Cecilia de Roma, conocida como santa Cecilia (en latín sancta Caecilia), fue una noble romana, convertida al cristianismo, que —según la tradición— fue martirizada por su fe entre el año 180 y 230.
La Iglesia Católica y la Ortodoxa conmemoran su muerte el 22 de noviembre.
En la Iglesia católica, es patrona de la música, de los poetas, de los ciegos (como santa Lucía de Siracusa) y de las ciudades de Albi (Francia) , Omaha (estado de Nebraska, EE. UU.) y Mar del Plata (Argentina).
Sus atributos son el órgano, la laúd y las rosas.
En honor a ella, un importante movimiento de renovación de la música sacra católica de finales del siglo XIX recibió el nombre de cecilianismo.
Leyenda
Hacia la mitad del siglo V aparecieron unas Actas de santa Cecilia en latín. Fueron utilizadas en los prefacios de las misas del Sacramentarium Leonianum. Según este texto, Cecilia había sido una virgen de una familia senatorial romana de los Metelos, que se había convertido al cristianismo desde su infancia. Sus padres la dieron en matrimonio a un noble joven pagano, Valerius («Valeriano»). Cuando, tras la celebración del matrimonio, la pareja se había retirado a la cámara nupcial, Cecilia dijo a Valeriano que ella había entregado su virginidad a Dios y que un ángel celosamente guardaba su cuerpo; por consiguiente, Valeriano debía tener el cuidado de no violar su virginidad. Valeriano pidió ver al ángel, después de lo cual Cecilia lo envió junto a la tercera piedra miliaria de la Vía Apia dónde debía encontrarse con el papa Urbano I.
El diálogo, según la tradición, transcurrió así:
Cecilia: Tengo que comunicarte un secreto. Has de saber que un ángel del Señor vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el ángel se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias; en cambio si me respetas, el ángel te amará como me ama a mí.
Valeriano: Muéstramelo. Si es realmente un ángel de Dios, haré lo que me pides.
Cecilia: Si crees en el Dios vivo y verdadero y recibes el agua del bautismo verás al ángel.
Valeriano obedeció y fue al encuentro de Urbano, el papa lo bautizó y Valeriano regresó como cristiano ante Cecilia. Entonces se apareció un ángel a los dos y los coronó como esposos con rosas y azucenas. Cuando Tiburcio, el hermano de Valeriano, se acercó a ellos, también fue convertido al cristianismo y a partir de entonces vivió con ellos en la misma casa, en completa pureza.
El prefecto Turcio Almaquio condenó a ambos hermanos a la muerte. El funcionario del prefecto, Máximo, fue designado para ejecutar la sentencia. Pero se convirtió al cristianismo y sufrió el martirio con los dos hermanos. Cecilia enterró sus restos en una tumba cristiana. Luego la propia Cecilia fue buscada por los funcionarios del prefecto. Fue condenada a morir ahogada en el baño de su propia casa. Como sobrevivió, la pusieron en un recipiente con agua hirviendo, pero también permaneció ilesa en el ardiente cuarto. Por eso el prefecto decidió que la decapitaran allí mismo. El ejecutor dejó caer su espada tres veces pero no pudo separar la cabeza del tronco. Huyó, dejando a la virgen bañada en su propia sangre. Cecilia vivió tres días más, dio limosnas a los pobres y dispuso que después de su muerte su casa debía dedicarse como templo. El obispo Urbano la enterró en la catacumba de Calixto, donde se sepultaban los obispos y los confesores.
El relato así no tiene valor histórico; es un romance pío, como tantos otros recopilados en los siglos V y VI. La existencia de los mencionados mártires, sin embargo, es un hecho histórico. La relación entre Cecilia y Valeriano, Tiburcio y Máximo, mencionados en las Actas, tienen quizá algún fundamento histórico.
