Tetis es acaso vanidosa. Sostiene al niño de su tobillo y lo sumerge en el río Estigia, quiere que su hijo sea inmortal o tal vez no sea más que un bautismo; en ambos casos Tetis quiere que Aquiles sea hijo de dios. Se supone que los dioses van a protegerlo. Tetis sumerge al niño para hacerlo invulnerable pero la mano que sujeta el tobillo está marcando su muerte.
Quizás Tetis debería haberlo soltado y tal vez Aquiles hubiese muerto para nosotros pero no para ella. La inmortalidad que quiso en el niño era para ella pero se lo ha entregado a los dioses. Y los dioses son despiadados, entienden de todo menos de flaquezas.
Aquiles es inmortal pero persigue la muerte a cada instante. Aquiles es el más rápido de todos los griegos y esquiva la muerte en cada batalla. Aquiles es inmortal pero lleva un escudo, es inmortal pero una flecha envenenada en su talón y Aquiles se muere. Aquiles no existe. Aquiles es inmortal pero murió en la guerra de Troya. Aquiles está muerto pero arde Troya.
Conocemos el mito pero no la realidad. Los que mueren viven pero la verdad es olvido. Tetis llora desconsolada, el rey en silencioso luto pierde la mirada en un trágico bufón. Ningún padre debería enterrar a su hijo. Tetis mira sus manos mojadas y levanta la vista al cielo, maldice a los dioses en nombre de los que bendijo a su hijo. La historia no puede volver a escribirse.
La tragedia griega no se termina. Tetis moja con lágrimas el talón que antes mantuvo seco con su mano, el hombre más rápido de Grecia ya no se mueve. Alguien pide una señal de los dioses pero los dioses sólo saben escuchar la gloria.
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