Atención Por Favor.

Ante todo nos dirigimos y agradecemos a todos por la ayuda que nos dan con este blog ya sean seguidores, oyentes del programa de radio y por sobre todo a todos aquellos propietarios de webs, blogs, libros y todos los lugares donde han obtenidos la información y nos han acercado a nuestro mail para que podamos publicarlas en este humilde blog, para que todas las semanas desde hace ya 7 años podamos compartir en dos emisiones las tantas historias, enigmas y misterios del universo que se van pasando de generación en generación y así reflejar esas viejas leyendas, historias, enigmas y misterios que de niños oímos mas de una vez y que nos asustaban en algunos casos como también en otras nos enseñaban a valorar y respetar esas narraciones.

Desde ya les agradezco a todos y pido disculpas si no se agrega la fuente por que muchos correos no la poseen y para no cometer errores no se agrega pero en este pequeño equipo estamos muy agradecidos para con todos. Muchísimas Gracias a todos en general por su valiosa información y por su cordial atención.

Equipo Infinito.



sábado, 11 de abril de 2015

Los Niños Verdes de Woolpit

Los Niños Verdes de Woolpit fueron 2 niños que aparecieron en la aldea de Woolpit en Suffolk, Reino Unido, en el siglo XII. Los niños eran hermano y hermana y tenían la piel de color verde.
El resto de su apariencia era completamente normal. Hablaban un idioma irreconocible y rehusaban comer nada que no fuese legumbres en sus vainas.

Con el tiempo su piel fue perdiendo su coloración verde. Cuando hubieron aprendido inglés explicaron que provenían de la "Tierra de St. Martin", que era un lugar oscuro puesto que el sol nunca despuntaba del horizonte.

Aseguraban que estaban a cargo en ese momento del rebaño de su padre, habrían seguido un río de luz al tiempo que escucharon el sonido de campanadas, hallándose repentinamente en Woolpit.


Algunas de las teorías poco frecuentes proponían que el origen de estos niños era la Tierra Hueca; otras que eran niños de dimensiones paralelas y algunas aseguraban que eran niños extraterrestres.  

La Dama Babushka

Durante el análisis de la filmación del asesinato de JFK en 1963, una misteriosa mujer fue descubierta. Usaba una gabardina marrón y una bufanda sobre su cabeza (la bufanda es el motivo de su nombre, puesto que la utilizaba de un modo similar a las abuelas rusas, también llamadas 'babushkas').

La mujer parecía sostener algo frente a su rostro que podría tratarse de una cámara. Aparece en varias fotos de la escena. Incluso después del tiroteo, cuando la mayoría de la gente había huído del área, ella permaneció en su lugar y continuó filmando. Poco después ella es vista alejándose al este hacia Elm Street. El FBI pidió públicamente que la mujer se acercase y les ofreciera la película que había filmado pero jamás lo hizo.

En 1970 una mujer llamada Beverly Oliver apareció diciendo ser la mujer Babushka, a pesar de que su relato contenía varias inconsistencias. Ella es generalmente vista como un fraude. Hasta el día de hoy, nadie sabe quién es la mujer Babushka o qué estaba haciendo ahí. Mucho más extraño es su negación a entregar la evidencia.


El Enigma de Oliver Thomas

El 24 de diciembre de 1909 la familia Thomas se preparaba para disfrutar un año más de una entrañable celebración. Durante todo el día los miembros de esta familia de granjeros del pequeño pueblo de Brecon, situado en Gales (Reino Unido), habían estado preparando la gran fiesta que, como cada año, reuniría a la familia y a varios amigos y vecinos. Todo parecía ideal para disfrutar de una noche de alegría en la que el espíritu de la Navidad lo impregnaba todo. Incluso el clima parecía querer unirse a la celebración, pues acababa de nevar y el campo estaba cubierto con una capa de nieve que convertía el paisaje en una postal. Al comenzar la cena todo era perfecto.

El guiso de la señora Thomas impregnaba el ambiente con un olor apetitoso, demostrando una vez más que era una excelente cocinera. Los niños jugaban y esperaban el momento de los regalos y los mayores conversaban animadamente. Nada hacía presagiar que algo acechaba a aquella gente, que el misterio se iba a materializar de forma trágica rompiendo para siempre la familia.

Gritos de socorro

La velada fue avanzando en medio de una conversación agradable. El cabeza de familia, Owen Thomas, era un excelente anfitrión, como había demostrado en anteriores ocasiones, y de su hospitalidad disfrutaban esa noche el comisario del pueblo, el veterinario y el pastor de una localidad vecina, todos acompañados de sus familias. En total eran quince personas. La fiesta avanzaba y la señora Thomas se percató de que se estaba acabando el agua. No había problema, a apenas unos metros de distancia de la casa tenían un pozo y solo había que ir con un cubo a sacar un poco de agua. Como los mayores estaban en medio de una agradable charla, decidió pedir a su hijo Oliver que saliese un momento a buscar agua al pozo. Una decisión que la pobre mujer lamentaría toda su vida. Oliver tenía once años, había ido en multitud de ocasiones a por agua al pozo y no le importaba demasiado dejar durante unos instantes el cálido ambiente que proporcionaba el hogar encendido. Afuera hacía frío, pero había acabado de nevar y se veían ya las primeras estrellas. El niño se calzó unas pesadas botas y, protegido con una bufanda que amorosamente le había colocado su madre, salió resuelto con un balde en la mano. Solo habían pasado unos instantes –después dirían los que se quedaron en la casa que apenas fueron diez segundos– cuando todos se estremecieron al oír un alarido del pequeño. Fue un grito penetrante, más que nada de sorpresa, que inmediatamente después fue seguido por llamadas de auxilio.

