Tras unos días de descanso, en compañía de la familia del rey, éste partió hacia la península. Nueve meses después, la reina Fayna, daba a luz una niña de tez blanca y cabellos rubios: Ico. Pronto los ciudadanos empezaron a rumorear sobre la niña y su fisonomía, tan diferente a la de sus padres. La joven creció sana y robusta, y a la muerte de sus padres, el consejo, los Guaires, proclamaron rey al hermano de ésta, Timanfaya.
Poco tiempo después, retornaron los conquistadores a Lanzarote para apresar esclavos guanches. Tras una dura batalla entre aborígenes y españoles, muchos de ellos fueron esclavizados, entre ellos, el propio Timanfaya. Pronto se debía de elegir un nuevo soberano que, a priori, debía ser Guanarteme, esposo y hermano de Ico. Los Guaires no querían esta situación, ya que eso significaba proclamar reina a Ico, de quién dudaban su auténtica procedencia, ya que no olvidaban a aquél navío con Ruiz Avendaño a bordo…
Finamente, para comprobar si Ico era hija de Zonzamas, decidieron someterla a la prueba del humo. Ésta debía ser encerrada en una cueva acompañada de mujeres plebeyas. Llenarían la cueva de humo y si ella sobrevivía, era signo inequívoco de que por sus venas corría sangre real. La noche anterior a la mortífera prueba, la niñera de Ico, Uga, acudió a sus aposentos con la excusa de animarla pero, en realidad, le aconsejó que dentro de la cueva empapara una esponja con agua y la pusiera en su boca.
Así lo hizo. Cuando los consejeros entraron la cueva, encontraron a Ico viva y a las plebeyas muertas. Ésta fue coronada reina de Lanzarote junto a su esposo Guanarteme. Nunca nadie más volvió a dudar de ella, a pesar de sus rubios cabellos y su piel clara.
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