jueves, 9 de abril de 2015
Domingo Siete
Eranse una vez dos compadres, uno rico
llamado Cosme y otro pobre llamado Beto; el pobre era tan pobre que a
veces tenía que recurrir a la ayuda de su compadre; pero éste era
bastante avaro y siempre le ponía miles de “peros” para no
aflojarle ni un centavo.
Un día el pobre salió en busca de
trabajo pues las necesidades eran muchas y los dinerillos pocos…
pero esta vez salió con un rumbo distinto al de siempre.
- “Puede que me cambie la suerte” –
pensó y se puso en marcha.
Anduvo hasta casi la oración
(crepúsculo) y ya perdía las esperanzas en el momento que a lo
lejos divisó un rancho….
Al llegar comprobó que estaba
abandonado y sentenció volverse antes de que anocheciera. De pronto
sintió que venía gente. El susto lo desarrolló dar un salto y se
escondió en un tirante del techo.
Eran unos paisanos que el nunca vio.
Entraron en la casa, prendieron un fueguito y entre vino y vino
iniciaron a cantar:
- Lunes y martes,
y miércoles tres,
jueves y viernes,
y sábado seis…
La convocón se iba animando cada vez
más y se largaron a bailar, siempre con los mismos versos.
El pobre Beto se divertía de lo lindo
pero con el pasar de las horas y siempre la misma canción se inició
a aburrir así pues en el momento que los cantores llegaron a “sábado
seis”, el gritó:
- A las cuatro semanas
se ajusta el mes….!
Los hombres pararon de cantar; miraron
al lugar desde donde salió la voz y dijeron: – Baje, amigo, ¿que
hace allí?…
- Los oí llegar y me asusté.
- No se preocupe compadre, le estamos
muy agradecido puesto que nos ayudó a alargar un poco nuestra
canción – y en recompensa le dieron una gran cantidad de dinero en
oro.
Al llegar a su casa pasao de contento,
Beto le comentó a su mujer que fuera a los de Cosme a solicitarle
prestado una balanza para medir las onzas regaladas.
Cosme, intrigado por el pedido, untó
un plato de la balanza con grasa con la intención de que un poco de
lo que fuera pesado quedara en el plato. Al regresar el aparato, notó
que en la grasa había polvo de oro y fue inmediatamente a lo de Beto
y le cuestionó:
- ¿De donde has sacado oro?
Entretanto Beto le contaba, Cosme
planeaba desarrollar lo mismo para ampliar sus arcas; y así lo
desarrolló… fue al mismo rancho, se trepó en la misma viga y
llegaron los gauchos cantores que prendieron fuego y descorcharon los
vinitos y entonaron:
- Lunes y martes,
y miércoles tres,
jueves y viernes,
y sábado seis,
a las cuatro semanas
se ajusta el mes…
La repetición del canto empezó a
impacientarlo y en el momento que llegaron a “sábado seis” pegó
el grito:
-¡Falta domingo siete!
Los paisanos enardecidos bajaron a
Cosme de la viga y en cuanto comenzaron a propinarle una paliza, éste
logro zafar y salió como alma que lleva el diablo.
La historia se propagó como un secreto
a gritos y así en el momento que alguien comenta algo inoportuno se
exclama: “¡ya salió con un Domingo Siete!”.
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