Explicación de la leyenda
Los historiadores creen que Valeriano y Tiburcio fueron verdaderos mártires cristianos, pero que Cecilia probablemente sea un mito. No se la menciona en ninguna de las listas hagiográficas en boga en esa época, hasta la aparición de las Actas de santa Cecilia (aprox. 480). La basílica actual (Santa Cecilia in Trastévere) se encuentra en un sitio que a fines del siglo V era una casa doméstica, y es posible que una mujer piadosa donara su casa para que se convirtiera en una iglesia. La bella iglesia actual se encuentra cerca del puerto Ripa Grande sobre el río Tíber, donde estaba situado el gueto.
Existe una explicación del mito: cerca del sitio de la iglesia Santa Cecilia en Trastévere se encuentra el templo de la Bona Dea Restituta. Esta ‘buena diosa de la restitución [de la salud]’ era la diosa romana que curaba la ceguera. Y la palabra latina correspondiente a la ceguera es cæcitas (muy parecido a Cæcilia).
Referencias históricas
La referencia histórica más antigua sobre Cecilia se encuentra el Martyrologium Hieronymianum, lo que indica que en el siglo IV la Iglesia romana ya la conmemoraba. En este martirologio de Jerónimo su nombre se menciona el 11 de agosto, que es la fiesta del mártir Tiburcio. Pero evidentemente se trata una adición equivocada y tardía, debido al hecho que este Tiburcio, que fue enterrado en la Vía Labicana, fue identificado erróneamente con Tiburcio, el cuñado de Cecilia mencionado en las Actas de santa Cecilia.
En el mismo martirologio se la menciona el 16 de septiembre, con una nota topográfica: «Appiâ viâ in eâdem urbe Româ natale et passio sánctæ Cecíliæ virginia» (‘en la Vía Apia de la ciudad de Roma, nació y murió la santa virgen Cecilia’). El 16 de septiembre podría ser el día del entierro de la mártir. La fiesta de la mártir que se menciona el 22 de noviembre, en cuyo día se celebra todavía, fue preservada en el templo dedicada a ella del barrio del Trastévere en Roma. Por consiguiente, su origen probablemente se remonta a esta iglesia.
Las primeras guías medievales de los sepulcros de los mártires romanos señalan su tumba en la Via Apia, al lado de la cripta de los obispos romanos del siglo III.[3] De Rossi localizó el sepulcro de Cecilia en las catacumbas de Calixto, en una cripta adjunta a la capilla de la cripta de las papas; un nicho vacío en una de las paredes que probablemente contenía un sarcófago. Entre los frescos posteriores que adornan la pared del sepulcro, aparece dos veces la figura de una mujer ricamente vestida, y aparece una vez el papa Urbano I (quien —según las Actas de santa Cecilia— había tenido una estrecha relación con la mártir).
Venancio Fortunato, obispo de Poitiers muerto en el año 600), en su libro Miscellánea (1.20 y 8.6) escribió que entre el 176 y el 180 (en la época del emperador Marco Aurelio) había muerto una Cecilia en la isla de Sicilia. Ado (Martirologio, «22 de noviembre») sitúa el momento de la muerte de Cecilia en el reinado de Marco Aurelio y Cómodo (aproximadamente el 177). De Rossi (en Sotterránea de Roma, 2.147), intenta demostrar que la declaración de Venancio Fortunato es la más segura históricamente.
En otras fuentes occidentales de la baja Edad Media y en el Synaxaria griego, el martirio se sitúa en la persecución de Diocleciano (aunque se refiere probablemente a una mártir verdadera llamada Cecilia, africana, quien sufrió la persecución de este emperador, y su día se conmemora el 11 de febrero). P. A. Kirsch intentó fijar la fecha en el tiempo del emperador Alejandro Severo (229-230); Aubé, en la persecución de Decio (249-250); y Kellner, en la de Juliano el Apóstata (362).
Ninguna de estas opiniones está suficientemente establecida, ya que las Actas de santa Cecilia (única fuente disponible) no ofrecen ninguna evidencia cronológica. La única indicación temporal segura es la localización de la tumba en la catacumba de Calixto, en inmediata proximidad a la antiquísima cripta de los papas, en la que fueron enterrados los papas Ponciano y Antero, y probablemente también Urbano I.