“¡Socorro, se me llevan!”, llegó a decir Oliver. Todos los presentes salieron corriendo hacia la puerta. Owen Thomas cogió su fusil, que colgaba de la chimenea, mientras exclamaba: “¡Un lobo!”. ¿Era posible que ese gran depredador hubiese atacado al muchacho? El veterinario, el pastor, otro granjero invitado… todos salieron portando armas, palos y una linterna. Pero en el exterior no estaba el pequeño, no había nadie. Pudieron seguir el rastro que el niño había dejado en la nieve: unas pisadas que se interrumpían bruscamente, como si hubiese desaparecido sin dejar rastro o algo lo hubiese alzado para llevárselo volando. Durante unos segundos, que parecieron eternos, cundió el desconcierto, pero aún quedaba algo que les helaría la sangre. Todos pudieron escuchar claramente de nuevo los gritos de Oliver, que, para sorpresa general, venían de encima de sus cabezas: “¡Socorro, me han cogido! ¡Socorro!”, le oyeron gritar. Todos los que lo estaban buscando quedaron anonadados. Miraban hacia el negro cielo, pero no eran capaces de ver nada. Ninguna pista, ningún indicio que les mostrase dónde se encontraba el niño y qué era lo que le estaba llevando hacia el cielo. Pidieron al chico que les indicase dónde estaba, pero el pequeño Oliver ya no dijo nada coherente, solo chillaba. Unos gritos de terror que pudieron oír durante casi un minuto los desesperados familiares y amigos, un tiempo eterno de impotencia en el que, para su desconsuelo, la voz del pequeño se fue volviendo cada vez más tenue, como si fuese subiendo y estuviese cada vez más lejos. Algo incomprensible había sucedido. Alguien había arrancado a Oliver del suelo y se lo había llevado volando. Aun después de la desaparición, y en medio del desconcierto, varios de los asistentes siguieron buscando con la lámpara alguna pista. Pudieron constatar que las huellas del muchacho sobre la nieve parecían normales, pero se interrumpían bruscamente a unos 20 m de la casa. A 2 m de las últimas huellas se encontraba el cubo, como si el niño lo hubiese soltado desde una cierta altura. El resto de la noche siguieron dando vueltas, llamándolo, intentando descubrir entre las tinieblas alguna pista que explicase el suceso.

Hipótesis descartadas

Al amanecer llegaron unos policías de Brecon, que registraron con detalle toda la casa, los alrededores y el pozo, al que bajaron. Pero no encontraron ninguna pista, nada que pudiese explicar qué le había pasado al pequeño y, sobre todo, dónde estaba. La única explicación que parecía plausible era que algo se lo había llevado volando. Pero ¿qué ave hay en el País de Gales capaz de levantar el vuelo con un niño de 11 años entre sus garras? Ninguna, ni la mayor águila podría hacerlo. Los aviones también quedan descartados, pues en 1909 la aviación todavía estaba poco desarrollada y, sobre todo, el ruido del motor sería claramente reconocible. Un silencioso planeador tampoco parece ser la solución, pues la ausencia de un sonido que le delatase no evitaría la posibilidad de maniobrar para capturar al niño y levantar el vuelo permaneciendo casi un minuto encima de la casa. Un globo habría sido difícil de maniobrar y, además, habría sido visto a la luz de las estrellas que brillaban en el firmamento.
El caso del pequeño Oliver, secuestrado por algo que bajó del cielo en la Nochebuena, quedó finalmente archivado como pendiente de solución. Es uno más de los que están a la espera de ser resueltos, algo en lo que casi un siglo después muy pocos confían. La gran cantidad de testigos, entre los que se encontraban personas de reconocida reputación, permite descartar que la extraña historia de la desaparición del niño fuese algún tipo de engaño, una mentira urdida para ocultar tal vez algún crimen. La falta de una solución al misterio de la desaparición de Oliver Thomas no evitó que en los años siguientes los niños de aquella zona viviesen la víspera de la Navidad con una mezcla de sentimientos contrapuestos. Era una fiesta de alegría, con regalos para los pequeños, pero sabían que algo inexplicable se había llevado volando al pobre Oliver. Tal vez algo había bajado del cielo, pero en lugar de traerle regalos se lo había llevado para nunca volver a ser visto. “Santa Claus es bueno y trae regalos, pero ¿existe algún ser malo que viene volando en la Nochebuena para llevarse a niños?”, preguntaban los pequeños de la zona a sus padres. “No, hijo –les respondían estos–, solo hay un anciano bondadoso que llega con regalos en un trineo tirado por renos mágicos.” Pero por las noches, sobre todo durante la víspera de la Navidad, los padres que pronunciaban estas tranquilizadoras palabras no perdían de vista a sus hijos en ningún momento. Sabían que si algo inexplicable se había dado cita una Nochebuena, podría volver a por otro niño.

