Mientras tanto, en Troya se llevó a cabo el Juicio de Paris, donde la diosa Afrodita le había prometido a éste el amor de la mortal más hermosa del mundo, Helena, como premio por haberla elegido como la diosa más bella. Cuando Paris visitó Esparta, Afrodita provocó que profundo amor por el príncipe troyano Paris y ambos huyeron de Esparta, sin saber que su audaz escape desataría la más legendaria guerra de la historia: la guerra de Troya.
Algunas versiones declaran que los enamorados no fueron muy bien recibidos al llegar a Troya, mientras otras versiones afirman que todos los troyanos se enamoraron de Helena y que incluso el rey Príamo juró que nunca la dejaría marchar. La única verdaderamente sabia fue la hermana de Paris, Casandra, quien gracias a sus dones premonitorios advirtió la ruina de la ciudad, pero no fue escuchada, sino que castigada y recluida en una celda.
Los espartanos sitiaron Troya por diez años. Fuera de la ciudad amurallada ambos pueblos se disputaban ya no sólo a Helena, sino el poder. Todo esto dio origen a otras leyendas, dentro y fuera del territorio, antes, durante y después de la mítica guerra: la espera de Penélope, la muerte de Héctor y la del invencible Aquiles, el gran caballo de madera, la venganza de Electra, el mito de Eneas, los viajes de Ulises, etc. Cuando los espartanos lograron ingresar a la ciudad, la saquearon por completo.
El destino de Helena varían según las fuentes. Algunas dicen que fue divinizada y enviada a los Campos Elíseos o a la isla Leuce, en compañía de su legítimo esposo Menelao.
Otras declaran que en Leuce se casó con Aquiles y de la unión nació su hijo alado Euforión. Lo cierto es que el mito de Helena ha alimentado por siempre a poetas y artistas de todos los continentes, desde la Grecia clásica hasta la actualidad.
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