La parte más antigua de esta catacumba fecha todos estos eventos al final del siglo II; por consiguiente, desde ese momento hasta la mitad del siglo IV es el período dejado abierto para el martirio de Cecilia: 180 a 350.
En las firmas del Concilio Romano de 499 se menciona al templo de Cecilia como títulus sánctæ Cæcíliæ.
Reliquias
En el documento que enlista las reliquias en la catedral de Valencia, se encuentra una costilla de santa Cecilia (junto con la nuca de san Pedro Apóstol, el brazo y mano derecha —con carne y piel— de san Lucas, un pedazo de la cabeza de san Sebastián y un hierro de las saetas con que fue martirizado, dos monedas de la venta de Cristo, un cuerpo entero de un Santo Inocente, el Santo Grial y cabellos de la Virgen María, entre otros).
Los cuentos de Canterbury
El «Cuento de la segunda monja», de Los cuentos de Cantérbury de Chaucer (fines del siglo XIV) dan un recuento de la vida de Cecilia, con una pequeña mención a la música:
And whyl the organs maden melodye / To God alone in herte thus sang she
Y mientras los órganos hacían melodías / a Dios solo en el corazón así cantó ella
Que es la traducción del texto que se encuentra en los Actos de santa Cecilia: «... Mientras sonaban los instrumentos musicales, ella en su corazón a su único Señor cantaba».
Error de traducción
La reputación artística de Cecilia fue, probablemente, el resultado de una mala traducción de los Actos de santa Cecilia.
Venit dies in quo thalamus collacatus est, et, cantantibus organis, illa [Cecilia virgo] in corde suo soli Domino decantabat [dicens]: Fiat Domine cor meum et corpus meus inmaculatum et non confundar
‘Vino el día en que el matrimonio se celebró, y, mientras sonaban los instrumentos musicales, ella (la virgen Cecilia) en su corazón a su único Señor cantaba [diciendo]: [Señor,] haga el corazón mío y el cuerpo mío inmaculados y no confunda.’
La palabra latina organis, que significa ‘instrumentos musicales’ se tradujo como el recién inventado ‘órgano’. Entonces la frase se volvió ‘ella cantaba y se acompañaba con el órgano’. Y así Cecilia se volvió patrona de la música, y a partir del siglo XV (en el ámbito del Gótico cortés) se empezó a pintar a la santa cargando un pequeño órgano portátil, y otros instrumentos (clavicémbalo, laúd, etc.).
No ‘órgano’ sino ‘instrumentos de tortura’
En realidad los códices más antiguos no dicen canentibus organis (canentibus como sinónimo de cantantibus), sino candentibus organis, Caecilia virgo.... Los «órganos» no serían ‘instrumentos musicales’, sino ‘instrumentos de tortura’, y la antífona describiría que Cecilia, ‘entre las herramientas candentes, cantaba a su único Señor en su corazón’. La antífona no se referiría al banquete nupcial, sino más bien al momento del martirio.
Aún hoy, se cree que el padrinazgo de la música le fue otorgado a santa Cecilia por haber demostrado una «atracción irresistible hacia los acordes melodiosos de los instrumentos: su espíritu sensible y apasionado por este arte convirtió así su nombre en símbolo de la música».
Papa Gregorio XIII
Pasaron más de mil años para que Cecilia se volviera patrona de la música. En el año 1594 el papa Gregorio XIII le dio oficialmente el nombramiento.
En el año 1594 santa Cecilia fue nombrada patrona de la música por el Papa Gregorio XIII y, a través de los siglos, su figura ha permanecido venerada por la cristiandad, con ese padrinazgo. Su fiesta es el 22 de noviembre, fecha que corresponde con su nacimiento y que ha sido adoptada mundialmente como el Día de la Música. El padrinazgo de la música le fue otorgado por haber demostrado una atracción irresistible hacia los acordes melodiosos de los instrumentos. Su espíritu sensible y apasionado por este arte convirtió así su nombre en símbolo de la música.