Ave gigante o monstruo de otra dimensión


Durante casi cien años han sido muchos los intentos de explicar lo que le ocurrió a Oliver Thomas. Desde un primer momento se barajó la posibilidad de que lo capturase algún tipo de pájaro. En 1977 muchos se acordaron de este misterioso caso después de que se conociese el ataque de dos misteriosas aves negras a un niño de diez años llamado Marlon Lowe. El suceso tuvo lugar en Michigan (EE.UU) y no acabó trágicamente porque su madre intervino rápidamente y arrebató a su hijo de las garras de los animales cuando ya se estaban llevando por el aire al pequeño. Casos similares han ocurrido en diversos lugares del mundo y en buena parte continúan siendo un misterio, pues según los testigos no se trata de aves conocidas. En ocasiones se ha especulado que podría tratarse de algún superviviente de los teratórnidos, unos parientes del cóndor de los Andes que vivieron hasta hace unos 10.000 años en Norteamérica. Pero esas especies no se conocen en Europa. A veces las descripciones de las criaturas son aún mas extrañas, pues parecen reptiles alados como los que vivían en la época de los dinosaurios. Otra hipótesis recuerda que, según diversas tradiciones, durante momentos determinados del año, como la víspera de Navidad, de Todos los Santos o de San Juan, los límites de nuestro mundo parecen quedar mas difusos, siendo posible que salten hasta nuestra realidad entidades que normalmente no viven entre nosotros. Entidades que forman parte del mundo de monstruos como el chupacabras, el diablo de Jersey o el demonio de Dover y que han sido vistas en diversas ocasiones y lugares.

jueves, 9 de abril de 2015

El Llajtay


Es el hijo de la Pachamama y por encargo de ella debe cuidar los animales silvestres. Se lo representa como un hombre viejito de barba larga y cuernos como los de un carnero. Los que desean cazar deben dejarle ofrendas, de esta manera aparecerán las aves y la actividad será propicia; dice Coluccio que antes de salir a cazar se hace una junta de gentes o kachakuna, en el cual se invoca la protección del Llastay (parecida a la corpachada de la Pachamama). 

El Llastay acepta los pactos y los respeta si uno no los da a conocer. Antonio Paleari en su Diccionario mágico jujeño, representa un texto de Juan B. Ambrosetti: "Malos también son los númenes propicios cuando se los irrita. 

La Pachamama y el Llastay, entidad única en su origen y duplicada más tarde por la necesidad de antropomorfosear a los dioses, innata en el género humano, brindan al hombre los frutos de la tierra, pero éste ha de usarlos con mesura y según las legítimas necesidades, de lo contrario estas divinidades hacen pagar bien caro el despilfarro". Según el profesor Félix Coluccio en su imperdible Diccionario Folklórico Argentino, el Llastay tiene casi la misma importancia que la Pachamama en las zona.

Domingo Siete

Eranse una vez dos compadres, uno rico llamado Cosme y otro pobre llamado Beto; el pobre era tan pobre que a veces tenía que recurrir a la ayuda de su compadre; pero éste era bastante avaro y siempre le ponía miles de “peros” para no aflojarle ni un centavo.

Un día el pobre salió en busca de trabajo pues las necesidades eran muchas y los dinerillos pocos… pero esta vez salió con un rumbo distinto al de siempre.

- “Puede que me cambie la suerte” – pensó y se puso en marcha.

Anduvo hasta casi la oración (crepúsculo) y ya perdía las esperanzas en el momento que a lo lejos divisó un rancho….

Al llegar comprobó que estaba abandonado y sentenció volverse antes de que anocheciera. De pronto sintió que venía gente. El susto lo desarrolló dar un salto y se escondió en un tirante del techo.

Eran unos paisanos que el nunca vio. Entraron en la casa, prendieron un fueguito y entre vino y vino iniciaron a cantar:

- Lunes y martes,
y miércoles tres,
jueves y viernes,
y sábado seis…

La convocón se iba animando cada vez más y se largaron a bailar, siempre con los mismos versos.

El pobre Beto se divertía de lo lindo pero con el pasar de las horas y siempre la misma canción se inició a aburrir así pues en el momento que los cantores llegaron a “sábado seis”, el gritó:

- A las cuatro semanas
se ajusta el mes….!

Los hombres pararon de cantar; miraron al lugar desde donde salió la voz y dijeron: – Baje, amigo, ¿que hace allí?…

- Los oí llegar y me asusté.

- No se preocupe compadre, le estamos muy agradecido puesto que nos ayudó a alargar un poco nuestra canción – y en recompensa le dieron una gran cantidad de dinero en oro.

Al llegar a su casa pasao de contento, Beto le comentó a su mujer que fuera a los de Cosme a solicitarle prestado una balanza para medir las onzas regaladas.

Cosme, intrigado por el pedido, untó un plato de la balanza con grasa con la intención de que un poco de lo que fuera pesado quedara en el plato. Al regresar el aparato, notó que en la grasa había polvo de oro y fue inmediatamente a lo de Beto y le cuestionó:

- ¿De donde has sacado oro?

Entretanto Beto le contaba, Cosme planeaba desarrollar lo mismo para ampliar sus arcas; y así lo desarrolló… fue al mismo rancho, se trepó en la misma viga y llegaron los gauchos cantores que prendieron fuego y descorcharon los vinitos y entonaron:

- Lunes y martes,
y miércoles tres,
jueves y viernes,
y sábado seis,
a las cuatro semanas
se ajusta el mes…

La repetición del canto empezó a impacientarlo y en el momento que llegaron a “sábado seis” pegó el grito:

-¡Falta domingo siete!

Los paisanos enardecidos bajaron a Cosme de la viga y en cuanto comenzaron a propinarle una paliza, éste logro zafar y salió como alma que lleva el diablo.

La historia se propagó como un secreto a gritos y así en el momento que alguien comenta algo inoportuno se exclama: “¡ya salió con un Domingo Siete!”.  

El Niño Moro


Cuentan que en cierto lugar en la región cuyana existía, hace muchos años, un bosque impenetrable donde habían hecho su guarida unos temibles bandoleros. 

Un día, pasó por las cercanías del bosque un matrimonio de paisanos que iban haciendo un largo viaje a caballo y llevando consigo un niñito de pocos meses. El niñito era moro, es decir, todavía sin bautizar. 

