Hubieron dioses bárbaros como Sucellus, basado en el nórdico Thor; dioses orientales como Cibeles o la persa Mitra, e incluso dioses egipcios que llegados desde Alejandría vinieron a imponer su culto, como Apis, Serapis, o los más conocidos Isis u Osiris.
Sin embargo, fue la civilización griega quien más aportó a la mitología romana lo que provocó que se asimilaran algunos dioses de allí, e incluso muchos puedan a llegar a confundirse. Así, están Afrodita y Venus, o Ares y Marte, o Zeus y Júpiter.
A pesar de tanta variedad, podríamos agrupar a los dioses principales en cinco grandes grupos:
- Los dioses astrales: son los mencionados al principio. Nombres planetarios para los más grandes dioses romanos, Júpiter, Marte, Venus, Saturno…
- Los dioses tutelares: dioses de la protección, como Lares o Penates.
- Los dioses silvestres, relacionados con la Naturaleza, como Flora, Fauno o Pomona
- Los sobrenaturales, como las Musas o las Gracias
- Los personificados. Históricamente, todas las grandes civilizaciones han personificado en sus regentes al mismo dios venido a la tierra con forma humana. Es lo que ocurrió en Egipto con la figura del faraón, y lo que llegó a ocurrir en Roma con el emperador. Sin embargo, incluso las grandes virtudes fueron deificadas, como el honor, por ejemplo.
Curiosamente, en la mitología romana, y más concretamente, en el caso de los dioses astrales, aquéllos fueron identificados y caracterizados en estrecha relación a las propias virtudes del planeta que los representaba. Venus siempre se ha visto en el firmamento como el planeta más bello y brillante, y así se personificó a la diosa: como la diosa del Amor, bella y elegante. Mercurio, por ejemplo, es un planeta que apenas da tiempo a verse, pues sólo se llega a ver poco después de la puesta del Sol, o justo antes de su salida por las mañanas. Esa “velocidad” para aparecer y desaparecer fue la característica más conocida de Mercurio, un dios al que siempre se le ha pintado con unas pequeñas alas en los pies que le daban rapidez.
Por contra, el más lento de los planetas es Saturno, y por eso, quizás, siempre se le pintó anciano y pesado, relacionándolo con los metales y las tinieblas. Júpiter es el mayor de los planetas, y evidentemente ese es el nombre que lleva el más importante dios del panteón romano. Y así podríamos continuar con Urano, Neptuno y Plutón.
Os dejo para otra ocasión la figura del demiurgo, dios anterior quien según los romanos sería el encargado de la ordenación del mundo. Nada mejor que una buena lectura de la Metamorfosis de Ovidio para comprender la idiosincrasia de la sociedad romana, sus creencias y los mitos en que se sustentaba.
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