domingo, 1 de septiembre de 2013
La Sastrería del Más Allá en China
La idea de que más allá del mundo material existe otro
mundo, del que todos venimos y al que todos regresaremos, está presente en la
cultura popular de China desde hace miles de años. Según la creencia china, ese
otro mundo no es meramente físico, sino real, y podemos comunicarnos con él por
medio de rezos, pero también de ofrendas. Algunas de estas ofrendas se hacen
para pedir deseos, que un familiar sane o se le ilumine en una decisión
importante. Para ello se ofrecen objetos materiales, de entre los que se
encuentran además de comida y bebida, la ropa.
El uso más especial de ellas se hace en el 7º mes del
calendario lunar chino. Entonces los espíritus regresan a la tierra y se
abastecen de ropa y víveres por todo el año. En los altares domésticos suelen
depositarse naranjas, té, bizcochos y alcohol. Pasados dos días las ofrendas se
renuevan, puesto que se vuelven "insípidas" ya que es el tiempo que
tardan los espíritus en consumir su sustancia, su sabor. Los espíritus a
quienes no quedan descendientes en la tierra vagan en esas fechas buscando comida,
de ahí el nombre de este periodo: "el mes de los Espíritus
Hambrientos". Para evitar su ira, personas anónimas dejan las ofrendas en
las calles. El espíritu principal a cargo de estas almas perdidas es Kuei Wang
(Rey de los Demonios), y él es el encargado de evitar la furia de los
hambrientos en el mundo material. El Rey de los Demonios tiene una doble
vertiente: al final del festival se quema la imagen de Kuie Wang para
devolverle al otro mundo y entonces renace como Kuan Yin, la Diosa de la
Misericordia, hasta que vuelvan los muertos al año siguiente.
Más incluso que la cultura occidental, la cultura
tradicional china daba gran importancia a la manera de vestir. En el cumpleaños
de un dios o el aniversario de la muerte de un antepasado, los devotos o parientes
llevaban esa ropa al templo o al cementerio como ofrenda para el destinatario:
de este modo estaría "bien vestido" durante el año siguiente.
Los trajes de papel podían llegar a ser muy elaborados y de
gran tamaño; algunos de hasta 4x4 metros. Se componen siempre de un delantero y
una espalda, dos mangas y dos piezas más para los bajos. Dado que las prendas
de tela eran caras y difíciles de transportar al otro mundo, esos trajes pronto
pasaron a hacerse con piezas de papel de arroz pintadas por eruditos. Los
trajes más elaborados llevan piezas de papel adicionales. Puede haber figuras
de papel recortado: los animales del zodiaco, símbolos budistas, flores,
peces... a veces se prenden nubes de algodón en el delantero e incluso, más
raramente, se pegan al traje objetos tridimensionales. Los trajes blancos eran
siempre para mujeres. Si el delantero contaba con dragones o tigres eran
masculinos, si pájaros y flores, femeninos. El conjunto se complementaba con
sombrero y botas. Los devotos prendían al traje un tira de papel con su nombre
y cuantía de la limosna que habían pagado a la tienda de papel que lo había
fabricado y ese dinero se usaba para mantener el templo. Cuando se acercaba el
festival lo descolgaban de la pared del templo, lo plegaban, ofrecían a su dios
y lo quemaban. El fuego será el medio que convierta los trajes de papel de este
mundo en seda en el otro, donde serán usados.
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