Júpiter, es el principal dios de la mitología romana, padre
de dioses y de hombres. Su equivalente griego es Zeus. Sus atributos son el
águila, el rayo, y el cetro.
Hijo de Saturno y Ops. Casado con su hermana Juno, fruto de
esa unión surgió Minerva. Protector de la Ciudad y del Estado romano, de quien
emanan la autoridad, las leyes y el orden social.
Durante la República, era la divinidad a la que el cónsul
dirigía sus plegarias al iniciar su mandato. En el Imperio, Júpiter dejó de ser
la única personificación de la máxima grandeza, aunque varios emperadores le
hicieron su dios tutelar, o bien se incorporaron a sí mismos sus atributos.
César Augusto decía tener sueños enviados directamente por Júpiter.
Como ocurre con gran parte de la mitología romana, el mito
de Júpiter se ajusta al de Zeus, de la mitología griega, con préstamos de la
mitología etrusca y con elementos nativos lacios.
Saturno, hijo menor de Caelus y Terra, devoraba a sus
propios hijos, cumpliendo así con la condición que su hermano mayor, Titán, le
había impuesto para gobernar, de manera que la descendencia de Titán pudiese
luego llegar al trono de soberanía sobre el resto de los dioses. Sin embargo,
Ops, logró sustraer a Júpiter, Neptuno y Plutón de aquel destino. A Júpiter lo
escondió en la isla de Creta, donde la cabra Amaltea lo amamantó. En lugar de
Júpiter, Ops le dio a su esposo una piedra envuelta en pañales, que Saturno
devoró.
Una vez que hubo crecido, Júpiter hizo guerra contra Titán primero, y después contra su padre, hasta destronarlo. Saturno había devorado a sus hijas, Vesta, Ceres y Juno. Fue necesario, para que las devolviera, un vomitivo preparado por Metis. En seguida Júpiter asignó a Neptuno el reino de los mares, y a Plutón el Inframundo y luego se casó con Juno, su hermana.
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