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Desde ya les agradezco a todos y pido disculpas si no se agrega la fuente por que muchos correos no la poseen y para no cometer errores no se agrega pero en este pequeño equipo estamos muy agradecidos para con todos. Muchísimas Gracias a todos en general por su valiosa información y por su cordial atención.

Equipo Infinito.



viernes, 11 de enero de 2019

¿Ángeles o Extraterrestres?


SE DICE QUE LOS ÁNGELES SON ENTIDADES SUPERIORES, NO HUMANAS, PURAS Y PERFECTAS, QUE SIRVEN A UN PROPÓSITO SUPERIOR. MÁS CONOCIDOS EN LA RELIGIÓN CRISTIANA POR SUS CONSTANTES APARICIONES EN LA BIBLIA, AQUELLOS SERES SE MUESTRAN COMO MENSAJEROS DE DIOS E INTERVIENEN EN ASUNTOS HUMANOS. SIN EMBARGO, ¿TODOS LO CASOS QUE SE MENCIONAN EN LAS ESCRITURAS CORRESPONDEN A ENTIDADES NO FÍSICAS Y REALMENTE “DIVINAS”?

Los “malach”, o “mensajeros” en hebreo, el lado oculto e incomprensible de Dios, serían en realidad seres inmateriales que no tienen nada que ver con los tripulantes de los ovnis. Es notable que la presencia de ambos, seres angélicos y extraterrestres, se entremezclen en los relatos antiguos en diferentes episodios. Veamos, brevemente, algunos episodios incómodos.

“Me llevaron a un lugar
donde los que están son como fuego abrasador,
y cuando quieren, se aparecen como hombres”.
Libro 1 de Enoch. 17,1

El texto en mención —escrito supuestamente por Enoch, un personaje del Antiguo Testamento— forma parte de las tres copias recuperadas por el famoso explorador James Bruce, cuando en 1773 retornó de su trabajo de seis años en Abysinia. Esta información, misteriosamente, se había perdido luego del denominado Concilio de Laodicea, en el Siglo III. Del “Libro de Enoch” existen dos traducciones al inglés, hechas por R. Lawrence (1821) y por R.H.Charles (1912). En los siguientes años, salieron a la luz diversas partes del texto original en griego, y más tarde, con el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto en Qumran, aparecieron siete copias fragmentarias en texto arameo, que se encuentran actualmente en el Museo del Libro en Jerusalén, confirmando lo dicho en las copias traducidas. Sus desconcertantes afirmaciones, hay que decirlo, ha causado gran controversia entre los eruditos.

Y es que Enoch no sólo describe sus “encuentros cercanos” con aquellos seres venidos del cielo, sino que aporta más luces a un hecho perdido que se menciona en la mismísima Biblia, concretamente en el Capítulo 6 del Génesis: la unión de los “Hijos de Dios” con “Las Hijas de los Hombres”.

En el “Libro de los Vigilantes” de Enoch, se afirma lo siguiente:

“En aquellos días, cuando se multiplicaron los hijos de los hombres, sucedió que les nacieron hijas bellas y hermosas. Las vieron los ángeles, los hijos de los cielos, las desearon y dijeron: Escojámonos de entre los humanos y engendremos hijos.

Semyasa, su jefe, les dijo:
—Temo que no desean que tal acción llegue a ejecutarse y sea yo quien pague por tamaño error.
Le respondieron todos:
—Juremos y comprometámonos, bajo anatema, entre nosotros, a no cambiar esta decisión y a ejecutarla ciertamente.
Entonces juraron todos de consuno y se comprometieron a ello bajo anatema. Eran doscientos lo que bajaron a Ardis, que es la cima del monte Hermón, al que llamaron así porque en él juraron y se comprometieron bajo anatema. Estos eran los nombres de sus jefes: Semyasa, el jefe supremo; Urakiva, Rameel, Kokabiel, Tamiel, Ramiel, Daniel, Ezequiel, Baraquiel, Ásael, Armaros, Batriel, Ananel, Zaquiel, Samsiel, Turiel, Yomiel y Araziel”1

La escena del descenso de los 200 Vigilantes “venidos del cielo” es descrita detalladamente por Enoch. Y este acontecimiento, en contra de la idea general de que sucedió hace unos pocos miles de años, en realidad, ocurrió en tiempos más lejanos. Para tener una idea de este extraño episodio, recordemos de que el Génesis bíblico cita al propio Enoch como un patriarca longevo de una séptima generación después de Adán (Génesis 5:18). Como recordamos, más tarde aparecerán hombres muy notables como Matusalén y Lamec, este último padre del célebre Noe, quien acorde al conocimiento que hemos recibido en la experiencia de contacto, era un superviviente de la discutida Atlántida. Desde luego, el “Diluvio Universal” alude al cataclismo que terminó con la isla de Platón, y que dicho sea de paso muchas culturas del mundo recuerdan vivamente en sus leyendas. Por todo ello, si Enoch pudo describir lo que pasó en el Monte Hermón -lugar enclavado entre la actual Siria, Líbano e Israel-, es porque se trataba de un acontecimiento antiguo: ¿la unión de seres extraterrestres con las hijas de los hombres de Lemuria? ¿Acaso no eran “ángeles” los enviados del cielo?

Independientemente de la existencia real de los ángeles —como seres de luz y enviados de Dios— cosmonautas de otros mundos llegaron a la Tierra y se unieron a la raza humana. Para que ello hubiese sido posible, teníamos que guardar cierta compatibilidad genética. Y sin duda la tenemos con más de una civilización extraterrestre.

No sólo la Biblia y los mal llamados “libros apócrifos”2 mencionan aquella “mezcla” entre seres humanos y visitantes del cielo; diversas culturas del mundo atesoran indiscutibles referencias a “los dioses” que se unieron a las mortales. Por si ello no fuese suficiente —al menos para pensarlo— existen pinturas rupestres, con una antigüedad de miles de años, que recrean aquel capítulo controvertido de nuestra historia. Un ejemplo claro es el arte rupestre que se encontró en 1976 en el desierto de Tasili (Argelia). Cuando la expedición de Rafael Brancas hizo este hallazgo de seguro se llevó una gran sorpresa: un extraño ser humanoide, ataviado con lo que parece ser un casco, lleva a tres mujeres de raza negra hacia un objeto esférico que yace detrás de él. ¿Un hijo del cielo con las hijas de los hombres? Estas uniones, por lo que hemos comprendido en nuestra experiencia de contacto, no formaban parte del plan de visita extraterrestre a nuestro mundo, una “misión” que procura la asistencia y observación permanente de nuestro planeta. Se habría tratado de un error de los seres que tenían como encargo cuidar nuestro mundo.

Como fuese, no es el único episodio que revela la presencia de seres físicos que llegaron del “cielo”. También está el testimonio de sus naves…

Los Carros de Fuego

Sentado junto al río Kebar, en Babilonia, Ezequiel vio a lo lejos un “torbellino” aproximándose; aquel fenómeno misterioso, de pronto, se convirtió en una nube de fuego que luego aterrizó con gran estruendo. El personaje bíblico se encontraba ahora frente a un vehículo deslumbrante que le parecía estar compuesto de ruedas, alas y criaturas vivientes. También llevaba un trono, sobre el cual iba sentada una “silueta de forma humana”. Para Josef F. Blumrich —ex ingeniero de la NASA— Ezequiel estuvo frente a un vehículo concreto y real, y no ante una visión. Si fue así, ¿a quiénes pertenecía aquel vehículo que volaba ante los ojos del profeta?3 Y es que uno de los libros antiguos que tendría mayores referencias a posibles visitas extraterrestres en el pasado es la Biblia.