A través de los siglos, la figura de Cecilia ha permanecido venerada por la humanidad con ese padrinazgo. Por alguna razón en algunos textos el 22 de noviembre aparece erróneamente como su fecha de nacimiento (aunque la tradición señala que se trata del día de su muerte), que ha sido adoptada en muchos países como el Día de la Música.
Desde el siglo XVII en Francia, Italia y Alemania se celebraba su día con festivales musicales. En 1683, la Musical Society of London estableció los festivales anuales del Día de Santa Cecilia, donde hasta el día de hoy participan los más grandes compositores y poetas británicos.
Henry Purcell
Henry Púrcell publicó en 1683 la oda Laudate Ceciliam para el primer festival anual de santa Cecilia. El latín del texto es bastante macarrónico, el poeta que lo escribió probablemente era uno de los caballeros de la Sociedad Musical de Londres, seguramente más músico que erudito en latín. La oda simplemente llama a todos a alabar a Cecilia con voces e instrumentos. Más tarde compuso Welcome to all the pleasures (Z339) y dos odas: Raise, raise the voice (1685, Z334) y Hail, bright Cecilia! (1692, Z328). Igualmente siguió componiendo otras obras memorables para el festival, como el Te Deum y Jubilate Deo (en re mayor).
Un himno para santa Cecilia de Herbert Howells, está basado en el texto de Ursula Vaughan Williams. Es una canción referida a la historia de Cecilia, con un fuerte romanticismo agregado. Habla de canciones, la primavera de la mocedad, el regocijo celestial, las nupcias del corazón, el anillo de fuego, y finalmente el martirio de la virgen. Finalmente ensalza al inmortalidad de la música:
Así que desde la Tierra otra canción se elevará
Para encontrar a los tuyos en el sempiterno deleite de los cielos.
Púrcell murió el 21 de noviembre del año 1695), un día antes del Día de Santa Cecilia.
Haendel
La Oda para el Día de Santa Cecilia (Ode for St. Cecilia's Day) y La fiesta de Alejandro de Händel son poemas musicalizados que escribió el poeta John Dryden (para el Día de Santa Cecilia de 1687 y 1697, respectivamente) por encargo de la Sociedad Musical de Londres. (Más tarde, en 1889, el compositor Sir Hubert Parry las volvió a musicalizar).
Ambos poemas reflejan el ideal clásico de que el orden del ser humano y de la sociedad reflejan el orden universal, y que el arte (en este caso, la música) impone el orden sobre el caos.
La Song (canción) de Dryden, se convirtió en la Oda para el Día de Santa Cecilia de Handel. Nota bene: Handel compuso esta oda en 1736, cuatro años antes de componer el Mesías. En esta melodía se detecta un fuerte parecido con el estribillo del «Aleluya».
Benjamin Britten
El compositor Benjamin Britten nació el Día de Santa Cecilia, el 22 de noviembre, y William H. Auden escribió el poema Anthem for St. Cecilia’s Day (Himno al Día de Santa Cecilia) especialmente para él. Estos dos hombres, ambos británicos, eran amigos muy cercanos; a principios de los años cuarenta incluso vivían en la misma casa que compartían con el tenor Peter Pears, compañero de toda la vida de Britten. Eran gays, en una época en que había mucho menos aceptación de la homosexualidad que la que existe ahora, incluso entre escritores y músicos. En la poesía y en el tratamiento de la poesía, se pueden encontrar pasajes sensuales, referencias a la inocencia perdida, y varios dobles sentidos. Auden conocía bien la depresión que Britten sufrió toda su vida, y su lucha con la culpa y la autoaceptación.
Himno a santa Cecilia
El himno de santa Cecilia tiene tres secciones, cada una termina con una invocación que reconoce a Cecilia como patrona de la música y le ruega que la inspiración musical sea un puente entre lo finito y lo infinito.
