exorcizara la hacienda. Otros, convencidos de que la
única manera de acabar con la criatura era clavándole una estaca en
el corazón, afilaron un palo y lo mojaron con agua bendita antes de
ir en su busca. Acorralaron a Don Jorge dentro de su propiedad,
mientras en las afueras, el párroco gritaba oraciones y encomendaba
su alma a Dios.
Cuando la estaca le
atravesó el corazón, el hacendado emitió un agudo grito de terror
y de rabia, y juró agonizando, que un día volvería para vengarse
de todos los que habitaban en ese pueblo.
Por la mañana
recogieron su cuerpo sin vida y fueron a enterrarlo en el Panteón de
Belén. Pasó el tiempo e inexplicablemente un árbol empezó a
crecer en la tumba, rompiendo la losa a su alrededor y dejando
únicamente intacta la lápida. Los lugareños lo llamaron el árbol
del vampiro y tienen la creencia de que es un mal augurio, por lo que
siempre que pueden, evitan acercarse a él.
Dicen que el día en
que el árbol logre atravesar la lápida o sea cortado desde la raíz,
Don Jorge regresará a Belén para concluir su venganza, haciendo
mucho daño a los descendientes de las personas que acabaron con él
en vida.
La Muelona
Esta es la historia
de una hermosa mujer, condenada a arruinar a todos los hombres que se
cruzan en su camino, a causa de una aterradora maldición.
Cuentan que hace
mucho tiempo, vivía un Colombia una muchacha que era tan linda como
coqueta. En todos los bailes y festividades era la sensación, pues
no había un solo mozo que no quisiera bailar con ella, ni ninguna
joven que no se sintiera envidiosa de su belleza. Y ella disfrutaba
de saberlo, pues era vanidosa en extremo y le encantaba recibir la
atención de los demás.
Frecuentemente
bailaba en garitos y tabernas, sin hacer caso al que dirán. Se había
hecho de una reputación muy mala entren resto de las mujeres, que la
tenían por bruja.
A menudo seducía a
hombres casados o comprometidos, bebía igual que los bribonas
experimentados, se colaba en las peleas de gallos, pedía monedas por
leer las manos y emitía una risa melodiosa en medio de la noche, a
la que nadie se podía resistir. Era toda una sinvergüenza.
Pero fue esa vida
licenciosa lo que la condujo a la perdición.
Un día no se la
volvió a ver más por el pueblo en que habitaba. Los lugareños
decían que se había fugado con un hombre, o que se había muerto.
Como no hubo nadie que se interesara realmente por descubrir su
paradero, la gente se olvidó de ella con el tiempo.
Poco después, los
hombres viciosos de la aldea también empezaron a desaparecer. Muy
pocos volvían del bosque, pálidos e inundados de terror. Afirmaban
haber visto de nuevo a la muchacha, quien seguía tan esbelta y
preciosa como la recordaban, el tiempo no parecía haberle afectado
en lo absoluto. Esta vez, además de ser atractiva, tenía una
misteriosa influencia que atraía a los sujetos que se extraviaban
irremediablemente.
Primero los llamaba
con una voz dulce, invitándolos a estar junto a ella. Los más
osados no lo dudaban ni un segundo, tentados por la posibilidad de
obtener algo más que un beso. Luego, cuando se acercaban lo
suficiente y estaban envueltos por su hechizo, su rostro inmaculado
se transformaba en el de un cadáver, en el cual resaltaban unos
dientes grotescos y afilados, con los cuales buscaba morder a la
víctima hasta la muerte.
Desde entonces la
conocieron como la Muelona.
Incluso hoy en día,
la gente sabia y anciana que habita en las zonas rurales, aconseja a
los muchachos de no ir a caminar solos cuando se hace de noche. Y, en
caso de que tengan que salir de casa por alguna emergencia, les dicen
que deben ir preparados por si se encuentran con ella.
