"La noche antes de mi partida de Canadá para Nueva York, que nunca había visto en la vida, tuve un sueño raro". Pero su sueño no era de bosques hermosos y calientes con el sol de verano. Fue de una ciudad llena de gente, frígida con el frío de un invierno norteño. Y aunque nunca había estado allí, su sueño capturó como se ve y se siente Manhattan después de una gran tormenta de nieve.
"Fue un invierno terriblemente severo en Nueva York; la ciudad estaba completamente cubierta de nieve. Los habitantes eran adinerados y vestidos con ropa caliente y caminando lentamente por las calles porque no se podían operar los carros, debido a los montones de nieve. Estaba feliz que podía caminar encima de la nieve en avenidas de blanco.
Gasté todo mi esfuerzo físico caminando. Hasta hoy, imágenes de apartamentos enormes por los dos lados de la avenida y los porteros rápidamente abriendo y cerrando las puertas de entrada como si previniera que la humanidad y calor escapara están infundidas en mi mente.
Encima de la nieve, noté una gata café asomarse de una calle menor y caminar sobre la nieve. Observé más de cerca y para mi sorpresa vi que esta enorme gata era seguida por seis pequeños gatos de colores café y blanco, todos siguiendo la gata café en una línea perfecta. La mamá gata veía para atrás de vez en cuando para ver si sus bebés estaban allí, pero su preocupación mayor era alcanzar la puerta de entrada.
Presumía que ella estaba tratando de encontrar calor para si misma y sus hijos, pero cuando llegó a la puerta, un hombre en un uniforme bien planchado brincó hacia ella con una escoba y los espantó. Seguí esta procesión y me preparé para darle un discurso al portero. Abrí la boca y traté de quejarme, ¿Dónde está su generosidad proverbial americana? ¿Dónde está tu buen corazón americano y sentido de juego limpio? ¡Déjalos entrar! ¡Déjalos entrar!
Traté de hablar, pero las palabras no salían. Tal vez tenía miedo del portero con la escoba. Empecé a buscar por las bolsas de mi sotana un pedazo de pan, encontré algunas migajas y las puse en la palma, llamando ‘gatita, gatita, gatita.’ Pero las palabras no salían de mi supuesta boca inteligente. En vez de eso, el viento sopló las migajas de mi palma y dije, ¿qué puedo hacer? No puedo hablarles a los gatos. No puedo hablarle al portero. Pero hay muchos pájaros hambrientos. Tal vez coman las migajas.
Otra vez, caminé detrás de los gatos, ahora con un dolor en mi pecho, sintiendo un frío tremendo. A la izquierda, vi una iglesia y pensé, 'Allí encontraremos ayuda'. Escuché gente cantando y se me ocurrió la idea que debió de ser una iglesia Católica. La música aumentó como si estuviera tratando de convencer a Dios que le estaban rogando a Él.
La mamá gata cruzó en mi camino y subió las gradas seguida por sus gatitos. Levanté la cabeza y vi a un sacerdote Jesuita espantando a los gatos de las gradas. Pero cuando estaba al punto de gritar al Jesuita, '¡Soy un cardenal!' y darle la orden de aceptar los gatos, la mamá gata y sus críos se metieron detrás de la iglesia, porque era de allí que venía un delicioso aroma a comida. Probablemente había una cocina allí. Pero un segundo Jesuita apareció en la puerta de la cocina y espantó a los gatos. Volvieron a la avenida y empezaron a caminar hacia el norte.
Caminaron por el mismo lado de la avenida que la iglesia Jesuita y los seguí. Llegaron a una iglesia imponente de ladrillo rojo. Un obispo anglicano apareció y les dijo a los gatos, ‘Mis queridos hijos animales, por favor vayan inmediatamente al refugio para animales. Allí les tienen comida. Nosotros el clero anglicano donamos mucho dinero al refugio de animales cada año durante la época de Navidad.’
La gata mama y sus gatitos ni siquiera maullaron. Conocían la voz autoritaria del obispo Anglicano. Caminaron por la ciudad y gradualmente, se desaparecieron los edificios lujosos junto a los porteros y vimos viejos y dilapidados apartamentos.
Conforme caminaban y los edificios se ponían más recaídos y sucios una puerta fue abierta, no por un portero, sino por una mujer vieja y arrugada en un vestido de algodón [ella vio a los gatos] y gritó, ‘O pequeña mamá’ y cuando abrió su boca, vi que tenía pocos dientes. Ella suavemente metió la mamá gata y los pequeños adentro, quienes brincaron felizmente porque el calor de la casa los abrazó".
La narración terminó cuando los gatos encontraron un refugio seguro con la mujer quien tenía muy poco.
Cuando el Papa concluyó su sueño, el autor al cual lo relataba no hizo comentario alguno acerca de lo que había dicho. Pero si escribió que "No había visto una expresión tan triste en la cara de este hombre". Considerando que este era el mismo hombre quien ha relatado los horrores de su vida como un hombre joven durante la ocupación de los nazis, los comentarios del autor demuestran el impacto profundo que este sueño tuvo para el Papa.
Si el Pontífice ofreció un comentario de su sueño, Antón Gronowicz no lo comparte con el lector. Pero nos dice que Juan Pablo empezó a recitar la oración de San Francisco de Asís. "Señor hazme un instrumento de tu paz, donde hay odio déjame sembrar amor... donde hay oscuridad, luz y donde hay tristeza, alegría".
Muchos años después de que el Cardenal Wojtyla tuvo su sueño, y se convirtió en el Papa Juan Pablo II, hizo peregrinaje a Asís, el lugar de nacimiento de San Francisco. En el Mensaje de Reconciliación que dio allí, el Pontífice habló del amor del Santo para los animales y los humanos. Y comparó ese amor inclusive con la anticipación del Reino Pacífico, previsto por el Profeta Isaías; un mundo en el cual todas las criaturas vivirán en paz juntos.
El Papa también dijo que el "cuidado solícito, no solamente hacia los humanos pero también hacia los animales y la naturaleza en general" que lo que San Francisco demostraba es "un eco fiel del amor con el cual Dios en el principio pronunció su ‘orden’ que los trajo a la existencia". Y, el Papa agregó, "nosotros también estamos llamados a una actitud similar".
Algunas personas que leen estos comentarios están sorprendidas de encontrar en estos comentarios apoyo tan fuerte para las otras criaturas de Dios. Están sorprendidas de escuchar al Papa referirse a las vidas de los animales como manifestación del amor de Dios: vidas que merecen nuestro "cuidado solícito." Pero yo no estaba sorprendido. Cuando encontré una copia del mensaje que le dio en Asís, ya había leído "El Agente de Dios" y la larga historia del sueño del Papa. Yo sabía que si Juan Pablo II no hubiera querido que publicaran este sueño tan revelador, nunca hubiera aparecido impreso.
Entonces, a pesar de las pólizas y declaraciones de los hombres de la iglesia acerca de la misma, u otras persuasiones, que tratan de denigrar el valor e importancia de las vidas de las otras criaturas de Dios, sabemos que Juan Pablo II tuvo un sueño. Y aunque hombres de menos visión y menos desarrollo espiritual han cerrado sus corazones y sus mentes a las necesidades de otras criaturas, Juan Pablo ha atestiguado la necesidad del ‘cuidado solícito, no solamente para los hombres, sino también para los animales.
En este testimonio, el Papa esta siendo fiel al mensaje del Evangelio en que Jesús también atestigua la necesidad del cuidado solícito de todo ser: "Te digo que, cuando rehúsas ayudar a uno de estos seres importantes, rehúsas ayudarme a mí". (Mateo 25:45 TEV)
Este es un extracto del libro "El agente de Dios" de Antón Gronowicz.
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