La noticia corrió como pólvora por todo el menceyato, pero Amarca, a pesar de lo humilde de su linaje, era altiva y desdeñosa, y al verse asediada de amores por muchos hombres, sembró mucho dolor y decepción en sus amantes. Las gentes del lugar se preguntaban para quién seria el corazón de la bella hija del Teide.
Pronto llegó un nuevo pretendiente, uno de los mas aguerridos vasallos del Reino, Gariaiga el Pastor, quien había enloquecido por Amarca, pero ella desdeñaba su cariño y repudiaba su pasión desenfrenada. Esquivaba al hijo del Volcán, el pastor de tez morena y brazos recios como robles.
Enloquecido por el dolor de verse desdeñado, mientras el sol teñía de sangre las plateadas aguas del atlántico, se vio a Gariaiga al borde de un precipicio arquear su cuerpo hacia delante, hundir la cabeza en su pecho y lanzarse veloz hacia el abismo. Las mujeres culpaban a su egoísmo y a sus desdenes la triste muerte del pastor y la noticia del trágico suceso no tardo en extenderse por todas partes.
De pronto Amarca desapareció, nadie sabia el destino de la joven doncella. Solo un anciano que una mañana la había visto descender de las cumbres y caminar como una una sonámbula hasta las orillas del mar, estaba en posesión del secreto. Una semana más tarde, el anciano contó que la vio lanzarse al abismo y después de luchar con el bravo oleaje, llevósela mar adentro un ola alegre y corretona como un niño.
Desde entonces cuando algún caminante nocturno cruza las cumbres del Teide, puede oir aun un lamento extraño y escalofriante, es la voz débil, apagada y triste que parece surgir del fondo de los barrancos. Es la voz de Gariaiga que eternamente sigue llamado a su amada … Amarca… Amada Amarca…
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