viernes, 11 de enero de 2019
¿Ángeles o Extraterrestres?
SE DICE QUE LOS
ÁNGELES SON ENTIDADES SUPERIORES, NO HUMANAS, PURAS Y PERFECTAS, QUE
SIRVEN A UN PROPÓSITO SUPERIOR. MÁS CONOCIDOS EN LA RELIGIÓN
CRISTIANA POR SUS CONSTANTES APARICIONES EN LA BIBLIA, AQUELLOS SERES
SE MUESTRAN COMO MENSAJEROS DE DIOS E INTERVIENEN EN ASUNTOS HUMANOS.
SIN EMBARGO, ¿TODOS LO CASOS QUE SE MENCIONAN EN LAS ESCRITURAS
CORRESPONDEN A ENTIDADES NO FÍSICAS Y REALMENTE “DIVINAS”?
Los “malach”, o
“mensajeros” en hebreo, el lado oculto e incomprensible de Dios,
serían en realidad seres inmateriales que no tienen nada que ver con
los tripulantes de los ovnis. Es notable que la presencia de ambos,
seres angélicos y extraterrestres, se entremezclen en los relatos
antiguos en diferentes episodios. Veamos, brevemente, algunos
episodios incómodos.
“Me llevaron a un
lugar
donde los que están
son como fuego abrasador,
y cuando quieren, se
aparecen como hombres”.
Libro 1 de Enoch.
17,1
El texto en mención
—escrito supuestamente por Enoch, un personaje del Antiguo
Testamento— forma parte de las tres copias recuperadas por el
famoso explorador James Bruce, cuando en 1773 retornó de su trabajo
de seis años en Abysinia. Esta información, misteriosamente, se
había perdido luego del denominado Concilio de Laodicea, en el Siglo
III. Del “Libro de Enoch” existen dos traducciones al inglés,
hechas por R. Lawrence (1821) y por R.H.Charles (1912). En los
siguientes años, salieron a la luz diversas partes del texto
original en griego, y más tarde, con el descubrimiento de los Rollos
del Mar Muerto en Qumran, aparecieron siete copias fragmentarias en
texto arameo, que se encuentran actualmente en el Museo del Libro en
Jerusalén, confirmando lo dicho en las copias traducidas. Sus
desconcertantes afirmaciones, hay que decirlo, ha causado gran
controversia entre los eruditos.
Y es que Enoch no
sólo describe sus “encuentros cercanos” con aquellos seres
venidos del cielo, sino que aporta más luces a un hecho perdido que
se menciona en la mismísima Biblia, concretamente en el Capítulo 6
del Génesis: la unión de los “Hijos de Dios” con “Las Hijas
de los Hombres”.
En el “Libro de
los Vigilantes” de Enoch, se afirma lo siguiente:
“En aquellos días,
cuando se multiplicaron los hijos de los hombres, sucedió que les
nacieron hijas bellas y hermosas. Las vieron los ángeles, los hijos
de los cielos, las desearon y dijeron: Escojámonos de entre los
humanos y engendremos hijos.
Semyasa, su jefe,
les dijo:
—Temo que no
desean que tal acción llegue a ejecutarse y sea yo quien pague por
tamaño error.
Le respondieron
todos:
—Juremos y
comprometámonos, bajo anatema, entre nosotros, a no cambiar esta
decisión y a ejecutarla ciertamente.
Entonces juraron
todos de consuno y se comprometieron a ello bajo anatema. Eran
doscientos lo que bajaron a Ardis, que es la cima del monte Hermón,
al que llamaron así porque en él juraron y se comprometieron bajo
anatema. Estos eran los nombres de sus jefes: Semyasa, el jefe
supremo; Urakiva, Rameel, Kokabiel, Tamiel, Ramiel, Daniel, Ezequiel,
Baraquiel, Ásael, Armaros, Batriel, Ananel, Zaquiel, Samsiel,
Turiel, Yomiel y Araziel”1
La escena del
descenso de los 200 Vigilantes “venidos del cielo” es descrita
detalladamente por Enoch. Y este acontecimiento, en contra de la idea
general de que sucedió hace unos pocos miles de años, en realidad,
ocurrió en tiempos más lejanos. Para tener una idea de este extraño
episodio, recordemos de que el Génesis bíblico cita al propio Enoch
como un patriarca longevo de una séptima generación después de
Adán (Génesis 5:18). Como recordamos, más tarde aparecerán
hombres muy notables como Matusalén y Lamec, este último padre del
célebre Noe, quien acorde al conocimiento que hemos recibido en la
experiencia de contacto, era un superviviente de la discutida
Atlántida. Desde luego, el “Diluvio Universal” alude al
cataclismo que terminó con la isla de Platón, y que dicho sea de
paso muchas culturas del mundo recuerdan vivamente en sus leyendas.
Por todo ello, si Enoch pudo describir lo que pasó en el Monte
Hermón -lugar enclavado entre la actual Siria, Líbano e Israel-, es
porque se trataba de un acontecimiento antiguo: ¿la unión de seres
extraterrestres con las hijas de los hombres de Lemuria? ¿Acaso no
eran “ángeles” los enviados del cielo?
Independientemente
de la existencia real de los ángeles —como seres de luz y enviados
de Dios— cosmonautas de otros mundos llegaron a la Tierra y se
unieron a la raza humana. Para que ello hubiese sido posible,
teníamos que guardar cierta compatibilidad genética. Y sin duda la
tenemos con más de una civilización extraterrestre.
No sólo la Biblia y
los mal llamados “libros apócrifos”2 mencionan aquella “mezcla”
entre seres humanos y visitantes del cielo; diversas culturas del
mundo atesoran indiscutibles referencias a “los dioses” que se
unieron a las mortales. Por si ello no fuese suficiente —al menos
para pensarlo— existen pinturas rupestres, con una antigüedad de
miles de años, que recrean aquel capítulo controvertido de nuestra
historia. Un ejemplo claro es el arte rupestre que se encontró en
1976 en el desierto de Tasili (Argelia). Cuando la expedición de
Rafael Brancas hizo este hallazgo de seguro se llevó una gran
sorpresa: un extraño ser humanoide, ataviado con lo que parece ser
un casco, lleva a tres mujeres de raza negra hacia un objeto esférico
que yace detrás de él. ¿Un hijo del cielo con las hijas de los
hombres? Estas uniones, por lo que hemos comprendido en nuestra
experiencia de contacto, no formaban parte del plan de visita
extraterrestre a nuestro mundo, una “misión” que procura la
asistencia y observación permanente de nuestro planeta. Se habría
tratado de un error de los seres que tenían como encargo cuidar
nuestro mundo.
Como fuese, no es el
único episodio que revela la presencia de seres físicos que
llegaron del “cielo”. También está el testimonio de sus naves…
Los Carros de Fuego
Sentado junto al río
Kebar, en Babilonia, Ezequiel vio a lo lejos un “torbellino”
aproximándose; aquel fenómeno misterioso, de pronto, se convirtió
en una nube de fuego que luego aterrizó con gran estruendo. El
personaje bíblico se encontraba ahora frente a un vehículo
deslumbrante que le parecía estar compuesto de ruedas, alas y
criaturas vivientes. También llevaba un trono, sobre el cual iba
sentada una “silueta de forma humana”. Para Josef F. Blumrich
—ex ingeniero de la NASA— Ezequiel estuvo frente a un vehículo
concreto y real, y no ante una visión. Si fue así, ¿a quiénes
pertenecía aquel vehículo que volaba ante los ojos del profeta?3 Y
es que uno de los libros antiguos que tendría mayores referencias a
posibles visitas extraterrestres en el pasado es la Biblia.
