martes, 3 de septiembre de 2013
Cuando en Roma Hablaban las Estatuas
reyes, emperadores, papas y cardenales
y corrijo y reprendo al mundo voraz…
Siempre de rimas tengo llena la cabeza y el pecho,
me penden de los costados y de las espaldas,
uno me cuelga un dístico, otro un soneto…
Pasquín (Pasquino en italiano) es la más famosa de todas las
“estatuas parlantes” de Roma, situada en un ángulo del Palacio Braschi, a pocos
metros de la Plaza Navona, ocupa esta posición desde 1501. Feo, mutilado y
corroido se desconoce quien es su autor y a quién representa. Las
especulaciones sobre lo primero mencionan a Agathon, Athenodoros y a Glykon.
Respecto a cuál era su aspecto original algunos autores hablan de un gladiador,
Hércules realizando uno de los siete trabajos, a un soldado de Alejandro Magno
que lo sostiene cuando está desvanecido en el Cidno, a Ayax que transporta el
cadáver de Aquiles o a Menelao con el cuerpo de Patroclo.
También su nombre tiene varias paternidades, Aretino decía
que Pasquín había nacido de los amores clandestinos de las musas con los poetas
vagabundos pero la teoría más extendida hace de Pasquín un sastre. Pasquín
sería un conocido sastre de la corte y la curia romana, por su posición estaba
al tanto de de los secretos de la ciudad y por su franqueza, y sus poderosos
amigos, se le permitía hablar libremente. Pronto su nombre se convirtió en maledicencia
procedente de buena tinta (“lo ha dicho Pasquín”).
Muerto el sastre, mientras se reparaba el adoquinado de
cerca de su taller, se encontró la estatua despedazada que fue levantada y
colocada ante la sastrería de Pasquin. Pronto el pueblo comenzó a denominarla
con el nombre del sastre y en torno a ella el cardenal Oliviero Carafa, a
principios del siglo XVI, desarrolló una fiesta anual todos los 25 de abril. En
esta fiesta se vestía la estatua de divinidad clásica y se fijaban en el
epigramas latinos, academicistas y aduladores, que luego eran publicados en
opúsculos. Pero con el correr del tiempo se sustituyeron los elogios por
sátiras y el latín fue sustituido por el romanesco, el dialecto romano. Habían
nacido las pasquinadas que ponían en su punto de mira al pontífice, la curia
romanas, a las costumbres, los sucesos y los personajes de la ciudad.
Hubo papas que atrajeron las pasquinadas, Alejandro VI y la
familia Borgia en general, por ejemplo:
Alejandro vende las llaves, los altares. Cristo: con buen
derecho puede vender lo que había comprado antes. De vicio en vicio, de la
llama al incendio, Roma perece bajo el dominio español. Sexto Tarquinio, Sexto
Nerón, Sexto también este: siempre bajo los Sextos Roma fue arruinada.
También hubo pasquinadas para Leon X que se lo tomó con
humor y protegió la estatua a lo cual respondió el marmol con agradecimiento y
cubriendose con uno de sus pocos versos favorables.
Sin embargo Adriano VI ya no simpatizó con las críticas y
prohibió la fiesta. Cuentan que trató de hacer pedazos las estatua por
maledicente para después arrojarla al Tíber, pero el poeta Torcuato Tasso le
aconsejo que no lo hiciera: “porque de sus restos, de la orilla del río,
nacerían infinitas ranas que croarían noche y día”. Aún en el fondo del rio
Pasquín no se habría callado.
Decidieron actuar entonces contra los autores de las
“pasquinadas”, en el siglo XVIII los que fueran descubiertos sufrirían la “pena
de la vida, confiscación de bienes y perpetua infamia”. Durante algunos de los
conclaves que eligieron papas la estatua llegó a estar vigilado por unos
centinelas permanentes. A veces la propia estatua se burlaba de las medidas
como cuando respondió a un riguroso edicto del papa Sixto V contra las
pasquinadas apareciendo con el vientre hinchado y un letrero que decía:
“Reviento por no poder hablar”.
Como le ponían las cosas difíciles Pasquín tuvo intención de
marcharse:
¡Roma, adiós! Te he visto y me basta. Cuando sea rufián,
meretriz, bufón y mentiroso, volveré.
Pero no se decide a abandonar la ciudad y todavía hoy se
siguen colocando pasquines en la estatua. Hubo épocas en que hacerlo era
bastante más problemático, por ejemplo un audaz se arriesgó mucho al colocar un
pasquín que criticaba la Roma enmascarada de cartón-piedra que recibía a
Hitler:
Roma de travertino
vestida de cartón,
saluda a su encalador,
su próximo patrón.
En sus denuncias Pasquin no estuvo sólo, aunque ninguno
alcanzó su fama, había otras estatuas parlantes en la ciudad, eran “El club de
los ingeniosos”. Comprendía a:
- Madama Lucrecia, una gran estatua femenina, quizá una
representación de la diosa Isis, colocada ante la puerta de la Iglesia de San
Marco. Su nombre se debe a que fue propiedad de Lucrecia d’Alagno.
- Marforio, el principal compañero de conversación de Pasquín,
la estatua semiyacente representa la personificación de un río o quizás a
Júpiter, se encuentra en el Capitolio.
Durante el pontificado de Sixto V y contra los nuevos
impuestos:
Marforio: ¿Qué pones a secar a estas horas, Pasquín?
Pasquin: ¿No ves? Mi camisa
Marforio: Espera a mañana por la mañana.
Pasquin: No, porque me tocaría quizá pagar el rayo del sol.
- Abad Luigi, un mármol que representa un cónsul situado en
la plaza Vidoni, el nombre procede de un sacristán mal hablado.
- Il Facchino (mozo de cuerda), en la vía Lata.
- Babuino, es la figura de un sileno pero debido a su
fealdad el pueblo romano lo ha llamado el babuino, está en la plaza del mismo
nombre.
En ocasiones los diálogos no se quedaban en Roma y llegaban
hasta otras ciudades, como los diálogos de Pasquin con el Gobbo di Rialto (el
jorobado de Rialto) de Venecia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario