miércoles, 1 de abril de 2015
Arrechavala
El Coronel Joaquín Arrechavala fue un
militar español que sirvió en Nicaragua durante el período
colonial. Nació en Madrid, España, en el año 1728 y murió el año
1823, en la ciudad de León (Nicaragua) a los 95 años de edad.
El
Rey de España, Carlos II de Borbón, lo envió a Nicaragua, para que
formara parte de la oligarquía nicaragüense. Esta burocracia
española de la época colonial acumuló capitales improductivos
conformados de incalculables tesoros en oro, plata, y bienes raíces
con el fin de mejorar su posición social. El 14 de febrero de 1791,
Joaquín Arrechavala fue ascendido a Coronel.
En el periodo de 1811 a
1812 Nicaragua fue marcada por violentas insurrecciones contra la
dominación española en busca de la independencia. En este período
de agitación, el coronel Arrechavala fue uno de los principales
promotores de la adhesión de León al Imperio Mexicano de Iturbide,
para asegurar y garantizar la estabilidad de sus intereses. Durante y
después de la abdicación del Imperio Mexicano, el Coronel mostró
un implacable odio y aversión por los indígenas.
Por esa razón
paseaba por las calles de la ciudad de noche, montado en su caballo
lujosamente adornado, y latigueaba a todo indígena que encontrara.
Solía vestir su uniforme militar adornado de charreteras y hebillas
doradas.
Su caballo era negro o blanco (según el decir de unos u
otros), con su freno de metal precioso, y aterraba a los caminantes
nocturnos con todo ese ruido, y los indios se espantaban apenas lo
percibían a lo lejos o si escuchaban el galopar de su brioso
caballo. Así, Arrechavala era identificado como un espíritu
nocturno, porque siempre se le veía por las noches, en guardia para
asegurar el orden en ese período de sublevaciones contra el gobierno
colonial.
En la ciudad de León, en la Calle
Real, ahora Rubén Darío, que comienza en la Iglesia El Calvario y
finaliza en la Iglesia Sutiaba, hace su aparición el fantasma de
Arrechavala, vestido de militar, cabalgando a todo galope sobre su
caballo blanco. Dicen que es rubio, bien parecido, de ojos azules,
muy español y que sólo se deja ver por las mujeres; si encuentra
hombres a su paso, los persigue para darles latigazos.
Cuenta la
historia que era un hombre muy rico, que tenía grandes tesoros que
enterró en diferentes lugares de la ciudad de León y que mataba a
los indios que le ayudaban a esconder sus tesoros; por eso cayó
sobre él la maldición de los indios Sutiaba, debido a sus abusos y
malos tratos, y se convirtió en un espíritu condenado.
Según unos
espiritistas que cuentan que hablaron con él, su espíritu dejará
de molestar si logra conversar con algún familiar para indicarle
donde están enterrados los tesoros que había acumulado hasta su
muerte, ya que, de otro modo, debe errar eternamente entre los vivos
para vigilar aquellos mismos tesoros que enterró en vida.
Según la
tradición, Joaquín Arrechavala, así como muchos otros oligarcas de
esta época, enterraba sus riquezas. Sin embargo, para los indígenas,
la acumulación de éstas era inconcebible, ya que las riquezas
debían repartirse entre toda la comunidad.
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