Borges escribió que la banshee “es menos una forma que un gemido que da horror a las noches de Irlanda”, pero lo cierto es que muchos testigos afirman haberla visto, algunos tan ilustres como Lady Ann Fanshawe, autora de uno de los más entrañables y celebrados libros de memorias del siglo XVII. Una noche, alrededor de la una, mientras ella y su marido se encontraban como huéspedes en casa de los O’Brien, la despertó una voz que provenía de la ventana:
“Aparté la cortina y, en el marco de la ventana, vi a la luz de la luna a una mujer inclinada en la ventana, a través del marco, vestida de blanco, con el pelo rojo y el rostro pálido y cadavérico: en voz alta, y en un tono que nunca había oído antes, dijo tres veces ‘Un caballo’; y después, con un suspiro más parecido al viento que al aliento, desapareció y su cuerpo me pareció más semejante a una nube espesa que dotado de sustancia ”.
Las descripciones de la banshee varían bastante, aunque parece haber dos modelos básicos. El primero la pinta como una mujer completamente envuelta en un sudario, a la cual ni siquiera se le ve la cara, y que suele ser vista agachada entre los árboles mientras llora de una forma tan triste que parte el corazón oírla. Según la segunda descripción, se trata de una anciana de rostro horrible aunque melena larga y vigorosa, vestida con un vestido verde y cubierta por un manto gris. Este es el tipo que prefiere acercarse a las ventanas, aunque también puede ser vista en el bosque. A pesar de que algunos autores dicen que también puede aparecerse como una virgen hermosa o volando por los aires, lo normal es que su visión produzca terror, miedo o, al menos, inquietud.
Quien encuentra o escucha a la banshee no suele ser el propio interesado, sino algún familiar o, a veces, terceros que ni siquiera lo conocen y que solo posteriormente, al saber de su muerte, comprenden realmente de qué tipo de aparición han sido testigos. Cobran sentido entonces las enigmáticas palabras de la banshee, si es que en esa ocasión ha susurrado algo.
A veces solo emite un lamento suave y musical que resulta al mismo tiempo triste y hermoso. Aseguran algunos que el canto funeral irlandés conocido como “keen” o “caoine” es una imitación de este lamento.
La fidelidad de las banshee las lleva a seguir a los miembros de su familia allá a donde vayan. Así la de los O’Grady siguió a una rama de esta familia a través del océano Atlántico cuando se mudó a Canadá. En una ocasión su grito quebró la noche canadiense. Al día siguiente, el cabeza de familia y su hijo mayor morían ahogados en la costa justo a la misma hora en la que se la había oído.
Se puede decir, por tanto, que allá donde se encuentre un irlandés de pura sangre celta a punto de pasar al Otro Mundo, sea en, por ejemplo, Londres, Barcelona, Buenos aires o Tokio, podrá escucharse el sobrecogedor lamento de la banshee.
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