A pesar que oficialmente la Iglesia Católica y diversas organizaciones cristianas niegan que los textos bíblicos hagan referencias a encuentros cercanos con visitantes de otros mundos, lo cierto es que las evidencias están allí, lejos de tratarse de una “mala interpretación” de los acontecimientos. Lo preocupante de todo ello es que muchas veces el fanatismo religioso ha tildado al fenómeno ovni como “manifestaciones de demonios”. De hecho, en el proceso de contacto, aprendí que es importante mantener una línea objetiva y equilibrada frente a las experiencias y, más aún, ante las intensas informaciones recibidas. Claro que hay de todo en el Universo; sin embargo, si los seres que nos visitan nos hubiesen querido hacer daño, hace mucho tiempo lo hubiesen hecho, pues llegan a la Tierra antes de que apareciera el ser humano. Sin ir muy lejos, llamar “diabólico” a todo aquello que no entendemos nos coloca en un panorama similar al de la Inquisición — ni qué decir de aquellos que terminaron en la hoguera— y a la tristemente recordada “extirpación de idolatrías”, que tanto daño le hizo a la humanidad al perderse valiosa información de culturas tan impresionantes como los mayas e incas, de quienes se perdieron sus principales códices y quipus. Pienso que la objetividad puede ir de la mano de una mente abierta, si sabemos discernir y al mismo tiempo abrir nuestros ojos al bosque y no sólo al árbol que tenemos al frente.

En todo caso, como una breve, citaré a continuación las referencias más notables que nos ofrece la Biblia sobre visitantes de otros mundos. Saquen sus propias conclusiones.

1. Un objeto volador acompaña al pueblo hebreo, similar a las naves de forma tubular o “nodrizas” que han sido fotografiadas desde los años 50.

“Se levantó el Ángel de Yahvé que marchaba al frente del ejercito de Israel, y se puso detrás de ellos. Se levantó también la columna de nube de delante de ellos y se colocó a la espalda, intercalándose así entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelíes. Era nube y tinieblas (por una parte), y (por la otra) iluminaba la noche, de modo que no pudieron acercarse aquellos a estos en toda la noche” Éxodo14,19-20

2. La destrucción de dos ciudades bíblicas es muy similar a la devastación atómica que sufrió Hiroshima y Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial.

“Entonces Yahvé hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego que venia de Yahvé, desde el cielo. Y destruyó aquellas ciudades, y toda la llanura con todos los habitantes de las ciudades, hasta las plantas del suelo. Mas la mujer de Lot miró atrás y se convirtió en estatua de sal. Se levantó Abrahan muy de mañana y se fue al lugar donde había estado en pie delante de Yahvé. Miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la región de la llanura, y vio que de aquella tierra subía humo, como el humo de un horno”. Génesis 19,24-28
3. Un vehículo volador lleva a los cielos al profeta Elías.

“Mientras seguían andando y hablando, he aquí que un carro de fuego y caballos de fuego separaron al uno del otro y subió Elías en un torbellino al cielo. Eliseo miraba y clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su caballería! Y no lo vio más”Reyes 2,11-12

4. El profeta Daniel describe a un ser humanoide, cuyas características son muy similares a los modernos encuentros cercanos, donde se ha aprecian trajes “brillantes” en los extraterrestres y detalles metálicos que en algunas ocasiones recuerdan el brillo del oro.

“El día 24 del primer mes, estando yo a la orilla del gran río, el tigres, alcé mis ojos y miré, y vi a un varón vestido de lino blanco y ceñidos los lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como el crisolito, su rostro parecía un relámpago, sus ojos eran como antorchas de fuego, sus brazos y sus pies tenían el brillo de bronce bruñido y el rumor de sus palabras era parecido al estruendo de un gran gentío”. Daniel 10,4-6

5. Una de las más polémicas: el ovni que guía a los tres reyes magos al lugar de nacimiento de Jesús. Notar que aquella “estrella” se mueve, y luego se detiene sobre el área donde estaba el niño. Un niño más que especial, y que había concitado la atención de los visitantes de las estrellas…

“Cuando hubo nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos del Oriente llegaron a Jerusalén, y preguntaron: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo”.

“…Con estas palabras del rey, se pusieron en marcha, y he aquí que la estrella, que habían visto en el Oriente, iba delante de ellos, hasta que llegando se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella experimentaron un gozo muy grande”. Mateo 2,1-2,2-104

Desde luego, hay mayores referencias en la Biblia. Y cada una de ellas merece un estudio más profundo. Muchos autores se han hecho eco de estos acontecimientos “extraños” y de otras “anomalías” en nuestra historia antigua que alude a los no-identificados5. Desde luego, en este artículo no procuro —tampoco podría— abarcar toda la documentación existente de “ellos” a lo largo de nuestra historia. Pero al menos sí reflexionar —de algún modo intentarlo— por qué estuvieron aquellos seres en nuestro mundo, siguiendo nuestros pasos, observando todo de cerca, al punto de asistir los momentos más extraordinarios y especiales de nuestro proceso, incluyendo el nacimiento y la vida de Jesús, quien, dicho sea de paso, no era un “extraterrestre”, sino un maravilloso ser humano.

Y debo añadir: los extraterrestres también creen en Dios. En el mismo Dios en el que nosotros creemos.

¿Pueden ser los ángeles de la antigüedad?

Ahora bien, de acuerdo a la enseñanza religiosa tradicional, los ángeles son sustancias completas e inteligentes, dotados de alguna virtud o poder. Una declaración del IV Concilio de Letrán sostiene: “Firmemente creemos y simplemente confesamos, que por su omnipotente virtud, Dios creó de la nada a una y otra criatura: la espiritual y corporal; es decir la angélica y la humana”. Y de hecho es así. Mas hay una diferencia importante entre ángeles y extraterrestres. En contraparte, los extraterrestres, al igual que los seres humanos, no fueron creados “perfectos” como los ángeles, sino que a lo largo de un camino de evolución pueden alcanzar esa perfección. Los ángeles existen como mensajeros de Dios —aquella fuerza creadora de lo visible e invisible— siendo sus portavoces en este Universo de la materia. En otras palabras, los ángeles no pertenecen a nuestra realidad física, sino a un plano superior, en cambio los seres extraterrestres se mueven en una realidad física y material, independiente del tiempo del que provengan. El problema es que cosmonautas de otros mundos fueron confundidos —y me imagino que muchas veces— como “dioses” o “ángeles”. Esta afirmación puede resultar chocante. Sin embargo, desde 1994, monseñor Corrado Balducci, un importante prelado del Vaticano y amigo personal del Papa Juan Pablo II, demolió el escepticismo religioso al sustentar que los ángeles en carros de fuego que se mencionan en la Biblia podrían ser los ovnis que en la actualidad nos visitan. Monseñor Balducci, fallecido en Roma en septiembre de 2008, fue uno de los más importantes teólogos de la Iglesia Católica —al punto de haber formado parte de la Comisión para revelar el Tercer Secreto de Fátima—. Incluso afirmó en su momento la existencia de un comité del Vaticano que estudia los encuentros con extraterrestres. Así como se lee… En sus recordadas entrevistas televisivas, el prelado manifiesta a boca de jarro de que los encuentros entre extraterrestres y seres humanos no son ni diabólicos ni consecuencia de alucinaciones, y por tanto deben estudiarse con rigor y seriedad. La repercusión de estas declaraciones —en la RAI italiana, la televisión más católica y una de las más conservadoras—, dio la vuelta al mundo. Debido a ello el propio Balducci fue ponente en numerosos Congresos sobre el fenómeno ovni —y siempre con sotana—. Aunque Balducci no es el primero en sugerir que cosmonautas de otros mundos fueron confundidos con ángeles en el pasado, su aporte ha sido contundente por haber sido una autoridad respetada en el Vaticano. Su análisis, simple y lógico, rompió estructuras mentales: una cosa son seres inmateriales como mensajeros de Dios, y otra cosa seres físicos que utilizan vehículos para desplazarse. A esta línea de pensamiento se ha sumado recientemente el Director del Observatorio Vaticano, José Gabriel Funes, al sostener que la vida inteligente extraterrestre no cuestiona el dogma de fe y que “esos seres también serían hijos de Dios”. El propio Funes reconoce intrínsicamente que una cosa son los ángeles y otra seres físicos procedentes de otros mundos.