A pesar que
oficialmente la Iglesia Católica y diversas organizaciones
cristianas niegan que los textos bíblicos hagan referencias a
encuentros cercanos con visitantes de otros mundos, lo cierto es que
las evidencias están allí, lejos de tratarse de una “mala
interpretación” de los acontecimientos. Lo preocupante de todo
ello es que muchas veces el fanatismo religioso ha tildado al
fenómeno ovni como “manifestaciones de demonios”. De hecho, en
el proceso de contacto, aprendí que es importante mantener una línea
objetiva y equilibrada frente a las experiencias y, más aún, ante
las intensas informaciones recibidas. Claro que hay de todo en el
Universo; sin embargo, si los seres que nos visitan nos hubiesen
querido hacer daño, hace mucho tiempo lo hubiesen hecho, pues llegan
a la Tierra antes de que apareciera el ser humano. Sin ir muy lejos,
llamar “diabólico” a todo aquello que no entendemos nos coloca
en un panorama similar al de la Inquisición — ni qué decir de
aquellos que terminaron en la hoguera— y a la tristemente recordada
“extirpación de idolatrías”, que tanto daño le hizo a la
humanidad al perderse valiosa información de culturas tan
impresionantes como los mayas e incas, de quienes se perdieron sus
principales códices y quipus. Pienso que la objetividad puede ir de
la mano de una mente abierta, si sabemos discernir y al mismo tiempo
abrir nuestros ojos al bosque y no sólo al árbol que tenemos al
frente.
En todo caso, como
una breve, citaré a continuación las referencias más notables que
nos ofrece la Biblia sobre visitantes de otros mundos. Saquen sus
propias conclusiones.
1. Un objeto volador
acompaña al pueblo hebreo, similar a las naves de forma tubular o
“nodrizas” que han sido fotografiadas desde los años 50.
“Se levantó el
Ángel de Yahvé que marchaba al frente del ejercito de Israel, y se
puso detrás de ellos. Se levantó también la columna de nube de
delante de ellos y se colocó a la espalda, intercalándose así
entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelíes.
Era nube y tinieblas (por una parte), y (por la otra) iluminaba la
noche, de modo que no pudieron acercarse aquellos a estos en toda la
noche” Éxodo14,19-20
2. La destrucción
de dos ciudades bíblicas es muy similar a la devastación atómica
que sufrió Hiroshima y Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial.
“Entonces Yahvé
hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego que venia de Yahvé,
desde el cielo. Y destruyó aquellas ciudades, y toda la llanura con
todos los habitantes de las ciudades, hasta las plantas del suelo.
Mas la mujer de Lot miró atrás y se convirtió en estatua de sal.
Se levantó Abrahan muy de mañana y se fue al lugar donde había
estado en pie delante de Yahvé. Miró hacia Sodoma y Gomorra, y
hacia toda la región de la llanura, y vio que de aquella tierra
subía humo, como el humo de un horno”. Génesis 19,24-28
3. Un vehículo
volador lleva a los cielos al profeta Elías.
“Mientras seguían
andando y hablando, he aquí que un carro de fuego y caballos de
fuego separaron al uno del otro y subió Elías en un torbellino al
cielo. Eliseo miraba y clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de
Israel y su caballería! Y no lo vio más”Reyes 2,11-12
4. El profeta Daniel
describe a un ser humanoide, cuyas características son muy similares
a los modernos encuentros cercanos, donde se ha aprecian trajes
“brillantes” en los extraterrestres y detalles metálicos que en
algunas ocasiones recuerdan el brillo del oro.
“El día 24 del
primer mes, estando yo a la orilla del gran río, el tigres, alcé
mis ojos y miré, y vi a un varón vestido de lino blanco y ceñidos
los lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como el crisolito, su rostro
parecía un relámpago, sus ojos eran como antorchas de fuego, sus
brazos y sus pies tenían el brillo de bronce bruñido y el rumor de
sus palabras era parecido al estruendo de un gran gentío”. Daniel
10,4-6
5. Una de las más
polémicas: el ovni que guía a los tres reyes magos al lugar de
nacimiento de Jesús. Notar que aquella “estrella” se mueve, y
luego se detiene sobre el área donde estaba el niño. Un niño más
que especial, y que había concitado la atención de los visitantes
de las estrellas…
“Cuando hubo
nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos
magos del Oriente llegaron a Jerusalén, y preguntaron: ¿Dónde está
el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella
en el Oriente y venimos a adorarlo”.
“…Con estas
palabras del rey, se pusieron en marcha, y he aquí que la estrella,
que habían visto en el Oriente, iba delante de ellos, hasta que
llegando se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver de
nuevo la estrella experimentaron un gozo muy grande”. Mateo
2,1-2,2-104
Desde luego, hay
mayores referencias en la Biblia. Y cada una de ellas merece un
estudio más profundo. Muchos autores se han hecho eco de estos
acontecimientos “extraños” y de otras “anomalías” en
nuestra historia antigua que alude a los no-identificados5. Desde
luego, en este artículo no procuro —tampoco podría— abarcar
toda la documentación existente de “ellos” a lo largo de nuestra
historia. Pero al menos sí reflexionar —de algún modo intentarlo—
por qué estuvieron aquellos seres en nuestro mundo, siguiendo
nuestros pasos, observando todo de cerca, al punto de asistir los
momentos más extraordinarios y especiales de nuestro proceso,
incluyendo el nacimiento y la vida de Jesús, quien, dicho sea de
paso, no era un “extraterrestre”, sino un maravilloso ser humano.
Y debo añadir: los
extraterrestres también creen en Dios. En el mismo Dios en el que
nosotros creemos.
¿Pueden ser los
ángeles de la antigüedad?
Ahora bien, de
acuerdo a la enseñanza religiosa tradicional, los ángeles son
sustancias completas e inteligentes, dotados de alguna virtud o
poder. Una declaración del IV Concilio de Letrán sostiene:
“Firmemente creemos y simplemente confesamos, que por su
omnipotente virtud, Dios creó de la nada a una y otra criatura: la
espiritual y corporal; es decir la angélica y la humana”. Y de
hecho es así. Mas hay una diferencia importante entre ángeles y
extraterrestres. En contraparte, los extraterrestres, al igual que
los seres humanos, no fueron creados “perfectos” como los
ángeles, sino que a lo largo de un camino de evolución pueden
alcanzar esa perfección. Los ángeles existen como mensajeros de
Dios —aquella fuerza creadora de lo visible e invisible— siendo
sus portavoces en este Universo de la materia. En otras palabras, los
ángeles no pertenecen a nuestra realidad física, sino a un plano
superior, en cambio los seres extraterrestres se mueven en una
realidad física y material, independiente del tiempo del que
provengan. El problema es que cosmonautas de otros mundos fueron
confundidos —y me imagino que muchas veces— como “dioses” o
“ángeles”. Esta afirmación puede resultar chocante. Sin
embargo, desde 1994, monseñor Corrado Balducci, un importante
prelado del Vaticano y amigo personal del Papa Juan Pablo II, demolió
el escepticismo religioso al sustentar que los ángeles en carros de
fuego que se mencionan en la Biblia podrían ser los ovnis que en la
actualidad nos visitan. Monseñor Balducci, fallecido en Roma en
septiembre de 2008, fue uno de los más importantes teólogos de la
Iglesia Católica —al punto de haber formado parte de la Comisión
para revelar el Tercer Secreto de Fátima—. Incluso afirmó en su
momento la existencia de un comité del Vaticano que estudia los
encuentros con extraterrestres. Así como se lee… En sus recordadas
entrevistas televisivas, el prelado manifiesta a boca de jarro de que
los encuentros entre extraterrestres y seres humanos no son ni
diabólicos ni consecuencia de alucinaciones, y por tanto deben
estudiarse con rigor y seriedad. La repercusión de estas
declaraciones —en la RAI italiana, la televisión más católica y
una de las más conservadoras—, dio la vuelta al mundo. Debido a
ello el propio Balducci fue ponente en numerosos Congresos sobre el
fenómeno ovni —y siempre con sotana—. Aunque Balducci no es el
primero en sugerir que cosmonautas de otros mundos fueron confundidos
con ángeles en el pasado, su aporte ha sido contundente por haber
sido una autoridad respetada en el Vaticano. Su análisis, simple y
lógico, rompió estructuras mentales: una cosa son seres
inmateriales como mensajeros de Dios, y otra cosa seres físicos que
utilizan vehículos para desplazarse. A esta línea de pensamiento se
ha sumado recientemente el Director del Observatorio Vaticano, José
Gabriel Funes, al sostener que la vida inteligente extraterrestre no
cuestiona el dogma de fe y que “esos seres también serían hijos
de Dios”. El propio Funes reconoce intrínsicamente que una cosa
son los ángeles y otra seres físicos procedentes de otros mundos.
Dudo de que los
ángeles necesiten de vehículos o tecnología para llegar a la
Tierra y ejecutar sus misiones divinas. He allí el primer contraste
con las apariciones de los ovnis y aquellas formas humanas que salían
de ellos en la prehistoria. Por otro lado, también resulta
desconcertante cómo los ángeles toman corporeidad, al punto de
comer —como ocurrió con la familia de Lot en el episodio de Sodoma
y Gomorra— y hasta protagonizar una pelea “cuerpo a cuerpo” con
Jacob. Más allá de los símbolos, podríamos hallarnos ante hechos
reales perdidos en aquel tiempo, más humanos que divinos, como la
unión de los hijos de Dios con las hijas de los hombres que vimos
anteriormente. ¿Los ángeles engendran hijos? Al parecer —creo yo—
los ángeles no se involucrarían en esas cosas.
Los ángeles
—miríadas de ellos según la Biblia— están constituidos en
jerarquías espirituales, entre ellas se mencionan los tronos,
dominaciones y potestades; luego siguen los serafines y querubines, y
finalmente los arcángeles y los ángeles. Según Santo Tomás, autor
de la documentada Suma Teológica, los ángeles son espíritus puros,
que no están viviendo en el mundo material como el ser humano. Ni
como los extraterrestres. Si estudiamos detenidamente las extrañas
apariciones de la Biblia y otros textos sagrados, comprenderemos que
nos hallamos en realidad ante visitantes físicos —no ángeles
etéreos—, de aspecto humano, que llegan en vehículos voladores e
imparten conocimientos a los hombres.
La presencia
extraterrestre —hay que subrayarlo— no cuestiona las “funciones”
de los ángeles o la propia existencia de Dios. Sin duda, los
extraterrestres son también mensajeros, cumpliendo otro rol en medio
de las jerarquías que sirven a Dios. Y aquí debo añadir que la
existencia de vida en otros mundos, lejos de cuestionar la fe humana,
engrandece la creación y la propia voluntad divina de que tengamos
hermanos mayores en otras regiones del cosmos.
Ya lo dijo Jesús:
“En la casa de mi padre, muchas moradas hay…”
Nota: este artículo
es una adaptación del libro “Nuestros Lazos Extraterrestres”, de
Ricardo González.
1. “Apócrifos del
Antiguo Testamento”. Tomo IV. Ediciones Cristiandad, Madrid, 1984.
2. Se le llama
“apócrifo” a los textos que no se han declarado como canónicos;
es decir, que no forman parte del catálogo de libros sagrados
admitidos por la Iglesia Católica. El criterio que ha empleado la
Iglesia para “decidir” que libro es canónico y cuál no, no deja
de ser discutido. Diversos estudiosos concluyen que en los primeros
tiempos de la Iglesia se “temió” el contenido de aquellos libros
porque podían cambiar radicalmente el dogma enseñado por el
catolicismo. Y había razones para temer, pues además de las
referencias a “seres del cielo”, se otorga, inclusive, detalles
ignorados de la vida de Jesús, desde su natividad, infancia y
predicación. Vale la pena leerlos.
3. Josef Blumrich,
desde luego, no es un “perico de los palotes”. Además de sus
credenciales como ingeniero de la NASA, desempeñó un papel
importante en la creación del Skylab y el trasbordador espacial. Por
si ello fuera poco, tuvo la rara distinción de que en 1972 se le
concediera la medalla de servicios excepcionales de la NASA por su
extraordinaria aportación a los proyectos Saturno y Apolo. De ser en
un principio un escéptico, publicó más tarde su libro “The
Spaceships of Ezekiel” (1973).
4. La Santa Biblia
5. En verdad se ha
escrito mucho sobre “astroarqueología”. También, debo decir, se
ha dicho de todo, al punto de llamar “extraterrestre” a cualquier
enigma. Pero al margen de ello hay textos y teorías de diversos
autores que merecen estudiarse, particularmente la obra del filólogo
Zecharia Sitchin. En el caso de apariciones extrañas en la Biblia,
es interesante la recopilación de datos que llevó a cabo el
periodista español J.J. Benítez en su libro “Los Astronautas de
Yavé” (Editorial Planeta, 1996).
Las Inexplicables Civilizaciones Antes De La Historia
Gracias al
desarrollo de la ciencia, el hombre se encuentra hoy en el umbral de
las exploraciones espaciales y ante él se abren nuevas perspectivas
de conquistar otros planetas, es decir, una situación en cierto
aspecto similar a la que se encontraban los europeos en 1493, después
de que Colón demostrase que los viajes trasatlánticos eran
factibles. Pero, a pesar del desarrollo de esta ciencia, cada día
más avanzada, el hombre también está cada vez más cerca de otro
Armagedón. Ahora bien, cualesquiera que sean el tiempo o el destino
que nos han tocado vivir, nuestra educación, nuestras tradiciones y
nuestro punto de vista histórico, generalmente optimista, nos ha
condicionado a aceptar como un proceso irreversible la evolución
progresiva de la civilización. Este avance progresivo comenzó en
Mesopotamia y Egipto, desarrollándose perfectamente en el aspecto
religioso y político a través de Palestina, Siria y Grecia, y
perfeccionándose al máximo en el aspecto legal y organizativo
durante el Imperio romano. Durante la Edad Media, este proceso
evolutivo sufrió cierto retroceso, pero luego continuó su marcha
siempre progresiva durante el Renacimiento, el descubrimiento del
Nuevo Mundo y la revolución industrial.
Este progreso de la
civilización parece explicar las crecientes e innatas dotes del
hombre desde los tiempos antiguos hasta nuestros días. No obstante,
aunque el hombre, gracias a su elevada formación científica, es hoy
capaz de examinar más minuciosamente las huellas de su propio
pasado, en la actualidad ha tenido que enfrentarse con ciertos
problemas desconcertantes y poco tranquilizadores, sobre todo, en
estos últimos años. Una especie de interrogante iconoclasta
atormenta cada vez más al investigador de historia antigua: ¿es
posible que existieran otras civilizaciones en la larga historia del
hombre de las que no sabemos nada, o de las que sólo hemos oído
vagos ecos, a menudo confundidas con otras culturas más o menos
familiares para nosotros?
Nuestro concepto de
la historia antigua está grandemente influenciado por nuestra
dependencia de la Biblia, cuyos libros relativos a la Antigüedad
están escritos desde un punto de vista sólo comprensible de forma
aislada. Ello ha tendido a distorsionar el panorama general de las
antiguas culturas y a descuidar completamente algunas muy
importantes, incluyendo la de Minos y la de los hititas. Conserva, al
mismo tiempo, alusiones fascinantes relativas a culturas de extremada
y casi prehistórica antigüedad, como asimismo a civilizaciones tan
lejanas y de las que apenas tenemos referencias como para ser
calificadas de prehistóricas.
No es forzosamente
necesario que analicemos y estudiemos ciertas razas, culturas y
hechos históricos omitidos o descuidados por los escritores bíblicos
y otros famosos historiadores de la Antigüedad, sino más bien
culturas perdidas más antiguas de las que aquéllos son meros
vestigios. El lector se cerciorará de que las soluciones que da el
autor a los «enigmas» de las civilizaciones desaparecidas se
apartan de la historia ortodoxa y entran en un plano puramente
subjetivo. Por ello, un lector que conozca la historia según las
normas tradicionales no estará de acuerdo con lo que Charles Berlitz
afirma. (N. del E.)
¿Acaso los antiguos
mayas, los pre-incas de Sudamérica, los pueblos constructores de
esos extraños montículos de Norteamérica, los asombrosos artistas
que pintaron las antiquísimas cuevas de Europa occidental y Norte de
África, y la población autóctona de la isla de Pascua y de las
islas Canarias, por no citar más que unos cuantos, desarrollaron por
sí mismos su cultura o eran remanentes de unas civilizaciones
muchísimo más antiguas?
Actualmente
disponemos de medios para calcular la antigüedad de los períodos
culturales, que trastornan la idea que teníamos sobre cuánto tiempo
ha vivido el hombre civilizado. Constantemente se descubren nuevos
hallazgos en zonas muy distintas entre sí: una ciudad amurallada
situada en el lugar donde estuvo Jericó, a la que se otorga una
antigüedad de diez mil años, casi en la época de la legendaria
Atlántida. Según estableció en 1650, James Usher, arzobispo de
Armagh (Irlanda), la ciudad de Jericó data unos miles de años
después de 4004 a. C, fecha de la creación del mundo; ello aún
influye sutilmente en nuestro concepto de la edad de la civilización.
(El doctor John Lightfoot, vicecanciller de la Universidad de
Cambridge y contemporáneo del arzobispo Usher, sostenía: «El
hombre fue creado por la Trinidad el día 23 de octubre del año 4004
a. C., a las nueve de la mañana.»).
Más fantástico aún
fue un intento llevado a cabo en 1857 por Phillip Henry Gosse para
justificar la tradición bíblica. Según este autor, durante el
siglo XIX se descubrió grandes cantidades de fósiles. Gosse, una
gran autoridad en zoología marina, sostiene que Dios creó los
fósiles de los animales extintos al mismo tiempo que a Adán y Eva.
Mientras que
nosotros, los hombres de la edad atómica, no nos preocupamos ahora
de la edad de nuestro planeta ni del comienzo aproximado de la Era
Cuaternaria, que se remonta a dos millones de años aproximadamente,
no obstante, nuestros cálculos sobre la edad de la «civilización»
coinciden curiosamente con el concepto bíblico sobre la fecha de
aparición del primer hombre sobre la Tierra. La explicación es muy
simple: para nosotros, nuestros conocimientos sobre la historia y la
civilización se apoyan únicamente en los datos escritos legados por
el pasado.
Pero incluso este
principio comienza a tambalearse. En efecto, inscripciones
paleolíticas hechas con utensilios cortantes en huesos grabados, a
las que se atribuye una antigüedad de treinta mil años, están
siendo estudiadas actualmente a la luz de un nuevo enfoque
científico; se las considera como registros de los ciclos de la Luna
y como anotaciones sobre los largos períodos de las fases lunares,
es decir, una especie de astronomía del «hombre de la caverna».
Tales inscripciones han sido halladas en cavernas en diferentes
lugares de Europa y tienden a cambiar nuestro concepto sobre la
capacidad intelectual de nuestros antepasados, habitantes de las
cavernas.
Lo que parece ser
cartas o escritos, o símbolos preliminares a una forma de escritura,
han sido descubiertos en algunos lugares de España y Francia, y ello
nos indica que la escritura o la escritura simbólica se remonta a
unos ocho mil o diez mil años de antigüedad. En una caverna de
paredes pintadas descubierta en Lussac (Francia), no abierta al
público, se observan unos hombres y mujeres primitivos"
vestidos con una confortable indumentaria de sorprendente trazo
moderno, completamente distinta de aquellas pieles y ornamentos de
hueso con que solemos imaginarnos a los habitantes de las cavernas.
Asimismo, en Rhodesia existe una mina de cobre en la que se ha
comprobado que hace 47.000 años se extraía dicho mineral, lo que
nos lleva a la conclusión de que los desconocidos mineros de la
misma daban una finalidad y un uso al cobre que extraían. Cuanto más
retrocedemos en la historia, más indicaciones encontramos de que
existía una civilización, cuyo alcance aún desconocemos, anterior
a las civilizaciones que nos son conocidas, aunque sean incompletos
los datos que poseemos de ella.
Siempre ha sido un
misterio para los arqueólogos y para los estudiosos de la historia
antigua el hecho de que si una civilización tan altamente
desarrollada e «inclasificada» existió antes de las que nosotros
conocemos, ¿cómo es que no existe una prueba concreta de la misma?
También se ha sugerido que si estas culturas prehistóricas fueron
tan civilizadas, ¿cómo no se ha podido encontrar, entre tantas
excavaciones llevadas a cabo, un simple reloj, una estilográfica o
un mechero? Como respuesta a estos interrogantes, durante los últimos
años se han hecho unos descubrimientos verdaderamente asombrosos,
que implican el conocimiento y utilización de la electricidad por
los antiguos, mediciones de las distancias interplanetarias, pesos y
volúmenes de los planetas, un concepto realista de la Tierra,
incluyendo ciertas referencias a la Antártida miles de años antes
de que fuese descubierta «oficialmente», conocimientos muy
avanzados de cartografía y de geometría esférica, el pulido de
lentes microscópicas, la utilización de computadoras y otros
conocimientos científicos y matemáticos hasta ahora insospechados.
Parece como si
alguien que vivió en nuestro planeta antes que nosotros nos hubiese
dejado mensajes, bajo la forma de ciertos monumentos claves y
construcciones para ayudar a otras razas posteriores a leerlos, para
orientarlas y, en algunas ocasiones, como advertencia contra ciertos
peligros.
Algunos de estos
monumentos aún existen, y algunas estructuras «naturales», que en
principio se pensó eran demasiado grandes para proceder de la mano
del hombre, se ha demostrado que son realmente obras de
extraordinaria calidad. Un ejemplo prominente de lo que acabamos de
exponer lo constituye la gran pirámide de Egipto. Cuanto más la
estudiamos y medimos, más nos vemos obligados a cambiar el concepto
que de ella teníamos, comprobando cuan distinta es de lo que
imaginábamos. ¿Era simplemente una tumba, como suponía el gran
historiador Herodoto? ¿Era algo más que una simple tumba, como, por
ejemplo, una indicación del principal meridiano para los astrónomos
y cartógrafos, olvidándose más tarde esta finalidad? ¿Fue acaso
un colosal reloj equinoccial, un indicador de las épocas de siembra
y cosecha para los millones de seres que laboraban las tierras a lo
largo del Nilo? ¿Era una gigantesca cápsula del tiempo indicadora,
mucho antes de nuestra era, de que existía una raza más antigua,
con grandes conocimientos sobre el peso de la Tierra, la distancia
entre el Sol y la Tierra, una clave para las matemáticas y el año
sideral, una guía para la geografía y la cartografía y,
finalmente, el repositorio de un sistema de medidas prehistórico y
desconocido para nosotros?
La gran pirámide de
Egipto es un hito del pasado que aún permanece con nosotros. Es muy
fácil reconocer que se trata de una masa colosal (¡cómo íbamos a
negarlo teniendo una altura de 45 pisos!), pero no resulta ya tan
fácil demostrar lo que realmente es. Existen otros monumentos en el
mundo cuya finalidad, su verdadera finalidad, aún se ignora; algunos
porque son demasiado inmensos, como el situado en El Panecillo, una
pequeña montaña en las cercanías de Quito (Ecuador), durante mucho
tiempo considerado como una montaña natural, pero aparentemente
construido por el hombre, como asimismo otras construcciones, a
primera vista auténticas estructuras geológicas naturales,
existentes en México, Perú, Brasil, Asia central e incluso en
algunas islas del Pacífico.
