lunes, 9 de septiembre de 2013
Topiari: El Arte De Podar Arboles
El enciclopedista romano Plinio el Viejo acuñó la expresión
opus topiarium para designar el arte de podar árboles y setos. Se refería de
esta manera en términos generales al arte de la jardinería, que trataba
fundamentalmente de imponer una determinada forma a la naturaleza. En
consecuencia, en la antigua Roma los paisajistas y jardineros se designaban con
el nombre de topiarii; eran generalmente esclavos de origen griego,
extraordinariamente hábiles muchos de ellos y muy apreciados. Sus nombres
llegaban incluso a perpetuarse en lápidas. Posteriormente el concepto adquirió
un carácter más restringido. En los tratados teóricos del arte de la jardinería
la palabra topiari (francés topiaire, inglés topiary) designaba la diversidad
de formas de los árboles y setos podados. Fue Francesco Colonna, quien en su
Hypnerotomachia Poliphili de 1499 reprodujo una serie de topiari, el primero
quien puso de moda los setos y árboles recortados. Sus propuestas no solo
incluían árboles anulares, esféricos o fungiformes, sino también formas plenas
de fantasía , como templos circulares adornados con pájaros o figuras humanas
alzando puertas decorativas.
Francis Bacon, el filósofo inglés que sentó las bases de las
ciencias empíricas, publicó varios tratados sobre la plantación y el
mantenimiento de los jardines. En su ensayo On the Garden, publicado en el año
1625, se mostraba escéptico sobre la utilización de los topari: "la
división de las partes de un seto grande se la cedo a la imaginación de
cualquiera; me limito a recordar que la forma que vaya a dársele no debe ser
cargante ni sobrecargada. Por mi parte no tolero figuras recortadas en enebros
ni en ningún otro material de jardín; esto queda para los niños".
Posiblemente Bacon aludía a los diversos topiari de Hampton Court, en Londres,
implantados durante el reinado de Enrique VIII. Francis Bacon insistía, por el
contrario, en los setos sencillos y podados en círculo y a trechos"(...)
con un par de graciosas pirámides y con elegantes columnas sostenidas por
rejillas en ciertos puntos". Es posible que fuese ésta la primera
invitación dirigida al arte barroco para recortar en los árboles y en los setos
formas arquitectónicas tales como columnas, arquitrabes o columnatas.
En su libro La Théorie et la Pratique de Jardinage, del año
1709, el tantas veces citado teórico de la jardinería Antoine Joseph Dézallier
d'Argenville estudió también los topari arquitectónicos. Su obra, que no tardó
en ser calificada como la "Biblioa de la Jardinería", se reeditó y se
tradujo en varias ocasiones y resultó ser fundamental para la jardinería
artística desarrollada en el siglo XVIII. D'Argenville comparaba las avenidas y
los caminos de un jardín con la red viaria de una ciudad. En su opinión, este
tipo de reestructuración contribuía decisivamente al aspecto de un jardín.
Proponía plantar parapette entre los árboles de las avenidas que flanqueaban
los parterres; se trataba de setos que medían 130 cm de altura y cerraban la
hilera de árboles sin impedir la visión de los sectores contiguos del jardín.
En el caso de que los setos fuesen más altos, podía presentar pequeñas
aberturas con forma de ventana. Sin embargo, por otra parte Dézallier
d'Argenville insisitía también en la autonomía de los setos y de los arbustos,
y proponía darles, a través de la poda, diversas formas arquitectónicas.
Preparó una especie de catálogo de setos recortados que no tardaron en aparecer
con variantes en muchos jardines europeos y que impulsaron a otros teóricos de
la jardinería y arquitectos de jardines a esbozar modelos similares. En los
siglos XVII y XVIII se publicaron numerosas colecciones de dibujos de topiari,
por ejemplo el libro que publicó en el año 1717 el paisajista alemán Matthias
Diesel con el título Erlustierende Augenweide in Vorstellung hortlicher Gärten
un Lustgebäude, donde se reproducían artísticas figuras de árboles y setos
compuestas por formas estereométricas.
En la época del jardín de paisaje inglés, los topiari
dejaron de estar de moda y fueron muchos los aficionados ingleses que los
consideraron de mal gusto. Sin embargo, cuando hacia 1800 la arquitectura
historicista y rústica empezó a adornar los jardines, se pensó de nuevo en los
árboles recortados y se recurrió eficazmente a ellos como elementos
decorativos. De hecho en los jardines particulares de menores proporciones los
tejos recortados de forma esférica o conicamente nunca pasaron de moda. John
Ruskin y William Morris, que dieron nueva vida y revalorizaron las labores
artesanales en los años sesenta del siglo XIX, idearon posibilidades de configuración
de carácter decorativo para el cottage gardening y contribuyeron a la
reaparición, discreta en cualquier caso, de los topiari. Esta vez se trataba de
diversos tipos de plantas recortadas con las que se preparaba un arreglo
decorativo en el jardín o delante del edificio. En esta misma línea, los
topiari siguieron teniendo una importancia especial en el modernismo. Sin
embargo, los conjuntos barrocos de arquitectura vegetal y las imaginativas
fachadas de setos y árboles no acabaron de imponerse en los jardines del siglo
XX y en la actualidad solamente pueden contemplarse allí donde se reconstruye
minuciosamente y se cuida permanentemente la jardinería artística del
Renacimiento y Barroco. En estos jardines las artísticas figuras de los árboles
y de los setos todavía continúan captando la atención.
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