Dudo de que los ángeles necesiten de vehículos o tecnología para llegar a la Tierra y ejecutar sus misiones divinas. He allí el primer contraste con las apariciones de los ovnis y aquellas formas humanas que salían de ellos en la prehistoria. Por otro lado, también resulta desconcertante cómo los ángeles toman corporeidad, al punto de comer —como ocurrió con la familia de Lot en el episodio de Sodoma y Gomorra— y hasta protagonizar una pelea “cuerpo a cuerpo” con Jacob. Más allá de los símbolos, podríamos hallarnos ante hechos reales perdidos en aquel tiempo, más humanos que divinos, como la unión de los hijos de Dios con las hijas de los hombres que vimos anteriormente. ¿Los ángeles engendran hijos? Al parecer —creo yo— los ángeles no se involucrarían en esas cosas.

Los ángeles —miríadas de ellos según la Biblia— están constituidos en jerarquías espirituales, entre ellas se mencionan los tronos, dominaciones y potestades; luego siguen los serafines y querubines, y finalmente los arcángeles y los ángeles. Según Santo Tomás, autor de la documentada Suma Teológica, los ángeles son espíritus puros, que no están viviendo en el mundo material como el ser humano. Ni como los extraterrestres. Si estudiamos detenidamente las extrañas apariciones de la Biblia y otros textos sagrados, comprenderemos que nos hallamos en realidad ante visitantes físicos —no ángeles etéreos—, de aspecto humano, que llegan en vehículos voladores e imparten conocimientos a los hombres.

La presencia extraterrestre —hay que subrayarlo— no cuestiona las “funciones” de los ángeles o la propia existencia de Dios. Sin duda, los extraterrestres son también mensajeros, cumpliendo otro rol en medio de las jerarquías que sirven a Dios. Y aquí debo añadir que la existencia de vida en otros mundos, lejos de cuestionar la fe humana, engrandece la creación y la propia voluntad divina de que tengamos hermanos mayores en otras regiones del cosmos.

Ya lo dijo Jesús: “En la casa de mi padre, muchas moradas hay…”

Nota: este artículo es una adaptación del libro “Nuestros Lazos Extraterrestres”, de Ricardo González.

1. “Apócrifos del Antiguo Testamento”. Tomo IV. Ediciones Cristiandad, Madrid, 1984.
2. Se le llama “apócrifo” a los textos que no se han declarado como canónicos; es decir, que no forman parte del catálogo de libros sagrados admitidos por la Iglesia Católica. El criterio que ha empleado la Iglesia para “decidir” que libro es canónico y cuál no, no deja de ser discutido. Diversos estudiosos concluyen que en los primeros tiempos de la Iglesia se “temió” el contenido de aquellos libros porque podían cambiar radicalmente el dogma enseñado por el catolicismo. Y había razones para temer, pues además de las referencias a “seres del cielo”, se otorga, inclusive, detalles ignorados de la vida de Jesús, desde su natividad, infancia y predicación. Vale la pena leerlos.
3. Josef Blumrich, desde luego, no es un “perico de los palotes”. Además de sus credenciales como ingeniero de la NASA, desempeñó un papel importante en la creación del Skylab y el trasbordador espacial. Por si ello fuera poco, tuvo la rara distinción de que en 1972 se le concediera la medalla de servicios excepcionales de la NASA por su extraordinaria aportación a los proyectos Saturno y Apolo. De ser en un principio un escéptico, publicó más tarde su libro “The Spaceships of Ezekiel” (1973).
4. La Santa Biblia
5. En verdad se ha escrito mucho sobre “astroarqueología”. También, debo decir, se ha dicho de todo, al punto de llamar “extraterrestre” a cualquier enigma. Pero al margen de ello hay textos y teorías de diversos autores que merecen estudiarse, particularmente la obra del filólogo Zecharia Sitchin. En el caso de apariciones extrañas en la Biblia, es interesante la recopilación de datos que llevó a cabo el periodista español J.J. Benítez en su libro “Los Astronautas de Yavé” (Editorial Planeta, 1996).

Las Inexplicables Civilizaciones Antes De La Historia


Gracias al desarrollo de la ciencia, el hombre se encuentra hoy en el umbral de las exploraciones espaciales y ante él se abren nuevas perspectivas de conquistar otros planetas, es decir, una situación en cierto aspecto similar a la que se encontraban los europeos en 1493, después de que Colón demostrase que los viajes trasatlánticos eran factibles. Pero, a pesar del desarrollo de esta ciencia, cada día más avanzada, el hombre también está cada vez más cerca de otro Armagedón. Ahora bien, cualesquiera que sean el tiempo o el destino que nos han tocado vivir, nuestra educación, nuestras tradiciones y nuestro punto de vista histórico, generalmente optimista, nos ha condicionado a aceptar como un proceso irreversible la evolución progresiva de la civilización. Este avance progresivo comenzó en Mesopotamia y Egipto, desarrollándose perfectamente en el aspecto religioso y político a través de Palestina, Siria y Grecia, y perfeccionándose al máximo en el aspecto legal y organizativo durante el Imperio romano. Durante la Edad Media, este proceso evolutivo sufrió cierto retroceso, pero luego continuó su marcha siempre progresiva durante el Renacimiento, el descubrimiento del Nuevo Mundo y la revolución industrial.

Este progreso de la civilización parece explicar las crecientes e innatas dotes del hombre desde los tiempos antiguos hasta nuestros días. No obstante, aunque el hombre, gracias a su elevada formación científica, es hoy capaz de examinar más minuciosamente las huellas de su propio pasado, en la actualidad ha tenido que enfrentarse con ciertos problemas desconcertantes y poco tranquilizadores, sobre todo, en estos últimos años. Una especie de interrogante iconoclasta atormenta cada vez más al investigador de historia antigua: ¿es posible que existieran otras civilizaciones en la larga historia del hombre de las que no sabemos nada, o de las que sólo hemos oído vagos ecos, a menudo confundidas con otras culturas más o menos familiares para nosotros?

Nuestro concepto de la historia antigua está grandemente influenciado por nuestra dependencia de la Biblia, cuyos libros relativos a la Antigüedad están escritos desde un punto de vista sólo comprensible de forma aislada. Ello ha tendido a distorsionar el panorama general de las antiguas culturas y a descuidar completamente algunas muy importantes, incluyendo la de Minos y la de los hititas. Conserva, al mismo tiempo, alusiones fascinantes relativas a culturas de extremada y casi prehistórica antigüedad, como asimismo a civilizaciones tan lejanas y de las que apenas tenemos referencias como para ser calificadas de prehistóricas.

