jueves, 5 de septiembre de 2013
Aves Como Representación Del Alma
Se reconoce a los pájaros un papel instaurador. Cercanos al
cielo, capaces de hablar y, por tanto, de enseñar, son mediadores designados
por su sabiduría, de la que sólo se aprecia hoy la vertiente meteorológica pero
que ha tenido funciones más amplias, relegadas más tarde a la superstición. No
sorprende demasiado que las técnicas de pronóstico del tiempo tengan tanta
importancia en sociedades mediterráneas donde la agricultura ha ocupado un
lugar esencial.
Los augurios permiten previsiones a corto plazo: se sabe que
lloverá cuando se ven las golondrinas volar a ras de tierra, cuando se oye
cantar al pájaro carpintero o las ranas. Sin embargo, se intenta también prever
a largo plazo, saber sobre todo en qué momento tendrán lugar los cambios de
estaciones y, en este sentido, las aves migratorias son buenos mensajeros.
Marlène Albert-Llorca (1991) recoge una historia relacionada con el presagio
del desastre de Chernóbil: «Desde siempre, las golondrinas construyen su nido
bajo el tejadillo y en el hangar. El año de Chernóbil no llegaban... Si las
golondrinas no vuelven más, es que los hombres han jugado demasiado con fuego.
Ausencia de pájaros, perturbación del tiempo: ¿No está cercano el fin?».
El poder del augurio tiene una larga tradición ligada a las
civilizaciones antiguas, más vinculadas a la naturaleza que la nuestra. El
vuelo de los pájaros los predispone a servir de símbolos de las relaciones
entre el cielo y la tierra. En griego, la misma palabra podía ser sinónimo de
presagio y de mensaje del cielo. En el mundo céltico el pájaro es, en general,
el mensajero o el auxiliar de los dioses y del Otro Mundo, sea el cisne en
Irlanda, la grulla o la garza en la Galia, la oca en Gran Bretaña, el cuervo
para los germanos, el abadejo o la gallina. Harry Potter utiliza una lechuza
como mensajera en su pastiche cultural imaginativo.
El cristianismo y el islam, si bien contrarios al augurio,
no han dudado en utilizar las aves como metáfora. Existe, no obstante, una
equivalencia simbólica y funcional entre los mensajeros del otro mundo céltico,
que se desplazan a menudo en forma de cisnes, y los ángeles del cristianismo,
que llevan alas de cisne. Los ángeles también son intermediarios entre Dios y
el mundo, aunque en la interpretación de la Iglesia las alas son símbolo de
orden espiritual. El ángel, en tanto que mensajero, siempre lleva una buena
noticia para el alma.
La palabra agüero (del latín augurio) significa presagio,
aunque tanto agüero como agorero (el que lee los augurios) tienen actualmente
un significado nefasto y supersticioso, sin duda por todo lo que la Iglesia ha
luchado contra esas prácticas, consideradas paganas. Un término parecido es el
catalán averany (augurio), aunque el filólogo Joan Corominas lo deriva del
antiguo averar en el sentido de «lanzar una idea con miras a la comprobación»,
«hacer un cálculo estimativo». Pedro de Ciruelo, canónigo de la catedral de
Salamanca, se hace eco de estas creencias, que combate en una obra publicada en
1556: Reprovación de las supersticiones y hechizerías. Libro muy vtil y
necesario a todos los buenos christianos, obra muy crítica con estos temas, que
sin duda el buen canónigo encontraba difíciles de combatir dado el carácter
arraigado de estas prácticas paganas. Entre sus reprobaciones enumera todo tipo
de presagios extraídos de aspectos vinculados con la naturaleza, especialmente
con las aves.
Los auspicios están fundamentalmente propiciados en la época
romana por los pájaros. La ciencia de los auspicios no es únicamente visual:
supone sólidos conocimientos de ornitología. Existen especies que trasmiten
signos por su vuelo, otras por su canto y otras, las más reputadas, por las dos
cosas a la vez. El augur no intenta prevenir el futuro. Consulta para saber si
la acción proyectada está «permitida» o no por los dioses: si es fausta. ¿Cuál
es la parte de autonomía hacia estos signos que recibe el que cata las aves? Algunos
autores han insistido en el tratamiento pragmático de los romanos ante los
presagios: parece que el augur es libre para aceptar o no los significantes. Se
trata, pues, de una religión más apoyada en el rito que en el mito.
Una de las simbologías más extendidas de las aves es la de
representación del alma. El testimonio más antiguo de la creencia en las
almas-pájaros está, sin duda, contenido en el mito de Fénix, ave de fuego de
color púrpura; es decir, compuesta de fuerza vital. En los frescos del antiguo
Egipto vemos cómo un ave con cabeza de hombre o de mujer simboliza el alma de
un difunto o un dios que visita la tierra. La concepción del alma-pájaro y, por
tanto, la identificación de la muerte con un ave están ya atestiguadas en las
religiones de Oriente Próximo arcaico.
El Libro de los Muertos describe la muerte como un halcón
que levanta el vuelo y en Mesopotamia se figuran los difuntos bajo la forma de
aves (Chevalier y Gheerbrant, 1982). Pero también en la simbología cristiana
vemos cómo al expirar, el alma sale en forma de ave. Según el mismo Corán, el
«lenguaje de los pájaros» es el del conocimiento espiritual, y tiene que ver
con las almas. La tradición cristiana de la paloma, los ángeles o el Espíritu
Santo se mantiene en el islam: los pájaros viajeros –como los de Attar y los
del Relato del Pájaro de Avicena– son almas lanzadas a la búsqueda iniciática.
En los Diálogos de Platón, el Fedón, que trata aspectos de la inmortalidad del
alma, presenta a Sócrates rememorando «una antigua tradición que [le] viene a
la memoria, [y] pretende que las almas que están allá abajo [en el Hades, lugar
donde en la religión griega van a parar las almas de los muertos], llegadas
desde aquí, regresan aquí y renacen de los muertos, por lo que debemos concluir
que nuestras almas están allá [en el Hades] y que no podrían renacer, si no
existiesen, y su existencia nos será suficientemente probada, si vemos
claramente que los vivos nacen de los muertos. Si eso no es así, necesitaremos
encontrar otra prueba».
En el diálogo, esta inmortalidad se prueba finalmente por la
ley de los contrarios: «De la vida sale la muerte y de la muerte, la vida».
Este imaginario griego concuerda con el imaginario europeo que ve a la cigüeña
como portadora del alma del recién nacido, pero también con la representación
del espíritu del muerto de los jeroglíficos egipcios.
Así pues, tenemos que las aves, ellas mismas o como
portadoras, representan el espíritu vital, espíritu que a veces vaga tomando
una apariencia formal mientras espera la purificación.
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