… cuentan que Zeus, dios del Olimpo, se enamoró perdidamente de una ninfa cazadora de los bosques, por nombre Calisto, habitante de los bosques de Arcadia. Seducido, Zeus la hizo su amante, pero Hera, su esposa, no pudo resistir la afrenta y, celosa de su rival, la convirtió en osa.
Así quedó Calisto, presa en un cuerpo que no era suyo, cuando un buen día se topó con Arkas. Arkas era su propio hijo, pero éste, no reconociéndola en forma animal, armó su acro y se prestó a dispararle una flecha. Rápido, Zeus apareció ante él y le explicó lo sucedido y quién era en realidad esa osa.
A pesar de convencerlo, Zeus no quedó tranquilo, pues aquella historia podría volver a repetirse y no estar presente. Decidido, el dios del Olimpo cogió a su amada Calisto, en forma de oso, por el rabo y la lanzó hacia el cielo. Pero no contento, Zeus transformó también a Arkas en oso y cogiéndolo nuevamente por la cola, también lo envió hacia el cielo, junto a su madre. Desde entonces, Arkas forma la constelación de la Osa Menor, y su estrella menor, la que luce en la punta de su cola, la Estrella Polar es hoy día la guía de todos los navegantes.
Sin embargo, el celo y el rencor de Hera volvió a aparecer y no contenta conque cada día Zeus pudiera ver a su amada Calisto en el cielo, ordenó a su hermano Poseidón que intercediera para evitar que jamás Arkas y su madre Calisto pudieran acercarse al mar. Y desde entonces, aquello se cumplió, pues ninguna de las dos constelaciones puede ocultarse, y permanecen siempre visible, salvo en México, donde una parte de su cola se pierde en el horizonte.
Sin embargo, la visión de esta constelación de la Osa Mayor arroja distintas figuras según el lugar desde donde se vean, y según las creencias del país. Los árabes por ejemplo, veián en su figura una caravana. Los indios de América del Norte, podían ver un cucharón, mientras que los romanos veían bueyes de tiro. Otras sociedades ven en las tres estrellas que hacen las veces de cola la posibilidad de que éstos sean cachorros que siguen a su madre, o bien cazadores que persiguen al oso, el cual al ser herido vierte su sangre sobre los árboles, como ocurre con los indios cherokees. Los indios iroquois de Canadá y los micmacs de Nueva Escocia piensan que la osa es perseguida por siete guerreros. Esta persecución comienza cada año en primavera, cuando la osa deja su guarida de la Corona Boreal. Al llegar el otoño, la osa es apresada por los cazadores y muerta, quedando su esqueleto en el firmamento hasta que una nueva osa sale de su cueva en la primavera siguiente. Los chinos, sin embargo, utilizaban las estrellas de la Osa Mayor como medida para saber cuándo tenían que entregar comida a sus ciudadanos cuando había épocas de escasez, y, en cierto modo, igual ocurría con los hebréos.
Pero no sólo es mitología lo que circula en torno a la formación de la Osa Mayor. También se han oido cuentos y leyendas que intentan explicar el por qué de la aparición de esta constelación.
Dice un cuento inglés que, hace mucho tiempo, hubo una desastrosa sequía, tan fuerte que los campos empezaron a secarse, los árboles se lamentaban, los arroyos se quedaron sin agua, y los pozos se vaciaron.
Y en esta situación, una mujer enfermó. Su hija, resuelta a salvarla de la enfermedad que la acuciaba, pensaba que el agua sería fuente suficiente para que su madre se recuperara. Así que, decidida, se marchó a buscar el agua allá donde sus pies la llevaran. Al tiempo encontró un pequeño surtidor junto a una ladera de la montaña, de la que manaba agua. Con el pequeño cazo que llevaba en la mano, empezó a llenarlo.
Pero el manantial estaba casi seco, y la cuchara tardaría horas en llenarse. Con paciencia, la niña empezó a recoger el agua en su cucharón, gota a gotos, con el firme propósito de no derramar ni una sola gota.
Una vez llena, la niña se giró y emprendíó su camino de vuelta. Con el cucharón de latón en la mano, un buen día se encontró en su camino un perro sediento y a punto de morir, que llevaba días sin beber. La niña volcó un poco de agua de su cucharón en la palma de la mano y se la dio a beber al perro.
Cuando éste acabó, la niña miró el cazo, y al mirarlo su sorpresa fue mayúscula cuando vio como el cazo se le había vuelto a llenar por arte de magia y ahora ya no era de latón, sino de plata. Siguió andando, y al fin, ya de noche, llegó a casa. Fue la sirvienta quien le abrió las puertas de su casa, pero la niña viendo su rostro cansado y demacrado de luchar contra la enfermedad de su madre también le ofreció el cazo para que bebiera. De nuevo bebió pero no se vació. Y cuando lo miró, el cazo era de diamantes.
Al fin su madre pudo beber todo el agua que quiso y cuando acabó le pasó el cazo a su hija. Se disponía éta a beber cuando nuevamente sonó la puerta. Era un pobre caminante que reclamaba algo de comer y beber. Cuando la niña le dio su propio cazo este bebió hasta saciar su sed, pero en un descuido, al ir a mirar los diamantes en que se había convertido el cucharón, volcó el agua al suelo. Inmediatamente, del mismo lugar donde cayó aquella agua, surgió un manantial. Acudieron a beber cuantos había en los alrededores, quien ansioso, calmaron su sed. Cuando la niña se giró a buscar al extraño que le había pedido el agua, se dio cuenta que había desaparecido. Al mirar el cielo, vio siete nuevas estrellas que brillaban en el cielo con forma de cucharón y un brillo semejante al de los diamantes.
El forastero se había ido para siempre.
La Osa Mayor, a la que también conocemos como Hélice o Carro Mayor, y entre los aficionados a la Astronomía como “el cazo”, es una constelación que se encuentra siempre visible en todo el Hemisferio Norte durante todo el año y por su importancia y silueta característica nos ha servido como guía para observar toda la bóveda celeste.
Como dijo Homero, “la Osa Mayor nunca se hunde en aguas del océano”.
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