No es forzosamente necesario que analicemos y estudiemos ciertas razas, culturas y hechos históricos omitidos o descuidados por los escritores bíblicos y otros famosos historiadores de la Antigüedad, sino más bien culturas perdidas más antiguas de las que aquéllos son meros vestigios. El lector se cerciorará de que las soluciones que da el autor a los «enigmas» de las civilizaciones desaparecidas se apartan de la historia ortodoxa y entran en un plano puramente subjetivo. Por ello, un lector que conozca la historia según las normas tradicionales no estará de acuerdo con lo que Charles Berlitz afirma. (N. del E.)

¿Acaso los antiguos mayas, los pre-incas de Sudamérica, los pueblos constructores de esos extraños montículos de Norteamérica, los asombrosos artistas que pintaron las antiquísimas cuevas de Europa occidental y Norte de África, y la población autóctona de la isla de Pascua y de las islas Canarias, por no citar más que unos cuantos, desarrollaron por sí mismos su cultura o eran remanentes de unas civilizaciones muchísimo más antiguas?

Actualmente disponemos de medios para calcular la antigüedad de los períodos culturales, que trastornan la idea que teníamos sobre cuánto tiempo ha vivido el hombre civilizado. Constantemente se descubren nuevos hallazgos en zonas muy distintas entre sí: una ciudad amurallada situada en el lugar donde estuvo Jericó, a la que se otorga una antigüedad de diez mil años, casi en la época de la legendaria Atlántida. Según estableció en 1650, James Usher, arzobispo de Armagh (Irlanda), la ciudad de Jericó data unos miles de años después de 4004 a. C, fecha de la creación del mundo; ello aún influye sutilmente en nuestro concepto de la edad de la civilización. (El doctor John Lightfoot, vicecanciller de la Universidad de Cambridge y contemporáneo del arzobispo Usher, sostenía: «El hombre fue creado por la Trinidad el día 23 de octubre del año 4004 a. C., a las nueve de la mañana.»).

Más fantástico aún fue un intento llevado a cabo en 1857 por Phillip Henry Gosse para justificar la tradición bíblica. Según este autor, durante el siglo XIX se descubrió grandes cantidades de fósiles. Gosse, una gran autoridad en zoología marina, sostiene que Dios creó los fósiles de los animales extintos al mismo tiempo que a Adán y Eva.

Mientras que nosotros, los hombres de la edad atómica, no nos preocupamos ahora de la edad de nuestro planeta ni del comienzo aproximado de la Era Cuaternaria, que se remonta a dos millones de años aproximadamente, no obstante, nuestros cálculos sobre la edad de la «civilización» coinciden curiosamente con el concepto bíblico sobre la fecha de aparición del primer hombre sobre la Tierra. La explicación es muy simple: para nosotros, nuestros conocimientos sobre la historia y la civilización se apoyan únicamente en los datos escritos legados por el pasado.

Pero incluso este principio comienza a tambalearse. En efecto, inscripciones paleolíticas hechas con utensilios cortantes en huesos grabados, a las que se atribuye una antigüedad de treinta mil años, están siendo estudiadas actualmente a la luz de un nuevo enfoque científico; se las considera como registros de los ciclos de la Luna y como anotaciones sobre los largos períodos de las fases lunares, es decir, una especie de astronomía del «hombre de la caverna». Tales inscripciones han sido halladas en cavernas en diferentes lugares de Europa y tienden a cambiar nuestro concepto sobre la capacidad intelectual de nuestros antepasados, habitantes de las cavernas.

Lo que parece ser cartas o escritos, o símbolos preliminares a una forma de escritura, han sido descubiertos en algunos lugares de España y Francia, y ello nos indica que la escritura o la escritura simbólica se remonta a unos ocho mil o diez mil años de antigüedad. En una caverna de paredes pintadas descubierta en Lussac (Francia), no abierta al público, se observan unos hombres y mujeres primitivos" vestidos con una confortable indumentaria de sorprendente trazo moderno, completamente distinta de aquellas pieles y ornamentos de hueso con que solemos imaginarnos a los habitantes de las cavernas. Asimismo, en Rhodesia existe una mina de cobre en la que se ha comprobado que hace 47.000 años se extraía dicho mineral, lo que nos lleva a la conclusión de que los desconocidos mineros de la misma daban una finalidad y un uso al cobre que extraían. Cuanto más retrocedemos en la historia, más indicaciones encontramos de que existía una civilización, cuyo alcance aún desconocemos, anterior a las civilizaciones que nos son conocidas, aunque sean incompletos los datos que poseemos de ella.

Siempre ha sido un misterio para los arqueólogos y para los estudiosos de la historia antigua el hecho de que si una civilización tan altamente desarrollada e «inclasificada» existió antes de las que nosotros conocemos, ¿cómo es que no existe una prueba concreta de la misma? También se ha sugerido que si estas culturas prehistóricas fueron tan civilizadas, ¿cómo no se ha podido encontrar, entre tantas excavaciones llevadas a cabo, un simple reloj, una estilográfica o un mechero? Como respuesta a estos interrogantes, durante los últimos años se han hecho unos descubrimientos verdaderamente asombrosos, que implican el conocimiento y utilización de la electricidad por los antiguos, mediciones de las distancias interplanetarias, pesos y volúmenes de los planetas, un concepto realista de la Tierra, incluyendo ciertas referencias a la Antártida miles de años antes de que fuese descubierta «oficialmente», conocimientos muy avanzados de cartografía y de geometría esférica, el pulido de lentes microscópicas, la utilización de computadoras y otros conocimientos científicos y matemáticos hasta ahora insospechados.

Parece como si alguien que vivió en nuestro planeta antes que nosotros nos hubiese dejado mensajes, bajo la forma de ciertos monumentos claves y construcciones para ayudar a otras razas posteriores a leerlos, para orientarlas y, en algunas ocasiones, como advertencia contra ciertos peligros.

Algunos de estos monumentos aún existen, y algunas estructuras «naturales», que en principio se pensó eran demasiado grandes para proceder de la mano del hombre, se ha demostrado que son realmente obras de extraordinaria calidad. Un ejemplo prominente de lo que acabamos de exponer lo constituye la gran pirámide de Egipto. Cuanto más la estudiamos y medimos, más nos vemos obligados a cambiar el concepto que de ella teníamos, comprobando cuan distinta es de lo que imaginábamos. ¿Era simplemente una tumba, como suponía el gran historiador Herodoto? ¿Era algo más que una simple tumba, como, por ejemplo, una indicación del principal meridiano para los astrónomos y cartógrafos, olvidándose más tarde esta finalidad? ¿Fue acaso un colosal reloj equinoccial, un indicador de las épocas de siembra y cosecha para los millones de seres que laboraban las tierras a lo largo del Nilo? ¿Era una gigantesca cápsula del tiempo indicadora, mucho antes de nuestra era, de que existía una raza más antigua, con grandes conocimientos sobre el peso de la Tierra, la distancia entre el Sol y la Tierra, una clave para las matemáticas y el año sideral, una guía para la geografía y la cartografía y, finalmente, el repositorio de un sistema de medidas prehistórico y desconocido para nosotros?

La gran pirámide de Egipto es un hito del pasado que aún permanece con nosotros. Es muy fácil reconocer que se trata de una masa colosal (¡cómo íbamos a negarlo teniendo una altura de 45 pisos!), pero no resulta ya tan fácil demostrar lo que realmente es. Existen otros monumentos en el mundo cuya finalidad, su verdadera finalidad, aún se ignora; algunos porque son demasiado inmensos, como el situado en El Panecillo, una pequeña montaña en las cercanías de Quito (Ecuador), durante mucho tiempo considerado como una montaña natural, pero aparentemente construido por el hombre, como asimismo otras construcciones, a primera vista auténticas estructuras geológicas naturales, existentes en México, Perú, Brasil, Asia central e incluso en algunas islas del Pacífico.

