miércoles, 11 de marzo de 2015
La Leyenda De La Calavera
Vivió en cierta ocasión un granjero
que sólo tenía un hijo, un muchacho de carácter inquieto y
revoltoso, lo que le valía estar en disputa permanente con su padre.
El muchacho contrajo una extraña enfermedad y murió, y su padre,
enfadado con él por haberse dejado vencer por la enfermedad, no
quiso acudir al entierro.
Pasado un tiempo, murió un vecino y
amigo del granjero, éste apenado acudió a su entierro para
presentar sus respetos. Después de la ceremonia, mientras
miraba distraídamente una fosa, el granjero vio una calavera,
preguntándose cómo habría sido la vida de ese difunto.
Con gran sorpresa vio cómo la calavera
le comunicó que le visitaría la noche siguiente, si luego él
se comprometía a pasar otra noche con ella, a lo que el hombre
accedió, lleno de curiosidad. A la vuelta se encontró con un druida
y le comentó lo sucedido, éste le dijo que debía ser un sueño,
puesto que las calaveras no hablaban. Ante su descreimiento, le citó
para la noche siguiente en su casa, para asistir a la extraña
visita.
Durante la noche siguiente, el granjero
y el druida se prepararon para recibir a la calavera, se sentaron
junto a una mesa, de repente llamaron a la puerta, el granjero
se apresuró a abrir, apareciendo el cráneo. La calavera se subió
en la mesa y después de devorar todos los manjares que allí
había dispuestos y desapareció, mientras, tanto el granjero como el
druida habían permanecido mudos por el asombro.
A pesar de no haber conversado con
ella, el granjero decidió cumplir con la palabra dada a la
calavera y acudió al cementerio, allí encontró una escalinata
al lado de la tumba en donde había visto por vez primera a la
calavera, sin pensárselo dos veces decidió bajar por ella.
De repente se encontró en medio de un
campo en el que multitud de hombres luchaban con espadas, lanzas y
hoces, algunos al verle le dijeron que si buscaba a la calavera
debía ir al campo de al lado. Al llegar allí lo que encontró fue a
hombres y mujeres peleando e insultándose, una de las mujeres le
indicó que si quería encontrar el cráneo debía cruzar el río y
pasar a la otra orilla. El granjero obedeció y allí encontró una
gran casa. En el salón descubrió un gran fuego en la chimenea,
junto a una dama y una criada, la dama se paseaba de un lado a otro,
y cada vez que se acercaba al fuego a calentarse, la criada la
apartaba de él. La criada le indicó que para encontrar lo que
buscaba que fuera hacia una puerta a la izquierda de la habitación,
que pasara por ella y que allí lo hallaría.
Cuando entró en la habitación por fin
encontró a la calavera, que solícita le preguntó si quería
cenar, como el granjero estaba exhausto despues de tanta
búsqueda asintió enérgicamente. La calavera lo acompañó
hasta la cocina en donde se encontraban tres mujeres pidiéndole a
una de ellas que le sirviera cena, ésta cogió pan moreno y una
jarra de agua y se lo sirvió al hombre, el cual, al ver tan magro
alimento, desistió de comer. Seguidamente, el cráneo pidió a
la segunda mujer que sirviera la la cena, pero ésta lo hizo aún
peor que la primera, por lo que el hombre seguía sin comer. Por fin
la calavera le pidió a la tercera mujer que sirviera al granjero y
ésta le sirvió una opípara cena con espléndidos vinos y
alimentos. Cuando el granjero terminó de cenar, la calavera decidió
explicarle el significado de lo que había visto, así le dijo que
los hombres del primer campo estaban en perpetua lucha unos con otros
por las lindes de sus tierras, por lo que habían sido castigados a
luchar durante toda la eternidad. Las parejas que peleaban eran
matrimonios que habían hecho lo propio en vida, y que deberían
seguir haciéndolo tras su muerte. En cuanto a la señora que había
en una de las habitaciones, se había comportado tan
mezquinamente con su criada, a la que ni siquiera dejaba acercarse al
fuego en los días de mas frío, que ahora sufriría ella eternamente
ese frío y hambre. Y las tres mujeres que ves aquí fueron un día
mis tres esposas, cuando le pedía a la primera que me preparara la
cena sólo me daba pan moreno y agua, cuando era la segunda la que me
servía el resultado era aún peor, afortunadamente mi tercera
esposa siempre servía un banquete digno de un rey.
A continuación la calavera mirándole
lúgubremente le dijo: «Tú, en cambio, aún puedes rectificar, has
sido traído hasta este lugar por no querer ir al funeral de tu hijo
al estar enfadado con él, mientras acudiste presuroso al de un
vecino. Para ello debes regresar ante la tumba de tu hijo y suplicar
su perdón, sólo así podrás salvarte del suplicio eterno».
El granjero quedó paralizado, ya que
la calavera en un susurro también le dijo: «Ten en cuenta que desde
tu salida de casa han transcurrido setecientos años». Como en
un sueño, el granjero fue caminando por el cementerio y, a
pesar del tiempo transcurrido, aún pudo localizar la tumba de su
hijo. Allí cayó arrodillado y entre sollozos suplicó arrepentido
una y otra vez a su hijo que lo perdonara, cuando ya había
perdido las esperanzas una mano surgió de la tumba, una mano que
cogió la suya, ayudándole a llegar al cielo.
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