La primera parte del poema se relaciona con la leyenda popularizada en el siglo XVI. «Santa dama», «cadencia reverente», «salmo sutil», «virgen inocente», «cisne negro» son palabras reminicentes de los madrigales del siglo XVI. El símbolo del cisne se refiere a que en el momento de la muerte, el alma de un poeta entra en un cisne. Y el negro —un color muy raro para un cisne— es una alusión al hábito negro de una monja (Cecilia era virgen).
La referencia a «construyó un órgano para hacer más grande su plegaria» (constructed an organ to enlarge her prayer) es un préstamo del texto del poema La fiesta de Alejandro de Dryden (enlarg'd the former narrow bounds and added length). Por cierto Auden era consciente de las implicación sexual de esta frase.
Afrodita era la diosa griega de la fertilidad. Su contraparte romana era Venus, quien flotaba sobre una concha (como en la famosa pintura de Botticelli). Ella es lo opuesto a santa Cecilia: Afrodita rubia contra cisne negro; la sensual y voluptuosa contra la inocente y pura. Venus era la madre de Eneas, o sea la madre de la raza latina. Y Cecilia fue martirizada por los romanos.
Templo de santa Cecilia
Alrededor del año 821, el papa Pascual I (817-824) hizo demoler la humilde iglesia situada en el barrio del Trastévere de Roma y la reconstruyó con gran esplendor. Basándose en las Actas de santa Cecilia, el papa hizo investigar las catacumbas de Calixto para recuperar sus reliquias. Sin embargo, definitivamente no había restos reconocibles, por lo que Pascual creyó que los lombardos las habían robado en su invasión de Roma.
Sin embargo, para instalar el templo necesitaba reliquias, por lo que declaró que Cecilia se le había aparecido y le había exhortado continuar su búsqueda en otras catacumbas, porque él ya había estado junto a ella (es decir, cerca de su tumba). Por consiguiente, volvió a buscar en la catacumba de Pretextato, y encontró unos restos cubiertos con costosos ropajes de brocados de oro y con las ropas empapadas en su sangre a sus pies. El papa declaró que esas eran las reliquias de Cecilia. Esto contradecía el texto que señalaba que ella había sido enterrada en la catacumba de Calixto, pero el papa opinó que seguramente los restos habían sido trasladados a la catacumba de Pretextato para salvarlos de los primeros saqueos de los lombardos.
El papa Pascual encontró otros restos en los nichos cercanos, y los trasladó juntos con los de santa Cecilia, declarando que eran los de Valeriano, Tiburcio y Máximo, y también las de los papas Urbano y Lucio. Enterró todos bajo el altar mayor de la iglesia de Santa Cecilia en el Trastévere.
En 1599 (780 años después), el cardenal Paolo Emilio Sfondrato, en ocasión del próximo jubileo del año 1600, escribió que durante la restauración de la basílica había abierto el sarcófago de santa Cecilia y la había encontrado incorrupta y en la misma posición descrita por el papa Pascual.
Sfondrati mandó al escultor Stefano Maderno a esculpir una estatua de mármol jaspeado de la santa, que se encuentra colocada bajo un baldaquino detro de la iglesia. La leyenda dice que el cardenal le mostró al escultor los restos de la santa incorrupta, como dormida, y que Maderno la representó tal como la vio. La santa lleva en la cabeza un tocado que muestra su condición de santa romana antigua. Una copia de la estatua se encuentra en las catacumbas, en el lugar en el que supuestamente fue enterrada.
Iconografía
Las representaciones más antiguas de Cecilia la muestran en la actitud usual de los mártires en el arte cristiano de los primeros siglos: o con la corona del martirio en su mano o en actitud de oración. En el ábside de su iglesia en el Trastévere todavía se conserva el mosaico hecho debajo de la imagen del papa Pascual, en el que se la representa con ricos vestidos como protectora del papa.
Los cuadros medievales de la santa son muy frecuentes; desde los siglos XIV y XV se le asigna como atributo un órgano, o se la representa sentada tocando el órgano, evidentemente para expresar lo que se le atribuyó erróneamente a menudo en los panegíricos y poemas basado en una mala traducción de las Actas de Santa Cecilia: Cantátibus órganis [...] illa decantábat. Posiblemente el cantántibus órganis fue interpretado erróneamente como si la propia Cecilia hubiera sido la organista. De este modo se generó el mito de que la santa estaba estrechamente relacionada con la música.