De improviso, fueron sorprendidos los viajeros, por cuatro forajidos, los que sin hacer caso a las súplicas del matrimonio, dieron fin con ellos asesinándolos bárbaramente. En los últimos instantes la madre les había rogado que respetaran la vida del niño, pues era moro, sin lograr conmoverlos. 

Al contrario, tomando uno de ellos al niño por las piernitas lo estrelló contra un árbol. Entonces se oyó desgarrador, un ¡ay! que lanzó al expirar el niñito. Internáronse los bandoleros en el bosque y al comenzar a repartirse el botín, vieron aparecer entre las sombras de la tarde que caía un enorme pájaro negro, totalmente desconocido para ellos y el que, luego de describir enormes círculos sobre sus cabezas, lanzó un grito que era como el de un ser humano, repitiendo por tres veces el ¡ay! desgarrador del niñito que acababan de ultimar. 

Paralizados de espanto quedaron los bandoleros. Y cuando quisieron reaccionar, ya el pájaro había desaparecido. Cuentan que los bandidos ya no tuvieron sosiego: que a toda hora los perseguía el ¡ay! del niñito moro. Y que, enloquecidos, fueron muriendo uno tras otro, agotados por la sed, el hambre y los remordimientos sin atinar a otra cosa que a taparse los oídos con sus manos para no oír el grito del niñito sin bautismo al que, junto con sus padres, tan bárbaramente asesinaron.  

martes, 7 de abril de 2015

El Niño Dios, Esteban, Saulo y El Deseo De Tomas Moro

Solo la luz de un amor radicalmente nuevo, que brota en la tierra por el nacimiento del Niño Dios, nos permite saborear las palabras que Tomás Moro dirigió a sus jueces cuando dictaron sentencia de muerte en su contra y le preguntaron si aún deseaba añadir algo en su defensa.

El santo mártir, como gigante delante de frágiles marionetas, comentó: "No más que lo siguiente: Como podemos leer en en los Hechos de los Apóstoles, Pablo estuvo presente en la muerte de San Esteban y guardó la vestimenta de los que le apedreaban.


A pesar de ello, ambos son hoy en día santos en el cielo y serán allí amigos para siempre. Así, yo espero -y rezaré de todo corazón por ello-, que, aunque me hayáis condenado aquí en la tierra, nos encontraremos para nuestra eterna salvación en el cielo".

El Señor de la Renca

Es un pueblo de la provincia de San Luis que se encuentra al noroeste de su territorio.El Rio Conlara Lo atravieza y de ahi toma el nombre de renca.

Esta en una de la leyendas que se confunden con la historia;especialmente cuando investigamos el nacimiento de su nombre.La tradicion cuenta que en el pueblo de renca (en chile)vivia un hombre que habia quedado ciego a causa de la viruela.El ciego se ganava la vida tocando el violin que el mismo habia hecho con la madera de un cardon

Lo llamaban para que tocase en las fiestas,en los bautismos, en los casamientos,pero nunca pedia limosna a cambio.

Cuando las fiestas se espaciava y el no podia ganas dinero con su musica,trabajaba como leñador.Vendiendo en el pueblo la leña que cortaba.Cierta vez llego una mala epoca,las sequias y los pastos quemados pululavan por toda la region.El popre ciego siguio insistiendo en la dificil tarea de trozar leña y cargarlas sobre sus hombros,para luego vender en el pueblo.Se hizo acompañar por un lazarillo que indicava donde dar el primer hachazo para luego seguir golpeando.La lluvia se negava aparecer y las tardes eran como infiernos en los desolados montes.

El ciego y su compañero se dirigieron hacia el monte,que estaba completamente ralo,casi no quedaban arboles para talar.Un espinillo en el medio de la planicie era el unico ejemplar que esperaba el hachazo mortal.El azarillo le hizo tocar el gruezo tronco para que no errara el hachazo inicial.sono el primer golpe,pero el filo del hacha no irio la corteza del arbol;lo mismo sucedio con cada hachazo posteriores cansado,el pobre ciego se sento a descansar,elevando una plegaria al cielo para que le permitiera,con esa leña,subsistir.

Volvio al espinillo y con toda su fueza dio un golpe sertero que hizo seder la corteza,una gota se sangre salio de la herida del arbol y callo en sus ojos ciegos,se quito el liquido con sus manos y...se dio cuenta de que habia recuperado la vista.otra vez sus ojos tenian vida.Veian luz y colores,y al fijarse en el espinillo vio en el lugar de la herida del arbol habia un cristo tallado...

El milagro se difundio en todo el pueblo;llegaron de todos lados para ver al ciego que habia recuperado la vista y al espinillo con el cristo tallado

los debotos de renca en chile quisieron extender los dones de esta sagrada imagen y un dia tomaron la cenda hacia el cuyo.La imagen tallada en el espinillo iba cargada sobre una mula serrana, y todos esperaban la señal del santo para dejalo en el lugar que el pidiera.Haci llegaron a este pueblo, y al cruzar el rio con Lara,la mila se hecho y nadie le pudo levantarla.Esto se interpreto como señal,entonces ahi se construyo la capilla.


Todo sucedio el tres de Mayo de 1745,fecha en que el pueblo onrra a su patron, el señor de la renca de quien tomo su nombre.  

La Laguna del Cobre


Cuenta esta leyenda araucana, que apenas se atraviesa la Cuesta de la Totora, en Calingasta, dentro mismo del corazón de la cordillera, a 5.000 metros de altura, se encuentra la Laguna de Cobre. 

