No pasar por debajo de una escalera
Su origen se remonta a la antigüedad. Una escalera apoyada en una pared forma un triángulo, figura considerada por muchas sociedades como la expresión más común de una trinidad de dioses, y por lo tanto, sagrada. Las pirámides escalonadas de América y Egipto son el mejor ejemplo. A su vez, para los egipcios, la escalera le permitió al dios Osiris escapar de su cautiverio, por lo que era uno de los signos pictóricos favoritos para ilustrar el ascenso de los dioses.
Siglos después, los cristianos se unieron a la superstición de la escalera, interpretándola a la luz de la muerte de Cristo. Puesto que se había apoyado una escalera en el crucifijo, se convirtió en símbolo de maldad, traición y muerte. Pasar por debajo de una escalera llamaba al infortunio, mientras que en el siglo XVII, en Inglaterra y en Francia, se les obligaba a caminar bajo una escalera a los criminales condenados a muerte. El verdugo, conocido como el Novio de la Escalera, caminaba a su vez alrededor de ella.
Las culturas contaban con antídotos contra sus supersticiones más temidas. En este caso, el prescrito por los romanos era el signo del fico, un gesto anulador que se hace cerrando el puño y dejando que el pulgar sobresalga entre los dedos índice y medio. Seguidamente, este puño era dirigido hacia la escalera.
Vestirse de amarillo
Entre los artistas, existe la creencia que portar prendas amarillas en el teatro puede traer mala suerte y su origen apunta a Molière, el mítico dramaturgo, actor y director francés del siglo XVII.
En su última obra Molière protagonizó el papel principal de enfermo, coincidiendo este hecho con que él mismo estuviera enfermo de tuberculosis. El 17 de Febrero de 1673, durante la cuarta representación de la obra, Moliére tuvo un grave ataque de tos que le produjo la rotura de una vena, mientras la sangre tiñó de rojo el traje amarillo que vestía.
Después de perder el conocimiento, murió a las pocas horas en su cama, y no en el escenario como se suele afirmar. Desde entonces, vestir de amarillo se relacionó con tan funesto accidente y dio origen a una de las supersticiones más corrientes del mundo de los escenarios.
Otra leyenda corresponde a Julián Gayarre, un tenor español que murió a raíz de un desvanecimiento en el escenario vistiendo una casaca amarilla durante la representación de “Los pescadores de perlas”. Al cantar una nota aguda, se le quebró la voz y se desmayó. Le diagnosticaron cáncer de laringe, lo que lo hundió en una profunda depresión. Murió en Enero de 1890 con tan sólo 46 años.
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