Los métodos y los
equipos técnicos de que hoy disponen los arqueólogos son muy
superiores a las primitivas máquinas de los antiguos. Entre los
modernos instrumentos actualmente al alcance de los científicos
están el avión y la fotografía aérea, diminutos submarinos, la
utilización del sonar para exploraciones submarinas, como asimismo
equipos especiales para submarinistas, radar, detectores de minas,
magnómetro de cesio para la exploración del subsuelo. Aparte de
todo esto, se posee grandes conocimientos de las lenguas antiguas y
se dispone de una nueva técnica para restaurar, limpiar y
reconstruir objetos arqueológicos; y lo que es mucho más
importante, establecer su antigüedad mediante la utilización de la
técnica del carbono 14.
Resulta curioso
comprobar que la mayoría de los adelantos en las modernas
investigaciones arqueológicas son fruto de los artefactos militares
utilizados en la Segunda Guerra Mundial. En efecto, muchos
descubrimientos arqueológicos se han llevado a cabo gracias a las
fotografías aéreas obtenidas por los pilotos de guerra mientras
efectuaban el reconocimiento de terrenos enemigos. Por ejemplo,
gracias a estos reconocimientos aéreos ha sido posible descubrir el
puerto hundido de Tiro como asimismo otros puertos antiguos del
Mediterráneo actualmente bajo las aguas. Del mismo modo, el plano de
las calles y canales de la perdida ciudad etrusca de Spina, cubiertos
durante siglos por las marismas junto a Venecia, la hundida ciudad de
diversiones de Baiae (ciudad romana equivalente a la actual Las Vegas
de Estados Unidos), como asimismo numerosas ciudades mayas en
Centroamérica y ruinas arqueológicas preincaicas en Sudamérica
cubiertas por la exuberante vegetación selvática, deben su
descubrimiento al aeroplano. Bastará un simple ejemplo para
demostrar los grandes conocimientos que tenemos del pasado gracias a
la fotografía aérea: cerca de Persépolis (Persia), cuatrocientos
insospechados emplazamientos fueron descubiertos durante un vuelo de
trece horas de duración, y unas fotografías aéreas de una zona
cercana demostraron detalladamente (en un terreno sólo visible desde
el aire) el plano de una ciudad antigua que una expedición
arqueológica había intentado localizar sin resultados positivos
durante cerca de año y medio.
Así pues, gracias a
los modernos artefactos de guerra se ha conseguido, en grado sumo,
localizar y estudiar las antiguas civilizaciones, muchas de las
cuales fueron destruidas por los conflictos bélicos, lo que
constituye un convincente argumento sobre los procesos cíclicos del
progreso: guerra, devastación y nuevo despertar. Hecho este que
hemos podido comprobar a lo largo de toda nuestra historia.
A medida que
examinamos la superficie de la Tierra, su subsuelo, el fondo de los
lagos, mares y ríos, las cordilleras continentales bajo el mar, e
incluso los grandes abismos y profundidades, no sólo encontramos
pruebas de las huellas del hombre, sino de civilizaciones
«inclasificadas», de las que sólo sabemos muy poco o nada, y que
han desaparecido por motivos aún desconocidos. En realidad, cuando
estudiamos estas reminiscencias culturales de lo que presumimos
fueron pueblos primitivos, el misterio se oscurece más aún. ¿Cómo
podemos explicar la zona de Nazca, en la costa del Perú, donde todo
un desierto está marcado, durante una extensión de cientos y
cientos de kilómetros cuadrados, con lo que parecen ser planos
cósmicos, diagramas, símbolos y dibujos de animales, sólo visibles
desde el aire? El científico se siente inclinado a especular sobre
cierta conexión cultural con lugares tales como el gran Zodiaco de
Glastonbury (Gran Bretaña) situado en un círculo de 48.300 metros
de circunferencia, o las enormes piedras, perfectamente ajustadas,
de Carnac, en Bretaña (Francia), o las rocas de Stonehenge, en
Salisbury Plain (Gran Bretaña) e incluso con los misteriosos
montículos del Valle del Mississíppi y otros lugares del centro de
Estados Unidos; inmensas construcciones de tierra y montículos
piramidales en perfectos círculos encuadrados dentro de otros
círculos, romboides, polígonos y elipses de exactas medidas, como
asimismo representaciones de animales y serpientes no siempre
visibles desde el suelo, pero perfectas cuando son observadas desde
arriba.
Resultan
inexplicables las enormes murallas preincaicas de los templos pétreos
en las altiplanicies y montañas de los Andes, no sólo en cuanto al
sistema de transporte que utilizaron sus constructores, sino también
por el ajuste asombrosamente exacto y casi caprichoso de los bloques
de granito pluriangulares de cientos de toneladas de peso.
Desde que se
descubrió el método del carbono 14 para calcular la antigüedad de
los objetos arqueológicos (aunque, desgraciadamente, no puede
aplicarse a la piedra), se han llevado a cabo varios intentos para
establecer la antigüedad de muchas «inexplicables» ruinas del
pasado, consiguiéndose asombrosos resultados en algunos casos. (¡Al
gigantesco Zodiaco de Glastonbury se le calculó una edad de quince
mil años!) A medida que retrocedemos en las etapas culturales del
hombre, nos encontramos con que no sólo hemos dejado muy lejos
aquella fecha de 4004 a.C. en la que el obispo Usher estableció el
año de la «creación» (que, por extraña coincidencia, corresponde
vagamente a un relato histórico que la ubica en una zona entre
Egipto y Sumeria), sino que podemos situar la civilización en un
punto anterior al último periodo glacial.
Existen otros muchos
sistemas para calcular o establecer la edad de los artefactos o
construcciones, pero el método del carbono 14 es el más exacto
hasta hoy día. Este método consiste en lo siguiente: cualquier
materia orgánica pierde la mitad de su carbono cada 5.600 años; por
lo tanto, reduciéndola en un reactor y pesando los residuos, una
constante más o menos variable —generalmente equivalente a 280
años— puede ser establecida. El único inconveniente de este
método es que destruye los materiales sometidos a análisis.
Considerando las fechas anteriores a Jesucristo que encontramos en
los textos de historia antigua, algunas, establecidas por el método
del carbono 14, resultan realmente chocantes.
Anteriormente a la
utilización del carbono 14, algunas de estas fechas ya se presumían,
viniendo dicho método a confirmarlas más adelante, pero otras
tienden a situar la Prehistoria mucho más atrás. Por ejemplo, la
mina de hierro de 43.000 años de antigüedad nos da a entender que
nuestros antepasados no eran tan incivilizados como suponíamos.
En los muchos miles
de años existentes entre el advenimiento de la inventiva y el hombre
artista de Cro-Magnon existe un intervalo de tiempo que abarcaría,
si pudiéramos localizarlo, muchos siglos de cultura y de
civilización. Una vaga memoria de todo esto quizá haya llegado
hasta nosotros disfrazada de leyendas sobre el gran diluvio, un hecho
muy común a casi todos los pueblos antiguos, o también como
tradiciones sobre la destrucción de la humanidad (generalmente como
un castigo divino a la maldad del hombre) por medio de terremotos,
diluvios, fuego, erupciones volcánicas o hielo. Cualquiera que haya
sido el motivo para la persistencia de estas leyendas y tradiciones
hasta nuestros días, todo ello nos transmite una especie de
advertencia (probablemente debido a la casta sacerdotal para
preservar la moralidad y la obediencia). Ahora bien, estas leyendas
se hallan tan extendidas, que, lógicamente, parecen ser memorias de
cambios en la superficie de la Tierra: cataclismos, períodos
glaciares, tremendas explosiones volcánicas y espantosos diluvios,
nacimiento de las montañas y hundimiento de las tierras bajo el mar.
