Una realidad hoy tan contundente tiene una extraña coincidencia con la leyenda que dio origen a su nombre. Y así es que mientras la expresión más común en este país podría ser “no tengo plata, che”, curiosamente la palabra Argentina deriva etimológicamente del latín “argentum” que en resumidas cuentas significa nada más y nada menos que “plata”.
Juan Díaz de Solís era portugués, o era español, no se sabe. Como buen marinero era apátrida. Aparentemente era hijo de españoles pero habría nacido en Portugal. Empezó su carrera en la marina portuguesa realizando varios viajes a las colonias americanas, pero los corsarios franceses prometían más beneficios, y como Solís buscaba amarrar en el mejor puerto, empezó a trabajar para estos, hecho que le cerró las puertas para el regreso a Portugal.
De cualquier forma, su experiencia lo llevó fácilmente a las flotas de Castilla y desde entonces buscaba un paso a través del continente que lo llevara al Océano Pacífico cuando en 1512 es nombrado sucesor de Américo Vespuccio y Almirante de la Flota de España. En 1515 llegó al hoy llamado Río de la Plata. Fue el primero en pisar esas tierras y ese fue su último viaje.
Los náufragos de aquella expedición que volvieron a España, decían que en la región habitaban indígenas que les habían regalado objetos de plata, mencionaron la existencia de la Sierra de Plata y, mientras que Magallanes juzgaba impracticable la exploración del Mar Dulce, como se llamaba al Río de la Plata, seguía hacia el sur y encontraba el paso interoceánico, iba creciendo la leyenda de que el Río de Solís o Mar Dulce llevaba hacia la Sierra de Plata, el Imperio del Rey Blanco, donde abundaban los metales preciosos.
Sebastián Caboto era veneciano. Pensó que la leyenda podría ser cierta. Venía con la orden de la Corona de repetir el itinerario de Magallanes pero los relatos que se difundían en las costas de Brasil acerca de las riquezas de aquella región desviaron su trayectoria.
En esas tierras descubiertas por Solís construyó el primer asentamiento, convivió un tiempo pacíficamente con los indígenas de la zona y exploró la región buscando la codiciada plata. Volvió a con las manos vacías. Apenas algunos obsequios de plata hechos por los aborígenes con los que se relacionó valieron de evidencia en España para nombrar definitivamente a este río como Río de la Plata.
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