Los métodos y los equipos técnicos de que hoy disponen los arqueólogos son muy superiores a las primitivas máquinas de los antiguos. Entre los modernos instrumentos actualmente al alcance de los científicos están el avión y la fotografía aérea, diminutos submarinos, la utilización del sonar para exploraciones submarinas, como asimismo equipos especiales para submarinistas, radar, detectores de minas, magnómetro de cesio para la exploración del subsuelo. Aparte de todo esto, se posee grandes conocimientos de las lenguas antiguas y se dispone de una nueva técnica para restaurar, limpiar y reconstruir objetos arqueológicos; y lo que es mucho más importante, establecer su antigüedad mediante la utilización de la técnica del carbono 14.

Resulta curioso comprobar que la mayoría de los adelantos en las modernas investigaciones arqueológicas son fruto de los artefactos militares utilizados en la Segunda Guerra Mundial. En efecto, muchos descubrimientos arqueológicos se han llevado a cabo gracias a las fotografías aéreas obtenidas por los pilotos de guerra mientras efectuaban el reconocimiento de terrenos enemigos. Por ejemplo, gracias a estos reconocimientos aéreos ha sido posible descubrir el puerto hundido de Tiro como asimismo otros puertos antiguos del Mediterráneo actualmente bajo las aguas. Del mismo modo, el plano de las calles y canales de la perdida ciudad etrusca de Spina, cubiertos durante siglos por las marismas junto a Venecia, la hundida ciudad de diversiones de Baiae (ciudad romana equivalente a la actual Las Vegas de Estados Unidos), como asimismo numerosas ciudades mayas en Centroamérica y ruinas arqueológicas preincaicas en Sudamérica cubiertas por la exuberante vegetación selvática, deben su descubrimiento al aeroplano. Bastará un simple ejemplo para demostrar los grandes conocimientos que tenemos del pasado gracias a la fotografía aérea: cerca de Persépolis (Persia), cuatrocientos insospechados emplazamientos fueron descubiertos durante un vuelo de trece horas de duración, y unas fotografías aéreas de una zona cercana demostraron detalladamente (en un terreno sólo visible desde el aire) el plano de una ciudad antigua que una expedición arqueológica había intentado localizar sin resultados positivos durante cerca de año y medio.

Así pues, gracias a los modernos artefactos de guerra se ha conseguido, en grado sumo, localizar y estudiar las antiguas civilizaciones, muchas de las cuales fueron destruidas por los conflictos bélicos, lo que constituye un convincente argumento sobre los procesos cíclicos del progreso: guerra, devastación y nuevo despertar. Hecho este que hemos podido comprobar a lo largo de toda nuestra historia.

A medida que examinamos la superficie de la Tierra, su subsuelo, el fondo de los lagos, mares y ríos, las cordilleras continentales bajo el mar, e incluso los grandes abismos y profundidades, no sólo encontramos pruebas de las huellas del hombre, sino de civilizaciones «inclasificadas», de las que sólo sabemos muy poco o nada, y que han desaparecido por motivos aún desconocidos. En realidad, cuando estudiamos estas reminiscencias culturales de lo que presumimos fueron pueblos primitivos, el misterio se oscurece más aún. ¿Cómo podemos explicar la zona de Nazca, en la costa del Perú, donde todo un desierto está marcado, durante una extensión de cientos y cientos de kilómetros cuadrados, con lo que parecen ser planos cósmicos, diagramas, símbolos y dibujos de animales, sólo visibles desde el aire? El científico se siente inclinado a especular sobre cierta conexión cultural con lugares tales como el gran Zodiaco de Glastonbury (Gran Bretaña) situado en un círculo de 48.300 metros de circunferencia, o las enormes piedras, perfectamente ajustadas, de Carnac, en Bretaña (Francia), o las rocas de Stonehenge, en Salisbury Plain (Gran Bretaña) e incluso con los misteriosos montículos del Valle del Mississíppi y otros lugares del centro de Estados Unidos; inmensas construcciones de tierra y montículos piramidales en perfectos círculos encuadrados dentro de otros círculos, romboides, polígonos y elipses de exactas medidas, como asimismo representaciones de animales y serpientes no siempre visibles desde el suelo, pero perfectas cuando son observadas desde arriba.

Resultan inexplicables las enormes murallas preincaicas de los templos pétreos en las altiplanicies y montañas de los Andes, no sólo en cuanto al sistema de transporte que utilizaron sus constructores, sino también por el ajuste asombrosamente exacto y casi caprichoso de los bloques de granito pluriangulares de cientos de toneladas de peso.

Desde que se descubrió el método del carbono 14 para calcular la antigüedad de los objetos arqueológicos (aunque, desgraciadamente, no puede aplicarse a la piedra), se han llevado a cabo varios intentos para establecer la antigüedad de muchas «inexplicables» ruinas del pasado, consiguiéndose asombrosos resultados en algunos casos. (¡Al gigantesco Zodiaco de Glastonbury se le calculó una edad de quince mil años!) A medida que retrocedemos en las etapas culturales del hombre, nos encontramos con que no sólo hemos dejado muy lejos aquella fecha de 4004 a.C. en la que el obispo Usher estableció el año de la «creación» (que, por extraña coincidencia, corresponde vagamente a un relato histórico que la ubica en una zona entre Egipto y Sumeria), sino que podemos situar la civilización en un punto anterior al último periodo glacial.

Existen otros muchos sistemas para calcular o establecer la edad de los artefactos o construcciones, pero el método del carbono 14 es el más exacto hasta hoy día. Este método consiste en lo siguiente: cualquier materia orgánica pierde la mitad de su carbono cada 5.600 años; por lo tanto, reduciéndola en un reactor y pesando los residuos, una constante más o menos variable —generalmente equivalente a 280 años— puede ser establecida. El único inconveniente de este método es que destruye los materiales sometidos a análisis. Considerando las fechas anteriores a Jesucristo que encontramos en los textos de historia antigua, algunas, establecidas por el método del carbono 14, resultan realmente chocantes.

Anteriormente a la utilización del carbono 14, algunas de estas fechas ya se presumían, viniendo dicho método a confirmarlas más adelante, pero otras tienden a situar la Prehistoria mucho más atrás. Por ejemplo, la mina de hierro de 43.000 años de antigüedad nos da a entender que nuestros antepasados no eran tan incivilizados como suponíamos.

En los muchos miles de años existentes entre el advenimiento de la inventiva y el hombre artista de Cro-Magnon existe un intervalo de tiempo que abarcaría, si pudiéramos localizarlo, muchos siglos de cultura y de civilización. Una vaga memoria de todo esto quizá haya llegado hasta nosotros disfrazada de leyendas sobre el gran diluvio, un hecho muy común a casi todos los pueblos antiguos, o también como tradiciones sobre la destrucción de la humanidad (generalmente como un castigo divino a la maldad del hombre) por medio de terremotos, diluvios, fuego, erupciones volcánicas o hielo. Cualquiera que haya sido el motivo para la persistencia de estas leyendas y tradiciones hasta nuestros días, todo ello nos transmite una especie de advertencia (probablemente debido a la casta sacerdotal para preservar la moralidad y la obediencia). Ahora bien, estas leyendas se hallan tan extendidas, que, lógicamente, parecen ser memorias de cambios en la superficie de la Tierra: cataclismos, períodos glaciares, tremendas explosiones volcánicas y espantosos diluvios, nacimiento de las montañas y hundimiento de las tierras bajo el mar.