Rodeada por los cerros, sus aguas tiene un color verde intenso con algunos espacios rojos formados por algas. Aquí, cuenta esta vieja leyenda, hace muchos años un indio araucano raptó a la hija de un cacique de la región de Calingasta, escapándose con ella. Hacían camino de noche. De día se ocultaban en las cuevas de los cerros. 

Así llegaron hasta la laguna. Extenuados después de recorrer una distancia enorme, se durmieron profundamente. Esto imposibilitó que pudieran oir la llegada furtiva de un grupo de hombres de guerra enviados por el padre de la joven, en seguimiento de la pareja. Esta fue sorprendida y el indio que robó a la joven fue herido gravemente de un flechazo. La muchacha, que se había enamorado de su captor, comenzó a correr pidiendo a su amado, que se encontraba herido, que la siguiera. 

Pero ese movimiento era imposible. El araucano se encontraba a merced de los hombres enviados por el padre de la joven. La laguna era la única salida posible para la huida. Y mientras el la seguía, cayendo varias veces y volviendo a levantarse, ella alcanzó la orilla de la laguna y comenzó a penetrar en el agua, imaginando que podía llegar caminando a la orilla opuesta. Pero pronto perdió pie y desapareció bajo el agua. 

El la llamó infructuosamente desde la playa, pero finalmente cayó herido de muerte por un sinnúmero de flechas. Los lugareños, que conocen esta leyenda, advierten que no hay que pasar de noche por la laguna. Pues allí, en el corazón de la cordillera, anda el alma del indio que procura vengar a su amada y entonces ocurren toda clase de calamidades.  

domingo, 5 de abril de 2015

La Quebrada del Zonda

En la quebrada del Zonda (San Juan)hay una roca extraña en forma de niño que dio origen al la leyenda que contaremos a continuacion.

Dicen que hace muchos años existio en la reguion una mujer muy pobre que tenia un solo hijo, y vivia de lo que le daba la venta de cocho(maiz tostado y molido)quer ella misma preparaba.

Todas las tardes se sentaba al frente al morteroy molia las flores del maiz;pero por las noches el hijo le robaba el cocho para comerselo.Lo que no comia lo tiraba,para que su madre no se diera cuenta.La pobre mujer lo reprendia ,aunque solo le queria es hacer comprender que lo que el comia por gulaera el unico sustento que tenian solo para sobrevivir.

El chango, en lugar de escuchar a su madre, cada vez se portaba peor .Uns mañana,junto para salir para el mercado,el hijo robo parte del cocho,con tanata mala suerte qque derramo el resto sobre el piso de tierra del rancho.

ya sin saber que hacer para detener las correrias del pequeño,doña Glauca prefirio un terible grito:

"-¡Amalhaya, chango`e porra!¡Siquiera viniera mandinga y te llevar lejos, a`nde ya no te viera mas pa`que mes dejaras trabajar y ganarme la vida tranquila!."

No habia terminado de decirlo, cuando un viento caliente, como el infierno misto se levanto del suelo, llevandose al muchacho al otro lado de los cerros.

Al ver aquello la madre, arepentida de lo que habia dicho para asustar al niño, salio corriendo detras del viento que se se llevaba a su peuqño.Sigiuo hacia los montes,rogando a dios que de le devolviera a su hijo,vivo o muerto...y asi fue como despues de un largo rato vio que en la Quebrada del Zonda estaba el cuerpo de su niño,pegado en la pared del monte transformandose poco a poco en piedra.

Dicen que el mismo dia en que aparecio en la quebrada la piedra con forma de chango, nacio el viento Zonda arrazador del monte.Cuentan tambien que por las tardes, a la misma hora en que la madre maldijo al pequeño,empìeza a "zondear" en la region.


El Pehuen

Desde siempre Nguenechén hizo crecer el pehuén en grandes bosques, pero al principio las tribus que habitaban eses tierras no comían los piñones porque creían que eran venenosos. Al pehuén o araucaria lo consideraban árbol sagrado y lo veneraban rezando a su sombra, ofreciéndole regalos: carne, sangre, humo, y hasta conversaban con él y le confesaban sus malas acciones. Los frutos los dejaban en el piso sin utilizarlos.

Pero ocurrió que en toda la comarca hubo unos años de gran escasez de alimentos y pasaban mucha hambre, muriendo especialmente niños y ancianos. Ante esta situación los jóvenes marcharon lejos en busca de comestibles: bulbos de amancay, hierbas, bayas, raíces y carne de animales silvestres. Pero todos volvían con las manos vacías. Parecía que Dios no escuchaba el clamor de su pueblo y la gente se seguía muriendo de hambre.

Pero Nguenechén no los abandonó... Y sucedió que cuando uno de los jóvenes volvía desalentado, se encontró con un anciano de larga barba blanca.

- ¿Qué buscas, hijo? -le preguntó

- Algún alimento para mis hermanos de la tribu que se mueren de hambre. Por desgracia no he encontrado nada.

- Y tantos piñones que ves en el piso bajo los pehuenes, ¿no son comestibles?

- Los frutos del árbol sagrado son venenosos, abuelo -contestó el joven.

- Hijo, de ahora en adelante los recibiréis de alimento como un don de Nguenechén. Hervidlos para que se ablanden, o tostadlos al fuego y tendréis un manjar delicioso. Haced buen acopio, guardadlos en sitios subterráneos y tendréis comida todo el invierno.

