Fue canonizado en 1612, e inmediatamente se convirtió en uno de los santos más populares de la Contrarreforma. Se lo glorificó como el ideal de obispo defensor de la ciudad, y al mismo tiempo como el patrón más eficaz contra la peste. A este título reemplazó a los santos Sebastián y Roque. Patrón de Milán, también fue adoptado por Roma, donde hay tres iglesias en su honor.
Su culto se implantó también en la ciudad austriaca de Salzburgo, porque el arzobispo Wolf Dietrich estaba emparentado con la familia de los Borromeo (por eso se hizo de San Carlos el protector de la Universidad de Salzburgo, fundada en 1625); y en Viena, porque era el patrón del emperador Carlos VI.
Las características de su iconografía son una larga nariz aguileña, vestiduras litúrgicas de arzobispo o capelo cardenalicio. Sus atributos son un crucifijo, una calavera y a veces la soga al cuello que llevaba en las procesiones durante la epidemia de peste. El episodio más representado es el de su caridad con los apestados. De ahí que suela estar representado en las capillas de los hospitales.
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