Atención Por Favor.

Ante todo nos dirigimos y agradecemos a todos por la ayuda que nos dan con este blog ya sean seguidores, oyentes del programa de radio y por sobre todo a todos aquellos propietarios de webs, blogs, libros y todos los lugares donde han obtenidos la información y nos han acercado a nuestro mail para que podamos publicarlas en este humilde blog, para que todas las semanas desde hace ya 7 años podamos compartir en dos emisiones las tantas historias, enigmas y misterios del universo que se van pasando de generación en generación y así reflejar esas viejas leyendas, historias, enigmas y misterios que de niños oímos mas de una vez y que nos asustaban en algunos casos como también en otras nos enseñaban a valorar y respetar esas narraciones.

Desde ya les agradezco a todos y pido disculpas si no se agrega la fuente por que muchos correos no la poseen y para no cometer errores no se agrega pero en este pequeño equipo estamos muy agradecidos para con todos. Muchísimas Gracias a todos en general por su valiosa información y por su cordial atención.

Equipo Infinito.



lunes, 9 de noviembre de 2009

Los Monjes


Dos monjes dejaron temporalmente el monasterio en el que habitaban para ir al pueblo a visitar a sus respectivas familias. Habían nacido en el mismo pueblo y decidieron viajar juntos. Uno era mayor que el otro y muy dado a estar reprendiendo, aleccionando e instruyendo a su paciente compañero.
Los dos monjes se pusieron en marcha. Iban caminando con celeridad cuando de súbito escucharon una voz pidiendo socorro. Se dirigieron prestos en busca de la persona que reclamaba angustiosamente auxilio y tuvieron ocasión de contemplar una hermosa joven que se estaba ahogando en el río. Sin dudarlo ni un momento, el monje joven se lanzó al agua, cogió a la bella joven y la dejó a salvo en la orilla del río.
Los monjes prosiguieron su viaje. Caminaban ahora en hermético silencio. Cuando habían transcurrido varias horas, el monje mayor despegó los labios para increpar al monje joven:
—¿Es que has olvidado nuestras reglas? Nos está estrictamente prohibido rozar a mujer alguna, ¡cuánto menos cogerla entre nuestros brazos!
El monje joven repuso:
—Aquella mujer necesitaba ayuda en un momento dado. Con toda naturalidad la tomé en mis brazos para ponerla a salvo y la dejé en tierra firme. Sin embargo, tú todavía la llevas encima

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