Amelia era una mujer de fuerte carácter, de decisión, nada convencional teniendo en cuenta cómo se comportaban las mujeres en su época, lo limitadas que estaban por la sociedad. Además, admiraba a otras mujeres que habían realizado grandes proezas. De hecho, incluso tenía un álbum personal en el que pegaba recortes de noticias sobre heroínas que alcanzaban grandes logros en campos aún monopolizados por hombres.
Y quizás en un ansia por seguir su ejemplo, en 1921 comenzó a dar clases de vuelo y antes de que finalizara el año ya se había comprado un avión para ella sola, un pequeño avión de dos plazas de color amarillo brillante al que bautizó como “Canarias“. Con este aparato estableció su primer récord: fue la primera mujer que subió hasta los 14.000 pies de altitud.
Pero lo más emocionante llegó en Abril de 1928, cuando le propusieron cruzar el Atlántico como parte de un gran proyecto.
No se lo pensó dos veces y aceptó. Formó entonces parte de un equipo de vuelo junto a otro piloto, Wilmer Stultz y al mecánico Louis E, y conoció en estos días a quien después sería su marido, George Putnam. Una vez todo estuvo listo, comenzaron partiendo del puerto Trepassey, en Terranova, y volaron hasta Burry Port, en Gales, tardando unas 21 horas. Cuando regresaron a EEUU ya eran considerados héroes nacionales.
Desde entonces Amelia ya no se dedicó sino a volar…
En 1931 se casa con George y ambos forman un equipo de calidad. Pronto surge en ellos la idea de que Amelia cruce de nuevo el Atlántico, pero esta vez en solitario. De hecho, en 1932 realizaron un intento, pero multitud de problemas fueron surgiendo y tuvieron que abortar el vuelo mientras sobrevolaba Irlanda, así que no pudo llegar a su destino, París. Aún así, recibió una condecoración de parte del Congreso de los EEUU por su valentía.
Fué en 1935, concretamente el día 11 de enero, cuando logró cruzar en solitario otro océano, el Pacífico, volando desde Honolulu hasta Oakland, en California. Poco después volaría desde la México capital hasta Newark, en Nueva Jersey. Su popularidad y la admiración que despertaba era ya inmensa.
En 1937 se propuso llegar más allá; se propuso ser la primera mujer que diera la vuelta al mundo en su avión. Y así comenzó su última aventura conocida… El 1 junio, y junto a su asistente en vuelo Fred Noonan, partió desde Miami. El 29 de junio ya estaban en Lae, Nueva Guinea, y el próximo destino era la casi diminuta isla Howland, situada al sureste de Honolulú. La dificultad estribaba ahora en no perderse, en seguir el camino correcto hacia esta isla para poder repostar. Amelia estaba en contacto continuo con los guardacostas, diversos buques de los EEUU se habían situado en alta mar para indicar la ruta a seguir, pero las condiciones meteorológicas no parecían acompañar.
Aún así partieron. El día 2 de julio despegaron hacia la isla Howland. En principio la comunicación con el guardacostas americano Itasca sí que se produce pero luego algo falla y se interrumpe. El último mensaje que se escucha de ella es que el combustible se está agotando, que no localizan las referencias a seguir y que van volando a sólo 1000 pies de altitud. Después ya no hubo sino silencio.
Una macrooperación de rescate se puso en marcha inmediatamente, pero todo fue en vano. Amelia Earhart, su compañero y su avión se perdieron sin dejar rastro alguno. El 19 de julio se canceló definitivamente la búsqueda, muy al pesar de todos aquellos que participaron en ella y de los miles de admiradores de la gran heroína.
Al año siguiente se construyó en la isla Howland un faro dedicado a Amelia Earhart y, aún hoy en día, son muchos los apasionados aventureros que recorren tierra y mar buscando algún indicio que les ayude a encontrar los restos del aparato caído y a entender qué fue lo que pasó.
Entre las teorías que han surgido durante estos años se encuentra la de que el Itasca no hizo bien su trabajo y Amelia perdió el rumbo, o la de que aterrizó en alguna isla deshabitada de la que ya no supo como salir por falta de combustible, o incluso la de que los japoneses la “secuestraron” en el aire y la condujeron hasta Saipan, donde después la encarcelaron. También hay quien asegura que volvió a los EEUU de incógnito para poder vivir así en el más absoluto de los anonimatos.
¿Sabremos algún día qué ocurrió en realidad con Amelia Earhart?
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