jueves, 5 de marzo de 2015
Sant Cabrit y Sant Bassa
La Catedral de Mallorca, además de ser
uno de los más importantes inmuebles religiosos góticos de la Edad
Media, también lo es por poseer una gran cantidad de reliquias
atribuidas a jerarquías celestiales, como son, y a modo de ejemplo,
un dedo del apóstol San Pedro, parte de la piel de San Bartolomé,
leche de la Virgen María, cabellos de Cristo, una porción de la
Cruz, la esponja que bebió Cristo, una flecha que recibió San
Sebastián en su cuerpo, un dedo de San Juan Bautista, una costilla
de San Vicente Ferrer, dientes de Santa Eulalia... y los restos
mortales de Guillem Cabrit y Guillem Bassa, dos mallorquines que
murieron trágicamente por defender a su Reino de Mallorques y a su
rey Jaume II, y es que se hallan sepultados dentro del altar de
Nuestra Señora de la Piedad, situada entre el antiguo arco del
trascoro y la Sala Capitular, y representados pictóricamente de
forma decimonónica en el retablo de esta capilla.
El 5 de noviembre de 1285, Ciutat de
Nallorques se rendía el rey Alfonso III de Aragón "el
Liberal", monarca que había invadido el reino insular como
represalia a la ayuda prestada por el rey Jaume II, quien en esos
momentos se hallaba en Perpinyá, capital continental de su reino, a
los franceses dándoles paso por los territorios mallorquines del
Rosselló con la finalidad de penetrar en Catalunya por Girona. Pero
no toda la isla se sometió al aragonés rindiéndole vasallaje y
juramento, tal era el caso de la guarnición del castillo de Alaró,
fortaleza roquera llamada en tiempos de la dominación islámica
"Hisn al `Arun", es decir "fortaleza de los
cristianos", cuyo nombre aparece en la crónica de Al Zuhri
donde relata la conquista omeya a la isla en el año 902.
El propio Alfonso, al tener noticias de
este foco de resistencia, se personó a la puerta del castillo
exigiéndoles la rendición incondicional. Los defensores se negaron,
y según se cuenta en el "Brevari mallorquí", libro
eclesiástico medieval y del cual se conserva un único ejemplar
depositado en el convento de Santa Magdalena de Ciutat, los
defensores y el rey aragonés mantuvieron un diálogo, cuya
traducción aproximada del catalán medieval al castellano es el que
sigue:
-¿Quién ordena rendir sin condiciones
el castillo?
- Amfós (mero en catalán), rey de
Aragón y de Mallorques. Amfós, es un pez y se come con salsa, y
nosotros no tenemos otro rey más que Jaume II, a quien prestamos
juramento de fidelidad -replicaron los sitiados-.
-¿Quién eres tú? -preguntó el
aragonés.-
-Guillem Cabrit y mi compañero Guillem
Bassa.
- Te juro, Cabrit -dijo el rey Alfonso-
que tal como tu apellido, te aré asar encima de un fuego.
Días después, los mallorquines
desmoralizados, hambrientos y enfermos, se sometieron a la voluntad
del enemigo. El monarca invasor tras ordenar agrupar a los
prisioneros, preguntó a éstos quienes eran Cabrit y Bassa:
- Yo soy Cabrit, vasallo de Jaume II de
Mallorques, y mientras viva le seré fiel.
- Yo soy Bassa, y hago mías las
palabras de mi compañero.
El soberano de Aragón, ante esas
palabras de los dos mallorquines, sentenció:
- Palabra os dí, y palabra de rey no
miente. Así que Cabrit (cabrito en catalán) te asaré como a un
cabrito, y tu Bassa, lo secundarás y no serás charco (bassa en
catalán) que apague el fuego que yo mismo encenderé.
El rey mandó hacer una gran hoguera, y
sobre ella pusieron atados y atravesados con hierros candentes a los
dos héroes, cuyos cuerpos se fueron consumiendo, siendo recogidas
sus cenizas por una mano anónima.
Nicolás IV, papa reinante es esa
época, al tener noticia del funesto episodio, excomulgó al monarca
usurpador, dándole más tarde el perdón a cambio de erigir un altar
en la Seu de Mallorca en honor de los que había asesinado y
depositar en él sus reliquias.
Guillem Cabrit y Guillem Bassa
recibieron en esa ara catedralicia culto y fueron honrados como
santos durante muchos años. Su festividad se celebraba por Tots
Sants, el 1 de noviembre.
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