Desde la antigua
India a la antigua América, a través de todas las tierras
existentes entre ambas, siempre encontramos la misma historia de
catástrofes que casi barrieron a la humanidad de la superficie de la
Tierra; sólo unos cuantos supervivientes se salvaron al refugiarse
en cavernas, en altas montañas o flotando en botes o arcas. En la
mayoría de los casos, entre los supervivientes se encontraban un
hombre privilegiado y elegido, acompañado por una o más mujeres;
algunas veces con familias enteras y otras con una selección de
animales y pájaros, cuya especie variaba según la parte del mundo
en que la leyenda era vigente. En cada caso, los supervivientes
regresaban sanos y salvos dando comienzo una nueva civilización.
Algunas veces, la
catástrofe fue considerada como un diluvio universal, tal como se
presenta en la tradición judeocristiana, una idea compartida por
todos los pueblos de Oriente Medio. En las tradiciones de la India
adopta la forma de toda una serie de cataclismos, donde el dios
Visnú, el Preservador, salvó a la humanidad de nueve grandes
desastres; y se cree que aún la salvará de otra más. En el antiguo
México, los toltecas creían que el mundo había desaparecido, o
casi desaparecido, tres veces, incorporando esta creencia a su
sistema de calendario, más adelante adoptado por los aztecas. Según
la tradición calendaría tolteca, la primera edad de la Tierra se
llamaba El Sol del Agua, durante la cual la Tierra fue destruida por
los diluvios; la segunda edad era El Sol de Tierra, cuando el mundo
fue destruido por los terremotos; la tercera edad fue la de El Sol de
los Vientos, en que la destrucción fue causada por los vientos
cósmicos. Según este pueblo, aún nos encontramos en la cuarta
edad, llamada El Sol del Fuego, que deberá terminar con una tremenda
conflagración general, un augurio plenamente compartido por los
profetas actuales sobre la ruina atómica de nuestro planeta.
Esta teoría de
periódicas catástrofes, que daban lugar a nuevas civilizaciones,
era generalmente aceptada y a menudo comentada en la Antigüedad,
aunque no tan lúcidamente como lo hiciera el gran filósofo griego
Platón, quien la utilizó en su famosa obra Timeo. En esta obra,
Platón describía la visita de su famoso antepasado Solón, el gran
legislador y filósofo ateniense, a algunos sacerdotes egipcios en el
templo de Neit, en Sais. En el Timeo, Solón aparece discutiendo con
dichos sacerdotes la antigüedad de su linaje, cuando uno de estos,
«de muy avanzada edad», aprovecha la coyuntura para hablar de la
Antigüedad, de la importancia de los viejos códigos y de las
catástrofes que asolaron la Tierra. Las palabras de Platón, más o
menos deformadas, ya que fueron pronunciadas hace más de dos mil
años, nos proporcionan un vivido comentario sobre la Antigüedad,
antes de la Antigüedad, como asimismo sobre los ciclos recurrentes
de la civilización.
En la obra de
Platón, el sacerdote egipcio dice: « ¡Oh Solón, vosotros, los
helenos, no sois más que niños, y no existe un solo heleno que sea
viejo..., todos sois jóvenes; no poseéis un solo concepto antiguo
que se halle respaldado por la vieja tradición, ni ninguna ciencia
que se haya encanecido con el curso de los años.
Y te explicaré la
razón de ello: ha habido, y volverán a haber, muchas destrucciones
de la humanidad, motivadas por muchas causas. «Existe una historia
que vosotros, los helenos, habéis sabido conservar. Según ésta,
Faetón, hijo de Helios, unció los corceles al carro de su padre, y
por no saber conducirlo como su progenitor, quemó todo lo que había
sobre la faz de la Tierra, siendo destruido él mismo por un rayo.
Ahora bien, aunque esto parece un mito, en realidad significa una
decadencia de los cuerpos que se mueven alrededor de la Tierra y en
los Cielos, y una gran conflagración de cosas que suceden en nuestro
planeta durante largos intervalos de tiempo: cuando esto suceda,
aquellos que viven en las montañas y en los lugares secos y elevados
se verán más amenazados de destrucción que aquellos que habiten
junto a los ríos o a las orillas del mar; es por este motivo que el
Nilo, nuestro eterno protector, nos salvó y liberó.
»Por otro lado,
cuando los dioses castigan a la Tierra con un diluvio de agua,
vuestros ganaderos y pastores montañeses son los supervivientes,
mientras que los que habitan en las ciudades son arrastrados por los
ríos al mar; pero en nuestro país, ni ahora ni nunca, el agua llegó
de los cielos que cubren los campos, sino de las profundidades de la
Tierra. Por este motivo, las cosas que hemos conservado en nuestro
país están consideradas como las más antiguas.
»...Y pase lo que
pase en vuestro país o en el nuestro, o en cualquier otra región
del mundo que conozcamos, todo hecho noble o grande o digno de
encomio, todo ha sido registrado por escrito en los viejos códices
que se conservan en nuestros templos; mientras que los helenos y los
habitantes de otras naciones sólo disponéis de escritos y de otras
cosas que necesitan los estados. Por este motivo, y en su momento
adecuado, un diluvio desciende del cielo, cual una pestilencia, y
arrastra a todos aquellos que carecen de cultura y educación, por lo
que tenéis que comenzar de nuevo como si fuerais niños, ya que
ignoráis lo que sucedió en los tiempos antiguos tanto en vuestro
pueblo como en el nuestro.
El Cerebro Crea La Realidad?
La mayor parte de la
gente desconoce que la mecánica cuántica, es decir, el modelo
teórico y práctico dominante hoy día en el ámbito de la ciencia,
ha demostrado la interrelación entre el pensamiento y la realidad.
Que cuando creemos que podemos, en realidad, podemos. Sorprendentes
experimentos en los laboratorios más adelantados del mundo
corroboran esta creencia.
El estudio sobre el
cerebro ha avanzado mucho en las últimas décadas mediante las
"tomografías". Conectando electrodos a este órgano, se
determina donde se produce cada una de las actividades de la mente.
La fórmula es bien sencilla: se mide la actividad eléctrica
mientras se produce una actividad mental, ya sea racional, como
emocional, espiritual o sentimental y así se sabe a qué área
corresponde esa facultad.
Estos experimentos
en neurología han comprobado algo aparentemente descabellado: cuando
vemos un determinado objeto aparece actividad en ciertas partes de
nuestro cerebro.... pero cuando se exhorta al sujeto a que cierre los
ojos y lo imagine, la actividad cerebral es ¡idéntica! Entonces, si
el cerebro refleja la misma actividad cuando "ve" que
cuando "siente", llega la gran pregunta: ¿cuál es la
Realidad? "La solución es que el cerebro no hace diferencias
entre lo que ve y lo que imagina porque las mismas redes neuronales
están implicadas; para el cerebro, es tan real lo que ve como lo que
siente", afirma el bioquímico y doctor en medicina
quiropráctica, Joe Dispenza en el libro "¿y tú qué sabes?".
En otras palabras, que fabricamos nuestra realidad desde la forma en
que procesamos nuestras experiencias, es decir, mediante nuestras
emociones.
La farmacia del
cerebro
En un pequeño
órgano llamado hipotálamo se fabrican las respuestas emocionales.
Allí, en nuestro cerebro, se encuentra la mayor farmacia que existe,
donde se crean unas partículas llamadas "péptidos",
pequeñas secuencias de aminoácidos que, combinadas, crean las
neurohormonas o neuropéptidos. Ellas son las responsables de las
emociones que sentimos diariamente. Según John Hagelin, profesor de
física y director del Instituto para la ciencia, la tecnología y la
política pública de la Universidad Maharishi, dedicado al
desarrollo de teorías del campo unificado cuántico: "hay
química para la rabia, para la felicidad, para el sufrimiento, la
envidia..."
En el momento en que
sentimos una determinada emoción, el hipotálamo descarga esos
péptidos, liberándolos a través de la glándula pituitaria hasta
la sangre, que conectará con las células que tienen esos receptores
en el exterior. El cerebro actúa como una tormenta que descarga los
pensamientos a través de la fisura sináptica. Nadie ha visto nunca
un pensamiento, ni siquiera en los más avanzados laboratorios, pero
lo que sí se ve es la tormenta eléctrica que provoca cada
mentalismo, conectando las neuronas a través de las "fisuras
sinápticas".
Cada célula tiene
miles de receptores rodeando su superficie, como abriéndose a esas
experiencias emocionales. La Dra. Candance Pert, poseedora de
patentes sobre péptidos modificados, y profesora en la Universidad
de Medicina de Georgetown, lo explica así: "Cada célula es un
pequeño hogar de conciencia. Una entrada de un neuropéptido en una
célula equivale a una descarga de bioquímicos que pueden llegar a
modificar el núcleo de la célula".
Nuestro cerebro crea
estos neuropéptidos y nuestras células son las que se acostumbran a
"recibir" cada una de las emociones: ira, angustia,
alegría, envidia, generosidad, pesimismo, optimismo... Al
acostumbrarse a ellas, se crean hábitos de pensamiento. A través de
los millones de terminaciones sinápticas, nuestro cerebro está
continuamente recreándose; un pensamiento o emoción crea una nueva
conexión, que se refuerza cuando pensamos o sentimos "algo"
en repetidas ocasiones. Así es como una persona asocia una
determinada situación con una emoción: una mala experiencia en un
ascensor, como quedarse encerrado, puede hacer que el objeto
"ascensor" se asocie al temor a quedarse encerrado. Si no
se interrumpe esa asociación, nuestro cerebro podría relacionar ese
pensamiento- objeto con esa emoción y reforzar esa conexión,
conocida en el ámbito de la psicología como "fobia" o
"miedo".
Todos los hábitos y
adicciones operan con la misma mecánica. Un miedo (a no dormir, a
hablar en público, a enamorarse) puede hacer que recurramos a una
pastilla, una droga o un tipo de pensamiento nocivo. El objetivo
inconsciente es "engañar" a nuestras células con otra
emoción diferente, generalmente, algo que nos excite,
"distrayéndonos" del miedo. De esta manera, cada vez que
volvamos a esa situación, el miedo nos conectará, inevitablemente,
con la "solución", es decir, con la adicción. Detrás de
cada adicción (drogas, personas, bebida, juego, sexo, televisión)
hay pues un miedo insertado en la memoria celular.
La buena noticia es
que, en cuanto rompemos ese círculo vicioso, en cuanto quebramos esa
conexión, el cerebro crea otro puente entre neuronas que es el
"pasaje a la liberación". Porque, como ha demostrado el
Instituto Tecnológico de Massachussets en sus investigaciones con
lamas budistas en estado de meditación, nuestro cerebro está
permanentemente rehaciéndose, incluso, en la ancianidad. Por ello,
se puede desaprender y reaprender nuevas formas de vivir las
emociones.
Mente creadora
Los experimentos en
el campo de las partículas elementales han llevado a los científicos
a reconocer que la mente es capaz de crear. En palabras de Amit
Goswani, profesor de física en la universidad de Oregón, el
comportamiento de las micropartículas cambia dependiendo de lo que
hace el observador: "cuando el observador mira, se comporta como
una onda, cuando no lo hace, como una partícula". Ello quiere
decir que las expectativas del observador influyen en la Realidad de
los laboratorios... y cada uno de nosotros está compuestos de
millones de átomos.
Traducido al ámbito
de la vida diaria, esto nos llevaría a que nuestra Realidad es,
hasta cierto punto, producto de nuestras propias expectativas. Si una
partícula (la mínima parte de materia que nos compone) puede
comportarse como materia o como onda.... Nosotros podemos hacer lo
mismo.
La realidad
molecular
Los sorprendentes
experimentos del científico japonés Masaru Emoto con las moléculas
de agua han abierto una increíble puerta a la posibilidad de que
nuestra mente sea capaz de crear la Realidad. "Armado" de
un potente microscopio electrónico con una diminuta cámara, Emoto
fotografió las moléculas procedentes de aguas contaminadas y de
manantial. Las metió en una cámara frigorífica para que se helaran
y así, consiguió fotografiarlas. Lo que encontró fue que las aguas
puras creaban cristales de una belleza inconmensurable, mientras que
las sucias, sólo provocaban caos. Más tarde, procedió a colocar
palabras como "Amor" o "Te odio", encontrando un
efecto similar: el amor provocaba formas moleculares bellas mientras
que el odio, generaba caos.
Por último, probó
a colocar música relajante, música folk y música thrash metal, con
el resultado del caos que se pudieron ver en las fotografías.
La explicación
biológica a este fenómeno es que los átomos que componen las
moléculas (en este caso, los dos pequeños de Hidrógeno y uno
grande de Oxígeno) se pueden ordenar de diferentes maneras:
armoniosa o caóticamente. Si tenemos en cuenta que el 80% de nuestro
cuerpo es agua, entenderemos cómo nuestras emociones, nuestras
palabras y hasta la música que escuchamos, influyen en que nuestra
realidad sea más o menos armoniosa. Nuestra estructura interna está
reaccionando a todos los estímulos exteriores, reorganizando los
átomos de las moléculas.
El valioso vacío
atómico
Aunque ya los
filósofos griegos especularon con su existencia, el átomo es una
realidad científica desde principios de siglo XX. La física atómica
dio paso a la teoría de la relatividad y de ahí, a la física
cuántica. En las escuelas de todo el mundo se enseña hoy día que
el átomo está compuesto de partículas de signo positivo (protones)
y neutras (neutrones) en su núcleo y de signo negativo (electrones)
girando a su alrededor. Su organización recuerda extraordinariamente
a la del Universo, unos electrones (planetas) girando alrededor de un
sol o núcleo (protones y neutrones). Lo que la mayoría
desconocíamos es que la materia de la que se componen los átomos es
prácticamente inexistente. En palabras de William Tyler, profesor
emérito de ingeniería y ciencia de la materia en la universidad de
Stanford, "la materia no es estática y predecible. Dentro de
los átomos y moléculas, las partículas ocupan un lugar
insignificante: el resto es vacío".
En otras palabras,
que el átomo no es una realidad terminada sino mucho más maleable
de lo que pensábamos. El físico Amit Goswani es rotundo:
"Heinsenberg, el codescubridor de la mecánica cuántica, fue
muy claro al respecto; los átomos no son cosas, son TENDENCIAS. Así
que, en lugar de pensar en átomos como cosas, tienes que pensar en
posibilidades, posibilidades de la consciencia. La física cuántica
solo calcula posibilidades, así que la pregunta viene rápidamente a
nuestras mentes, ¿quién elige de entre esas posibilidades para que
se produzca mi experiencia actual? La respuesta de la física
cuántica es rotunda: La conciencia está envuelta, el observador no
puede ser ignorado".
¿Qué realidad
prefieres?
El ya famoso
experimento con la molécula de fullerano del doctor Anton
Zeillinger, en la Universidad de Viena, testificó que los átomos de
la molécula de fullerano (estructura atómica que tiene 60 átomos
de cárbón) eran capaces de pasar por dos agujeros simultáneamente.
Este experimento "de ciencia ficción" se realiza hoy día
con normalidad en laboratorios de todo el mundo con partículas que
han llegado a ser fotografiadas. La realidad de la bilocación, es
decir, que "algo" pueda estar en dos lugares al mismo
tiempo, es algo ya de dominio público, al menos en el ámbito de la
ciencia más innovadora. Jeffrey Satinover, ex presidente de la
fundación Jung de la universidad de Harvard y autor de libros como
"El cerebro cuántico" y "El ser vacío", lo
explica así: "ahora mismo, puedes ver en numerosos laboratorios
de Estados Unidos, objetos suficientemente grandes para el ojo
humano, que están en dos lugares al mismo tiempo, e incluso se les
puede sacar fotografías. Yo creo que mucha gente pensará que los
científicos nos hemos vuelto locos, pero la realidad es así, y es
algo que todavía no podemos explicar".
Quizás porque
algunos piensen que la gente "de a pie" no va a comprender
estos experimentos, los científicos todavía no han conseguido
alertar a la población de las magníficas implicaciones que eso
conlleva para nuestras vidas, aunque las teorías anejas sí forman
parte ya del dominio de la ciencia divulgativa.
Seguramente la
teoría de los universos paralelos, origen de la de la "superposición
cuántica", es la que ha conseguido llegar mejor al gran
público. Lo que viene a decir es que la Realidad es un número "n"
de ondas que conviven en el espacio-tiempo como posibilidades, hasta
que UNA se convierte en Real: eso será lo que vivimos. Somos
nosotros quienes nos ocupamos, con nuestras elecciones y, sobre todo,
con nuestros pensamientos ("yo sí puedo", "yo no
puedo") de encerrarnos en una realidad limitada y negativa o en
la consecución de aquellas cosas que soñamos. En otras palabras, la
física moderna nos dice que podemos alcanzar todo aquello que
ansiamos (dentro de ese abanico de posibilidades- ondas, claro).
En realidad, los
descubrimientos de la física cuántica vienen siendo experimentados
por seres humanos desde hace milenios, concretamente, en el ámbito
de la espiritualidad. Según el investigador de los manuscritos del
Mar Muerto, Greg Braden, los antiguos esenios (la comunidad
espiritual a la que, dicen, perteneció Jesucristo) tenían una
manera de orar muy diferente a la actual. En su libro "El efecto
Isaías: descodificando la perdida ciencia de al oración y la
plegaria", Braden asegura que su manera de rezar era muy
diferente a la que los cristianos adoptarían. En lugar de pedir a
Dios "algo", los esenios visualizaban que aquello que
pedían ya se había cumplido, una técnica calcada de la que hoy se
utiliza en el deporte de alta competición, sin ir más lejos.
Seguramente, muchos han visto en los campeonatos de atletismo cómo
los saltadores de altura o pértiga realizan ejercicios de simulación
del salto: interiormente se visualizan a sí mismos, ni más ni menos
que realizando la proeza. Esta técnica procede del ámbito de la
psicología deportiva, que ha desarrollado técnicas a su vez
recogidas del acervo de las filosofías orientales. La moderna
Programación Neurolingüística, usada en el ámbito de la
publicidad, las relaciones públicas y de la empresa en general,
coincide en recurrir al tiempo presente y a la afirmación como
vehículo para la consecución de los logros. La palabra sería un
paso más adelante en la creación de la Realidad, por lo que tenemos
que tener cuidado con aquello que decimos pues, de alguna manera,
estamos atrayendo esa realidad..
La búsqueda
científica del alma
En las últimas
décadas, los experimentos en el campo de la neurología han ido
encaminados a encontrar donde reside la conciencia. Fred Alan Wolf,
doctor en física por la universidad UCLA, filósofo, conferenciante
y escritor lo explica así en "¿Y tú qué sabes?" de la
que se espera la segunda parte en pocos meses: "Los científicos
hemos tratado de encontrar al observador, de encontrar la respuesta a
quién está al mando del cerebro: sí, hemos ido a cada uno de los
escondrijos del cerebro a encontrar el observador y no lo hemos
hallado; no hemos encontrado a nadie dentro del cerebro, nadie en las
regiones corticales del cerebro pero todos tenemos esa sensacion de
ser el observador". En palabras de este científico, las puertas
para la existencia del alma están abiertas de par en par: "Sabemos
lo que el observador hace pero no sabemos quién o qué cosa es el
observador".
Hoy recuperadas por
la física cuántica, muchas de estas afirmaciones eran conocidas en
la Antigüedad, como en el caso del "Catecismo de la química
superior", de Karl von Eckartshausen.
Cuadro 1 - Nuestro
cerebro: un ordenador que procesa información
A cada segundo, en
una vida como la moderna llena de estímulos: nos bombardean enormes
cantidades de información. El cerebro solo procesa una mínima
cantidad de ella: 400 mil millones de bits de información por
segundo. Los estudios científicos han demostrado que sólo somos
conscientes de 2.000 mil de esos bits, referidos al medio ambiente,
el tiempo y nuestro cuerpo. Así pues, lo que consideramos la
Realidad, es decir, aquello que vivimos, es sólo una mínima parte
de lo que en realidad está ocurriendo. ¿Cómo se filtra toda esa
información?
A través de
nuestras creencias: El modelo de lo que creemos acerca del mundo, se
construye desde lo que sentimos en nuestro interior y de nuestras
ideas. Cada información que recibimos del exterior se procesa desde
las experiencias que hemos tenido y nuestra respuesta emocional
procede de estas memorias. Por eso, los malos recuerdos nos impulsan
a caer en los mismos errores.
Cuadro 2: Cómo
romper con esos malos hábitos del pensamiento
El cerebro crea esas
redes a partir de la memoria: ideas, sentimientos, emociones. Cada
asociación de ideas o hechos, incuba un pensamiento o recuerdo en
forma de conexión neuronal, que desemboca en recuerdos por medio de
la memoria asociativa. A una sensación o emoción similar,
reaparecerá ese recuerdo en forma de idea o pensamiento. Hay gente
que conecta "amor" con "decepción" o "engaño",
así que cuando vaya a sentir amor, la red neuronal conectará con la
emoción correspondiente a cómo se sintió la última vez que lo
sintió: ira, dolor, rabia, etc. Según Joe Dispenza "si
practicamos una determinada respuesta emocional, esa conexión
sináptica se refuerza y se refuerza. Cuando aprendemos a "observar"
nuestras reacciones y no actuamos de manera automática, ese modelo
se rompe". Así pues, aprender a "ver" esas
asociaciones es la mejor manera de evitar que se repitan: la llave es
la conciencia.
Cuadro 3: La
mecánica de la erección
La mejor metáfora
del pensamiento creador es el miembro masculino. Una sola fantasía
sexual, es decir, un pensamiento erótico, es capaz de producir una
erección, con toda la variedad de glándulas endocrinas y hormonas
que participan en ello. Nada hay fuera de la mente del hombre pero,
sin embargo, se produce un torbellino hormonal que desemboca en un
hecho físico palpable. En el lado femenino, también el poder del
pensamiento asociado al erotismo se convierte a menudo en hechos
físicos, demostrando la capacidad del pensamiento para crear
situaciones placenteras... o adictivas. Los más firmes defensores
del poder de la visualización llegan a proponer que se puede obtener
a través de ella casi todo lo que deseamos.
¿QUE ES UNA ONDA DE
FORMA?
Muchos científicos
y físicos cuánticos reconocen el poder de transmisión en cualquier
forma simple geométrica o como un diseño ondulado de un rastro de
energía, es un ONDA DE FORMA simple. Puede tener un patrón
geométrico o puede ser un gesto de pincel simple como una onda que
contiene el significado completo, la intención y la energía de un
momento dado de intensidad mientras da forma a la realidad y puede
tener en su ser todas las cualidades que lo crearon.. Es una semilla
de fractal energético que dada la situación correcta continuará su
crecimiento y multiplicándose. Éstas son modelos y formas que crean
la energía y transmiten los patrones específicos, del pensamiento,
nosotros hemos estado usándolos en los templos, las iglesias,
logotipos, publicidad y podemos reconocer inmediatamente la armonía
y desarmonia en ellos. Ciertos modelos de la geometría sagrada
parecen actuar recíprocamente con su entorno armonizando y
estabilizando sus moléculas, como si organizara los átomos y
electrones. Puede significar que un cierto diseño de geometría
YANTRA de ENERGÍA puede polarizar las partículas e incluso podría
purificar el agua, aumentando las cualidades y la armonía en su
entorno.
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