jueves, 1 de agosto de 2013
Hic Sunt Canibales
La etimología de la palabra "caníbal" nos da una
primera pista para explorar la relación entre antropofagia y Nuevo Mundo. El
término caníbal parece tomado de una palabra utilizada por los
arawaks para designar de modo despectivo a sus enemigos del
interior. El inventor del término es, sin duda alguna, Cristóbal Colón. El 4 de
noviembre de 1492 el almirante genovés anota en su diario:
"Mostró el Almirante a unos indios de allí’ canela y
pimienta, parez que de la que llevava de Castilla para muestra y
cognosciéronla, diz que, y dixeron por señas que cerca de allí avía mucho de
aquello al camino del Sueste. Mostróles oro y perlas y respondieron ciertos
viejos que en un lugar que llamaron Bohío avía infinito y que lo traían al
cuello y a las orejas y a los braços y a las piernas, y también perlas.
Entendió más, que dezían que avía naos grandes y mercaderías, y todo eso era al
Sueste. Entendió también que lexos de allí avía hombres de un ojo y otros con
hoçicos de perros que comían los hombres, y que en tomando uno lo degollavan y
le bevían la sangre y le cortaban su natura".
Un monstruoso ser antropomorfo que come carne humana: esta
es la primera imagen con la cual el caníbal entrará triunfalmente en el
imaginario europeo del siglo XVI, desempeñando un papel importante en las
fantasías y en los miedos colectivos que agitan los turbulentos acontecimientos
del siglo, tanto en Europa como en las tierras de ultramar.
El continente americano, tabula rasa para el deseo europeo,
encuentra en el caníbal uno de sus principales protagonistas: digno heredero de
la bestialidad de los pueblos monstruosos de la Edad Media, pero también
personificación convincente del salvaje, libre de toda regla y de toda
convención social. La atribución de aberrantes costumbres antropofágicas a la
inmensa mayoría de los pueblos del Nuevo Mundo sin ninguna distinción,
contribuye a la popularidad de la figura del caníbal en Europa, y de hecho es
uno de los ejes centrales alrededor de los cuales se celebra la dinámica de
inversión propia de las antípodas. Desde principios del siglo XVI, en efecto,
el caníbal entra triunfalmente en el folclor europeo, para ser coronado rey del
Otro Mundo. Vestido de piel humana, a imitación de los reyes de Cucaña que
visten trajes y abrigos de piel de cochino, ejerce en todos y para todos los
poderes de la máscara. Los tatuajes, las plumas y los peinados raros que lo
caracterizan, entran en la iconografía festiva y dan otros matices al carácter
del salvaje caníbal del Renacimiento. El caníbal carnavalizado, rodeado de un
cierto aire de familia en tanto que expresión especular y perversa de las
obsesiones de los europeos, permite al viejo continente exorcizar sus miedos
más profundos.
Un camino privilegiado en este proceso es atribuir al
salvaje habitante de las antípodas prácticas gastronómicas típicamente
europeas, pero condimentadas con el gusto prohibido de la carne humana. Según
Lestringant:
“lo legendario … se reduce a una familiaridad escandalosa.
La equivalencia buscada entre el más allá lejano y el más acá próximo vuelve a
proyectar sobre el canibalismo americano un modelo culinario europeo, que
encuentra mórbidos ‘salazones’ en las piezas de carne humana conservadas y
suspendidas del techo de las cabañas, o que inventan inexistentes asadores
donde las víctimas se asan a fuego lento”. Martyr, por ejemplo, en la
descripción de la caza al ganado humano, explica:
"Estos pacíficos isleños se quejan de que los caníbales
los atacan de continuo en busca de botín, no de otro modo que los cazadores
persiguen con violencia y con trampas a las fieras a través de los bosques. A
los niños que capturan los castran, como hacemos nosotros con los pollos o los
cerdos que criamos más gordos y tiernos para nuestro regalo, y así que están
grandes y bien cebados se los comen."Las prácticas antropofágicas se
parecen a los quehaceres domésticos del campesinado europeo. La carne se vuelve
un ingrediente exótico de una receta de cocina: “trozos de carne humana cocida,
con otras de papagayo y de pato, clavadas en asadores para asarlas”.
También la descripción que el francés Thevet nos hace de la
ceremonia de preparación, muerte y deglución de la víctima de los antropófagos
brasileños, procede de prácticas culinarias reservadas para la carne de cerdo
en la cultura gastronómica del viejo continente. El prisionero es cebado
durante su cautiverio; después, “Este cuerpo, cortado en piezas, y cocido a su
manera, será distribuido a todos, cualquiera que sea el número que haya, a cada
uno su pedazo. En cuanto a las entrañas, las mujeres comúnmente las comen, y la
cabeza la reservan para poner al cabo de una vara sobre sus logettes, en signo
de triunfo y victoria.”....
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