Santa Cecilia y la música
Es un poco incierto el motivo por el que Cecilia terminó siendo la patrona de la música. La música siempre tuvo un papel contradictorio en la interpretación de la leyenda de Cecilia. Como Cecilia rechazó los instrumentos para cantar a su Señor, se puede entender que para ella la música era algo que había que rechazar para abrazar la virtud (En cambio desde fines del siglo XVI, Cecilia se empezó a pintar sin halo, se muestra cada vez más como una artista, menos frecuentemente sentada al órgano, y casi siempre ejecutando instrumentos mundanos.
Este cambio de normas significaría que la práctica musical en sí misma se estaba convirtiendo en la quintaesencia de la virtud, y teniendo como meta el virtuosismo. Algunas pinturas, como las de Artemisia Gentileschi y Bernardo Strozzi, muestran la conexión entre la ejecución virtuosa, la imagen cada vez más fuerte del artista, y una cultura que en el curso del siglo XVI se vuelve cada vez más extravertida.
Otros patronos de la música
En otros momentos de la historia, la música se relacionaba con el rey David (que tocaba una especie de cítara). También san Jerónimo de Estridón, san Antonio de Padua y san Francisco de Asís se representaban en un contexto musical.
Existen cuadros de la Edad Media en que María Magdalena aparece bailando sola al son de instrumentos profanos. En la iglesia dedicada a María Magdalena, en la aldea de Cusiano, en el norte de Italia, su vida es representada en una serie de frescos atribuidos a Giovanni y Battista Baschenis (1475-1495), dos artistas bastante desconocidos que provenían de una familia de pintores de donde surgiría el conocido pintor Evaristo Baschenis (1617-1677).
En uno de los episodios, inspirados en la Legenda áurea, se ve un trompetista anunciando la llegada de la Magdalena a Marsella (puerto de la actual Francia) embarazada, en compañía de Marta, María y Lázaro de Betania (que por un error de interpretación de los Evangelios, en esa época se consideraban sus hermanos). En los últimos dos frescos, tres ángeles ejecutan un concierto mientras otros ángeles portan su alma al cielo.
Santa Cecilia y Florencia
Actualmente es universal el estatus icónico de Santa Cecilia como patrona de la música, aunque al principio se la relacionaba solamente con Roma, donde su antiquísima basílica fue construida en el siglo V. El renacimiento de su culto en el siglo XVII generó un renovado interés por parte de poetas, músicos y pintores (muchos de ellos en la órbita romana).
Su narración se basa en la Leyenda dorada (del s. XIII) y en escenas de su vida pintadas a principios del s. XIV. No son muy conocidas las conexiones entre santa Cecilia y Florencia, donde una nueva academia musical la adoptó como patrona en 1607. Bajo el reinado de los Médici, Florencia estaba dominada por santos; pero con el renovado interés en el culto de Cecilia, su imagen empezó a proliferar entre los artistas florentinos (tales como Artemisia Gentileschi y Carlo Dolci) y específicamente por las mecenas Médici (la arquiduquesa María Maddalena y Vittoria della Rovere). Además, existió una relación especial entre santa Cecilia y la joven cantante florentina Arcángela Paladini (m. 1622), quien puede haber sido la modelo para una de las pinturas de Artemisia Gentileschi de la virgen mártir.
Es notable la transformación de Cecilia desde una virgen en éxtasis (establecida especialmente por la obra de Rafael en 1515) hasta la figura alegórica que crearon los artistas del s. XVII como una musa inspiradora, la personificación misma de la música.
Academias de música
Cuando se fundó en Roma la Academia de la Música en 1584 fue nombrada patrona del instituto, después de lo cual su veneración como patrona de la música de la iglesia se generalizó universalmente; hoy existen por todas partes las sociedades de cecilianos (asociaciones musicales).