Desde la antigua India a la antigua América, a través de todas las tierras existentes entre ambas, siempre encontramos la misma historia de catástrofes que casi barrieron a la humanidad de la superficie de la Tierra; sólo unos cuantos supervivientes se salvaron al refugiarse en cavernas, en altas montañas o flotando en botes o arcas. En la mayoría de los casos, entre los supervivientes se encontraban un hombre privilegiado y elegido, acompañado por una o más mujeres; algunas veces con familias enteras y otras con una selección de animales y pájaros, cuya especie variaba según la parte del mundo en que la leyenda era vigente. En cada caso, los supervivientes regresaban sanos y salvos dando comienzo una nueva civilización.

Algunas veces, la catástrofe fue considerada como un diluvio universal, tal como se presenta en la tradición judeocristiana, una idea compartida por todos los pueblos de Oriente Medio. En las tradiciones de la India adopta la forma de toda una serie de cataclismos, donde el dios Visnú, el Preservador, salvó a la humanidad de nueve grandes desastres; y se cree que aún la salvará de otra más. En el antiguo México, los toltecas creían que el mundo había desaparecido, o casi desaparecido, tres veces, incorporando esta creencia a su sistema de calendario, más adelante adoptado por los aztecas. Según la tradición calendaría tolteca, la primera edad de la Tierra se llamaba El Sol del Agua, durante la cual la Tierra fue destruida por los diluvios; la segunda edad era El Sol de Tierra, cuando el mundo fue destruido por los terremotos; la tercera edad fue la de El Sol de los Vientos, en que la destrucción fue causada por los vientos cósmicos. Según este pueblo, aún nos encontramos en la cuarta edad, llamada El Sol del Fuego, que deberá terminar con una tremenda conflagración general, un augurio plenamente compartido por los profetas actuales sobre la ruina atómica de nuestro planeta.

Esta teoría de periódicas catástrofes, que daban lugar a nuevas civilizaciones, era generalmente aceptada y a menudo comentada en la Antigüedad, aunque no tan lúcidamente como lo hiciera el gran filósofo griego Platón, quien la utilizó en su famosa obra Timeo. En esta obra, Platón describía la visita de su famoso antepasado Solón, el gran legislador y filósofo ateniense, a algunos sacerdotes egipcios en el templo de Neit, en Sais. En el Timeo, Solón aparece discutiendo con dichos sacerdotes la antigüedad de su linaje, cuando uno de estos, «de muy avanzada edad», aprovecha la coyuntura para hablar de la Antigüedad, de la importancia de los viejos códigos y de las catástrofes que asolaron la Tierra. Las palabras de Platón, más o menos deformadas, ya que fueron pronunciadas hace más de dos mil años, nos proporcionan un vivido comentario sobre la Antigüedad, antes de la Antigüedad, como asimismo sobre los ciclos recurrentes de la civilización.

En la obra de Platón, el sacerdote egipcio dice: « ¡Oh Solón, vosotros, los helenos, no sois más que niños, y no existe un solo heleno que sea viejo..., todos sois jóvenes; no poseéis un solo concepto antiguo que se halle respaldado por la vieja tradición, ni ninguna ciencia que se haya encanecido con el curso de los años.

Y te explicaré la razón de ello: ha habido, y volverán a haber, muchas destrucciones de la humanidad, motivadas por muchas causas. «Existe una historia que vosotros, los helenos, habéis sabido conservar. Según ésta, Faetón, hijo de Helios, unció los corceles al carro de su padre, y por no saber conducirlo como su progenitor, quemó todo lo que había sobre la faz de la Tierra, siendo destruido él mismo por un rayo. Ahora bien, aunque esto parece un mito, en realidad significa una decadencia de los cuerpos que se mueven alrededor de la Tierra y en los Cielos, y una gran conflagración de cosas que suceden en nuestro planeta durante largos intervalos de tiempo: cuando esto suceda, aquellos que viven en las montañas y en los lugares secos y elevados se verán más amenazados de destrucción que aquellos que habiten junto a los ríos o a las orillas del mar; es por este motivo que el Nilo, nuestro eterno protector, nos salvó y liberó.

»Por otro lado, cuando los dioses castigan a la Tierra con un diluvio de agua, vuestros ganaderos y pastores montañeses son los supervivientes, mientras que los que habitan en las ciudades son arrastrados por los ríos al mar; pero en nuestro país, ni ahora ni nunca, el agua llegó de los cielos que cubren los campos, sino de las profundidades de la Tierra. Por este motivo, las cosas que hemos conservado en nuestro país están consideradas como las más antiguas.

»...Y pase lo que pase en vuestro país o en el nuestro, o en cualquier otra región del mundo que conozcamos, todo hecho noble o grande o digno de encomio, todo ha sido registrado por escrito en los viejos códices que se conservan en nuestros templos; mientras que los helenos y los habitantes de otras naciones sólo disponéis de escritos y de otras cosas que necesitan los estados. Por este motivo, y en su momento adecuado, un diluvio desciende del cielo, cual una pestilencia, y arrastra a todos aquellos que carecen de cultura y educación, por lo que tenéis que comenzar de nuevo como si fuerais niños, ya que ignoráis lo que sucedió en los tiempos antiguos tanto en vuestro pueblo como en el nuestro.

El Cerebro Crea La Realidad?


La física cuántica confirma que creamos nuestra realidad

La mayor parte de la gente desconoce que la mecánica cuántica, es decir, el modelo teórico y práctico dominante hoy día en el ámbito de la ciencia, ha demostrado la interrelación entre el pensamiento y la realidad. Que cuando creemos que podemos, en realidad, podemos. Sorprendentes experimentos en los laboratorios más adelantados del mundo corroboran esta creencia.

El estudio sobre el cerebro ha avanzado mucho en las últimas décadas mediante las "tomografías". Conectando electrodos a este órgano, se determina donde se produce cada una de las actividades de la mente. La fórmula es bien sencilla: se mide la actividad eléctrica mientras se produce una actividad mental, ya sea racional, como emocional, espiritual o sentimental y así se sabe a qué área corresponde esa facultad.

Estos experimentos en neurología han comprobado algo aparentemente descabellado: cuando vemos un determinado objeto aparece actividad en ciertas partes de nuestro cerebro.... pero cuando se exhorta al sujeto a que cierre los ojos y lo imagine, la actividad cerebral es ¡idéntica! Entonces, si el cerebro refleja la misma actividad cuando "ve" que cuando "siente", llega la gran pregunta: ¿cuál es la Realidad? "La solución es que el cerebro no hace diferencias entre lo que ve y lo que imagina porque las mismas redes neuronales están implicadas; para el cerebro, es tan real lo que ve como lo que siente", afirma el bioquímico y doctor en medicina quiropráctica, Joe Dispenza en el libro "¿y tú qué sabes?". En otras palabras, que fabricamos nuestra realidad desde la forma en que procesamos nuestras experiencias, es decir, mediante nuestras emociones.

La farmacia del cerebro

En un pequeño órgano llamado hipotálamo se fabrican las respuestas emocionales. Allí, en nuestro cerebro, se encuentra la mayor farmacia que existe, donde se crean unas partículas llamadas "péptidos", pequeñas secuencias de aminoácidos que, combinadas, crean las neurohormonas o neuropéptidos. Ellas son las responsables de las emociones que sentimos diariamente. Según John Hagelin, profesor de física y director del Instituto para la ciencia, la tecnología y la política pública de la Universidad Maharishi, dedicado al desarrollo de teorías del campo unificado cuántico: "hay química para la rabia, para la felicidad, para el sufrimiento, la envidia..."