La Muelona busca
sobre todo a los hombres borrachos y pendencieros, pero tampoco le
disgusta meterse con los chicos sensatos. Te puedes proteger llevando
encima una imagen de San Isidro Labrador o de la Virgen del Carmen;
aunque probablemente, lo mejor sea que no busques arriesgarte.
Pues si la Muelona
no logra matarte con sus dientes, podría hacerlo de un susto.
domingo, 5 de enero de 2020
La Casa de la Tía Toña en Chapultepec
En la Barranca El
Castillo, en la tercera sección del Bosque de Chapultepec, muy cerca
del Panteón de Dolores, hay una casa que es uno de los principales
atractivos de los amantes de sucesos paranormales. Si te adentras en
el bosque con dirección a la casa, escucharás risas de niños,
lamentos de mujer y quizás podrás observar algunas sombras
antropomorfas paseándose entre los árboles.
Para entrar a la
casa, se debe cruzar un puente arruinado y viejo, al caminar sobre él
se escucha la madera crujir; la casa siempre está rodeada de una
espesa niebla, sin importar las condiciones del clima, y si divisas
hacia la casa, podrás ver el rostro de una anciana mal encarada
asomándose por una de las ventanas.
La Tía Toña odia
que la gente se acerque a su propiedad, y se piensa que eso provoca
un gran número de accidentes mortales, como el que ocurrió el
pasado 7 de marzo del 2008, cuando veinte estudiantes cayeron a una
de las barrancas que rodea la casona embrujada.
Se dice que en esta
lujosa casa vivió una solitaria mujer de avanzada edad, suplía sus
necesidades de compañía ayudando a los demás, les daba comida,
cobijo y techo a los niños más pobres. Sin embargo, estos niños de
la calle no tenían buenos modales, y comenzaron a fastidiar a esta
pobre mujer.
Un día, la
conducta de los jóvenes colmó la paciencia de la anciana, y en un
arrebato de ira, la mujer los asesinó a todos. La tía Toña se
deshizo de la evidencia llevando los cuerpos de los infantes por la
barranca y aventó los cuerpos al río. Más tarde los sentimientos
de culpa provocaron que la anciana se suicidara en su recámara.
Aunque nadie sabe a
ciencia cierta cómo murió, algunos dicen que el cuerpo sigue en la
habitación principal de la mansión y otros dicen que los espíritus
de los niños continúan atormentando a esta mujer.
Son muchos quienes
aseguran ver su silueta en las ventanas de aquella gran casa,
asegurando que simplemente al pasar cerca se siente una enorme
presión sobre los hombros, acompañada de una fuerte sensación de
ser visto fijamente.
En ciertas
ocasiones se han podido escuchar muchos gritos en los alrededores,
atribuyéndolos a aquellos niños asesinados en ese terrible día en
que la “Tía Toña” les arrebató hasta el último aliento a
golpes.
La Mujer De Las Empanadas
Cuentan los
habitantes más viejos de la hermosa ciudad de Bogotá, que hace
varios años, en uno de los barrios más populares de la urbe, era
muy común ver a una señora de sonrisa amable y modos gentiles,
andando por las calles con su cesta de empanadas recién hechas. Sus
ropas humildes la delataban como una persona de bajos recursos, cuyo
único medio de subsistencia serían, seguramente, aquellas delicias
preparadas con sus propias manos. Mismas que por suerte, se habían
vuelto sumamente populares entre la gente del vecindario, nunca
faltaba quien le comprara una.
A juzgar por su
costumbre de sonreír y porque siempre estaba de buen humor,
cualquiera de las personas que vivían en los alrededores diría que
la pobreza no le afectaba en lo absoluto. Pero como suele pasar con
la mayoría de las personas, uno no puede imaginarse la clase de
situación por la que realmente pasan en la intimidad.
