miércoles, 7 de agosto de 2013
La Historia de Julia Pastrana
y estaba sentado en una rama de nogal
y sonreía, escupía y me miraba
mientras yo estaba en el césped bajo el árbol;
escupía y sonreía de modo que infundía pavor
y sacaba su lengua que era muy larga y gris,
y silbaba y se enroscaba y parecía decir:
"¿Por qué me miras así?"
Tenía las orejas puntiagudas, el hocico muy largo;
Sus colmillos amarillos eran fuertes y agudos;
Sus ojos....mas debo estar equivocado, porque creía haber
visto
Una mirada singular en aquellos ojos oscuros y fieros
La mirada de una criatura disfrazada;
Una mirada que me hizo tener una extraña conjetura
Y un escalofrío de tembloroso pavor (...)
En 1834 nació en Méjico una niña que llamó la atención de la
comunidad científica de ese entonces, quienes tras examinarla coincidieron en
que su origen sólo podía ser el resultado de la pecaminosa unión entre un mono
y un humano. Estaba llena de pelaje por todo su cuerpo, especialmente en la
espalda, el cual iba aumentando conforme llegaba al coxis. Tenía también un
defecto en la mandíbula, encías protuberantes y doble fila de dientes. En este
contexto, que tuviera un poquito de bigote, patillas y pelo hasta en sus manos,
sólo eran otras graciosas marcas de nacimiento. Esta niña se llamó Julia
Pastrana y fue criada como empleada en la casa de una adinerada familia
mejicana donde aprendió a la perfección las labores domésticas. Según las
crónicas de la época era una joven “modesta, servicial y sin pretensiones”.
La sociedad de ese entonces, al igual que la ciencia, no
estaban preparadas para “entender” su enfermedad –la hipertricosis-, lo que la
abocó al triste destino que siempre acompañaba a quienes nacían diferentes; a
ser degradados a la categoría de fenómenos en las ferias ambulantes y circos. Y
así fue como desde los 20 años empezó a trabajar exhibiéndose de feria en feria
como “La Mujer Oso” con tan rotundo éxito que llegó hasta los Estados Unidos en
1854. En una de sus tantas presentaciones, el famoso médico neoyorquino
Alexander B. Mott opinó: “Es el más extraordinario ser vivo de los últimos
tiempos, es un curioso híbrido entre un humano y un orangután”.
Theodore Lent era un empresario artístico que vio en Julia
mucho potencial económico y descaradamente empezó a cortejarla hasta lograr que
la pobre mujer se enamorase de él y decidió aceptarlo como esposo. Ese sería
apenas el inicio de su calvario. Ya casado con Julia Pastrana, mister Lent la
llevó de gira por la culta Europa, donde obviamente la apariencia de su esposa
despertó curiosidad y acrecentó su lucrativo matrimonio. Aparte de las
funciones públicas, Lent organizaba fiestas privadas en casa –pagadas, por
supuesto- para un público selecto, donde su original cónyuge en persona, era el
tema de conversación. Para estas funciones su esposo le enseñó a cantar y
bailar, y ella, por su propia cuenta, aprendió a leer y escribir en tres
idiomas. Decía que le gustaba dedicar su tiempo libre a la lectura, aunque
curiosamente en los shows artísticos era anunciada como una completa salvaje.
En 1859, estando de gira en Moscú, Julia Pastrana descubrió
que estaba embarazada. El 20 de marzo de 1860, mientras su esposo cobraba la
entrada para presenciar el parto “en vivo”, Julia daba a luz a un hijo varón
idéntico físicamente a ella, quien solo sobrevivió dos días. Julia murió tres
días después que su hijo. Lent, un tipo totalmente sin escrúpulos vendió pases
–y muy caros- para presenciar la agonía de su esposa. Después de la muerte de
su mujer y su hijo, Theodore los hizo a momificar y los vendió a la Universidad
de Moscú. Al poco tiempo se enteró de que la universidad estaba haciendo
negocio por el concepto de visitas públicas “científicas” a las momias, y
presentando el certificado de matrimonio reclamó a su familia embalsamada, e
ingeniosamente los acomodó en una plataforma: Julia de corsé y vestida como
bailarina rusa, y el pequeño niño clavado por los pies sobre un pedestal
luciendo un traje de marinerito.
En 1864, estando de gira con su embalsamada familia por
Suecia, Lent escuchó hablar de un circo local donde presentaban a una mujer
barbuda, y nuestro galán Theodore decidió cortejarla también. La nueva mujer
sucumbió ante la galantería de Lent y poco tiempo después aceptaba a su dulce
pretendiente como esposo. En seguida, luego de la boda, Lent empezó a exhibir a
su nueva esposa como la hermana desconocida de Julia Pastrana, y alquiló a un
museo las momias de su exmujer y su hijo. En 1880 Lent moriría en un asilo. En
una especie de justicia poética, la segunda esposa de Lent reclamó las momias
como herencia conyugal, y después de venderlas, desapareció para siempre.
Las momias de la pobre Julia Pastrana y su hijo siguieron
cambiando de manos hasta que en 1973 el obispo de Oslo canceló su exhibición en
Noruega y quiso darles cristiana sepultura, pero fue impedido por el empresario
que en ese entonces las tenía a su cargo. Con el tiempo las momias fueron
olvidadas en alguna bodega hasta que se supo que en 1976 le robaron el vestido
del lugar donde la tenían arrumada. Julia Pastrana fue vista por última vez en
1990 en el sótano del Instituto Forense de Medicina del Rikshospitalet de Oslo.
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