Las almas de los muertos eran transportadas por Tánatos (dios de la muerte), por su hermano Hipnos (dios del sueño), o por Hermes (mensajero de los dioses), descendiendo al Inframundo por las gargantas del río Estige, el cual desembocaba en el Aqueronte, río infernal que rodea el palacio de Hades. Las almas lo cruzaban en la barca de Caronte, y entraban al palacio por una puerta que vigilaba un gran perro de tres cabezas llamado Cerbero.
En el palacio se encontraba el tribunal compuesto por tres jueces, que enviaban a las almas por tres senderos según sus actos. El primer sendero se llegaba a la llanura de Asfódelo, donde se quedaban los mediocres. El otro dirigía a los Campos Elíseos, donde iban los afortunados, y el último, al Tártaro, lo más parecido a nuestra concepción cristiana de Infierno.
El tribunal administraba la justicia y juzgaba a los muertos. Los tres jueces eran:
- Minos: Hijo de Zeus y Europa, y rey de Creta, cuyo nombre era sinónimo de severidad a la hora de hacer cumplir las leyes. Su prudencia, sabiduría y equidad hicieron que una vez muerto mereciera las funciones de juez soberano de los infiernos. Se dice que se retiró durante 10 años a una cueva donde su padre Zeus le dictaba las leyes. Tenía un cetro en la mano y agitaba la urna fatal donde estaba encerrada la suerte de las almas.
- Eaco: Rey de Egina que se caracterizó por haber sido el más hábil y equitativo gobernante de su tiempo. Cuando una peste asoló a sus dominios, obtuvo de Zeus el favor de que las hormigas se convirtieran en hombres, y éstos, sus nuevos súbditos, fueron llamados por él Mirmidones. Debido a sus propios méritos llegó a ser otro de los jueces del tribunal.
- Radamante: También hijo de Zeus y Europa, y, por lo tanto hermano de Minos. Habiendo reñido con éste, se retiró a Licia. Su espíritu dado a la equidad tuvo tal magnitud y trascendencia que, cuando los hombres de muchos reinos querían expresar una sentencia justa, aunque fuera severa, la llamaban Juicio de Radamanto.
Estos tres jueces fueron elegidos porque en vida habían gozado de una gran reputación, por ser honestos, generosos y justicieros.
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