domingo, 1 de septiembre de 2013
Pigmalión
de esa culpa, ofendido por los vicios que numerosos a la
mente
245femínea la naturaleza dio, célibe de esposa
vivía y de una consorte de su lecho por largo tiempo
carecía.
Entre tanto, níveo, con arte felizmente milagroso,
esculpió un marfil, y una forma le dio con la que ninguna
mujer
nacer puede, y de su obra concibió él amor.
250De una virgen verdadera es su faz, a la que vivir
creerías,
y si no lo impidiera el respeto, que quería moverse:
el arte hasta tal punto escondido queda en el arte suyo.
Admira y apura
en su pecho Pigmalión del simulado cuerpo unos fuegos.
Muchas veces las manos a su obra allega, tanteando ellas si
sea
255cuerpo o aquello marfil, y todavía que marfil es no confiesa.
Los labios le besa, y que se le devuelve cree y le habla y
la sostiene
y está persuadido de que sus dedos se asientan en esos
miembros por ellos tocados,
y tiene miedo de que, oprimidos, no le venga lividez a sus
miembros,
y ora ternuras le dedica, ora, gratos a las niñas,
260presentes le lleva a ella de conchas y torneadas
piedrecillas
y pequeñas aves y flores mil de colores,
y lirios y pintadas pelotas y, de su árbol caídas,
lágrimas de las Helíades; orna también con vestidos su
cuerpo:
da a sus dedos gemas, da largos colgantes a su cuello;
265en su oreja ligeras perlas, cordoncillos de su pecho
cuelgan:
todo decoroso es; ni desnuda menos hermosa parece.
La coloca a ella en unas sábanas de concha de Sidón teñidas,
y la llama compañera de su lecho, y su cuello,
reclinado, en plumas mullidas, como si de sentirlas hubiera,
recuesta.
270“El festivo día de Venus, de toda Chipre el más
celebrado,
había llegado, y recubiertos sus curvos cuernos de oro,
habían caído golpeadas en su nívea cerviz las novillas
y los inciensos humaban, cuando, tras cumplir él su ofrenda,
ante las aras
se detuvo y tímidamente: “Si, dioses, dar todo podéis,
275que sea la esposa mía, deseo” –sin atreverse a “la virgen
de marfil” decir– Pigmalión, “semejante”, dijo, “a la de
marfil.”
Sintió, como que ella misma asistía, Venus áurea, a sus
fiestas,
los votos aquellos qué querían, y, en augurio de su amiga
divinidad,
la llama tres veces se acreció y su punta por los aires
trujo.
280Cuando volvió, los remedos busca él de su niña
y echándose en su diván le besó los labios: que estaba
templada le pareció;
le allega la boca de nuevo, con sus manos también los pechos
le toca.
Tocado se ablanda el marfil y depuesto su rigor
en él se asientan sus dedos y cede, como la del Himeto al
sol,
285se reblandece la cera y manejada con el pulgar se torna
en muchas figuras y por su propio uso se hace usable.
Mientras está suspendido y en duda se alegra y engañarse
teme,
de nuevo su amante y de nuevo con la mano, sus votos vuelve
a tocar;
un cuerpo era: laten tentadas con el pulgar las venas.
290Entonces en verdad el Pafio, plenísimas, concibió el
héroe
palabras con las que a Venus diera las gracias, y sobre esa
boca
finalmente no falsa su boca puso y, por él dados, esos besos
la virgen
sintió y enrojeció y su tímida luz hacia las luces
levantando, a la vez, con el cielo, vio a su amante.
295A la boda, que ella había hecho, asiste la diosa, y ya
cerrados
los cuernos lunares en su pleno círculo nueve veces,
ella a Pafos dio a luz, de la cual tiene la isla el nombre.
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