Con el nombre de Curupira, que en el idioma portugués se pronuncia como kuɾuˈpiɾɐ, se identifica a un ser sobrenatural, quien ejerce el rol de guardián de los bosques dentro de la mitología Tupi, contextualizada dentro de la selva Amazónica brasileña, siendo parte importante del folclor y las tradiciones de Brasil.
Tomando una base etimológica
podemos determinar que su nombre es originario del idioma Tupí partiendo del
término kuru’pir, que significa “cubierto de pústulas”. Según los
investigadores y otros letrados han señalado que el nombre procede de curu,
siendo esta una contracción de corumi, que significa “niño”, mientras que pira
significa “cuerpo”. El complemento de la palabra completa es “cuerpo de niño”
haciendo referencia al aspecto que porta este místico personaje.
Generalmente, su apariencia es la
de un jovencito con el cabello de un color rojo radiante y encendido,
destacando entre sus características más relevantes el hecho de que tiene los
pies invertidos hacia atrás. Como protector de los bosques tiene la misión de
resguardarlos enfrentado los hábitos destructivos que el hombre adopta frente a
la naturaleza.
El Curupira justifica la acción de
las personas que cazan en los bosques buscando alimentarse, pero se enfrenta
con gran furia ante aquellos que solo lo hacen por deporte o placer. Una de las
maneras de atacarlos es desarmando sus trampas y confundiéndolos con la
intención de que se desorienten y terminen perdidos en el bosque.
La posición de sus pies orientados hacia atrás, pueden causar confusión entre los cazadores que intenten ir tras sus huellas. El Curupira es una criatura mitológica contentiva de muchas de las características de las hadas del oeste africano y de las procedentes de Europa, las cuales le dan una apariencia mezclada, aunque generalmente es considerado como un demonio dentro de su región de procedencia.
Curupira es una de las criaturas mitológicas más populares dentro de las leyendas que se han generado en torno a las selvas brasileñas. Este personaje se ve representado por un joven pequeño casi un niño, con cabellos rojizos y despeinados, teniendo los talones al frente y la posición de sus pies invertidos.
Existen escritos muy antiguos que
datan del año 1.560 donde se habla sobre la existencia de ciertos demonios y
cuya divulgación del mito se realiza en una primera fase de boca a boca. Uno de
estos demonios a los que se referían era el popular Curupira, a quien se le adjudicaban muchas
veces los indios quemados de manera accidental en el monte, lo cual se presumía
hacía con su cabellera flamante.
Estos testimonios eran recogidos
por los pobladores de aquellos años quienes además daban fe de haberlo visto.
Esta criatura de pelo brillante con un intenso color rojo que pasaba a naranja
seria el causante de aquellos incendios, hechos que le valieron su fama. Entre
otros datos que se puede aportar de la criatura denominada Curupira está que
vive en las selvas de Brasil y luego se hizo el guardián de la selva amazónica.
Una característica que distingue a este personaje es que usa los pies al revés, esto con la intención de hacer huellas en el camino que desorienten a las personas, utilizando este método como un arma de defensa con el cual termina confundiendo a posibles cazadores y viajeros.
Además de esto, tiene entre sus
cualidades el poder de crear ilusiones y producir varios sonidos de los cuales
muchos son parecidos a un silbido de frecuencia muy aguda con el cual somete a
sus víctimas hasta el punto de llevarlos a la locura. Es común representar al
Curupira montando un pecarí de collar, que es un tipo de cerdo de monte,
aspecto en el cual se asemeja al otro
personaje de la cultura brasileña conocido con el nombre de Caipora.
Esta criatura Curupira asumiendo
su rol de protector de la selva se enfrenta a los cazadores y otras personas
que intenten dañar los bosques, así como ejerce un control sobre animales que
atacan otros animales ya que siente el deber de preservar las descendencias.
Entre sus hábitos se encuentra que le gusta comer frutas de los árboles. Es un
gran observador y al sentirse amenazado por alguna circunstancia, emprende una
veloz huida con una rapidez que no es posible ser captada por el ojo humano.
La leyenda del Curupira
Existe una leyenda que cuenta que
el Curupira se lleva a los niños recién nacidos y los mantiene con él en la
selva hasta que cumplen siete años de edad y es cuando les permite regresar con
sus familias. A pesar de ello, se dice que muchos de estos niños regresan a la
selva porque desarrollan un gran amor por la naturaleza.
Otro de los poderes que tiene este
ser místico para escapar de sus captores es ejerciendo un hechizo sobre ellos,
haciendo que caminen en círculos sin parar, lo que le da a él suficiente tiempo
para retirarse. Cuentan que existe una manera de liberarse de su ataque la cual
consiste en agarrar un cipó o tierra de muerto, y formar con ello una especie
de pelotita la cual tendrá que compactarse bien para dificultar la posibilidad
de ser desenrollada.
Después la persona arroja la pelota lo más lejos posible y reta a Curupira a encontrarla. Llevado por su curiosidad, Curupira acepta el reto de encontrar la pelotita para desenrollarla, olvidando por un momento al cazador quien aprovecha el momento para salir del bosque.
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