Se cuenta que, en esta aventura, Brandán y sus sacerdotes enfrentaron todo tipo de adversidades, desde feroces tormentas hasta temibles y enormes monstruos marinos que pretendían devorarlos. Como escudo, supo siempre el religioso invocar con destreza y buenos resultados el nombre de Nuestro Señor Jesucristo y de la Virgen Santísima.
Y ocurrió que, un día, tras duras jornadas de viaje, divisaron a lo lejos un una isla, en la que desembarcaron para descansar y recoger víveres. Mucho les llamó la atención las características del terreno y su extraña vegetación, pero no le dieron mayor importancia.
De repente, mientras celebraban misa, el suelo empezó a moverse y se encontraron en el lomo de una gigantesca criatura marina, completamente dispuesta a terminar con su misión evangelizadora. Consiguieron regresar al barco a duras penas y contaron más tarde sus proezas, quedando esta historia como leyenda para la posteridad.
Y este lugar, no es otro que la conocida como isla fantasma “San Borondón” que tiempo después fue situada entre las Islas Afortunadas y considerada la octava isla del archipiélago canario.
Aún hoy se dice que, desde La Palma, El Hierro y La Gomera, a veces se divisa esta isla misteriosa, y que cuando los navegantes pretenden acercarse a ella, la bruma la envuelve y desaparece sin dejar rastro.
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