En el momento en que sentimos una determinada emoción, el hipotálamo descarga esos péptidos, liberándolos a través de la glándula pituitaria hasta la sangre, que conectará con las células que tienen esos receptores en el exterior. El cerebro actúa como una tormenta que descarga los pensamientos a través de la fisura sináptica. Nadie ha visto nunca un pensamiento, ni siquiera en los más avanzados laboratorios, pero lo que sí se ve es la tormenta eléctrica que provoca cada mentalismo, conectando las neuronas a través de las "fisuras sinápticas".

Cada célula tiene miles de receptores rodeando su superficie, como abriéndose a esas experiencias emocionales. La Dra. Candance Pert, poseedora de patentes sobre péptidos modificados, y profesora en la Universidad de Medicina de Georgetown, lo explica así: "Cada célula es un pequeño hogar de conciencia. Una entrada de un neuropéptido en una célula equivale a una descarga de bioquímicos que pueden llegar a modificar el núcleo de la célula".

Nuestro cerebro crea estos neuropéptidos y nuestras células son las que se acostumbran a "recibir" cada una de las emociones: ira, angustia, alegría, envidia, generosidad, pesimismo, optimismo... Al acostumbrarse a ellas, se crean hábitos de pensamiento. A través de los millones de terminaciones sinápticas, nuestro cerebro está continuamente recreándose; un pensamiento o emoción crea una nueva conexión, que se refuerza cuando pensamos o sentimos "algo" en repetidas ocasiones. Así es como una persona asocia una determinada situación con una emoción: una mala experiencia en un ascensor, como quedarse encerrado, puede hacer que el objeto "ascensor" se asocie al temor a quedarse encerrado. Si no se interrumpe esa asociación, nuestro cerebro podría relacionar ese pensamiento- objeto con esa emoción y reforzar esa conexión, conocida en el ámbito de la psicología como "fobia" o "miedo".

Todos los hábitos y adicciones operan con la misma mecánica. Un miedo (a no dormir, a hablar en público, a enamorarse) puede hacer que recurramos a una pastilla, una droga o un tipo de pensamiento nocivo. El objetivo inconsciente es "engañar" a nuestras células con otra emoción diferente, generalmente, algo que nos excite, "distrayéndonos" del miedo. De esta manera, cada vez que volvamos a esa situación, el miedo nos conectará, inevitablemente, con la "solución", es decir, con la adicción. Detrás de cada adicción (drogas, personas, bebida, juego, sexo, televisión) hay pues un miedo insertado en la memoria celular.

La buena noticia es que, en cuanto rompemos ese círculo vicioso, en cuanto quebramos esa conexión, el cerebro crea otro puente entre neuronas que es el "pasaje a la liberación". Porque, como ha demostrado el Instituto Tecnológico de Massachussets en sus investigaciones con lamas budistas en estado de meditación, nuestro cerebro está permanentemente rehaciéndose, incluso, en la ancianidad. Por ello, se puede desaprender y reaprender nuevas formas de vivir las emociones.

Mente creadora

Los experimentos en el campo de las partículas elementales han llevado a los científicos a reconocer que la mente es capaz de crear. En palabras de Amit Goswani, profesor de física en la universidad de Oregón, el comportamiento de las micropartículas cambia dependiendo de lo que hace el observador: "cuando el observador mira, se comporta como una onda, cuando no lo hace, como una partícula". Ello quiere decir que las expectativas del observador influyen en la Realidad de los laboratorios... y cada uno de nosotros está compuestos de millones de átomos.

Traducido al ámbito de la vida diaria, esto nos llevaría a que nuestra Realidad es, hasta cierto punto, producto de nuestras propias expectativas. Si una partícula (la mínima parte de materia que nos compone) puede comportarse como materia o como onda.... Nosotros podemos hacer lo mismo.

La realidad molecular

Los sorprendentes experimentos del científico japonés Masaru Emoto con las moléculas de agua han abierto una increíble puerta a la posibilidad de que nuestra mente sea capaz de crear la Realidad. "Armado" de un potente microscopio electrónico con una diminuta cámara, Emoto fotografió las moléculas procedentes de aguas contaminadas y de manantial. Las metió en una cámara frigorífica para que se helaran y así, consiguió fotografiarlas. Lo que encontró fue que las aguas puras creaban cristales de una belleza inconmensurable, mientras que las sucias, sólo provocaban caos. Más tarde, procedió a colocar palabras como "Amor" o "Te odio", encontrando un efecto similar: el amor provocaba formas moleculares bellas mientras que el odio, generaba caos.

Por último, probó a colocar música relajante, música folk y música thrash metal, con el resultado del caos que se pudieron ver en las fotografías.

La explicación biológica a este fenómeno es que los átomos que componen las moléculas (en este caso, los dos pequeños de Hidrógeno y uno grande de Oxígeno) se pueden ordenar de diferentes maneras: armoniosa o caóticamente. Si tenemos en cuenta que el 80% de nuestro cuerpo es agua, entenderemos cómo nuestras emociones, nuestras palabras y hasta la música que escuchamos, influyen en que nuestra realidad sea más o menos armoniosa. Nuestra estructura interna está reaccionando a todos los estímulos exteriores, reorganizando los átomos de las moléculas.

El valioso vacío atómico

Aunque ya los filósofos griegos especularon con su existencia, el átomo es una realidad científica desde principios de siglo XX. La física atómica dio paso a la teoría de la relatividad y de ahí, a la física cuántica. En las escuelas de todo el mundo se enseña hoy día que el átomo está compuesto de partículas de signo positivo (protones) y neutras (neutrones) en su núcleo y de signo negativo (electrones) girando a su alrededor. Su organización recuerda extraordinariamente a la del Universo, unos electrones (planetas) girando alrededor de un sol o núcleo (protones y neutrones). Lo que la mayoría desconocíamos es que la materia de la que se componen los átomos es prácticamente inexistente. En palabras de William Tyler, profesor emérito de ingeniería y ciencia de la materia en la universidad de Stanford, "la materia no es estática y predecible. Dentro de los átomos y moléculas, las partículas ocupan un lugar insignificante: el resto es vacío".

En otras palabras, que el átomo no es una realidad terminada sino mucho más maleable de lo que pensábamos. El físico Amit Goswani es rotundo: "Heinsenberg, el codescubridor de la mecánica cuántica, fue muy claro al respecto; los átomos no son cosas, son TENDENCIAS. Así que, en lugar de pensar en átomos como cosas, tienes que pensar en posibilidades, posibilidades de la consciencia. La física cuántica solo calcula posibilidades, así que la pregunta viene rápidamente a nuestras mentes, ¿quién elige de entre esas posibilidades para que se produzca mi experiencia actual? La respuesta de la física cuántica es rotunda: La conciencia está envuelta, el observador no puede ser ignorado".

¿Qué realidad prefieres?

El ya famoso experimento con la molécula de fullerano del doctor Anton Zeillinger, en la Universidad de Viena, testificó que los átomos de la molécula de fullerano (estructura atómica que tiene 60 átomos de cárbón) eran capaces de pasar por dos agujeros simultáneamente. Este experimento "de ciencia ficción" se realiza hoy día con normalidad en laboratorios de todo el mundo con partículas que han llegado a ser fotografiadas. La realidad de la bilocación, es decir, que "algo" pueda estar en dos lugares al mismo tiempo, es algo ya de dominio público, al menos en el ámbito de la ciencia más innovadora. Jeffrey Satinover, ex presidente de la fundación Jung de la universidad de Harvard y autor de libros como "El cerebro cuántico" y "El ser vacío", lo explica así: "ahora mismo, puedes ver en numerosos laboratorios de Estados Unidos, objetos suficientemente grandes para el ojo humano, que están en dos lugares al mismo tiempo, e incluso se les puede sacar fotografías. Yo creo que mucha gente pensará que los científicos nos hemos vuelto locos, pero la realidad es así, y es algo que todavía no podemos explicar".

