Y tuvo como escenario de excepción al Monte Tombe, que ya desde siglos atrás había estado dedicado al culto a los dioses.
Cuentan que el Demonio, que había adquirido cuerpo de dragón marino, aterrorizaba a las pobres gentes del lugar allá por el siglo VIII. Desde el cielo, y compadeciéndose de los pobres mortales, el arcángel San Miguel, líder de los ejércitos celestiales, fue enviado junto a sus tropas para acabar con tan terrible amenaza.
Así pues, se dirigió San Miguel hasta el monte Tombe y allí comenzó la cruenta batalla que llegó a ser terriblemente feroz. Finalmente, San Miguel y sus tropas se alzaron con la victoria al cortar aquel la cabeza del maléfico dragón con su espada divina.
Cuentan que el Obispo de Avranches, San Auberto, presenció la violenta contienda y que, en noches sucesivas, recibió en sueños mensajes enviados por el propio arcángel. En ellos le pedía que construyera un monumento en conmemoración de la victoria del bien sobre las fuerzas oscuras, en el mismo lugar en el que aquella había tenido lugar.
Y así se hizo: en año 709, San Auberto fundó la abadía de Saint-Michel.
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