El caso se hizo muy popular en los medios londinenses de la época. Todo tipo de expertos de lo paranormal ofrecían su opinión en las páginas de los periódicos y las pantallas de los televisores, destacando el presidente de la Brittish Psychic and Occult Society (BPOS), David Farrant, y el autoproclamado arzobispo de Glastonbury Sean Manchester. Sus nombres quedarían asociados desde entonces a la leyenda del vampiro de Highgate; no en vano ambos contribuyeron a crearla con la narración, a veces muy fantasiosa, de sus investigaciones sobre el terreno.
Para Farrant la historia comienza en 1969, cuando a la sociedad que él preside llegan varios informes describiendo extraños encuentros, acaecidos en Highgate, con una misteriosa figura de mirada hipnótica. El propio Farrant afirma haber visto a este ser maligno entre los barrotes de la puerta de entrada cuando, intrigado por los testimonios recibidos, decide pasar una noche en el cementerio. Durante la misma encuentra también varios ataúdes abiertos y un zorro, según él, fallecido en extrañas circunstancias.
La BPOS envía entonces un artículo a un periódico local, el Hampstead and Highgate Press, invitando a los lectores a contar las experiencias extrañas que hubieran tenido en el lugar. Varias personas responden describiendo apariciones espectrales de las que habían sido testigos, aunque solo alguna corresponde con la de la figura entrevista por Farrant y sus informadores.
Otros miembros del BPOS alcanzan a ver al espectro mientras vigilan el cementerio, y descubren además varios zorros muertos con unas extrañas heridas en el cuello y completamente desangrados. Hallan también indicios de que en lugar se celebran ritos satánicos que podrían estar relacionados con el vampiro. La teoría de Farrant consiste, de hecho, en que más que un vampiro en el sentido tradicional se trataría de algún tipo de ser espectral cuyo comportamiento se habría visto alterado por estos rituales.
Tras una entrevista televisiva a Farrant, el cementerio se llena de curiosos de todo tipo que quieren ver al vampiro o a la BPOS en acción. Durante los siguientes meses no se produce ninguna manifestación extraña, hasta que de repente todo vuelve a empezar: una mujer cae al suelo tras ser empujada con fuerza sobrenatural por una figura alta y oscura de rostro pálido y un cadáver aparece fuera de su ataúd con una estaca clavada en el corazón.
Convencido de la peligrosidad del llamado vampiro de Highgate, Farrant organiza dentro del cementerio una sesión psíquica con una médium profesional para intentar exorcizarlo. Cuando la reunión esta a punto de comenzar, irrumpe la policía poniéndole fin. Farrant es detenido bajo la acusación de vandalismo. El tribunal le absuelve, pero, viendo que las autoridades no miran con buenos ojos sus actividades, abandona la investigación del caso, aunque no por ello dejará de hablar sobre el tema.
Al mismo tiempo que David Farrant analiza zorros muertos y organiza sesiones espiritistas, otro pintoresco investigador de lo paranormal, Sean Manchester, lleva a cabo sus propias pesquisas.
Según él, la primera noticia que tiene acerca del vampiro de Highgate fue a través de una joven llamada Elizabeth Wojdyla, quien, tras un paseo por las cercanías del cementerio junto a una amiga durante el cual ven varias tumbas abiertas con los cuerpos fuera de ellas, experimenta terroríficas pesadillas en las que un ser maligno de rostro pálido intenta entrar en su habitación.
Durante la primavera siguiente, la joven Elizabeth además de pesadillas sufre también dolores de cabeza, nauseas y episodios de sonambulismo. Presentaba además dos pequeñas heridas en el cuello. Manchester le recomienda al novio de la joven que disponga abundantes cabezas de ajo en la habitación que ella ocupa habitualmente para dormir y que le cuelgue una cruz de plata alrededor del cuello. Al poco tiempo, Elizabeth Wojdyla mejora de sus síntomas.
Manchester conoce entonces a otra muchacha, llamada Lusia, con los mismos síntomas, incluyendo las marcas en el cuello y los episodios de sonambulismo. Durante uno de estos accesos, la hermana de la joven y Sean Manchester la siguen, comprobando que se dirige al cementerio. Una vez allí, se detiene delante de una tumba y arroja su crucifijo al suelo.
Varios días después, acompañado de otras personas Manchester abre la tumba delante de la cual Lusia se había detenido. Dentro solo hay tres ataúdes vacíos, cada uno con un ajo y una cruz, pero ningún cadáver, esté muerto o no.
Unos meses más tarde, Manchester regresa al cementerio en compañía de Lusia y varios amigos. La muchacha entra en trance, conduciéndolos a otra tumba. Esta contiene un ataúd de más, el cual suponen que es el del vampiro, que hábilmente habría cambiado de posición. Al abrirlo comprueban que en su interior yace un cadáver en un estado de conservación tan perfecto que resulta sospechoso. Manchester, convencido de estar frente al vampiro de Highgate, empuña un martillo y una estaca dispuesto a poner fin a la existencia del monstruo.
Desgraciadamente, las leyes del momento condenaban cualquier acto de profanación cometido sobre un cadáver, algo que uno de los acompañantes de Manchester se apresuró a recordarle a este. El cazavampiros se tuvo que conformar con esparcir agua bendita sobre el cuerpo y llenar el ataúd de cabezas de ajo. Un tiempo después, Lusia le confirma que el vampiro se ha mudado a otro lugar.
En 1973, sin embargo, Manchester vuelve a encontrar su pista. Recibe noticias de una mansión del siglo XIX abandonada que supuestamente está encantada, siendo conocida como “la casa de Drácula”. En su interior encuentra un ataúd con el supuesto vampiro dentro. Manchester toma una estaca y la clava en su pecho, tras lo cual la criatura se desintegra.
Estos son los dos principales testimonios acerca del llamado vampiro de Highgate. Como se puede ver, resultan bastante novelescos, sobre todo el de Sean Manchester, que recuerda al Drácula de Bram Stoker hasta en el nombre de una de sus víctimas. Sin embargo, los dos personajes tienen cierto interés en sí mismos y la historia cuenta con un escenario gótico muy sugerente, probablemente el motivo principal de su popularidad.
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