La existencia de estas cavidades se remonta a la última era glaciar, hace 25.000 o 30.000 años. Desde entonces, el agua, gota a gota, ha creado uno de los paisajes espeleológicos más bellos del Pirineo Aragonés, donde las estalactitas y estalagmitas florecen a lo largo de sus 800 metros de recorrido.
Según se avanza hacia el interior, la cueva va ganado altura, sonidos y formas, hasta llegar a la "catedral". En esta sala la altura alcanza los 16 metros y las formaciones pétreas se manifiestan en todas sus variantes. Columnas que unen suelo y techo, cortinas que dejan entrever a los primeros murciélagos que se asoman curiosos ante los extraños, y figuras con formas familiares que despiertan la imaginación de los visitantes.
La gruta de las Güixas, debe su nombre a un agujero que ilumina una de las salas que la componen. Cuenta la leyenda que aquí, bajo esta "chimenea", las brujas hacían aquelarres e imploraban al demonio. Se supone que éste era un espacio donde encontraban las condiciones perfectas para realizar sus ritos y ver a través de la "chimenea", la luna y las estrellas, elementos imprescindibles en sus ceremonias.
Pero las bruxas (brujas en aragonés) no fueron los únicos habitantes de esta cueva sino que, hace ya 10.000 años los hombres del Neolítico vivían en estas salas, las mismas que sirvieron de guarida y almacén a muchos hombres que lucharon durante las guerras Carlistas y en la Guerra Civil.
No todas las reuniones brujeriles eran iguales. Había encuentros de dos t
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