Dicho esto desapareció el anciano. El joven siguiendo su consejo recogió gran cantidad de piñones y los llevó al cacique de la tribu explicándole lo sucedido. Enseguida reunieron a todos y el jefe contó lo acaecido hablándoles así: - Nguenechén ha bajado a la tierra para salvarnos. Seguiremos sus consejos y nos alimentaremos con el fruto del árbol sagrado, que sólo a él pertenece. Enseguida comieron en abundancia piñones hervidos o tostados, haciendo una gran fiesta.

Desde entonces desapareció la escasez y todos los años cosechaban grandes cantidades de piñones que guardaban bajo tierra y se mantenían frescos durante mucho tiempo. Aprendieron también a fabricar con los piñones el chahuí, bebida fermentada.

Cada día, al amanecer, con un piñón en la mano o una ramita de pehuén, rezan mirando al sol:"A ti de debemos nuestra vida, y te rogamos a ti, el grande, a ti nuestro padre, que no dejes morir a los pehuenes. Deben propagarse como se propagan nuestros.  

La Ciudad del Esteco

La ciudad de Esteco era, según la leyenda, la más rica y poderosa de las ciudades del norte argentino. Se levantaba en medio de un fértil y hermoso paisaje de la provincia de Salta. Sus magníficos edificios resplandecían revestidos de oro y plata. 

Los habitantes de Esteco estaban orgullosos de su ciudad y de la riqueza que habían acumulado. Usaban un lujo desmedido y en todo revelaban ostentación y derroche. Eran soberbios y petulantes. Si se les caía un objeto cualquiera, aunque fuese un pañuelo o un sombrero, y aun dinero, no se inclinaban siquiera para mirarlos, mucho menos para levantarlos. Sólo vivían para la vanidad, la holganza y el placer. 

Eran, además, mezquinos e insolentes con los pobres, y despiadados con los esclavos. Un día un viejo misionero entró en la ciudad para redimirla. Pidió limosna de puerta en puerta y nadie lo socorrió. Sólo una mujer muy pobre que vivía en las afueras de la ciudad con un hijo pequeño, mató la única gallinita que tenía para dar de comer al peregrino. El misionero predicó desde el púlpito la necesidad de volver a las costumbres sencillas y puras, de practicar la caridad, de ser humildes y generosos, y todo el mundo hizo burlas de tales pretensiones. Predijo, entonces, que si la población no daba pruebas de enmienda, la ciudad sería destruida por un terremoto. 

La mofa fue general y la palabra terremoto se mezcló a los chistes más atrevidos. Pedían, por ej., en las tiendas, cintas de color terremoto. El misionero se presento en la casa de la mujer pobre y le ordenó que en la madrugada de ese día saliera de la ciudad con su hijito en brazos. Le anunció que la ciudad se perdería, que ella sería salvada por su caridad, pero que debía acatar una condición: no volver la cabeza para mirar hacia atrás aunque le pareciera que se perdía el mundo; si no lograba dominarse, también le alcanzaría un castigo. La mujer obedeció al misionero. A la madrugada salió con su hijito en brazos. Un trueno ensordecedor anunció la catástrofe. 

La tierra se estremeció en un pavoroso terremoto, se abrieron grietas inmensas y lenguas de fuego brotaban por todas partes. La ciudad y sus gentes se hundieron en esos abismos ardientes. La mujer caritativa marchó un rato oyendo a sus espaldas el fragor del terremoto y los lamentos de las gentes, pero no pudo más y volvió la cabeza, aterrada y curiosa. En el acto se transformó en una mole de piedra que conserva la forma de una mujer que lleva un niño en brazos. 

Los campesinos la ven a distancia, y la reconocen; dicen que cada año da un paso hacia la ciudad de Salta. De: Cuentos y leyendas populares de la Argentina. Selección e Berta E. Vidal de Battini. Bs.As., Consejo Nacional de Educación, 1960. Vagos indicios recuerdan, en el campo asolado, el asiento de la opulenta ciudad de Esteco tragada por la tierra en castigo de sus soberbios habitantes. 

La primitiva ciudad de Esteco estuvo situada en la margen izquierda del río Pasaje, ocho leguas al sur de El Quebrachal, en el departamento de Anta, Salta. Cuando Alonso de Rivera en 1609 fundó la ciudad de Talavera de Madrid, los antiguos pobladores de Esteco - que en parte vivían en la población próxima que la reemplazó, Nueva Madrid de las Juntas - vinieron a ella y comenzaron a llamarla la Esteco Nueva, nombre que se impuso sobre el oficial. Pronto se enriqueció por ser un centro de intenso comercio. Según el famoso padre Bárzana. 

El P. Techo dice que fue destruida por un gran terremoto en 1692. Sobrevive su nombre en un topónimo, la Estación de Esteco, en la comarca en que existió la ciudad antigua. La leyenda popular mantiene vivo, al cabo de siglos, el recuerdo de la ciudad de Esteco, una, entre otras, de las ciudades fundadas por los españoles que por causas diversas desaparecieron en la época de la colonización. 

Probablemente fue destruida por los indios y sus habitantes buscaron un nuevo emplazamiento: Esteco la Nueva, a la que según Juan Alfonso Carrizo, en su "Cancionero de Salta", se refiere la leyenda, ya que tuvo un rápido enriquecimiento, y algunas crónicas y tradiciones mencionan la posibilidad de fuertes movimientos sísmicos en el lugar, Ricardo Molinari y Manuel Castilla han dedicado sendas elegías a la ciudad de Esteco. La copla admonitoria recuerda a los que perseveran en el mal: "No sigas ese camino / no seas orgulloso y terco / no te vayas a perder / como la ciudad de Esteco."


viernes, 3 de abril de 2015

El Cardón

La leyenda cuenta que la flor es la transformación de la hija de un cacique que se había enamorado de un humilde indio. El padre se opuso tenazmente a que se vieran y que se unieran en matrimonio. 