Esta mujer vivía en
una casita destartalada junto a su marido, un hombre vicioso que
contribuía muy poco con la economía de ambos. Día tras día, todo
eran discusiones entre ambos, a tal punto que la pobre esposa ya no
sabía que más hacer para estirar el dinero que ganaba con sus
empanadas, ni porque seguía soportando a aquel sujeto, que tan
pronto cobraba un sueldo miserable, no perdía el tiempo para botarlo
en el bar más cercano. Lentamente la desesperación hacía mella en
ella.
Fuera de casa no
paraba de sonreír, ni de ser tan amable con las personas que le
compraban. Todos la veían con lástima.
Un día, se supo que
su marido la abandonó y no lo volvieron a ver por el barrio. Ella
salió a vender sus empanadas como de costumbre, toda sonrisas y buen
humor. Estaban realmente deliciosas, con su cubierta crujiente y la
carne tan tierna que tenían por dentro.
—¡Qué buenas
están sus empanadas, señora! —le dijeron varias veces a lo largo
de aquel día, y de los siguientes, haciéndola reír como una niña.
—¿Qué fue lo que
les puso? Es la primera vez que le quedan tan sabrosas; no es que
antes no lo fueran, pero es que ahora están realmente exquisitas.
¿Nos daría la receta?
—Eso es un secreto
—decía ella, guiñando el ojo.
Tal vez la ausencia
del marido, lejos de entristecerla, suponía un gran alivio que le
permitía hacer maravillas en la cocina.
No obstante, tiempo
después los vecinos se sorprendieron al ver como la policía
irrumpía en su casa y la arrestaba. Esta vez, la mujer no sonreía.
Habían encontrado los restos de su esposo, (o más bien lo que
quedaba de ellos), guardados en el refrigerador.
Y es que semanas
atrás, después de discutir, la pobre había perdido el control y lo
había acuchillado de manera mortal. Sin que nadie se enterara, había
sido su carne lo que usara para rellenar sus macabras empanadas.
Las Voces del Panteón
Debería comenzar
diciendo que nunca me había pasado nada realmente paranormal, hasta
que viví la siguiente experiencia, de la que cada vez que me
acuerdo, puedo sentir como me hiela la sangre.
Vivo en Brooklyn, en
el estado de Nueva York. Mi auto necesitaba una reparación, así que
fui a una tienda en Red Hook, donde trabaja el mejor mecánico que he
conocido. Mientras esperaba a que terminaran con la inspección de mi
automóvil, caminé hasta un banco en la calle. Decidí entonces
llamar a mi tía, algo que hago con frecuencia. En ese instante, me
dí cuenta de que el Cementerio de Greenwood estaba justo en esa
calle. Greenwood es un lugar enorme, el cual también alberga el
monumento a la Batalla de Brooklyn, un hecho de guerra
revolucionario.
Fue el sitio
turístico natural más visitado en la década de 1800 y durante el
cambio de siglo, superado solo por las cataratas del Niágara.
Siempre quise ir allí, ya que es muy hermoso y funciona como parque
público. El mecánico me volvió a llamar, así que puse a mi tía
en espera y me dijeron que mi automóvil estaría listo en dos horas.
Aquí es donde decido visitar el cementerio.
Caminé por ahí
hablando con mi tía por teléfono durante aproximadamente una hora,
leí en voz alta las lápidas antiguas y me maravillé de lo hermoso
que era realmente aquel lugar.
—No es de extrañar
—le dije a ella—, que la gente pague 17,000 dólares para ser
enterrada aquí.
Justo cuando
finalizan mis dos horas libres, me levanté del banco en el que
estaba sentado, en la cima de una de las muchas colinas.
—Desde aquí puedo
ver exactamente hacia donde está la salida —le dije a mi tía
mientras bajaba por la colina.
Empecé a quejarme
de lo empinadas que son las colinas, cuando ella me hizo una broma
acerca de asegurarme de que las puertas aún estuvieran abiertas,
pues había escuchado de gente que se había quedado encerrada en el
mismo cementerio.
