El niño que peleaba contra demonios.
Francesco Forgione, más conocido como Padre Pío (1987-1968), fue llamado por Dios desde su más tierna infancia. De salud frágil pero fuerte de espíritu, confesó su devoción por el sacerdocio el día que se cruzó en su camino un monje pidiendo limosna. Su familia era de clase humilde, pero su padre emigró a América y Argentina con el firme propósito de pagarle los estudios a su hijo.
Ingresó al convento con tan sólo 16 años, sufriendo todo tipo de penalidades para reafirmarse en su auténtica devoción -ayunos y mortificaciones-, que influyeron severamente en su salud física. Sin embargo, su firme propósito lo llevó a convertirse en un monje ejemplar, admirado por sus propios tutores. Sin embargo, este joven religioso no era un chico normal. Desde pequeño, padeció supuestos ataques demoníacos que debilitaban su ya débil estado. Una vez que recibe sus votos provisionales, y se traslada al convento Sant’Elia, sufre su primera dislocación -aparecer físicamente en un lugar, cuando realmente estás en otro-, para asistir al nacimiento de una futura hija espiritual.
Cincuenta años conviviendo con estigmas.
A los 23 años se ordena sacerdote en la Catedral de Benavente, y vuelve a su pueblo natal por motivos de salud; empezó a ser reconocido como el guía espiritual del lugar. Es aquí cuando comienzan sus primeros estigmas, una serie de heridas en manos y pies que representan, supuestamente, las llagas de Cristo. Durante 50 años convivió con ellas y eran visibles para todo el mundo.
Su popularidad creció de tal manera, que pronto miles de creyentes se acercaban a verle y pedirle confesión. Asimismo, muchos decían que la sangre de los estigmas olía a flores, a santidad. La noticia llega al Vaticano que decide investigar y decreta que los estigmas no son de origen místico. El Padre Pío estuvo aislado en su celda casi 10 años. No obstante, consigue fundar su más grande obra: la Casa Alivio del sufrimiento, un hospital para curar tanto el espíritu como el cuerpo. Pronto recibió críticas por la iniciativa y se le retiró el permiso del centro. Incluso se recomendó a los creyentes que no participaran de sus sacristías.
Santo Padre Pío.
No obstante, sus fieles seguidores siguieron visitándolo. Dos días después de haber cumplido cincuenta años con los estigmas, falleció. Su entierro fue multitudinario, acudieron 100.000 personas. Tras su muerte, se le atribuyeron numerosos milagros, entre ellos, la desaparición de los estigmas. El Padre Pío fue beatificado el 2 de mayo de 1999 y, el 16 de junio del 2002, Juan Pablo II lo canonizó bajo el nombre de San Pío de Pietrelcina. Con esto, la Iglesia confesó su error y reconoció el origen divino de todos los extraños sucesos que acompañaron, en vida, al Padre Pío.
Ahora, cada cierto tiempo, su estatua llora sangre…
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