Quizás porque algunos piensen que la gente "de a pie" no va a comprender estos experimentos, los científicos todavía no han conseguido alertar a la población de las magníficas implicaciones que eso conlleva para nuestras vidas, aunque las teorías anejas sí forman parte ya del dominio de la ciencia divulgativa.

Seguramente la teoría de los universos paralelos, origen de la de la "superposición cuántica", es la que ha conseguido llegar mejor al gran público. Lo que viene a decir es que la Realidad es un número "n" de ondas que conviven en el espacio-tiempo como posibilidades, hasta que UNA se convierte en Real: eso será lo que vivimos. Somos nosotros quienes nos ocupamos, con nuestras elecciones y, sobre todo, con nuestros pensamientos ("yo sí puedo", "yo no puedo") de encerrarnos en una realidad limitada y negativa o en la consecución de aquellas cosas que soñamos. En otras palabras, la física moderna nos dice que podemos alcanzar todo aquello que ansiamos (dentro de ese abanico de posibilidades- ondas, claro).

En realidad, los descubrimientos de la física cuántica vienen siendo experimentados por seres humanos desde hace milenios, concretamente, en el ámbito de la espiritualidad. Según el investigador de los manuscritos del Mar Muerto, Greg Braden, los antiguos esenios (la comunidad espiritual a la que, dicen, perteneció Jesucristo) tenían una manera de orar muy diferente a la actual. En su libro "El efecto Isaías: descodificando la perdida ciencia de al oración y la plegaria", Braden asegura que su manera de rezar era muy diferente a la que los cristianos adoptarían. En lugar de pedir a Dios "algo", los esenios visualizaban que aquello que pedían ya se había cumplido, una técnica calcada de la que hoy se utiliza en el deporte de alta competición, sin ir más lejos. Seguramente, muchos han visto en los campeonatos de atletismo cómo los saltadores de altura o pértiga realizan ejercicios de simulación del salto: interiormente se visualizan a sí mismos, ni más ni menos que realizando la proeza. Esta técnica procede del ámbito de la psicología deportiva, que ha desarrollado técnicas a su vez recogidas del acervo de las filosofías orientales. La moderna Programación Neurolingüística, usada en el ámbito de la publicidad, las relaciones públicas y de la empresa en general, coincide en recurrir al tiempo presente y a la afirmación como vehículo para la consecución de los logros. La palabra sería un paso más adelante en la creación de la Realidad, por lo que tenemos que tener cuidado con aquello que decimos pues, de alguna manera, estamos atrayendo esa realidad..

La búsqueda científica del alma

En las últimas décadas, los experimentos en el campo de la neurología han ido encaminados a encontrar donde reside la conciencia. Fred Alan Wolf, doctor en física por la universidad UCLA, filósofo, conferenciante y escritor lo explica así en "¿Y tú qué sabes?" de la que se espera la segunda parte en pocos meses: "Los científicos hemos tratado de encontrar al observador, de encontrar la respuesta a quién está al mando del cerebro: sí, hemos ido a cada uno de los escondrijos del cerebro a encontrar el observador y no lo hemos hallado; no hemos encontrado a nadie dentro del cerebro, nadie en las regiones corticales del cerebro pero todos tenemos esa sensacion de ser el observador". En palabras de este científico, las puertas para la existencia del alma están abiertas de par en par: "Sabemos lo que el observador hace pero no sabemos quién o qué cosa es el observador".

Hoy recuperadas por la física cuántica, muchas de estas afirmaciones eran conocidas en la Antigüedad, como en el caso del "Catecismo de la química superior", de Karl von Eckartshausen.

Cuadro 1 - Nuestro cerebro: un ordenador que procesa información

A cada segundo, en una vida como la moderna llena de estímulos: nos bombardean enormes cantidades de información. El cerebro solo procesa una mínima cantidad de ella: 400 mil millones de bits de información por segundo. Los estudios científicos han demostrado que sólo somos conscientes de 2.000 mil de esos bits, referidos al medio ambiente, el tiempo y nuestro cuerpo. Así pues, lo que consideramos la Realidad, es decir, aquello que vivimos, es sólo una mínima parte de lo que en realidad está ocurriendo. ¿Cómo se filtra toda esa información?

A través de nuestras creencias: El modelo de lo que creemos acerca del mundo, se construye desde lo que sentimos en nuestro interior y de nuestras ideas. Cada información que recibimos del exterior se procesa desde las experiencias que hemos tenido y nuestra respuesta emocional procede de estas memorias. Por eso, los malos recuerdos nos impulsan a caer en los mismos errores.

Cuadro 2: Cómo romper con esos malos hábitos del pensamiento

El cerebro crea esas redes a partir de la memoria: ideas, sentimientos, emociones. Cada asociación de ideas o hechos, incuba un pensamiento o recuerdo en forma de conexión neuronal, que desemboca en recuerdos por medio de la memoria asociativa. A una sensación o emoción similar, reaparecerá ese recuerdo en forma de idea o pensamiento. Hay gente que conecta "amor" con "decepción" o "engaño", así que cuando vaya a sentir amor, la red neuronal conectará con la emoción correspondiente a cómo se sintió la última vez que lo sintió: ira, dolor, rabia, etc. Según Joe Dispenza "si practicamos una determinada respuesta emocional, esa conexión sináptica se refuerza y se refuerza. Cuando aprendemos a "observar" nuestras reacciones y no actuamos de manera automática, ese modelo se rompe". Así pues, aprender a "ver" esas asociaciones es la mejor manera de evitar que se repitan: la llave es la conciencia.

Cuadro 3: La mecánica de la erección

La mejor metáfora del pensamiento creador es el miembro masculino. Una sola fantasía sexual, es decir, un pensamiento erótico, es capaz de producir una erección, con toda la variedad de glándulas endocrinas y hormonas que participan en ello. Nada hay fuera de la mente del hombre pero, sin embargo, se produce un torbellino hormonal que desemboca en un hecho físico palpable. En el lado femenino, también el poder del pensamiento asociado al erotismo se convierte a menudo en hechos físicos, demostrando la capacidad del pensamiento para crear situaciones placenteras... o adictivas. Los más firmes defensores del poder de la visualización llegan a proponer que se puede obtener a través de ella casi todo lo que deseamos.

¿QUE ES UNA ONDA DE FORMA?

Muchos científicos y físicos cuánticos reconocen el poder de transmisión en cualquier forma simple geométrica o como un diseño ondulado de un rastro de energía, es un ONDA DE FORMA simple. Puede tener un patrón geométrico o puede ser un gesto de pincel simple como una onda que contiene el significado completo, la intención y la energía de un momento dado de intensidad mientras da forma a la realidad y puede tener en su ser todas las cualidades que lo crearon.. Es una semilla de fractal energético que dada la situación correcta continuará su crecimiento y multiplicándose. Éstas son modelos y formas que crean la energía y transmiten los patrones específicos, del pensamiento, nosotros hemos estado usándolos en los templos, las iglesias, logotipos, publicidad y podemos reconocer inmediatamente la armonía y desarmonia en ellos. Ciertos modelos de la geometría sagrada parecen actuar recíprocamente con su entorno armonizando y estabilizando sus moléculas, como si organizara los átomos y electrones. Puede significar que un cierto diseño de geometría YANTRA de ENERGÍA puede polarizar las partículas e incluso podría purificar el agua, aumentando las cualidades y la armonía en su entorno.