De repente, de la
nada, surgió un sonido de silencio, como si alguien nos estuviera
ordenando que nos callaramos. Inmediatamente después, cientos de
voces distorsionadas, todas ininteligibles, hablaron al mismo tiempo.
Decir que estaba sorprendido y confundido, francamente es poco.
Ninguno de los dos pudimos oírnos más, solo aquellas voces
distorsionadas, interrumpidas ocasionalmente por un «shhh» bastante
claro y duro, como si alguien estuviera molesto por el ruido.
Me quedé escuchando
durante mucho tiempo, pensando que tal vez había una interferencia
con el teléfono celular. Pero había tantas voces al mismo tiempo y
estaban tan distorsionadas, que empezaba a dudar que se tratara de
interferencia normal en la línea telefónica. Escuché aquello
durante al menos 2 minutos, tratando de comprender lo que decía al
menos una voz, sin éxito.
Tengo que decir
decir, soy un escéptico bastante grande. Pero esto fue algo que no
puedo explicar, algo que me dejó bastante mal y aun hoy sigue
dándome escalofríos.
viernes, 3 de enero de 2020
El Columpio del Diablo
María y Viviana
regresaban a sus casas, tras asistir a una fiesta que se terminó a
altas horas de la noche. Desafortunadamente el coche se les había
descompuesto a mitad del camino, por lo que les tocaba caminar si no
querían meterse en más problemas. Ya era bastante malo que hubieran
asistido sin el permiso de sus padres.
—¡A ver si no nos
pasa nada por andar aquí solas!
—Eso es lo que me
preocupa, ¿qué no sabes las cosas que se dicen de este lugar?
Viviana se
estremeció al escuchar a su amiga. Por supuesto que sabía lo que
decían los pobladores de Tecozautla, el municipio en el que vivían.
La zona por la que atravesaban se encontraba muy cerca de la
carretera y era temido por todos, debido a los fenómenos extraños
que ocurrían allí. Siempre se escuchaba todo tipo de ruidos
insólitos y escalofriantes.
—No te preocupes,
eso no son más que rumores. Enseguida llegamos —repuso, tratando
de convencerse a sí misma de que tenía razón.
No tardaron en
llegar ante un par de colinas, entre las cuales, un desvencijado
columpio colgaba de un árbol. Y había alguien meciéndose en él.
Las muchachas se
quedaron pálidas al verlo.
Se trataba de un
hombre sumamente delgado, con la piel inusualmente pálida y una
expresión indiferente en el rostro. Tenía los ojos muy abiertos y
se mecía de manera mecánica. María aferró el brazo de Viviana,
asustada.
De pronto, una
sonrisa se dibujó en el rostro del desconocido, mostrando todos sus
dientes. Una sonrisa que les heló la sangre.
El columpió aumentó
su velocidad de una manera frenética, a pesar de ahora, el extraño
apenas se movía. Una risa histérica y horrorosa brotó de él, pero
su cara se había congelado con aquella maldita sonrisa. Fue entonces
cuando una sombra siniestra surgió a sus espaldas, envolviéndolo
con sus brazos y haciendo que se convirtiera en una bola de fuego.
Luego, ambos se
consumieron por completo hasta quedar reducidos a cenizas. No quedaba
más que el eco de aquella risa horripilante.
Las chicas gritaron
aterrorizadas y atravesaron las colinas corriendo, sin atreverse a
mirar atrás. Las hallaron a la mañana siguiente, deambulando por el
camino y balbuceando incoherencias. De inmediato fueron llevadas con
sus familias, quienes se impresionaron al verlas en semejante estado
de shock.
Una de sus madres
sugirió que las llevaran ante el cura del pueblo, quien después de
mirarlas un rato, consiguió sacarles lo que habían visto la noche
anterior.
Eso lo alarmó
demasiado.
—No debieron
caminar por ese lugar, se sabe que está maldito desde hace años. El
mal ronda allí —dijo el cura de forma sombría—, dicen que el
mismo diablo mandó poner ese columpio para tentar a las malas
personas. El hombre que vieron anoche, seguramente tenía tratos con
él. Y ahora su alma debe estar sufriendo con todos los condenados de
los infiernos.
