Según un estudio publicado en el journal of vertebrate paleontology es muy probable que esto haya sucedido. Hace 750 años, las dos islas de Nueva Zelanda estaban pobladas por un águila gigante conocida popularmente como águila de Haats (Harpagornis Moorei).
Hasta el momento se creía que esta ave de 18 kg y hasta 3 metros de envergadura tenia hábitos carroñeros por que su pico presenta, al igual que los buitres, una saliente en la ventana de sus orificios nasales, que los ayuda a garantizar el paso del aire cuando sumergen la cabeza en un cadáver. Sin embargo, los resultados obtenidos por Paul Scolfield, del museo de canterbury, y Ken Ashwell, de la universidad de Nueva Gales del Sur, demuestran lo contrario. Mediante tomografía axiales computarizadas (TAC), los investigadores lograron reconstruir el tamaño del cerebro, los ojos, los oídos y la columna vertebral de esta especie.
Los valores fueron comparados con los de aves modernas, tanto depredadoras como carroñeras, para establecer sus hábitos. Los resultados indican que era un depredador temible por que su pelvis podía soportar una embestida tras descender en vuelo vertical a 80 km por hora y mutilar a la presa con sus garras equivalentes a las de un tigre.
Como Nueva Zelanda carecía de mamíferos porque se desprendió del continente en el periodo cretácico, sus victimas comunes eran seres humanos pequeños y Moas, aves terrestre herbívoras incapaces de volar, que pesaban 250 kg y promediaban los 2,5 metros de altura.
El estudio sugiere, además, que la especie, extinta hace 500 años, evoluciono en su ancestro moderno en un periodo muy corto de tiempo.
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