Subido en el carro dorado del Sol, que era tirado por cuatro espléndidos caballos blancos, recorría el cielo. Por ello, también se le asocia, incluso se le considera, como dios del Sol. Sin embargo, pesar de su juventud, belleza y majestuosidad, Apolo no fue afortunado en el amor.
El dios Apolo era un gran defensor de la música y de la poesía, y solía aparecer acompañado de las Musas, y también del deporte y de la ganadería (luego descubrirás que fue pastor en su época de destierro entre los mortales). Además, Apolo poseía el don de transmitir el don de la clarividencia a otros, y así hizo con Casandra. También se le atribuía el poder de curar, aunque fue su hijo, Asclepio, el que fue considerado como dios de la medicina.
Aparte de por ser uno de los descendientes directos del gran Zeus, Apolo, dios de la profecía, es conocido por los famosos y transitados oráculos que en su nombre funcionaban en la Antigua Grecia. Oráculos como el del Delfos, que es el que más relevancia ha conseguido a lo largo de la Historia. Por cierto, se convirtió en dios de este santuario situado en las montañas del Parnaso tras matar a Pitón, serpiente temida y legendaria.
Apolo fue considerado un dios equilibrado y templado en ocasiones, pero en otras se manifestó como tiránico y despiado, como cuando convirtió a Dafne, una ninfa, en árbol, tras enamorarse de ella cuando lo alcanzó una flecha de Eros, el dios del amor. Ella lo rechazó y él la castigó de esta manera. También se cuenta que violó a Creusa, hija de Erecteo, rey de Atenas, dejándola embarazada. Tiempo después ésta abandonaría al hijo nacido, Ion, en el templo de Delfos sin que Apolo supiera que era el padre (dato curioso teniendo en cuenta su elogiado poder de clarividencia).
Un suceso importante terrible en la historia de Apolo vino marcado por su progenitor, Zeus. Este ordenó a unos cíclopes que acabaran con la vida del hijo del bello dios, Asclepio, y así lo hicieron. Enterado Apolo, e inmenso en una ira descontrolada, mató a su vez a los cíclopes. Entonces Zeus intervino de nuevo y desterró a Apolo al mundo de los mortales, en donde tuvo que vivir como uno de ellos, sufriendo de todo cuanto sufrían ellos. Fue en este periodo cuando trabajó como pastor para Admeto, el por entonces rey de Tesalia, y se convirtió en defensor del ganado.
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