Una de las últimas “santitas” que ha dado la Argentina es
“la santa de la bailanta”; a quien nombramos por su nombre artístico, porque si
hablamos de Myriam Alejandra Bianchi tal vez muy pocos entenderán a quien nos
referimos, pero si decimos que ella es Gilda todos sabrán de quien estamos
hablando.
A los 29 años de edad decidió dejar un matrimonio en crisis
y su trabajo de maestra y encarar profesionalmente la pasión de toda su vida:
ser compositora y cantante de música popular (o bailantera como también se la
ha llamado).
Esta joven menuda, morocha y dueña de un carisma especial
cumple todos los “requisitos” para ser una “santita” en la elección del pueblo.
Desde siempre ejerció un magnetismo especial en su público y
luego de su muerte en muchos que ni siquiera la conocían como cantante o no
gustan del género musical que ella desarrollaba. A ese magnetismo hay que sumar
que se tejía en torno a ella y su música un halo de poder mágico y curativo;
además de haber muerto violentamente en un accidente.
Si bien no había desarrollado todavía una carrera exitosa
(pero si se encontraba en camino hacia el éxito), una gran cantidad de
seguidores se reunía en cada lugar donde ella cantaba, vibrando con cada
canción, alcanzándole miles de papeles con frases, saludos y pedidos, para
luego de su actuación irse, porque lo suyo era solamente seguir a Gilda, casi
“una experiencia religiosa”, como lo definiera acertadamente una periodista
biógrafa de la cantante.
Hay un hecho que se cuenta recurrentemente entre sus fieles
y es aquel que narra como en uno de sus recitales una niña lloraba amargamente
delante del escenario mientras Gilda cantaba su tema “Baila esta cumbia”. Al
terminar llevaron ante ella a la pequeña quien le contó que su madre había
intentado suicidarse cortándose las venas y mientras estaba en terapia
intensiva, su hija le colocaba un grabador con ese tema de Gilda. La mujer se
recuperó y entendían que la cantante con su música especial la había salvado,
produciendo un milagro.
A esto se agrega que la mujer que acompañaba a la niña le
pide a Gilda que la toque y le cure la diabetes. A pesar de negarse y
explicarle que no tiene poderes curativos, finalmente lo realizó a pedido de
sus músicos que insistían en que la conformara para poder irse a cumplir otro
compromiso. Con respecto a esto Gilda dijo en algún reportaje: « Me pareció
terrible ... me pareció terrible lo que me estaba pasando ... es increíble ...
pero si el poder de la música puede conseguir esas cosas, bienvenida la música,
bienvenidos los curanderos, bienvenido todo lo que ayude a que la gente sea
feliz ».
Después de su muerte, esa fama y ese carisma especial, esa
conjunción para con su público se incrementó de tal manera que se convirtió en
un ángel para muchísima gente.
Este ser especial que había nacido bajo el signo de Libra,
el 11 de octubre de 1961 (Buey en horóscopo chino), murió el 7 de septiembre de
1996, en un trágico accidente cuando el colectivo en que se trasladaba su banda
por la ruta 12 en la provincia de Entre Ríos (con destino a la ciudad de
Chajarí), choca frontalmente con un camión en una funesta tarde lluviosa.
Para los amantes de la numerología el momento de su muerte
tiene varias connotaciones: Muere a los 34 años (3+4=7), en un accidente
ocurrido un día 7, a las 7 de la tarde, murieron 7 personas (Gilda, su madre,
su hija, el conductor y tres integrantes de su banda); mientras que el hecho
ocurrió en la ruta 12 (1+2=3), en el kilómetro 129 (1+2+9=12 / 1+2=3). Los
números 3 y 7 cabalísticamente asociados con el bien y la santidad inspiran a
quienes ven en Gilda a un ángel. Otro de los hechos extraños ocurridos en ese
accidente es que se encontró entre los restos, un cassette con un tema que
hacia muy poco había grabado junto a su pareja “Toti” Giménez y al cual unos
días antes le había cambiado el nombre original por el de “No es mi despedida”.
Este tema forma parte de su álbum póstumo y se ha interpretado como un mensaje
premonitorio para sus seguidores. Sus restos descansan en Buenos Aires, en el
Cementerio de la Chacarita (en el primer piso de la galería 24, nicho 3635), su
cajón ubicado al revés de lo común, con la cabeza hacia fuera (“para que sus
fieles puedan tocarla” según sus fans), completando el espacio interior de la
tumba, miles de flores y cartas.
Se cuenta que Gilda descansa en su ataúd, vestida de blanco
y su cuerpo está intacto ya que murió desnucada y con los ojos abiertos, sin
ningún magullón ni herida visible.
El otro lugar que sus seguidores visitan es el santuario que
se levantó en el lugar del accidente, donde también se encuentra el colectivo,
casi como una macabra muestra del horror. Allí, como en todos los santuarios de
los distintos santitos del país, son innumerables los objetos que se
encuentran, dejados por los miles y miles de seguidores, fieles y promesantes
que se acercan, como para estar en el lugar donde “su ángel” dejó este mundo.
Muchos son los relatos que se pueden recoger en estos
lugares. Muchos los milagros atribuidos a Gilda, y sobre todo, mucha la
esperanza y la fe depositadas en esta intermediaria ante Dios, como la
consideran sus seguidores.
Se le encuentra un cierto paralelismo con Selena, una
mexicana que fuera asesinada en Texas (Estados Unidos) en 1995 mientras (al
igual que Gilda) empezaba a transitar el camino a la fama en la música popular.
Las une, no solamente un cierto parecido físico e igual forma de vestir; sino
también ese extraño magnetismo que las unía a sus seguidores a fuerza de
carisma.
Las dos murieron jóvenes y en el caso de Selena también
después de su muerte se han comentado supuestos milagros y apariciones.
Gilda siempre dijo que quería morir sobre un escenario, pero
no fue posible, por que directamente no murió, ya que aunque desapareció
físicamente, quedó para siempre en sus fieles, quienes la elevaron a la
categoría de “santita popular”.
Esta increíble mujer que ya alcanzó la inmortalidad que
siempre buscó a través de su obra, nació siendo Myriam Alejandra Bianchi y se
fue siendo simplemente Gilda. En el camino se convirtió en “El ángel de la
bailanta” y así permanecerá para siempre.