Se dice que vive en los huecos de los troncos de la selva. Le gusta salir a la hora de la siesta para realizar sus fechorías. Busca a los niños que están fuera de su casa y los rapta para jugar con ellos, lamerlos y luego abandonarlos en la selva envueltos en enredaderas. También secuestra hermosas mujeres con las que se satisface sexualmente. De estas uniones nacen niños que pronto revelarán las mismas tendencias que el padre.
Los raptados por el Yacy-Yateré suelen sufrir un ataque parecido al de epilepsia al año de haberse producido el rapto. Ésto lo suelen contar las madres para evitar que los niños y las muchachas se alejen demasiado de las casas durante la hora de la siesta.
Si bien no se deja ver, sí se lo puede escuchar. Quien anda por la selva y escucha su silbido queda atontado e irremediablemente se pierde, aunque sea el más conocedor de los misterios y caminos de la selva. Por eso se recomienda cada vez que se escucha el silbido del Yacy-Yateré, quedarse donde está hasta que el sonido desaparezca.
Al duende le gusta la miel silvestre y también mascar tabaco, por lo que algunos, para ganarse su amistad, suelen dejar unas hojas en los troncos con la esperanza que el Yacy-Yateré ande por ahí y pueda recibir la ofrenda. Y así como el Pombero, quién haga esto será ayudado por el duende para salir airoso de las empresas más difíciles. Pero si olvida dejar la ofrenda habitual, el Yacy-Yateré montará en cólera y se convertirá en su enemigo, por lo que tal vez se deba pensar más de una vez si conviene o no ganarse su amistad.
Es una leyenda que es muy popular y difundida en la provincia argentina de Misiones, aunque también en Corrientes y en el Paraguay. Más allá de sus características de malhechor, el Yacy-Yateré es el duende protector de la selva, por lo que su trabajo no debe estar acotado a realizar fechorías solamente y tal vez, sólo se mencionen éstas para asustar a los más pequeños.
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