En otras épocas, la relación cotidiana con lo mágico era más cercana, menos mediada. En Roma y Grecia, por ejemplo, todo el mundo practicaba pequeños sortilegios con los que esperaban mejorar su fortuna o su salud -aunque también nosotros podríamos decir lo mismo sobre nuestras supersticiones-.
Un reflejo de la presencia de la magia en la literatura es la novela El Asno de Oro, escrita por Lucio Apuleyo en el siglo segundo de nuestra era. En esta novela se refleja con atención al detalle el peregrinaje de un hombre -Lucio- que busca el camino de la iluminación mágica, no para dominar a otros si no para ser capaz de hacer “grandes cosas”. Pero, cuando Lucio encuentra a una posible maestra, una bruja, comete un error de principiante y se equivoca al aplicarse un ungüento que le transforma irremediablemente en asno.
Este frustrante comienzo hace que el aprendiz de mago metamorfoseado deba caminar -llevando la vida de un burro de carga- hasta que encuentra la manera de volver a su estado inicial.
En toda la novela están presentes descripciones directas de los rituales y de los componentes utilizados en muchos de ellos, lo que refleja un hecho no siempre conocido por los lectores del libro: el propio Apuleyo era un iniciado en el estudio de la magia y no ocultaba este hecho, por lo que fue juzgado en Oea -hoy llamada Trípoli- acusado de llevar a cabo prácticas nigrománticas. Participó los ritos de Isis y se convirtió en un adepto a su culto, viajando por diversas zonas del Mediterráneo para aprender y difundir sus conocimientos.
Su obra se contempla hoy como una novela que presenta la relación del ser humano con la divinidad -al fin y al cabo es una loa al poder de la diosa Isis- narrada en clave de humor. A pesar de que la prosa puede resultar un poco difícil para los lectores del siglo XXI, el contenido no defraudará a los amantes de la literatura sobre magia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario