Allí, diversos documentos confirman que existió un camposanto, denominado "Cementerio de los Apestados", pues en él se enterraba a las personas que fallecían a consecuencia de la peste bubónica y la viruela.
En esta población, y algunas villas cercanas, abundan las historias de fantasmas que deambulan errantes en busca del descanso, ya que fueron sepultados sin ceremonias religiosas a consecuencia del temor a propagar la peste.
Lo mismo ocurre en calle Iquique, entre Lima y Zenteno, sitio donde diferentes inmuebles, entre ellos un colegio, fueron levantados sobre los terrenos que ocupó el primer cementerio de Antofagasta.
Incluso se comenta que durante la construcción de la línea férrea que atraviesa el lugar, numerosos ataúdes y cuerpos envueltos en mortajas eran destruidos accidentalmente por las máquinas, lo que causó horror entre los operarios, varios de los cuales siguieron por años siendo "visitados" por los seres que desenterraron.
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