Asustadas, Viviana y
María hicieron caso al padre cuando las mandó a decir unas cuantas
oraciones. Y también prometieron que nunca más volverían al mismo
sitio. Con el tiempo, les contaban la experiencia a sus hijos y
nietos, para prevenirlos en caso de que fueran tan rebeldes como
ellas.
Desde entonces, el
columpio aquel es conocido como «el columpio del diablo» y dicen
que el maligno sigue rondando por ahí.
Esta leyenda
proviene de Tecozautla, un poblado dentro del estado mexicano de
Hidalgo, y muy cercano al estado de Quéretaro en el que dicen que se
puede ver el mencionado columpio. Aunque como es de esperarse, no
muchos se atreven a acercarse a él.
El Caballo Blanco
En el municipio
español de Millanes, dentro de la hermosa Comunidad de Extremadura,
se cuenta una leyenda lúgubre y llena de misterio que se remonta a
varios años en el pasado. Dicen que hace mucho tiempo, vivía ahí
un chico llamado Guillermo, junto a sus padres. Ellos tenían una
próspera finca y aunque el muchacho solo contaba con doce años de
edad, nunca dudaba en ayudar a su padre con las faenas más pesadas
del lugar.
Su propiedad se
encontraba algo retirada del pueblo y justo enfrente de un lúgubre
cementerio.
Un día, Guillermo
se levantó como de costumbre para trabajar junto a su papá. Ahí
estuvieron a lo largo de la jornada, atendiendo a los animales,
cultivando la tierra y cargando pesados fardos de paja.
Horas después
comenzaba a anochecer y las nubes en el cielo anunciaban una temible
tormenta.
—Hijo, será mejor
que termines de guardar los caballos —le dijo a Guillermo su padre—
y cuando termines, te vas inmediatamente a la casa, que tu madre te
está esperando. Yo me voy adelantando al pueblo, porque ya quedé de
estar en la taberna con unos amigos.
El niño le dijo que
no se preocupara y el hombre se fue tan tranquilo.
Horas después,
cerca de la medianoche, salió de la taberna y entró en su casa,
sorprendiéndose de ver a su mujer tan preocupada.
—¡Al fin llegas!
¿Y Guillermo? ¿Cómo es que no viene contigo?
—Guillermo se
quedó en la finca, le dije que en cuanto terminara con los caballos
regresara a casa. Y de eso hace ya varias horas.
La pobre mujer se
puso pálida como el papel. Rápidamente tocaron a las puertas de sus
vecinos y entre todos se organizaron para salir a buscar al muchacho
en el campo, con antorchas y armas.
A lo largo de la
noche, lo único que podía escucharse eran los gritos de la gente
llamando a Guillermo junto con el llanto inconsolable de su madre.
Revisaron en la finca y vieron que los caballos se encontraban en sus
caballerizas, pero del chiquillo no había ni rastro. Por un
instante, su padre tuvo miedo de que jamás fuesen a dar con él.
Hasta que uno de los
hombres del pueblo empezó a llamarlo.
Los padres del niño
acudieron con un nudo en el estómago. Guillermo había sido
encontrado pero ya era demasiado tarde. Su cuerpo yacía tendido en
el suelo, mojado y con la cabeza ensangrentada. Se había matado al
caer de su caballo y golpearse con una roca. El animal, probablemente
se había asustado al escuchar un trueno, provocando así la fatal
desgracia.
Devastados, los
padres de Guillermo recogieron su cuerpo para velarlo y poco después
fue enterrado en el cementerio frente a la hacienda.
Dicen que a veces, a
las afueras de Millanes y durante las noches tormentosas, puede
escucharse el eco fantasmal de la gente buscando al niño aquella
noche tan triste y que en el cielo las nubes forman la silueta
aterradora de un caballo blanco, como el que lo mató a él.
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