Los enamorados resolvieron fugarse. Y una mañana, antes que el sol iluminara los cerros, emprendieron camino para esconderse en los más intrincado de la montaña: Cuando el cacique advirtió la ausencia de la hija y se dio cuenta que huía del hogar con aquel indìo plebeyo que él aborrecía, salió en su persecución. Muchas horas de delantera le llevaban los fugitivos, pero él estaba empeñado en darle una buena lección a su hija y al indio. . . no sabía todavía el castigo feroz que le iba a aplicar.

Cuando ya los tenía a la vista y los iba alcanzando, los enamorados pidieron ayuda a la Pachamama, quien les abrió el pliegue de su manto y los recogió en su regazo. El cacique al verse soprendido por la desaparición de los enamorados quedó allí a la espera, sin saber qué hacer, pero obstinado, no dejaría que se burlaran de él, siguió vigilando noche y día, mientras que ellos, con el tiempo, se convirtieron en cardón.


Cuando las nubes se tornan oscuras y los cerros retumban en cada trueno, la india enamorada, convertida en una blanca flor se abre sobre el pecho verde de su amado y asoma la cara para ver la tarde sin sol y la lluvia que comienza, mientras Pachamama sonríe en lo alto del cerro, observándolo al cacique burlado en su orgullo.  

Mamapacha La Leyenda de Garagoa


Nuestra Leyenda tiene su epicentro en el Páramo de Mamapacha, especialmente en el cerro doña Francisca, Cuentan los abuelos que en la falda del cerro sitio los enseñillos o puente piedra, habitaba una señora muy rica, se vestía con una hermosa túnica que le cubría todo el cuerpo y en otras ocasiones de trajes similares al campesino; enaguas adornadas con encajes preciosos, camisa en dacrón o seda, cubriendo su cabeza con una mantilla de flecos finos, sus pies eran calzados por alpargatas elaboradas en fique, se apoyaba en un bastón dorado, la acompañaban seres míticos bajitos con apariencia campesina, unos interpretando extrañas melodías, otros llevaban animales y plantas a estos seres se les llamaba mohanes, al pueblo vienen a comprar panela, café y tabaco; estos terrenos los gobernaba la matrona llamada Doña Francisca a quien familiarmente le decían Mamapacha. En tiempo de grandes sequías ordenaba a los mohanes que bajaran al pueblo en horas de la noche para que raptaran a la más hermosa doncella que encontraran. Una vez cumplida la misión, la víctima era conducida al cerro y allí en una ceremonia especial la sacrificaban. Donde caía la sangre de la muchacha, brotaba un manantial inagotable de agua muy pura. Así nacieron la laguna de Mundo Nuevo y las quebradas de la Colorada y Quigua, fuentes hídricas que alimentan el acueducto de Garagoa.  

Cosakait El Palo Santo

En esta leyenda que circula entre los tobas, se cuenta que durante la época embrionaria del mundo, cuando los seres humanos formaban una pequeña minoría, Cosakait, el más apuesto y virtuoso de los varones de aquel grupo se había enamorado de una joven doncella. Apuesto y ejemplar, estas virtudes no le alcanzaron para enamorar a la joven doncella que tanto amaba.

Su tristeza y desventura lo condujeron por el sendero de la enfermedad, de la que nunca regresó. "Decidle que no quiero morir. Mas Yago (Dios) me quita la vida. Pero estaré siempre con ella. Adornaré su cabeza de flores perfumadas. Ahuyentaré los parásitos de su lado.

Daré fragancia al agua que beban sus labios y laven sus ojos. Iré al cielo en el humo aromado de su ruego en la ceremonia del NAREG. Y estaré donde ella se encuentre y le dare lo que pida..." Tras estas palabras, la fiebre abrasó su cuerpo y murió invocando el nombre de su amada.

La tierra que lo sepultó engendró el árbol cosakait (Palo Santo), apreciado por sus aromáticas flores y perfumada madera. Apenado por su dolor, su dios le dio vida eterna en la forma de aquel árbol que luego se expandió por toda la selva, cumpliendo con las promesas del joven enamorado. Los tobas consideraron al palo santo como un árbol venerable por su nobleza y le concedieron el honor de llamarlo cosakait.

miércoles, 1 de abril de 2015

El Indio con el Tigre Leyenda Araucana

Decimos nosotros los indios que el tigre es dueño de la tierra. No hace daño cuando no lo ofenden. Cuando lo quie­ren para enemigo, él sabe, y carga rencor con su enemigo, para matarlo. Entre nosotros está reconocido que no hace mal el tigre cuando no lo ofenden. Pero a su enemigo no lo perdona jamás. 

Bas­ta que sea de la familia de su enemigo, no lo perdona. Él sabe cuál es su enemigo y cuál no. Cuando los indios encuentran al tigre, se invitan para matarlo. Luego se van; pero el tigre ya sabe cuál fué el que le deseaba la muerte. Entonces lo encuentran, allá, y lo con­vida a pelear su enemigo. Y él salta sobre su enemigo. Al que no es su enemigo no le hace nada. Pasa cerca de él peleando.»


«Una vez fué cautivado un hombre por los cristianos. Y se escapó. Este hombre anduvo mucho tiempo solo en los grandes desiertos. Faitaba casi nada para que muriese de hambre. Una va encontró al tigre. Entonces este pobre hombre creyó ser devorado por el tigre; cuando lo encontró. Tembló de miedo. 

