Esta creencia está posiblemente relacionada con la importancia de la sal como conservante de alimentos. Los romanos la consideraban un elemento muy valioso, tanto para condimentar comidas como para curar heridas. El escritor romano Pretonio creó la frase “no vale su sal” para referirse a ciertos soldados romanos a los que se les daban estipendios especiales para sus raciones de sal, llamados salarium -“dinero de sal”-, origen de nuestra palabra “salario”.
Al parecer, en algunos momentos de la historia, la sal era más cara que el oro. Los arqueólogos comentan que hace unos 8.600 años, en Europa se trabajaba activamente en las que se cree fueron las primeras minas de sal descubiertas en dicho continente: los depósitos de Hallstein y Hallstatt en Austria. También se creía que si se derramaba la sal, significaba que un demonio intentaba robarla, pero podía aplacársele tirando un poco de sal por encima del hombro izquierdo, y así se iría.
La creencia popular asegura que cuando hay sal en una casa, siempre habrá dinero, y si se echaba sal en algunos rincones el día primero de abril se evitaban las enfermedades del ganado. Recordemos que también se utilizaba en rituales, dibujando un círculo de sal alrededor de aquel que deseaba protegerse contra el diablo.
En resumen, el valor de la sal era indiscutible. La sal purificaba el agua, conservaba la carne y el pescado, y realzaba el sabor de la comida, y los hebreos, los griegos y los romanos utilizaban la sal en sus principales sacrificios.
Así que ya sabes, ¡ten cuidado de que no te falte y de que no se te derrame!…
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