Se arrodilló, dicen, para rogar a Dios y al tigre. Jamujaba la oreja el tigre. Entonces se puso cerca de él, que lloraba. Siguió la marcha este hombre. No le hizo nada el tigre. El tigre iba detrás de él. Un rato después se adelantó y se perdió de la vista del com­pañero. Más allá encontró avestruces. En seguida cazó uno. Entonces volvió atrás para encontrar a su compañero, que estaba casi muerto de hambre. Apenas podía ya caminar a pie. 

En­tonces este hombre, sabiendo que el tigre no le haría nada, tuvo ánimo. Emprendió de nuevo el camino. Y vio la boca del tigre manchada de sangre. Entonces lo siguió. Cuando iba llegando vio el hombre al avestruz. Entonces bebió la sangre del avestruz. Así escapó este hombre de morirse de hambre, por la ayuda del tigre. Así lo acompañó muchísimos días. Cuando encontró gente el hombre, dicen que fué cuando se apartó de su compañero. De ese modo pudo llegar a su tierra y a su antiguo alojamiento

Ciguacoatl

Cuenta la leyenda que en un antiguo pueblo aborigen asentado a orillas del Río Viejo, existía una hermosa mujer esposa del cacique principal. Se decía que esta mujer, de proceder extraño y misterioso, acostumbraba ir todos los viernes a un determinado lugar del río, llevando abundantes alimentos, aves ricamente preparadas y sabrosas bebidas.

Uno de los servidores del cacique, extrañado por el comportamiento de la mujer, determinó seguirla a prudente distancia. Lo que vio ese día lo aterró tanto que echando a correr fue a contárselo a su señor. 

El cacique no dijo nada a su mujer de lo descubierto por su servidor, fingiendo ignorancia. Sin embargo, al siguiente viernes la siguió, confirmando aquello que le dijera su servidor. Vio que su esposa, sentada en una piedra junto al río, golpeaba con su mano el agua y a la señal emergía impetuosamente una inmensa serpiente que tenía su cueva en el mismo río. El terrible reptil, posó su inmensa cabeza en las bellas piernas de la mujer, y una vez alimentada, serpiente y mujer se entregaron al placer sexual. 

El indignado esposo mató a la infiel mujer. Entonces la enfurecida serpiente agitó las aguas del río y su corriente destruyó el milenario pueblo. Según la leyenda, los sobrevivientes reconstruyeron su pueblo, al cual dieron por llamar Ciguacoatl, que en lengua nahuátl significa “mujer serpiente”, en recuerdo de esta historia, la esposa del cacique y la gigantesca serpiente.

Arrechavala

El Coronel Joaquín Arrechavala fue un militar español que sirvió en Nicaragua durante el período colonial. Nació en Madrid, España, en el año 1728 y murió el año 1823, en la ciudad de León (Nicaragua) a los 95 años de edad. 

El Rey de España, Carlos II de Borbón, lo envió a Nicaragua, para que formara parte de la oligarquía nicaragüense. Esta burocracia española de la época colonial acumuló capitales improductivos conformados de incalculables tesoros en oro, plata, y bienes raíces con el fin de mejorar su posición social. El 14 de febrero de 1791, Joaquín Arrechavala fue ascendido a Coronel. 

En el periodo de 1811 a 1812 Nicaragua fue marcada por violentas insurrecciones contra la dominación española en busca de la independencia. En este período de agitación, el coronel Arrechavala fue uno de los principales promotores de la adhesión de León al Imperio Mexicano de Iturbide, para asegurar y garantizar la estabilidad de sus intereses. Durante y después de la abdicación del Imperio Mexicano, el Coronel mostró un implacable odio y aversión por los indígenas. 

Por esa razón paseaba por las calles de la ciudad de noche, montado en su caballo lujosamente adornado, y latigueaba a todo indígena que encontrara. Solía vestir su uniforme militar adornado de charreteras y hebillas doradas. 

Su caballo era negro o blanco (según el decir de unos u otros), con su freno de metal precioso, y aterraba a los caminantes nocturnos con todo ese ruido, y los indios se espantaban apenas lo percibían a lo lejos o si escuchaban el galopar de su brioso caballo. Así, Arrechavala era identificado como un espíritu nocturno, porque siempre se le veía por las noches, en guardia para asegurar el orden en ese período de sublevaciones contra el gobierno colonial.


En la ciudad de León, en la Calle Real, ahora Rubén Darío, que comienza en la Iglesia El Calvario y finaliza en la Iglesia Sutiaba, hace su aparición el fantasma de Arrechavala, vestido de militar, cabalgando a todo galope sobre su caballo blanco. Dicen que es rubio, bien parecido, de ojos azules, muy español y que sólo se deja ver por las mujeres; si encuentra hombres a su paso, los persigue para darles latigazos. 

Cuenta la historia que era un hombre muy rico, que tenía grandes tesoros que enterró en diferentes lugares de la ciudad de León y que mataba a los indios que le ayudaban a esconder sus tesoros; por eso cayó sobre él la maldición de los indios Sutiaba, debido a sus abusos y malos tratos, y se convirtió en un espíritu condenado. 

Según unos espiritistas que cuentan que hablaron con él, su espíritu dejará de molestar si logra conversar con algún familiar para indicarle donde están enterrados los tesoros que había acumulado hasta su muerte, ya que, de otro modo, debe errar eternamente entre los vivos para vigilar aquellos mismos tesoros que enterró en vida. 

Según la tradición, Joaquín Arrechavala, así como muchos otros oligarcas de esta época, enterraba sus riquezas. Sin embargo, para los indígenas, la acumulación de éstas era inconcebible, ya que las riquezas debían repartirse entre toda la comunidad.